19
Flavia
Abro los ojos con pereza y sobre la mesita de noche está mi celular vibrando y su pantalla encendida. El ruido ya es insoportable a estas horas de la mañana. Extiendo la mano y miro de quién se trata.
—¿Jerry? ¿A las siete de la mañana?— me incorporo en la cama y le contesto—Es domingo, hoy se supone que no trabajo. Mañana...
—No es eso.—suena agitado.
Cuando dice lo que realmente pasa me quedo sin saber que decir o hacer. Me quito las sábanas de encima y me levanto para al baño para limpiarme. Corro al cuarto de ropa y agarro los primeros jeans y el suéter que veo. Un abrigo enorme y corro hacia la puerta. Pero olvidando los lentes vuelvo a por ellos. Entonces Salgo por la puerta y bajo las escaleras mientras me ato el pelo como sea.
Casi me tropiezo con una sirvienta y aprovecho para preguntarle por Jason. Estoy a punto de llorar y mi desesperación acrece.
***
Finalmente estoy en el hospital y cerré la puerta con fuerza apresurandome en llegar a la recepción y controlando mi respiración, hablo. Pregunto por el viejo Jack describiendole a la perfección.
Cuando Jerry llamó dijo: "El señor que siempre vas a ver al parque..., se lo acaban de llevar en ambulancia." Y con esa llamada empezó mi día. ¿Por qué todo son malas noticias? Corro a buscar donde amablemente la mujer dijo como encontrarlo.
Estoy un poco aliviada cuando finalmente eatoy frente a la puerta. Una enfermera me detiene justo antes de abrir la puerta. Tuve que resignarme a entrar y quedarme de pie junto a la ventana cristalizada. Está dormido.
Coincide que el doctor aparece a mi lado y puedo explicar que hago parada mirando al viejo Jack. Me siento aliviada de que me haya reconocido de la vez anterior.
"Ha empeorado y no creo que le quede mucho tiempo.", eso dijo entre tantas cosas y fue lo que más temí. El tratamiento ya sería innecesario debido a su condición terminal. Rogar por un que hicieran algo que lo salvará era en vano. Ni tan siquiera una cirugía sería la solución. Su consejo fue hacer de los días que le queden, los mejores.
Por un segundo observo como parece despertar, no, solo se acomodó un poco. No puedo quedarme quieta, eso no solucionará las cosas. El viejo Jack tiene mucho dinero en su poder y algo podré hacer para ayudarlo. Necesito de alguien más que me ayude ya que me veo limitada por restricciones del señor Stuart. ¿Pedirle ayuda a Jerry? Ya es incómodo para mí acercarme a él y sé que tendría la oportunidad de que le diera explicaciones de lo que ha pasado conmigo en estos años. "¿Rompímos una amistad presiosa con que motivo?", temo a que pregunte eso.
Llendo de vuelta al auto no dejo de pensar que tal vez, ¿Hang? No. ¿Ignacio? Es muy amable y es el único que conoce lo que me está pasando. ¿Ignacio me ayudará? Intentarlo no cuesta nada.
En el auto pido a Jason que me lleve al parque. No preguntó, pero si me miro. Era un favor que necesitaba y él accedió. Nunca pensé que fuera tan dócil, creía todo lo contrario. Por supuesto que el parque era una excusa y me escabullí para poder ir al Gorikz Empire, que está a dos cuadras de distancia desde aquí.
Entro en el edificio más grande y elegante que he visto en mi vida. En la recepción todos se ven ocupados atendiendo llamadas tanto escriben en sus portátiles. Me invadió la duda por unos segundos pero fui en contra de mis pensamiento casi a punto de llorar pensando el viejo Jack.
—Hola... lo siento.—intento calmarme tomando aire, me avergüenzo cuando veo en sus expresiones el saber mi motivo al querer llorar—Necesito...
Debería volver. Esto...no tenía que haber venido aquí. Con todo mi arrepentimirmto me doy la vuelta...
—¡Oye!—dijo una voz masculina.
No quería pero mire disimuladamente a un joven que se acercaba por mi lado. Tenía gafas y el pelo corto. Parecía...
—Sí, eres tú.—somrié—Flavia, ¿no? Soy Felipe. ¿Te acuerdas de mí, en el hospital cuando ocurrió el accidente?
—Sí, lo recuerdo—me seco una lágrima que sale sin permiso.
—¿Qué pasa? ¿Llorando?—pareciera que le es algo gracioso, ¿o intenta levantar mi aniymo?
—Necesito encontrar a...Ignacio.
—Ah.—esa expresión de intriga por saber que quiero me incomoda, aunque el silencio y su mirada después me dieron más ganas de hiur—¿Quieres que lo llame?
Asiento apenada y él solo hace una llamada.
—Oye, tu amiga está aquí... Sí, ella misma... Te necesita urgente, según parece...Está bien.—cuelga, esa fue una llamada bastante rápida.—Dice que estará aquí en un minuto. Créeme, si lo dice, lo hará.
¿Eso debería tranquilizarme?
—Eapero que Ignacio pueda ayudarte. No lo metas en problemas, tiene muchas personas que se preocupan por él.—una sonrisa con segundas intenciones y me siento amenazada, culpable a la vez—Me tengo que ir. Nos vemos.
Le agradezco antes que se aleje rápidamente y me dejé sola. Camino en círculos mirando al suelo con los brazos cruzados. Me siento indefensa, las personas que caminan a mi alrededor se ven tan grandes e independientes que en comparación parezco una niña pérdida. Una mano toca mi hombro y me doy vuelta.
Estoy emocionado por verlo.
—Lo siento, me tomó cinco minutos más de lo planeado.—tiene una sonrisa perfecta.
Sus ojos verdes, tras mi silencio, me miran confundidos y yo simplemente volteo mi cabeza a un lado recordando mis ojos tristes que no quiero que él note.
—Ví tus ojos. ¿Por qué llorabas?—su mano dejó que mi barbilla se apoyara cuando alzó mi rostro, se acercó, frució el ceño.
—Viejo Jack.—comencé a llorar.
***
No dudó en ayudarme y me tomó de la mano para ir a buscar un taxi que pasaba justo en la avenida. Al rato, llegamos al hospital.
—Pago la cuenta, ve a buscarle.
Asiento y salgo corriendo. Cuando llego miro por la ventana.
¡Está despierto!–no puedo explicar la paz que me da verlo con los ojos abiertos. Mira la tele pero cambia de canales una y otra vez.
Me atrevo a abrir la puerta y entrar sigilosa. Él nota mi presencia y no cambia su expresión, luce cansado. Cómo si mínimo gesto le pesará.
—¿Cómo te sientes?
—Aburrido. No deberías de estar aquí muchacha.
No me importaba si me metía en problemas por verlo. Si alguien pregunta el es mi abuelo. Muestra una sonrisa "una nieta de oro"me dice y reímos. Comienza a toser de repente tocando un costado del abdomen. Me asusté y gracias a Dios no era un dolor fuerte o duradero.
—¿Es tu amigo?—pregunta y confundida miró a mis espaldas. Ignacio luce tímido y recién entra cerrando la puerta.
—Si, él es Ignacio. Ignacio, él es Jack, mi mejor amigo.
—El viejo Jack.—sonríe cansado, recuerdome que lo llamé así desde el prime día que hablamos como amigos—Me gusta cuando me llamas así.—sonrió entre lágrimas que me delatan como me siento por dentro.
—Viejo Jack, ¿dónde está el dinero?—cambio de tema luego de tomar aire y pretender ser fuerte.
—Perdona, lo doné a un hospital de niños con cáncer.
No sé cómo reaccionar a eso. ¿Dónde están mis palabras? No sé cómo ayudarlo ahora. No puedo quitarle dinero al señor Stuart, ni a escondidas, imagina si le pregunto.
—Siento que me queda poco...
—No, porfavor no lo digas.—rompo en llanto. Bajo mi rostro apenada.
—¿A quién le importa si una persona como yo más muere? Habiendo tantas personas importantes para otros.
—Basta—apenas sale mi voz. Bo puedo contener mi tristeza escuchándolo hablar de esa manera. Es lo único bueno que tengo.
—¿A quién le importa si el tiempo de alguien se acaba?
—A mí sí me importa. ¡Si me importa!
Lloro y bajo mi cabeza para secar las lágrimas, luzco patética pero no puedo ocultarlo. Siento las manos de Ignacio en mis hombros.
Unos pitidos comienzan a sonar de forma alarmante y las manos de el viejo Jack tiemblan visiblemente y eso me asusta, me asusta mucho.
—¡¿Qué pasa!—entro en pánico al verle convulsionar y poner sus ojos en blanco—¡¡Viejo Jack!!
Ignacio me sujeta de las y me jala hacia él haciéndome retroceder Entran un doctor y una enfermera en ese momento. Quitan la almohada de su cabeza, lo destapan.
—¡¿Qué hacen aquí?!, ¡salga ya mismo!—la enfermera nos apura a reaccionar.
Siento como Ignacio me aparta de ellos pero soy fuerte también y no quiero alejarme. De repente me rodea con sus brazos por mi cintura elevandome del suelo y me saca a la fuerza. Llorando golpeo sus brazos y muevo los pies en un intento de liberarme que termina fallido.
Una ves afuera...
—Flavia, porfavor.
—¡No entiendes, sueltame!
—No lo hagas más dificil.
Él me suelta y le aparto empujándole. Él solo me mira y me siento avergonzada por lo que acabé de hacer. Me disculpé.
—Está bien.—con voz suave dió un paso hacia mi.
Abre sus brazos veo que le cuesta un poco. Lentamente me acerco y le rodeó con mis brazos por su cintura, dejando mi cabeza en su pecho. Sus brazos se cierran de a poco y finalmente siento su calor. Lloro como una niña.
Gracias Flavia. Disfrute cantar contigo y sentir esos minutos de alegría.–pude escuchar su voz.
—Viejo Jack—pronincié sollosando.
—Tranquila, no estás sola.
Si los estoy.
—Dime que se pondrá bien.—apenas se me entiende al hablar, siento sus brazos apretarme contra él.
Ignacio
Primero al verla esperándome en el lobby me pareció extraño. Al ella darse la vuelta sus lágrimas fue lo primero que ví. Me sentí mal por eso. ¿Por qué lloraba? Mi corazón se sentía algo abatido.
Ahora tenerla en mis brazos llorando de esta forma me rompe el corazón en miles de pedazos. No quiero verla así.
—Dime que se pondrá bien.
¿Cómo puedo responder esa pregunta sin herirla más?
Solo la abrazo con fuerza y siento sus manos en mi espalda sujetarme delicadamente. Su cuerpo se siente muy frágil y siento incluso como está temblando.
Se escucha la puerta abrirse. Flavia alza su cabeza y miramos al doctor salir.
Oh no, conozco esa expresión de pena.
Flavia
—Doctor.—Ignacio habla por mi.
—Tuvo un infarto, no sobrevivió a este.
No.
—Ha muerto, lo siento mucho.
—No.—rompo en llanto.
Pierdo mis fuerzas pero aun Ignacio me abraza, me sostiene fuerte. Lloro.
Gracias Ignacio, gracias por estar aquí.
***
Ignacio prometió ayudarme con todo. Me negué pensando en buscar una solución pero él insistió y terminé aceptando. Le debía el dinero que se ha gastado por mi culpa y fue otra cosa que se negó rotundamente dejarme hacer.
Al cabo de una hora llegué a la mansión Stuart. Casi había olvidado la invitación en el hotel GoldenG. No tengo ganas de ir pero tengo que hacerlo por obligación con el maldito hombre que me compró. Parece que fuera una esclava en pleno siglo veintiuno. ¿Cómo se supone que iré a esta maldita fiesta sin pensar en el viejo Jack y evitar llorar? Maldita vida que me ha tocado vivir.
Luego de darme un baño comienzo a arreglarme para la noche. Mis ojos están hinchados y maquillarme es extremadamente caótico, no sé cómo se verá en un par de horas. Lo que si se es que al menos cubre mi cara de lastima.
Llegó lahora de irme y tal como dijo el señor Stuart, Jason me acompañaría. En el auto no sé más que mirar por la ventana y mirar el cielo. ¿No podré llorar la muerte de alguien que esperaba ver por más tiempo? ¿Este dolor como lo libero?
En el hotel noto mucho movimiento de empleados y continúo siendo acompañada hasta el gran salón. Es enorme, y miró en el techo unas lámparas, como varios cristales que juntos forman una esfera brillante.
—Señora Stuart.—se acercan tres mujeres elegantes y refinadas—Volvemos a vernos.
—Señora Ross.—le ofresco una sonrisa rexonociendola solo a ella.
Esta me extiende una copa y la tomo en mis manos. Ellas me hablan y noto a Jason alejarse discretamente en ese momento. Ni tengo ganas de saber que hará, hoy no me importa nada. Para muchos esta es una celebración de clase alta mientras que para mí es una cosa aburrida y dan ganas de salir corriendo a una disco para desinfectarte.
Voy a dirigírme al baño pero camino mirando al suelo y me detengo al ver un bastón, dos pies. Alzó mi mirada lentamente y veo un abrigo cubrir su cuerpo casi por completo. Al ver su rostro.
—Señor IGorio. No pensé encontrarle aquí.—sorprendida.
—Digo lo mismo, señora Flavia.
Se escuchan muchas voces a la vez a mis espaldas. Por lo visto notaron la presencia del mismo señor.
—Solo diga me Flavia, ese señora me hace sentir mayor.
—Esta hermosa, como siempre que la veo.—dice repentinamente y eso me sonroja—pero ¿por qué traes esa cara?—ladea su cabeza.
Sabía que lucía fatal.
—No es nada.—sonrío a medias—Paso algo triste está mañana. Ya pasará.
—Señor IGorio.—un hombre lo llama observo su pelo largo, de alguna forma no me deja ver se rostro.
—Hablamos luego. No te vayas muy lejos.—asiento con la cabeza.
Esta vez me dirijo en dirección contraria. El balcón es amplio y no hay nadie. Será por el frío y el fuerte viento. Han pasado el tiempo muy lento. Me doy cuenta de que la copa en mi mano está igual que cuando lo tome por cortesía en la entrada. ¿Cuánto tiempo llevo sosteniéndolo?
Desde donde estoy puedo ver la piscina, pero no puedo ver qué tan profunda es. Miro la copa y su contenido transparente y burbujeante, lo bebo todo de golpe.
Siento como si fuego delicado bajara por mi garganta y llegara hasta mi estómago pero deja un sabor dulce en mi boca. Siento mucha confusión en mis pensamientos y siento también que estoy lista para abandonar este lugar tormentoso, ha sido suficiente. Entro nuevamente y dejo la copa vacía a un joven mesero. Continúo avanzando a paso firme. En el ancho pasillo, camino directo por donde mismo llegué. Mis pies tropiezan de repente y caigo contra la pared, eso fue estúpido y gracioso a la vez. Recupero el equilibrio, parpadeo pero esto no evita el mareo por mucho que lo haga. ¿Por qué no puedo caminar bien?, y lo intento.
No sé cómo lo hice, pero llegué a la parte trasera del hotel, justo donde se veía el balcón. Definitivamente tomé el camino equivocado en algún momento.
Arriba, la luna ilumina el agua de la piscina, que parece oscura y profunda. Mis pies están débiles. Soy débil. Ahora no tengo ninguna razón para estar viva. Soy un alma perdida. ¿Cómo afrontaré cada día? El señor Stuart y sus humillaciones, sus malos tratos, dejarme manipular y saber que mi cuerpo no me pertenece. ¿Quién me regalará una mañana agradable donde pueda olvidarlo todo por un segundo?
Cierro los ojos después de que cae una lágrima llena de dolor. Es la depresión, la angustia, la tristeza y todo lo malo que llega a matar el alma lo que me tiene sin ganas de estar un segundo más viva. Respiro profundamente como si fuera el último y siento mi cuerpo inclinarse hacia la piscina...
Algo se enrosca alrededor de mi muñeca y tira con fuerza. Tropiezo y caigo envuelta en un abrazo amplio y cálido, me resulta conocido. ¿Quién es? Es un rostro muy de cerca y desenfocado, logro poco a poco reconocer y, está bien, que sea él, está bien.
—Señor IGorio—respetando su espacio retrocedo.
—¿Qué planeabas hacer?—hasta ahora solo había escuchado una voz dulce pero ahora no es como era. ¿Está enojado?
—Yo—tiemblo, tengo frío y me abrazo—Era algo estúpido, olvídelo—evito su mirada pero luego vuelve a toma mi mano con fuerza.
—Suélteme, por favor.
—Déjame ayudarte.—suena como una súplica.
—No lo necesito—mi voz se quiebra y se forman lágrimas en mis ojos.
—Si lo necesitas—me jala suave está vez y me abraza fuerte. Empiezo a llorar y lo abrazo. Su perfume es relajante y seductor, su abrigo es suave y se siente tan bien.
Esta es la segunda persona que me trata así.
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