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9-

Me acosté en mí cama y me tapé con las sábanas hasta quedar completamente oculta por ellas.

Cerré los ojos, y el sueño comenzó.

Estaba en un prado, de un sorprendente color verde.

El único sonido era el de los pájaros y demás animales, que se escuchaban en la lejanía.

— ¿Paul? — te llamé, pero no estabas allí.

— ¿Quién eres? — preguntó una voz con un acento extraño que reconocí cómo alemán, a mis espaldas.

Me giré rápidamente.

Ante mí había un niño de mi edad, con el cabello de un color rubio oscuro, con los ojos del mismo color.

— Soy Willow. — me presenté. — ¿Y tú?

— Klaus. — respondió. — Klaus Dalhen.

En ese momento, no me di cuenta de quién era. Ni siquiera lo relacioné con el libro.

No quería pensar. No quería malos sueños. Sólo quería quedarme en ese prado para siempre.

— ¿Quieres que te enseñe algo? — me dijo, con los ojos muy abiertos. Yo asentí con la cabeza, contagiándome de su ilusión. — Ven conmigo.

Le seguí colina abajo, dónde había un pequeño estanque.

Klaus se acercó al estanque, y sacando un trozo de pan envuelto en un pañuelo, lo partió en pequeñas partes y lo lanzó al agua.

— ¿Por qué...? — comencé, pero él me cortó.

— Observa, Willow.

Yo me quedé sentada sobre la hierva, observando el estanque.

Y entonces aparecieron unas pequeñas crías de pato, nadando en el lago.

Se acercaron rápidamente hacía nosotros, para comerse las migas de pan que Klaus había echado.

— ¡Son monísimos! — exclamé, mientras mi amigo reía.

— Su madre se murió hace poco, así que yo vengo a darles de comer desde entonces. — me explicó.

— Oh. — murmuré. — Pobrecitos.

— Mi madre también ha muerto, así que entiendo lo que deben sentir. — dijo Klaus.

— Lo siento mucho.

— No te preocupes, tú no tuviste la culpa. — respondió.

Seguimos hablando durante mucho tiempo. Conseguí hacerle reír un par de veces, y el me hizo reír a mí también.

— ¿Qué hora es? — preguntó de repente.

— Las seis y media. — respondí, después de mirar el reloj que siempre llevaba en la muñeca.

— ¡Oh, no! — exclamó. Parecía asustado. — ¡El señor Hertzorg nos dijo que debíamos llegar antes de las seis o nos castigaría!

— ¿El señor Hertzorg? — repetí, comprendiendo quién era por fin.

— ¡Si! — respondió. — ¡Tengo que irme! ¿Nos veremos otro día?

— Eso espero... — murmuré, pero Klaus se había ido corriendo, y no pudo oírme. — Eso espero.

Y, entonces, desperté.

Eran aproximadamente las siete de la mañana, por lo que bajé las escaleras hacía la cocina.

Allí estabas tú, preparándote el desayuno.

— Hola, Wills. — me saludaste en cuanto me viste. — Que madrugadora.

Yo me encogí de hombros.

— ¿Has encontrado algo sobre el escritor de 'el secreto tras la niebla'? — te pregunté.

— Sí. — respondiste. — Pero no es lo que yo esperaba.

— ¿A qué te refieres?

Cogiste una servilleta y escribiste el nombre del autor, resaltando algunas letras.

Dustin G. Tyler

— Si coges las letras resaltadas, obtienes UTNGTER. Esto no significa nada, por supuesto, pero si las ordenas convenientemente, obtienes un nombre: GÜNTTER. — me explicaste. — Dustin G. Tyler es solo un seudónimo. El verdadero nombre del autor del libro es Güntter. Güntter Dalhen.

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