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16

Flavia

Sus ojos verdes se clavan en los míos y me doy cuenta cómo se desvía lentamente a mirar mis labios. Su abrazo cálido me hace sentir segura. Esta cerca, y más cerca, su aliento se mezcla con el mío. Cierro mis ojos intuitivamente. Mis labios sientes un ligero roce...Espera, ¿por qué se siente tan raro? Abro mis ojos lentamente, y veo la almohada en mi cara. Espera...¿iba a besar a la almohada? ¿justo ahora? Me siento de golpe y limpio mi boca. Me detengo a mirar a mi alrededor y me entero que estoy en mi habitación. Una risa se escapa de mis boca cuando me doy cuenta que todo era un sueño.

Quería que él me besara. Su abrazo era tan cálido. Ve volteo a ver las sabanas. Ya veo porque tan cálido. Me siento avergonzada y salgo de la cama para ir al baño.

—Siento que me estoy volviendo loca. Solo me faltaba soñar con él.

Estoy dándome una ducha caliente y al salir el frío de la habitación me golpea. Tengo que correr hasta el cuarto de ropa.

¿Por qué hace tanto frío hoy?

Miró por la ventana y está nevando un poco. Por lo visto se pasó la noche nevando porque el suelo es blanco por la misma nieve. Cuando voy por la ropa miró la pequeña maleta negra.

Esa maleta que me entregó Ignacio luego que salimos del hospital. La misma que tiene el dinero del viejo Jack.

—Creo que debo entregárselo pero tengo miedo que tenga todo ese dinero con él, pueden aprovecharse o herirle por obtenerlo.

Poco después estoy lista, luciendo como siempre. El vestido, que es el uniforme del trabajo, un abrigo holgado, mi pelo completamente recogido en alto y unos lentes.

—Bien, estoy lista.

Bajo las escaleras y hay un camión cargando unas cajas. El auto negro me espera detrás, me acerco sin quitar la vista de los hombres que suben las cajas que lucen pesadas. Cinco de ellas me llaman la atención porque son altas y algo estrechas. Entro en el auto.

—Buenos días—saludo al mismo hombre que me conduce cada mañana.

—Buenos días señora Stuart.

—¿Sabes que está pasando?

—El señor Stuart hará un viaje.

—Ah, cierto. Anoche me dijo.

»Haré un viaje, debo encargarme de algo. Cuando vuelva más te vale que todo esté como hasta ahora...«–recuerdo.

—Al menos descansaré unos días de su presencia.—susurro para mí.

***

Camino con las manos en los bolsillos puedo ver la banca y me acerco por detrás.

—Hola viejo Jack.—con voz tierna y contenta de verle pero a la vez tímida.

Él se voltea lentamente y sonríe cuando mira mis ojos. Me siento a su lado. Un silencio incómodo se presenta.

—¿Cómo estás?—rompo el hielo.

—Dice una frase: Mejor que ayer, peor que mañana.

—Entonces ¿estás bien?—asienta y yo sonrió. Me doy cuenta cómo frota sus manos para calentarlas.—Viejo Jack—se muestra curioso—¿Cantamos?

Él sonríe y lo tomo como un si. Comienza él, por un momento que quedó admirandolo y le sigo en el coro. Confieso otra vez y no me canso de decirlo, estoy encantada con su voz, tiene una forma particular de cantar le hace único para mí. En las calles hay personas con talento que simplemente por temor no enfrentan los obstáculos. Todo por quedarse en su zona de confort.

El viejo Jack no sostiene su caja, de hecho no la lleva consigo. Me siento triste, no quiero llorar, no quiero incomodar a este viejito que se ha convertido en mi alguien importante.

Un final suave y melodioso hace que varias personas nos aplaudan, las pocas que nos escucharon con determinación.

—Gracias Flavia.—sonríe y sus ojos se tornan llorosos.

Me pongo en pie y agito mi cara que ya iba a ponerme sentimental delante de él.

—Viejo Jack, en casa tengo el dinero, tengo que dartelo...

—Quedatelo.

Me niego totalmente y el insiste. Es un dinero que el gano, no me pertenece y tampoco lo quiero.

—Si no lo quieres lo entregaré a otro que lo necesite.—tal vez una amenaza le asusté.

—No es mala idea.

—Lo digo con la intención que aceptes tenerlo.

—Está bien, tráemelo mañana.

Pero me preocupa que tenga tanto dinero con él. Al asegurarme que sabía cómo guardarlo pues confío en él. Quedamos en vernos mañana.

Devuelta al negocio familiar y por lo visto no es un día complicado. Pasan las horas y me pregunto por Ignacio. Ha pasado como una hora desde que normalmente viene.

—Flavia—Jerry me llama y me acerco rápidamente—Tenemos un encargo. Lamento que tengas que ir tú pero así lo han pedido.

—No entiendo.

—Pues nada—me entrega una bolsa de papel y una tarjeta.

Parece no tengo opción. Al salir me detengo en el borde de la acera. Miró la tarjeta, trago en seco, tiene la dirección y el mismo número del...

Gorikz Empire.

Ignacio

Despierto en la mañana y voy a desayunar. Mis padres ya estaban en la mesa, sonríen y llego justo cuando mi padre la va a besar, a solo un roce...

—Wakala—digo de repente sacando la lengua.

—No cambias—mi padre desliza su mirada hacia mi mientras tomo siento.

—¿Por qué no hacen eso en su habitación?

—Lo hacemos...¿quieres detalles?

¿Por qué sonríe así?

—No que asco—le miró asustado.

—Ya basta los dos—mi madre interviene—Hoy nos iremos hijo...

—¿Y no me llevan?—muerdo la tostada mirándole.

—¿Quieres venir?—sus ojos se tornan brillosos.

—No, gracias por la invitación.—alcanzo a tomar la jarra y verter el jugo en un vaso.

—Para que pregunto.—se cruza de brazos.

—¿Cuándo regresarán? Pensaba hacer una fiesta en casa—finjo pensarmelo mirando a mi padre.

—Que sentido del humor tienes—fuerza esa risa entre dientes. Una risita fina y burlona molesta proviene de mi madre.

—Son iguales, ¿sabes Ignacio? a tu padre le encantaba pelear conmigo y también tenía pésimo sentido del humor.

—Pero así y todo te enamoraste—él toma su mano y la mira con ojitos de amor.

—Ay, wakala. No empiecen otravez.

—Ya te enamorarás—ella está sonrojada mirando a mi padre.

—¿Enamorarme?

—Si, cuando me enamoré de tu madre lo supe cuando su mano al tocarme podía derrumbar mi mundo y volverlo a construir a su antojo.

—¿Cómo sabes si estás enamorado realmente?

Ha comenzado a interesarme el tema.

—Hijo cada uno lo siente a su manera. Tu padre y yo nos enamoramos siendo jóvenes y cuando nos besamos por primera vez nos dimos cuenta que no era una simple atracción.

—Si quieres saberlo debes comprobarlo tu mismo.

Mientras proceso, bebo del vaso un jugo exquisito y escucho carcajada.

—¿Qué?—confundido.

—¿Por qué preguntas por eso de repente Ignacio?—mi padre.

—Si, no decías que enamorarse era un fastidio.—miro a mi madre imitarme.

Ya empezaronpongo los ojos en blanco.

—Bueno...ya me voy.

Siento que me sonrojo...joder ¿cómo que sonrojarme?

Salgo para ver al mismo hombre cada mañana esperandome junto al auto. Hang abre la puerta y entro, segundos después él está en el asiento del conductor. De camino pienso en las palabras de mis padres. Me han causado dudas y preguntas.

Si quiero saber si estoy realmente enamorado debo comprobarlo por mi mismo.

—¡Señor!—doy un salto del susto y le miró por el retrovisor—Le estoy llamando y luce despistado.

—Hang, ¿te has enamorado, de verdad?—obtengo como respuesta una risa que me incomoda un poco.

—El señor Gorikz pregunta por algo que tiene que ver con... ¿amor?

¿Tú también?

—Si te vas a burlar mejor no digas nada—me cruzo de brazos y miró por la ventanilla.

—Si me enamoré y usted sabe eso.

Si, lo sé...mi hermana–suspiro

—Pero nunca la forcé a nada, tampoco quería estorbar tus planes.

Nos miramos mutuamente por el pequeño espejo que cuelga en frente.

—Flavia...ella, me gusta.—avergonzado miró por la ventanilla nuevamente—Pero como sé si estoy enamorando de ella.

—Eso solo lo puede comprobar usted.

Comprobar...otra vez esa palabra.

Llegamos a nuestro destino y antes de entrar en el edificio me giro a mirar la cafetería por un segundo. Solo para saber si está ahí.

***

En mi escritorio Hang pone una montaña de papeles.

—¿Qué rayos es esto?

—Aquí tengo la lista de las entrevistas a los nuevos aspirantes.

—¿Por qué tantos? ¿Y justo ahora?

Hang alza sus hombros.

—Que fastidio. Me vas a ayudar-él abre sus ojos—si, tú mismo—señalo con mi índice—vienes a mandarme tarea ¿y no estar en el paquete?

—¿Pero qué clase de CEO eres?—se cruza de brazos.

—Y llama a Felipe también. Presiento que no hace nada.

Su risa me da a saber qué piensa lo mismo...es un desastre cuando no tiene que serlo. Me siento en el sofá poniendo los papeles en la pequeña mesa de por medio y Hang está sentado en el sofá de enfrente. Se supone que estamos esperando a Felipe, mientras todo está en silencio.

—¿No irá a ver a Flavia?

—No me recuerdes que me estropearse la mañana—le miró por encima de las hojas fruciéndo el ceño.

Un minuto de silencio.

—Llámala a la cafetería, pide unos hot cakes y té helado.

—Espera, ¿llamar? Quieres hacer un domicilio—sorprendido.

—Quiero que sea Flavia—continuo con los papeles.

 —¿Qué planeas?

—Ya no quiero mentirle, no me gustaría que me odiarla por eso. Quiero que sepa quién soy realmente.

—¿Pero...así...?

—Ya no quiero seguir con esto. Has la llamada ahora.—ya me he decidido.

Le miró y aún está sin palabras. Toma el teléfono sobre mi escritorio. No dejó de leer los papeles pero cuando menciona el nombre de Flavia siento mi estómago revuelto. Cuando la vea no sé ni que decirle, supongo las palabras vendrán solas una vez este dentro de la situación. En ese momento se abre la puerta y miró con el corazón en la boca. Es Felipe.

—¡Maldito imbécil! ¿Sabes el susto que me has dado?—y eso me pasa por distraído y nervioso y pensando en todo lo malo que pueda decirme o talvez le guste o...

—¿Y yo que he hecho?—confundido se acerca.

—¿Por qué has demorado tanto?—bueno, me calmo un poco, respiro profundo.

—Estaba ocupado cuando me llamastes.

Si, claro...ocupado–dudo de su argumento–apuesto que hasta quién no lo conoce tampoco se lo cree

—Ya está hecho—dice Hang sentándose donde estaba.

Me cuesta respirar otra vez. Miró el papel en mis manos pero no presto atención realmente. Lo único que está en mi cabeza es como reaccionará cuando sepa mi verdadera identidad.

Han pasado solo quince minutos y son dos más largos que he tenido. Doy un pequeño salto asustado y miro en mi escritorio mi celular está vibrando.

—Mierda.—me enojo de repente y voy a tomarlo, es un número desconocido.

—Ignacio.—¿es la voz de mi madre?, se escucha llorando desesperada.

—¿Qué pasa?—pregunto extrañado.

—Hijo&hace silencio por un segundo para llorar—Te necesitamos...

—¡¡Pero habla de una maldita vez mujer!!—me asusto de escucharla sollosando y dando mucho rodeo.

—E, ese hombre que estaba co, con tu hermana.

Se escuchan disparos y mucho ruido por detrás.

—William—gruño sintiendo la sangre de mi cuerpo hervir y aprieto el puño—¿Donde están?

—En el aeropuerto privado de...

—Ya se cual es—le interrumpo mientras rodeo el escritorio, Hang y Felipe me miran.

Ellos saben que algo está pasando.
Abro la primera gaveta de mi escritorio y tomó una pistola para lanzarla a Felipe y este la carga para esconderla detrás tapando con su saco. Cogo las gafas y el cubrebocas y salgo acompañado por detrás.

—¿Por qué William está allá?—no me responde, escucho el llanto de un bebé. ¡No puedo creer lo que hicieron!

—¡¿Qué hace ahí?!—entramos al elevador.

—Lo siento queríamos ir con ella y....

—¡Les dije que no podían, ya se dan cuenta del por qué lo decía!—estoy muy enojado, no me gusta que me desobedezcan. Cuelgo.

—¡Maldita sea!—con mi puño golpeó en la pared.

Hang y Felipe están enojados al igual que preocupados luego de enterarse lo que pasaba. Los tres tenemos algo en común, destruir la familia Stuart.

Una vez llegamos al lobby caminamos a paso rápido. Todos los ojos se posan sobre nosotros pero los míos ven a una chica que entra recientemente por la puerta.

—Flavia—susurro para mí.

Ella no me reconocería con gafas y cubrebocas. Paso por su lado mirándole y mi corazón se acelera. Sus están ojos sobre mi.

Lo siento, prometo decírtelo pero ahora tengo que irme–arrepentido de perder esa oportunidad.

Entramos al auto Hang y yo. Felipe corre por su auto aparcado a unos metros.

Estoy en el asiento del copiloto. Y abro la guantera que tengo enfrente para tomar el arma y cargarla. Hang sabía dónde dirigirse y veo el auto de Felipe tras nosotros. Saliendo de la ciudad entramos en zona desierta donde a menos de un kilómetro está el aeropuerto donde solo tienen aviones privados. Escucho disparos.

—Por favor que estén bien.—musito

—Su padre tiene buenas habilidades en estas situaciones—intenta calmarme.

—Tenía, se está poniendo viejo...ya no es igual.

Siento que soy el único que puede protegerlos realmente. Y por fin llegamos. Veo a mi madre tras el auto con la bebé en su regazo y la abraza fuerte mientras está llora. Mi padre a su lado dispara justo a los que se esconden en el auto a unos metros.

Corro hasta mi madre y quito mi saco para cubrir a las dos.

—Ignacio—ella me mira llorando y está temblando.

—Hijo.—le miro furioso notando como sus ojos están sorprendidos de verme.

Veo a Hang y Felipe disparar detrás del auto. Todo es muy ruidoso.

—¿Por qué rayos me desobedecieron?

—Somos tus padres tú debes obedecernos

—Pues he aquí la sabiduría de ambos.

—Ignacio, mira ...es William—me grita Hang y asomó la cabeza para ver a William poner alto a sus hombre.

—¡¡Entregame a la niña!!—justo en medio del lugar.

—Ignacio, no—mi madre toma mi mano asustada. Le tranquilizó con palabras aunque no sea suficiente.

—¿Cómo sabías?—salgo del escondite y me acerco a unos tres metros de él. Le miró bajo mis cejas frucidas.

—Mis hombres los siguieron. Ahora dame a la niña o alguien morirá hoy.

—Te aconsejo irte con tus hombres por donde mismo vinieron.—en cambio él muestra una sonrisa y niega con la cabeza.

—No. Eso no lo haré hasta que tenga a mi hija conmigo.

—No te dejaré ni verla.

Alza su mano apuntándome con el arma y rápidamente procedo a hacer lo mismo. Todo es tención, silencio, le veo acercarse y con su otra mano cerrada con fuerza se lanza a golpearme. Le esquivo con mi antebrazo y le golpeó con el arma en la cabeza provocando que sangre corra por un costado de su frente.

—Maldíto idiota.—intenta volver contra mi pero le apuntó y no dudo en hacer lo mismo pero con mi puño.

La bebé llora con todo lo que su pulmón fue cuando William cambio la expresión de su rostro. Indefenso.

—Esto no termina así Ignacio Gorikz. Abre los ojos porque cuando menos te lo esperes ella estará en mis brazos, donde pertenece.

—Christina me contó cada cosa que le hacías. Sabiendo su dolor. Eres un cobarde y un hijo de puta.

—No le mandé a enamorarse.—me lo restriega en cara pero no sabe que en realidad fue mi culpa.

—Lárgate o traspaso una bala en tu frente, y ahí entonces, no la verás nunca.

Un pie de William retrocede lentamente. Un paso myas, luego otro.

—No me rendiré, me oyes—dispara hacia arriba.—se va en su auto y otro más va tras él.

—¿Se rinde?—llega Felipe a mi lado.

—Aún no.—les miró desaparecer de mi vista. Me volteo para ver a mi madre correr hacia mí llorando y la abrazo. Miro a mi padre y este a mi. Sabe lo que acaba de hacer. Sigue siendo un imprudente.

Por otra parte, William, todavía yo no he terminado contigo pero por lo visto no me darás más opción...





★★★★★★

Gracias por leer el capítulo.
Gracias por apoyarme.
Se les quiere un montón❤️

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