15
William
Entro y miró a todos reunidos en el enorme salón.
—Vaya, una fiesta-—musito.
Mi padre me toma del brazo discimuladamente y me lleva con él saliendo del salón. Subimos las escaleras camino a mi habitación.
—Vaya, una gran celebración en casa y no fui invitado.
—¿Qué rayos te pasa? ¿Por qué llevas esa pinta?
—¿Qué, no estoy guapo hoy?
—Tu pelo es un desastre y tu camisa está arrugada. ¿Dónde estabas?
—Bebiendo solo, pensando en lo hijo de puta que siempre has sido y eres conmigo.
—¡¿Qué dijístes?!—achinando sus ojos y fulminandome con su mirada.
Cómo si le tuviera miedo...que imbécil.
—¡¿Piensas que no recuerdo lo que hicistes?!—le grito.
Por lo visto y comprobado accione su enojo, con su puño cerrado impacta en mi mejilla y me ha hecho girar la cara a un lado.
Cabrón, eso dolió–poniendo mi mano donde golpeó.
—Cuidado como me hablas pedazo de mierda.
—Vas a pagar Stone Stuart...
Se da la vuelta y casualmente pasaban unos guardia.
—Tú—se dirige a uno de ellos—que este problemático no salga de su habitación.
Comienzo a reír como todo un maniático.
—¿Me estás encerrando en mi habitación?—entre una risa incontrolable—Mira que que eres...
—Cállate William, mejor calla la maldita boca.
Y hasta creo que es lo mejor.
***
Flavia
Es de mañana y la noche de ayer parecía no acabar. Hasta el último invitado tuve que esperar mientras estaba dolida de pies a causa de los altos tacones y estar cerca del señor Stuart por tanto tiempo me era infernal.
Estoy en el auto camino a mi trabajo, recuerdo...
—Necesito ir al hospital. ¿Podrías llevarme?—me acerco y le miró por el retrovisor, él suspira para luego asentar con su cabeza y cambia de rumbo.
Hurra.
No tardamos en llegar. Y voy lo más rápido que puedo sin corre. Llegó donde debería estar el viejo Jack pero... no está.
—Perdona—detengo a una enfermera—él anciano que estaba en esta cama.
&Se ha ido. No quería estar aquí. Nos firmó un alta dando su consentimiento y por cierto cuando se fue, no se sentía bien.
—¿Cómo lo dejaron irse así?
—Comenzó a ponerse agresivo y tiraba todo al suelo,
Viejo Jack ¿Por qué hicistes eso?–enojada y confundida.
—Gracias.
No tengo más remedio que irme y subir al auto.
—Llévame al parque, ¡rápido!
Pocos minutos y salgo del auto para adentrarme en el parque corriendo y tengo que esquivar unas cuantas personas. Me acerco al lago y le veo...en el mismo lugar, sentado en la misma banca. Mis ojos se tornan llorosos con solo verlo y mientras me acerco...
—¿Por qué?
Él me mira y luce inexpresivo.
—Viejo Jack ¿por qué lo hicistes? Pensé que aceptarías el tratamiento—parada frente a él.
—Lo siento Flavia.—se escucha débil.
—¿Por qué te fuistes?—mi voz se quebranta y comienzo a llorar sin poder esconderlo.
—No quiero estar encerrado en un hospital hasta morir.
—No vas a mor...
—Flavia—me interrumpe—Si moriré.
No quiero que muera, es lo único de valor que tengo ahora mismo y si él no está...
—Debes irte.—él mira el lago ignorando mi presencia—Ve antes que tu superior se moleste contigo.
No sé qué decirle, por lo visto no quiere hablar del tema.
—Hablamos mañana.—apenada y triste.
Él me mira y asienta mostrando una sonrisa pequeña.
***
Estoy en la barra y mirando la tele que cuelga en la pared.
—Flavia—Jerry agita su mano frente a mi cara—Tienes un clientes.
—Si, voy.—sin mirar al frente tomo la notebook y el boli.
—¿Qué desea pedir?
—No creo que con esa cara alguien tenga ganas de pedirte algo.
Esa voz...—miró a Ignacio cruzado de brazos descansando su espalda en la silla. Su cabello rizado es precioso.
—¿Estás bien?
—Solo algo distraída, no tenemos mucho trabajo hoy pero aún así estoy cansada. Así que es algo...aburrido.
—Bueno, entonces...solo dame un té helado de esos que haces.—muestra una sonrisa cálida.
Asiento con la cabeza y él toma mi mano.
—Veo no hay muchos hoy, ¿puedes sentarte conmigo?
—Primero traeré el té.
—Que sean dos.
Voy y preparo los dos vasos de té. Regreso junto a Ignacio.
—Aquí tienes.
—Bien.—pone un vaso en frente—Sientate conmigo.
Tan despistada que no me di cuenta para quién sería el otro vaso de té. No veo problema en sentarme frente a él y tomó el vaso con ambas manos.
—¿No te gusta el té?
—No, por el contrario. Aprendí a hacerlo cuando mi mamá me dió a probar por primera vez. Me encantó la forma en que lo preparó.
—Ya veo.—bebe tranquilamente y me siento angustiada por los recuerdos. Cambio de tema...
—¿Cómo está la bebé?
—¿Te refieres a esa bebé que pensabas que era mi hija pero en realidad es mi sobrina?—asiento apenada.
»Vaya, te está avergonzando jajaja.
»Y la Flavia interior se burla. Tierra tragame.
—Apenas tiene un mes. Es fuerte y se va pareciendo mucho a su madre. Gritona y siempre llevando la contraria.—sonríe y luce tierno hablando de su sobrina, ¿le gustan los niños?
—Me gustaría verla, ¿no tienes una foto?—estaba deseando verla pero no, no tiene una foto.
—¿No tienes adoración con tu sobrina? Tan pequeñita.—eso último cuando lo dije de seguro mis ojos brillaban.
—¿Adoración con esa pequeña que desde ya sabe cómo sacarme de mis casillas como lo hacía su madre? No, no creo.—ríe sarcástico.
—Por tu forma de hablar parece no te gusta estar ni cerca de ella.
—Algo así, no me gustan los niños, para resumir.
Respeto su deseo y opinión. Detallando algunos rasgos pienso que sus hijos serían lindos y cuando grandes muy parecidos a él, lástima que piense así. Añade que musiquita pensaba en eso y es una desilusión para un hombre como él que muchas mujeres han de esperar.
—Cada cual con la vida que quiera. Con la que se ajuste más a su forma de ser.
Me entristezco, sus palabras me hacen querer aceptar mi realidad. Yo no tuve ni la oportunidad de elegir como también supongo no podré salir de ahí nunca.
—¿Y tú? ¿Qué vida quieres?
Miró sus ojos verdes tras los lentes. Una cara tan perfecta no debería ser estorbada por esos cristales.
Siento sonrojarme y miro por el ventanal. La personas caminan a toda prisa y muchas hablan por su celular.
¿Qué vida quiero?
—Solo quiero estar con quién me ame. Si me hiero, él me sane. Si caigo me levanta. Si lloro, hace hasta lo imposible por hacerme reír otravez.—le miró y él se acerca poniendo sus codos en la mesa—Que me dé una vida llena de amor y protección.
No puedo dejar de mirarle. Él alza su mano lentamente y miró sus ojos mirarme detenidamente como mismo hago yo. Se acerca a tocar mis lentes.
No debe ver mi rostro. No puedo...
Me alejo y su mano desciende, estaba temblando y apenas me había robado los lentes. Hace sonar su garganta acomodándose en la silla. Ahora mismo se siente incómodo, ¿por qué dije todo eso tan abiertamente?
—Lo siento, debo irme.—dice poniéndose en pie—el jefe es...exigente y da mucho trabajo.—sonríe pero puedo ver qué está sonrojado—Nos vemos.
—Si, nos vemos.
—Por cierto...—le miró sonrojada y este luce algo nervioso—Feliz Navidad.
—Feliz Navidad.
Ay Dios.
Una vez que el puso un pie afuera voy al cuarto de descanso prácticamente corriendo y siento mi corazón acelerado cuando me siento en una de las sillas.
Flavia ¿qué te está pasando? No puedes involuclarte con él. Puede salir herido. Si por mi causa algo le pasa...ay, no puede ser, creo que él me esta gustando y eso no es bueno.
Ignacio
Se abren las puertas del ascensor y lo primero que veo es a Hang que al verme se pone en pie y se acerca a mi. Sigo caminando...
—Señor Gorikz ¿Dónde estabas sin que yo supiera?
—¿Desde cuándo eres mi pareja?—le miró arqueando una ceja y abro la puerta.
—Lo digo porque siempre me anuncia donde va a estar y cuando vuelve.
—Oh por Dios, te trataba como mi pareja sin darme cuenta.
—No diga tonterías.—insultado.
Me siento en la silla poniendo mis codos sobre el escritorio y mis manos en la frente sostienen mi cabeza. Todavía siento vergüenza. Cierro los ojos y suspiro.
—¿Pasa algo? Adivinaré...Flavia.—asiento en la misma posición.
—No quiero seguirle engañando.
En ese momento veo en la laptop una notificación de la llegada de un correo. Miró de que se trata y con solo ver el nombre al final ya me siento como que quiero saltar del Gorikz Empire. No puedo con esto.
—¿No me digas que va a volver? Ay no.—reviro los ojos.
—¿De quién habla?—Hang pregunta curioso acercándose.
—Siento se avecinan días molestos.—rasco mi pelo alborotandolo—Que fastidio.
Flavia
Normalmente cuando llegas a ese lugar donde vives luego de un largo día que parece interminable dice: Hogar dulce hogar. Aunque al llegar yo más bien digo manción de mi perdición.
Subo las escaleras y camino directo a mi cuarto. Al ver la puerta entreabrierta entro en pánico y entro lentamente.
Se atrevió a entrar. ¿Qué quiere?
William sentado en la ventana con una rodilla elevada donde descansa un brazo y mirando hacia afuera.
—¿Qué haces en mi habitación?
—Solo estoy aquí—responde como si fuera algo normal-El aroma dulce que proviene de ti está en todas las paredes de este cuarto—mira cada rincón-Sentí una atracción.
—Vete ahora mismo.
Entro en parálisis cuando él se baja y camina a paso lento hacia mí poniendo sus manos en los bolsillos.
Él parecido a su padre es mucho. Sus ojos son oscuros, cejas tupidas frucidas de color claro como su pelo bien peinado hacia atrás. Alto, vestido con una camisa semiabierta dejando ver su pecho ejercitado.
Llega a tomarme por un brazo y me arremete contra la pared. Golpeó mi cabeza y mis lentes caen al suelo. Pomiendo sus manos a los lados me acorrala.
—Posees un deseo irresistible Flavia—susurra en mi oído y acerca su cuerpo a casi tocar el mío.
—Aléjate o le diré a tu padre.
Pretendo ser fuerte pero por dentro se que no podré ser más fuerte que él. Eso me aterra, por lo que me pueda hacer.
—Ese padre del que hablas es un idiota. No me tocará un pelo.
Siento sus labios besar mi cuello y ese escalofrío característico me hace temblar. Tengo que aparentar ser fuerte. Así que me atrevo a empujarle y darle una cachetada. Él solo se queda inmóvil y sorprendido, muestra una sonrisa a medias.
—Te gusta tratar a las mujeres, eres como tú padre. Tal palo tal astilla.
Él me mira fruciéndo el ceño y tomando mis hombros me empuja con fuerza a un lado. Me enredo con mis pies y obviamente caigo al suelo.
-—No te atrevas a volver a compararme. Tú no sabes nada entre mi padre y yo, ni quién es quién.
Gruñe con furia y con paso extendido se va por donde mismo vino.
No soporto más este lugar-suspiro.
Mirando a mi alrededor una habitación tan grande y la pequeña a la vez. Me siento sola, vacia. El destello en el cielo de un relámpago me hace fijar la mirada en algo que se tornó brillante de momento. Un jarrón hermoso de mucho valor que está sobre una mesa. Siento ira, tristeza ganas de srita y no puedo. Voy por ese jarrón y simplemente lo empujó a un lado con furia. Este cae al suelo dividiendose en varios pedazos y el sonido provocó gran estruendo.
Mis lágrimas caen y no sé cómo detenerlas. Continúan los destellos en el cielo que ilumina los pedazos esparcidos. Uno me llama en particular mi atención y estiro mi mano como si algo se apoderara y me incitara a hacerlo.
Alcanzo a tomarlo mi mano tiembla como nunca.
La puerta se abre y escondo mi mano tras de mí de forma inmediata.
—Señora Stuart ¿está bien?—una sirvienta se asoma preocupada.
—No pasó nada—controlo mi respiración mientras me levanto del suelo—Quise cambiarlo de lugar y se me resbaló, es todo.
—Lo limpiaré no se preocupe.
—Te lo agradezco necesito tomar un baño.
—Si, quedé tranquila cuando salga todo estará limpio.
Nervios voy al baño tratando de lo correcto sospecha. Luego de llenar la tina entro y la temperatura es perfecta. Tomo la pieza del jarrón que aún la tenía conmigo. Miró mi muñeca puedo ver las marcas de las venas. Acerco el cristal fino.
Comienzo a llorar.
No soy nada, no valgo nada. Nadie me necesita como tampoco tengo alguien a quien necesite. Si el viejo Jack no está en esta tierra me quedaré sola. No aguanto más.
Mis padres...ellos, los odio.
Hago presión en mi muñeca y siento una leve cortada. Me asusto y simplemente suelto la pieza y cae al suelo.
Un momento...¿que iba a hacer? ¿Acaso enloquecí?-miro la sangre que quiere salir de mi piel y con mi dedo hago presión, es solo un rasguño muy pequeño.
—No, no merecen que me rinda por completo. Si voy a morir será luchando, intentándolo.
Me apresuró y luego de poner una ropa me decido a enfrentar al señor Stuart. Me muestro valiente y decidida. Sé dónde está a estas horas y voy directo a esa puerta que al abrir es como un despacho pequeño. Oscuro, solo la luz tenue de una lámpara sobre el escritorio.
—¿A qué has venido?—alza mi rostro.
Está sentado detrás de su escritorio y parecía mirar una foto, que aparta, pone toda su atención en mi. Es igual a William pero el doble de edad. No tiene canas, su pelo es corto y claro, sus ojos oscuros y ceja frucidas.
Cuando le veo levantarse y su intención de acercarse a mi todo mi espíritu de querer enfrentarle se fue por completo. Cómo apagar una vela.
Ya está muy cerca y se acerca para besarme pero se detiene.
—Mi anterior esposa creyó que podía engañarme, pero no era más inteligente que yo. Nada se me escapa Flavia. Debes resignarte a una vida feliz, llena de flores, chocolates y mariposas en el estómago.
Asiento mirando a un lado y aprieto mis labios formando una línea fina.
—Haré un viaje, debo encargarme de algo. Cuando vuelva más te vale que todo esté como hasta ahora —toma mi barbilla y alza mi rostro para darle mi atención—Ahora sal de aquí.
***
No sé cuánto lloré, ni por cuánto tiempo pero al final el sueño me venció...
—Ha veces me pregunto si...¿realmente merezco vivir? ¿Habrá algo que valga la pena para poder vivir?—lloro cuando de repente siento unos brazos rodearme por mis hombros para abrazarme con suavidad.
—Que cálido.—susurro y toco sus brazos que me transmiten paz, cerrando mis ojos respiro profundo. Giro mi cabeza a un lado deseando ver su rostro—¿Ignacio?—susurro cuando le veo poner su barbilla en mi hombro.
-—No llores.—su voz es suave—Estoy aquí. Siempre estaré aquí.—mis ojos se desvian a sus labios y una mano suya se desliza hasta tocar el lado izquierdo donde mi corazón a toda prisa late. Sus ojos verdes son hermoso y me llevan al lugar en calma donde quiero estar.
Se acerca y entreabre sus labios dejando escapar su aliento que se mezcla con el mío. Siento un cosquilleo en mi cuerpo.
¿Me va besar?
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