Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Thanks for the memories

«Akira, ¿Qué mierda le pasó a tu oreja?» Fue lo que con super innecesario espanto preguntó la dramática de mi mejor amiga, apenas me vio cruzar por la puerta de la sala de ensayos. Ni siquiera se tomó la molestia de saludarme con un besito en la cara, o consultar cómo había estado mi día, se fue directo al chisme; ¡Me ofende!

El bueno de Juli, en cambio, caminó veloz hacia mí para así examinar la herida, ya recubierta por una capa de costra; la acarició de pasada con la yema del pulgar. Su boquita entreabierta moduló una opinión ,como siempre, silenciosa; aunque, basándome en la entristecida expresión que me enseñó seguro no se trató de una guay. Cuando él piensa cosas malas acerca de mí siento un apretado nudo en la garganta...
Le di un manotazo a su dedo para apartarlo. Suspiró mirando al piso.

—Tuve un encuentro bien intenso —manifesté soltando una risilla fingida que con suerte ayudará a alivianar un poco el ambiente. Guiñé el ojo en dos ocasiones. —Qué va, ¿Empezamos a tocar?

—¡Woah! —chilló Josie, llevándose una palma a la bocaza. —¿Te cogiste a Hannibal Lecter o qué carajos? ¡Eso no es normal!

—¡Vamos bruja no seas tan intensa! Ni que me la hubieran arrancado; además, me han visto en peores condiciones.

—U-una co-cosa no qui-quita la o-o-otra. —Se atrevió a balbucear Julian; preferiría que no lo hubiera hecho.

Desvió la vista apenas le observé super ceñudo. También comenzó a sobarse las manos de manera algo torpe.

—¿Por qué traes puesta una bufanda si siempre dices que las odias? —consultó ella, achinando los ojos.

—Tengo frío. —Me inventé con algo de nervios. Mordí el interior de mi mejilla izquierda.

—Akira, está funcionando la calefacción.

—Debe estar estropeada, yo me congelo como un puto pingüino.

¡Oigan! Para que ustedes sepan estamos en pleno Febrero aquí en los Estados Unidos, ¡La verdad es que si hace un frío de los cojones allí afuera! Pero a mí traer cosas tan grandes amarradas al cuello me da yuyu; nunca usaría una bufanda o pañoleta por gusto, tuve que comprar esta en una tienda que me encontré de camino por obvias razones de fuerza mayor

—¡Quítatela! ¡Yo se que me estás escondiendo algo! —disputó la terquedad hecha mujer.

—¡Oblígame!

Tan solo tres segundos después, el terror de metro cincuenta se abalanzó encima de mí, lo que nos valió un aparatoso encontrón con el piso a ambos. Atacó directo a mi cuello con sus larguísimas uñas postizas; no pude evitar soltar una carcajada mientras me defendía como podía.

—¡Pa-paren, por favor! —Ese fue Julian, tratando de quitar a Josie de encima.

Cuando consiguió separarla de mí, ¡Agitó sus zapatitos de plataforma como una niña en medio de un berrinche! ¡E histérica gritó a los cuatro vientos que la bajaran hasta el suelo! De nuevo me largué a reír, apretando los costados de mi panza. Hasta que vi mi bufanda colgando en sus manos, ahí se me esfumó la sonrisa de los labios, ya que, los furiosos (Y excesivos) chupetones, con los que me marcó hace un rato el señor Bowie, quedaron totalmente expuestos.

Bufé con los párpados cerrados, apretando los labios. Me senté en posición de indio, y escondí las manos entre ambos muslos, los cuáles aproveche de pellizcar para distraer de esa forma a mi mente.

—Pa-pa-parece... —Deja de verme con esa cara... —Co-como si te hub-bieran pin-pintarrajeado el cu-cuello con acuare-rela mo-morada y ro-roja. Lu-luce doloroso.

No dolieron, al menos no físicamente.

—Tienes más, ¿Cierto? —preguntó ella

—Sí —revelé a secas.

—¿Esa es una marca de mordida?

—Sí —reiteré rodando los ojos y alargando la duración del monosílabo. —¡¿Podemos tocar ya?!

Silencio…

—Nada como el sexo de odio —comentó irónica finalmente, aunque nada contenta.

Miró al costado un momento en lo que me ayudó a levantarme; resopló aire por la nariz de manera continua. Asentó un fuerte golpe en mi nuca para rematar.

«Sexo de odio» No podría haberlo definido mejor que eso... Digerir lo acertado de esa fea definición duele, y lo hace todavía el doble cuando ese sentimiento clave, el «Odio», no es algo mutuo. Yo al señor no le guardo ninguna clase de rencor, ¿Cómo podría? No tengo razones de peso para hacerlo, o mejor dicho no tengo ninguna. ¿Por qué tanto rencor de su parte? No le hice nada, no estar a su altura es mi única falta.

«Odio todo acerca de ti» Que me escupiera esa clase de mierda mientras con su boca me marcaba como a un jodido ganado me genera pensamientos contradictorios, y una repulsión que me tiene con ganas de pegar una carrera al baño para vomitar el pan con mantequilla que me tragué al desayuno.

Quiero largarme aquí mismo a llorar debido a la tremenda decepción que me he llevado. ¡Necesito rockear con más intensidad! ¡Súbanle el volumen a mi amplificador! Pues no hay cosa que deteste más que quedarme por mucho tiempo a solas reflexionando junto al Pepito grillo que vive dentro de mi cabeza; es un rompe cojones de lo peor.

¿Sabe algo, señor Bowie? Usted no es más que un gilipollas que no se atreve a salir de su zona de confort, igual que todos esos «Simplones y corrientes» con los que tanto detesta compararse.
…Cautivador, inolvidable…
Madre mía…
Pudo haber tenido tres folladas aseguradas a la semana, ¡Incluso cuatro! Pues eso de «Hacerse el difícil» no va para nada conmigo; ¿Pero qué vamos a hacerle? Váyase a tomar por culo.
¡Ahora necesito buscar un reemplazo! ¡Y será pan comido encontrarlo! Lo malo, es que dudo conocer a alguien cómo él.

¿Existirá siquiera?...

—¡Tiempo fuera! —voceé de repente, meneando las manos en el aire de un costado al otro.

También mandé mi guitarra a volar a través de la sala. La reemplacé por mi celular.

El estridente sonido del bajo y la batería cesaron por completo de igual forma.

—¿Qué sucede?

—Aguarden.

Transcurrido un tiempecito ambos se asomaron por encima de mis hombros para de esa forma observar que tanto teclean mis dedos sobre la pantalla.

—¿Eso es un perfil de Tinder? — Desde luego, mi querida Josie. —¡Pero si ya tienes uno en Grindr!

¡¿Y eso qué importa?! ¡Necesito doblar mis chances! Son matemáticas básicas para una persona desesperada, dah.

¡Hala! ¡Adivinen quién ya hizo su primer match!

Luego de un rato salí afuera un momento para realizar una llamada antes de retomar el ensayo. La noche está fría, el viento me desordena los cabellos; hay nubarrones grises por doquier, parece que lloverá durante la madrugada. Muchos ya deben estar metidos en la cama a estas horas, y él no debe ser la excepción, por eso espero que no le signifique una molestia mis ganas de charlar un rato.

Encendí un cigarrillo para entrar en calor, y tranquilizarme en simultáneo.

—Buenas noches. —¡Vaya suerte la mía! Después de todo me ha contestado. —¿Qué es lo que se te ofrece, hijo?

Suena bonito cuando me llama de esa manera, con ese tono suyo tan amable y suavecito; siempre me saca una sonrisita.

Tengo un buen número de cosas que necesito contarle.

El tío que anuncia las noticias en la tele anunció la fecha de hoy: Dieciséis de abril.

Ayer fue mi cumpleaños número veinticinco. No me hicieron ninguna fiesta sorpresa con globos, Vodka y Red Bull; tampoco comí pastel de fresa o chocolate, ni recibí mogollon de regalos. Que va, ¿Por qué me tomaría la jodida molestia de celebrar un acontecimiento tan miserable? Solo lo mencioné como un detallito irrelevante.

Mi carga laboral disminuyó a su ritmo habitual, dado que, hablé hace poco con mi jefe, y le dije que ya estaba cansado de no tener tiempo para dormir hasta las cuatro de la tarde si se me antojaba. Igualmente he conseguido un poco más de dinero haciendo «Trabajitos extras», por lo que no me encuentro tan agobiado por la renta (De momento...)

Mis asistencias a clases también aumentaron. Estoy más al corriente con las materias, e incluso obtuve un seis en el último examen de «Introducción al arte contemporáneo»; ¡Enhorabuena por mi! ¡Es mi calificación más alta en lo que va del semestre!

Lo que se podría considerar como algo malo, pésimo, ¡Fatal! Es que a la clase de musicología no hay manera de que mi testaruda cabezota la mueva del  primerísimo primer lugar en el pedestal de lecciones favoritas; y del señor Bowie no quiero ni hablar, o sea si, pero no, ¿Ustedes entienden? Porque yo ni un poco... Juro que soy incapaz de olvidarlo, pese a que recuerdo, ¡Día tras día! Lo gilipollas que fue conmigo la tarde en que sin piedad me hizo añicos la autoestima y el culo, aunque lo único que consigo es que me traiga mas baboso que antes. ¡Y he tratado! Diosito allí arriba sabe bien acerca de lo mucho que me he esforzado (Ojalá se haya tapado los ojos): Follé en un baño público con el plan A, en el motel de la vuelta con el B, y hasta en el carro del plan Z, ¡Pero todos han sido intentos fallidos por sustituirlo!

Que va, señor Bowie, ¿Por qué le tendrá tanto miedo a que la pasemos bien? No pretendo pedir su elegante mano en matrimonio, solo deseo que me lleve hasta su bonita casa en los suburbios, y nos enredemos en una eterna primera noche de luna de miel.

Sigo vigilando cada uno de sus movimientos alrededor de la universidad, y si va por detrás de mi les prometo que incluso hago crecer un par de ojos en mi espalda; pero él ni siquiera me pega una miserable miradita... Dudo que se haya olvidado del lío en el que se transformó estando conmigo.
Me deseaba... eso parecía…

«Odio todo acerca de ti» Señor, no es el único que lo hace.

Si no cumplo la promesa que le hice... ¡Me va a detestar todavía más! ¡Por favor no lo haga! ¡Se lo ruego! ¡Le prometo que me voy a portar bien de ahora en adelante!

Me duele la cabeza, me duelen los malditos ojos de tanto llorar, ¡Y como soy un capullo lo estoy haciendo de nuevo!

«Tú no aprendes jamás» Solías decirme, papi, y no, no lo hago; tenías razón después de todo...

                                               ⋈

«¡Mira lo que has hecho, Gael! Arruinaste el lienzo. ¡Felicidades! ¡¿No te da pena continuar haciéndome sufrir?!

... L-lo sient-...

—¡Callate y deja de chillar!

—Ojalá pudiera...

...

—¿O-ojala que, papi?

—Ojala pudiera deshacerme de ti…»

                                              ⋈

¡¿Por qué no permitiste que fuera junto con ella entonces?! ¡De esa forma las personas no me odiarían! ¡Todos me terminan detestando por algo y siempre la maldita culpa es mía!
¡Azotar la frente contra esta jodida muralla de ladrillos no funciona, joder! ¡Solo provoca un chichón que no duele lo suficiente! ¡Los recuerdos aún están! ¡Aún están! ¡Deja de pensar! ¡Deja de recordar!

El aire está escaseando, no puedo parar de hipear; me atraganto con mi propia saliva, con las lágrimas que se cuelan dentro de mi boca. Tengo miedo, q-que alguien me ayude, por favor...

…Necesito más… Violencia…

Le pedí a Julian que viniera, pues adoro pasar el tiempo juntos, y además tiene esa agradable dulzura mágica y natural que ahora mismo me caería de maravillas. Él, como siempre, me aseguró que venía de inmediato.

Al cabo de un rato tres golpecitos suaves anunciaron su llegada. Mi sonrisa se elevó hasta el techo, pese a todos los feos pensamientos que aún rondan mi cabeza; pues él ya está aquí, las cosas malas ya no importan.

Abrí la puerta de mi apartamento y le hice pasar.

Los brazos me arden un montón, incluso el más  mínimo roce con la campera resulta doloroso.  La tela de las mangas está manchada de sangre seca, la cual no me molesté en limpiar, porque no tenía ni un puto sentido hacerlo.
Apuesto a que mi ojos lucen igual de rojos e hinchados.

—¿Qué le-le sucedi-di-dió a tu fre-frente? ¿Po-por qué... — Hizo una pausa, y miró directo a la mesa con una exagerada mueca de espanto que hace tiempo no veía. —¿Pa-para qué usa-saste e-e-ese rallado-dor?

—No es importante —Levanté los hombros. Con eso debiera bastar para tranquilizarlo.

Tragó saliva.

—De-debiste llam-marme diez mi-minutos ante-tes —murmuró con la voz hecha añicos.

Advertí lágrimas asomándose a través de sus ojos verdes, ahora conformados de cristal. Me envolvió despacito; de pronto huele a dulce. Olvidé por completo que padecía mucho dolor en los brazos. Siempre me ha gustado reposar entre los suyos.

En cuánto nos apartamos le cogí de la mano y nos metimos en mi cuarto. Nos dejamos caer con fuerza de espaldas uno al lado del otro sobre mi cama; el impacto de nuestro peso hundió los resortes del colchón. Encendimos un cigarrillo para cada uno, y ambos lo fumamos en un santiamén.

Charlamos tan a gusto, que la única evidencia del veloz paso del tiempo fueron un centenar de cenizas esparcidos sobre la cama. Anocheció pronto.

—¿Te puedo preguntar algo? —consulté, girando el rostro en dirección a donde reposa Juli.

—Obvio. —dijo, imitandome.

Sonreí.

—Pasa que... —Me detuve en seco.

¿Cómo le expongo mi problema sin levantar sospechas sobre lo que sucedió entre el señor Bowie y yo?

—¿Pa-pasa qué? —repitió

—Pasa que tengo un amigo, ¡No! ¡Es una amiga! —corregí — Una amiga que va a otra universidad que no es la nuestra, y esa amiga se acostó dos veces con su profesor. —Sus ojos bien alzados dejaron entrever la sorpresa que le ocasionó la situación. —Ella se enteró luego de que ese maestro está soltero, y por ese motivo le gustaría repetir la experiencia; aunque él la quiere super lejos de su vida. ¿Qué opinas?

Que mi amiga es una ganadora y debería jugársela por él, obviamente eso es lo que va a decir.

—No-no es Jo-Jo-Josie, ¿Ciert-to? —consultó intranquilo.

—¡Cómo va a ser Josie si te dije que iba a otra Universidad!

—Qué alivi-vio —exhaló haciendo ruidito. (Que bobo, Juli) —¿Dijiste q-que tu a-amiga du-durmió con su-su profes-s-sor? E-eso suena te-terrib-ble

—¿Tú crees? —Se supone que debería estar dando sus felicitaciones...

—Mu-muchos lo cre-creerían así. ¿Tú n-n-no?

—Pues no —afirmé de lo más casual, cruzando mis brazos sobre el torso. —No creo que sea para tanto.

—No lo-lo s-sé... creo q-q-que no sería para ta-tanto a-a menos que fu-fuera un p-profes-sor de veintita-ta-tantos reci-cién egres-sado, pe-pero eso so-solo p-pasa en l-las no-novelas q-que lee Jo-Jo-Josie.

—¿Y? —No me complació su respuesta.

Puede que a él tampoco la mía.

—¿Q-qué edad ti-ti-tiene el p-p-profesor d-de tu ami-miga?

—No sé, como treinta y ocho le echo al ojo, o sea, le echa ella.
…¿Por qué abriste aún más los ojos, Julian?
—¿Y-y no le da-da tristez-za dej-j-jarse u-utilizar por a-a-alguien que ca-si la do-dobla en eda-dad?

—¿«Dejarse utilizar»? —cité veloz y con sarcasmo muy notorio. —¡Es solo sexo Julian! ¿¡Qué demonios?!

—No-no creo que se-sea el ca-ca-caso —balbuceó. El tono de su voz descendió bastante. Humedeció los labios, que luego escondió a ratos. —De-de-debería reporta-tarlo

...

—Que va, ya dijiste mucho. —Clavé la vista en el techo. Y cerré La bocaza
¡Genial! Me siento todavía más derrotado que antes de pedirle compañía.
El amargo silencio pronto hizo de las suyas, y levantó un sólido muro de hielo entre los dos; yo lo noté, seguro él también, y no va a decirme nada hasta que yo sea quien decida pronunciar la primera palabra. Conmigo, con Josie, la historia se repite con todos por igual.

—Oye... — No sé qué decirle.

—Ga-gael... ¿Est-t-tas e-e-enoja-jado?

Complaciente, amable, bonachón: Todos términos perfectos para englobar su maravillosa personalidad. Juli es el amigo más leal y atento del universo. Trata con respeto a quien sea que le rodeé, aun cuando no merezcan un buen trato ni de coña.  Me marca al móvil cinco veces al día por lo bajo, ¡Y  con el único propósito de preguntar cómo ha estado mi ánimo cuando nota que no he dado señales de vida en un máximo de tres horas! ¡Cada verano sin excepción me invita a ir de vacaciones junto a sus papás, para que de esa manera no tengamos que alejarnos por más de una semana y media! Julian... Julian es mi caballero en armadura de tinta.

El protagonista que tanto anhelabas en tu cuento de hadas personal; al que jamás pudiste escribirle un «Y vivieron felices por siempre». ¿Quién dijo eso? ¿Eres tú, Pepito grillo?

—¿Qui-quieres q-q-que me-me va-vaya?

Él desea más que nada en el mundo hacer feliz a la brujita boba, pero vive estancado a mitad del primer paso. Espero que algún día ella solita se de cuenta de lo que se está perdiendo, pues Julian es excepcional; ambos lo son de hecho, se merecen...

«Jodida zorra suertuda» Anda, di que aún lo piensas. No lo pienso... En serio...

—Lastima que seas heterosexual.

—¿A-A-A qué se-se de-de-debe e-e-ese comenta-tario? —respondió, claramente descolocado.

—A que yo si me la jugaba con todo por ti.

Hace un año atrás solías decir «Si se quedan juntos al menos me servirá de consuelo» Pero sabes bien que tal patético alivio jamás llegará. Ya no me importa eso...

Su labio inferior comenzó a temblar de repente. Clavó los ojos abiertos de par en par en los míos, sus cejas lucen muy caídas.

—¿Q-qué qui-quieres de-de-decir co-con e-e-eso?

—Solo estoy siendo sincero. —Me moví sobre la cama para tenerle más cerca, y a nuestros rostros ahora los separan tan solo unos tres o cuatro centímetros de distancia.

—¿Nunca has tenido ganas de experimentar cómo se sentiría acostarte con un chico? —planteé.

—N-nunca.

—¿Te gustaría probar? —Negó con la cabeza. Apretó con mucha fuerza los labios, y estos se transformaron en una fina línea blanca. —¿Puedo besarte?

—No —murmuró veloz, apartando la vista igual de pronto.

—¿Qué pasa? —Sonreí de la nada, advirtiendo a la vez la formación de un repentino nudo en la garganta —¿Te hago sentir incómodo?

—Mu-mu-mucho...

—Si, puedo notarlo.

—Gael —articuló con la respiración hecha un desastre. —N-no te vo-voy a ne-ne-negar que me s-siento li-libre esta-ta-tando a tu-tu lado... —Ha vuelto a conectar su mirada con la mía. —Pe-pero me d-das miedo...

—¡¿Miedo?! —interrumpí, enseñando una exagerada expresión de horror.

Miedo... ha dicho que le doy miedo...

Te está matando... No sería la primera vez que alguien lo hace...

Me alejé de manera instantánea, en dirección al borde contrario del colchón, donde me senté. Mordisqueé las uñas de mis dedos, también arranqué algunos trozos de piel de las yemas, que a estás alturas ya lucen chatas y magulladas. La gente suele decir que mis manos son horrendas y no se equivocan, según yo dan vergüenza; tanto como las cicatrices a lo largo de los brazos…

—¡No-no es eso lo-lo-lo que qui-quise dec-cir! —exclamó veloz, con la voz rota, y los ojitos a punto de estallar en lágrimas.

No son tan desiguales a los míos

Pego un rápido salto fuera de la cama, y en cuclillas se acomodó frente a mi.

—¿Qué fue entonces?

Julian me observó con la boca entreabierta, aunque al final se limitó a negar silencioso con la cabeza.

—¿Le temes a lo que pudiera suceder después? —Sorbí un poco de los mocos que me colgaron desde la nariz.

—A-a lo mejor e-es e-eso. —Sollozó. —No-no se que-qu edeci-cirte...

Restregué mis ojos, después ,mandé a volar una estúpida lagrimilla que dejé escapar sin querer.

De repente, percibí todo lo que me rodea bastante borroso. Es una sensación terrorífica, similar a la de esos feos días en los cuales soy incapaz de reconocerme frente al espejo, sin importar cuantas veces le diga que el chico que se refleja llorando es Gael. No, pensándolo bien es algo conveniente, de ese modo seré incapaz de distinguir si lo que me transmite su triste mirada es un sentimiento de asco o decepción...

—Pe-perdón...

—Está bien —murmuré a muy bajo volumen. El nudo se está desatando... —No te culpo por querer evitarme, es lo que todos hacen.

Agradezco que al menos haya sido sincero.
Tal vez así es mejor.

—No qui-quiero pe-perderte, Ga-gael —susurró de repente, haciendo un puchero.

Intentó acariciar mi mejilla, sin embargo, se lo impedí, dándole un manotazo a sus dedos. Sollozó viendo al costado.

—Tu nunca vas a perderme.

Ahora te lamentas por haber intentado conseguir una migaja de lo que nunca pudo ser. Tranquilo, todavía puedes salir relativamente bien parado de esta. Haz lo que siempre acostumbras. Tienes razón, Pepe; gracias.

—De todas formas eres demasiado para mi. —Se me ha colado una risa. ¿Por qué?

No merecías su amor. Ni lo merezco.

—C-c-laro que n-…

—Quiero salir —interrumpí.

Separé el culo de la cama. Encendí otro cigarrillo.

—¿Dó-dónde qui-quieres ir?

—Por ahí, es sábado y necesito plata. Puedes irte.

—O-olvídalo —regañó, aunque con actitud sumamente tímida.

—¿Quién mierda te crees que eres?

—Tu-tu m-mejor ami-migo —gimoteó lloroso.

Joder...

—¡Quédate entonces! ¡Pero cuándo te vayas me dejas las jodidas llaves debajo del tapete! —grité entonces, lanzando el mencionado objeto en su cara antes de que pudiera levantarse.

Cerré de un portazo. Le oí llamar mi nombre tras la madera en varias ocasiones antes de salir del apartamento. Chillando sin control me fui a buscar en donde pasar la noche; cualquier lugar o compañía está bien mientras me paguen dinero.

Mañana si me dan ganas me disculpo por ser tan puñeta...

Ojalá que Julian algún día se volviera un hombre cruel, cruel como el señor Bowie; ojalá fuera el señor Bowie quien alguna vez me pidiera perdón por ser un hombre tan cruel. Dudo que alguna de las dos vaya a suceder.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro