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Capítulo II

La bata blanca ondeaba con la rapidez de su entrada, creando una sensación de irrealidad en el momento. La mujer, con gesto inmutable, estaba atrapada en un momento de desconcierto, como si la realidad misma hubiera sufrido un quiebre ante la presencia del estudiante. La tensión en la habitación era palpable, mientras ambos intentaban descifrar el enigma que se desplegaba entre ellos, sin palabras que pudieran dar sentido a la extrañeza que los envolvía.

—Nate Wilow, es tu nombre, ¿verdad? —inquirió la doctora, su voz resonando en la habitación como un eco tenue. Sostenía una linterna que arrojaba destellos de luz sobre el rostro aturdido de Nate, mientras sus ojos oscuros buscaban respuestas en la penumbra.

—Ah, sí —respondió Nate, su voz, un susurro cargado de desconcierto. Se esforzó por recordar, sus pensamientos danzando en la neblina de la amnesia—. Soy estudiante de historia, tengo veintidós años...

La linterna exploró detenidamente cada rincón de sus ojos, como si pudiera desentrañar secretos ocultos en las sombras de su mirada. Nate se sentía como un personaje en una trama desconocida, donde su propia identidad se deslizaba entre sus dedos como arena escurridiza. La doctora, con su bata blanca y gesto profesional, parecía intentar descifrar el enigma que envolvía al joven estudiante.

—No recuerdas cómo llegaste aquí, ¿verdad? —continuó la doctora, deslizando la linterna hacia un lado y estudiando las reacciones de Nate.

—Nada —murmuró Nate, sintiendo la frustración mezclada con la confusión—. No tengo ni idea de cómo terminé aquí, ni de lo que está sucediendo.

La habitación parecía estrecharse con cada palabra, sumiéndolos en un silencio tenso. Mientras la doctora continuaba su examen, Nate luchaba por reconstruir los fragmentos perdidos de su memoria, anhelando respuestas que parecían desvanecerse en la oscuridad que rodeaba su conciencia.

La doctora asintió con una expresión grave y llamó a la enfermera, quien se acercó con un gesto de preocupación en el rostro. Juntos, comenzaron a realizar una serie de exámenes médicos en Nate, como si trataran de corroborar la realidad que se desdibujaba a su alrededor. Para Nate, las palabras de la doctora aún resonaban en su mente como un eco extraño y perturbador.

—Lo que me cuentas es difícil de creer, doctora —musitó Nate, mientras la enfermera verificaba su presión arterial—. ¿Un accidente fatal? ¿Sin signos vitales? ¿En la morgue?

La doctora asintió, manteniendo una mirada seria. —Sí, así es como llegaste aquí. Según los informes, tu llegada fue clasificada como un caso médico extraño. Después del accidente, no presentabas signos de vida, pero ahora estás aquí, consciente y sin heridas graves. Es una situación única, y estamos tratando de entenderla.

Nate, aun procesando la extrañeza de su situación, intentó asimilar la información que le proporcionaban. La enfermera continuaba con su labor, mientras la doctora explicaba la cronología de los eventos de las últimas horas. Se enteró de que su "retorno a la vida" había ocurrido hace apenas seis horas y que nadie en el hospital podía explicar cómo había despertado sin ninguna lesión aparente.

—¿No recuerdas nada? —volvió a preguntar la doctora, su mirada escudriñando la expresión de Nate. Este negó con la cabeza en silencio, sintiendo que la realidad se desmoronaba a su alrededor—. Debe ser el shock. No teníamos información de contacto, salvo tu licencia de conducir. ¿Deberíamos contactar a tus padres?

—No, ellos murieron hace tiempo...

Nate suspiró profundamente, sintiendo el peso de la confusión y el desconcierto apoyándose en sus hombros. Se agarró la cabeza con ambas manos, como si pudiera contener el maremoto de pensamientos que amenazaba con arrastrarlo. No estaba loco, pero la falta de recuerdos sobre el accidente lo sumergía en un mar de incertidumbre. Entre las sombras de su mente, solo lograba vislumbrar una imagen borrosa: algo rojo, desvaneciéndose a lo lejos, como un eco lejano de lo que pudo haber sido.

La doctora, al notar la expresión de Nate, regresó a la habitación sosteniendo una bola plástica en sus manos. Nate observó con curiosidad y reconocimiento cuando la doctora abrió la bolsa y reveló su propia ropa y objetos personales. Se miró a sí mismo y recordó la bata celeste que le habían proporcionado para cubrirse después de su sorprendente "resurrección" en la morgue. La vuelta a sus pertenencias le recordó que, a pesar de la extrañeza del momento, todavía estaba conectado con la realidad tangible.

—Deberías descansar y tratar de recordar, Nate. Puede ser clave para entender lo que sucedió —aconsejó la doctora con comprensión en su mirada, mientras dejaba las pertenencias en manos de Nate.

Nate asintió, agradeciendo la sugerencia. Se vistió con sus propias ropas, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo al reconectar con su identidad tangible. A medida que la realidad se recomponía a su alrededor, la sensación de estar inmerso en un sueño febril comenzaba a ceder, aunque la incertidumbre persistía.

Mientras Nate se vestía, un objeto pesado cayó a sus pies con un impacto sordo. Frunció el ceño al ver un libro que no reconocía, y varias fotografías se desparramaron por el suelo alrededor de él. La curiosidad y el desconcierto se reflejaron en sus ojos mientras se agachaba para recoger el objeto. Al levantarlo, se dio cuenta de que no era un simple libro, sino un diario rojo con un aspecto inquietante.

Nate abrió el diario con precaución, sus ojos se encontraron con imágenes gráficas de personas asesinadas. La sorpresa y el horror se reflejaron en su rostro al ver las escenas espeluznantes plasmadas en las páginas del diario. El estudiante retrocedió, sintiendo un nudo en el estómago ante la crudeza de las imágenes.

—¿Qué demonios es esto? —masculló Nate para sí mismo mientras examinaba las fotografías con desconcierto.

Entre las fotografías, algo más captó su atención: una tarjeta de invitación o algo parecido. La tomó con cuidado, notando que estaba decorada de manera elegante, como para una ocasión especial. En ella, unas palabras escritas con elegante caligrafía desafiaban su comprensión. La nota decía: "Ven y encuéntrame". Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Nate al leer esas palabras, y una sensación de inquietud se apoderó de él.

—Esto no tiene sentido... —susurró Nate, sintiendo que estaba en medio de algo más grande y oscuro de lo que podía comprender en ese momento. El diario rojo y la tarjeta de invitación se convirtieron en enigmas inesperados en su ya desconcertante experiencia, dejándolo con la certeza de que su regreso a la vida estaba conectado a algo mucho más complicado y peligroso de lo que podía imaginar.


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