13-
— Así que... ¿eres amigo de nuestros padres? — le pregunté al hombre que te había atropellado.
Estábamos en la sala de espera del hospital. Al parecer, aquel señor había sido el mejor amigo de papá durante su infancia.
— El mundo es un pañuelo, ¿no crees? — dijo mamá. — Robert, por cierto, ¿cómo está tu mujer?
La vista del tal Robert se ensombreció.
— Murió, lamentablemente, el año pasado — explicó —. Un desafortunado accidente.
Mamá se tapó la boca con sus manos, después le colocó una mano en el hombro, fingiendo lástima.
— ¡Lo lamento mucho! — dijo con un tono más bien teatral.
En ese momento, papá se unió a nosotros.
Él y Robert se abrazaron.
— Hacía tiempo que no nos veíamos — dijo papá.
— Lamento que tenga que ser en estas circunstancias.
— ¿Cómo está Paul? — pregunté
— Ahora está bien, los médicos dicen que le darán el alta en una semana, aunque tendrá que ir con la pierna escayolada más tiempo.
— Id a comer algo — dijo mamá —. Ya me quedaré yo con Paul. Os avisaré si pasa algo.
— Vale — aceptó papá.
Un rato después, llegamos a casa.
Corrí escaleras arriba, recordando que había dejado el libro tirado por algún sitio.
— ¡Willow! — escuché que gritaban.
Cerré la puerta de tu habitación detrás de mí.
— Pero...¿qué? — murmuré
El libro estaba tirado en el suelo, aunque yo recordaba haberlo dejado sobre la cama.
Las páginas parecían haber sido arrancadas sin ningún cuidado y se encontraban esparcidas por todo el suelo.
— ¿Willow...? — me llamó Robert, entrando detrás de mí.
El hombre se quedó paralizado al ver el libro.
Se giró hacía mí y me agarró de los hombros, hasta hacerme daño.
— Dime que no lo has leído — dijo, con los ojos inyectados en sangre.
— ¿El... qué? — improvisé, tratando de parecer inocente.
— ¡El secreto tras la niebla, por supuesto! — exclamó — ¡Tienes que alejarte de él!
Parecía loco de furia, y en ese momento, me dio miedo.
— ¿Tú... lo has leído? — le pregunté, despacio.
El cerró los ojos, tratando de serenarse.
— Si — respondió finalmente.
Sacó una foto de su cartera y me la pasó.
Habían dos niñas, algo más pequeñas que yo, y una mujer muy guapa.
Las niñas sonreían con ilusión, y su madre las tenía cogidas de la mano de forma cariñosa.
— Encontré el libro, abandonado en un viejo callejón hace unos tres años — empezó a contar —. Por esos tiempos era muy aficionado a los libros de misterio, así que lo cogí — hizo una pausa —. Nada más llegar a casa empecé a leerlo. ¡Si alguien me hubiera avisado! ¡Qué diferentes serían las cosas ahora!
— ¿Qué pasó?
— Me ocurrieron cosas extrañas. Al principio no les prestaba atención, hasta que comenzaron a intensificarse. Durante pequeños lapsus de tiempo, perdía la consciencia de mis actos. El libro me controlaba. Güntter me controlaba. Hasta que una noche, el secreto tras la niebla me hizo quemar mi casa. Con mi familia dentro.
Solté una exclamación.
— Ni mis hijas ni mi esposa sobrevivieron. Me deshice del libro entonces — concluyó. Estaba llorando — No hay día que pase en el que no me arrepienta de haber leído ese libro endemoniado. ¡No te conviertas en alguien cómo yo, Willow!
— Yo...
No podía hablar por la impresión.
Los ojos grises de Robert habían comenzado a girar en sus cuencas, hasta quedar totalmente en blanco.
Reprimí un escalofrío, aunque tenía los pelos de punta.
— ¡No le escuches! — exclamó, aunque no era su voz. Eran cómo siete voces combinadas al mismo tiempo, y el efecto era aterrador — ¡Termina el libro, Willow! ¡Hazlo y todo acabará!
Yo tragué saliva. No podía moverme, el miedo me paralizada.
— Robert Bulstrodd no quiso escucharnos... — siguieron diciendo Las Voces — ¡Ahora deberá pagar por su gran error!
Cuando terminaron de hablar, el cuerpo de Robert salió de la habitación, y siguió andando escaleras abajo.
Yo me apresuré a seguirlo.
Andaba cómo uno de esos zombies de las películas apocalípticas. Sin prisa y con grandes zancadas, aunque no iba agitando sus brazos ni pidiendo cerebros.
Intenté pararlo, pero era mucho más fuerte que yo. Tampoco respondía a su nombre.
«Durante pequeños lapsus de tiempo, perdía la consciencia de mis actos. El libro me controlaba. »
Recordé que Robert me había dicho.
Salió por la puerta y siguió caminando, hasta que se plantó en medio de la calle, dónde varias personas caminaban.
Sacó una pistola del bolsillo de su chaqueta.
¡¿Desde cuándo llevaba esa pistola?!
Mi corazón casi dejó de latir cuando me apuntó con ella.
— ¡El secreto tras la niebla es real! — gritó, justo antes de dispararse a si mismo en la sien.
— ¡Robert! — exclamé yo, arrodillándome junto a su cuerpo sin vida.
La gente que deambulaba por la calle se fue acercando, formando un corro a su alrededor. Algunos gritaron al ver que estaba muerto. Un hombre llamó a la ambulancia.
Yo sólo me mareé, de repente, y me caí al suelo.
Y todo se volvió de color negro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro