2-
— Hola, Willow. — me susurraba una voz en el sueño.
Yo abrí los ojos despacio, hasta encontrarme con una joven con el cabello rubio hasta la cintura y un vestido antiguo de color negro.
Sus ojos azules parecían estar llenos de vida, y me tenía cogida suavemente de la mano.
De alguna forma, lo supe.
— ¿Alyssa? — le llamé.
Ella me obsequió una resplandeciente sonrisa. Me pareció hermosa.
— ¿Dónde estamos. — le pregunté.
— En Londres, por supuesto. Henri quiere saber si te quedarás a cenar con nosotros.
— ¿Perdón?
— Mi marido, Henri Hertzorg. — me explicó. — Quiere saber cuántos comensales seremos para indicarles al servicio cuanta comida deben preparar.
— Ah. Supongo que no pasará nada si lo hago.
Alyssa volvió a sonreír y me acarició la mejilla con dulzura.
— Eres tan joven... y tan llena de vida... — murmuró. Sus ojos azules se oscurecieron y su semblante cariñoso cambió.
Un segundo después, se abalanzó sobre mí y me atacó, clavándome sus afilados dientes en mi cuello para luego desgarrarlo.
Sentía la sangre pasar de mi cuello a su boca, con un dolor intenso que me dejó adormilada.
Después de quedar satisfecha, me cogió en brazos con asombrosa facilidad y se caminó tranquilamente por el sendero que conducía a una gran mansión en una preciosa explanada de color verde intenso.
Y entonces, desperté.
¿Qué había sido eso? ¿Puedes decírmelo tú, Paul?
¿Por qué Alyssa, quién era un personaje de tu libro y además estaba muerta, me había hablado en un sueño?
Fui hasta tu habitación; necesitaba hablar contigo.
Pero por el ruido del agua cayendo en el baño supuse que te estabas duchando, así que me senté sobre tu cama para esperarte.
Y lo vi.
Tu libro estaba allí, sobre tu mesita de noche.
No pude detener mi tentación, así que lo cogí, sintiendo un cosquilleo entre los dedos.
Lo puse en mi regazo y lo abrí, para buscar la parte en la que te habías quedado y poder seguir leyendo.
>> Poco después de la muerte de Alyssa, le llegaron noticias a los Dahlen de sus familiares en Alemania. El hermano del señor Dahlen y su esposa habían fallecido, dejando a su hija huérfana y sin ningún sitio al que ir. Los Dahlen, sin dudar, adoptaron a su sobrina, Karoline, quién se mudó con ellos a Inglaterra. Karoline tenía la edad de Güntter y de niños siempre habían jugado juntos. Cuando esta llegó, dejaron de ser compañeros de juego, y se convirtieron en compañeros de misterios, para encontrar la causa de la muerte de Alyssa.
— ¿Willow? — me dijiste, sobresaltandome.
Yo escondí el libro en mi espalda mientras fingía mi sonrisa más inocente.
Pero ya era tarde; ya lo habías visto.
— ¿Qué haces con mi libro? — me preguntaste, arrebatándomelo de las manos. — ¿Estabas leyéndolo?
Yo bajé la cabeza como única respuesta.
— Por favor, Willow, no lo vuelvas a hacer, ¿vale? — yo asentí, despacio. — ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo. — te respondí, con un hilo de voz. — No volveré a coger tu libro sin permiso ni a leerlo.
Tu enfado pareció irse. Sonreíste y me revolviste el pelo.
— Así me gusta. Quizá esta tarde podamos ir al parque.
— ¡Si! — exclamé, ilusionada.
— Se lo preguntaré a papá y a mamá, ¿Vale, Wills?
Yo volví a asentir y salí de la habitación dando saltitos.
De pronto, parecí olvidar todo lo ocurrido en mis sueños y en el libro.
Tú siempre parecías capaz de hacerme olvidar todo lo que pasaba a mi alrededor.
Pero aunque siempre me pregunte el por qué, nunca llegué a hablar del tema del libro contigo.
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