Capítulo 3: La estrella de la noche
Al día siguiente, mientras me maquillaba frente al espejo, me detuve a pensar en todo el tiempo que había pasado desde el momento en que mi mayor preocupación fue qué vestido usaría para salir.
Y realmente lo había extrañado...
Ser una adolescente normal...
—Pheebs, ¿aún no decides el color del labial qué te pondrás? —se burló Caleb, tocando la puerta.
—Ya lo hice —repliqué, girando el picaporte para que él y Zack entraran a mi habitación.
—Estás preciosa... —me elogió Caleb, recorriendo mi cuerpo descaradamente con su azul mirada.
—Mis ojos están aquí, campeón —refuté, divertida, señalando mi rostro.
—Lo siento... Es que realmente estás... muy, muy linda con ese vestido... —enfatizó.
—Gracias —dije con una sonrisa, ignorando la intensidad que le había impregnado a sus palabras.
A veces Caleb me hablaba de una forma... rara... Pero siempre opté por ignorarlo. Yo adoraba a ese chico loco. No permitiría que ningún malentendido arruinara nuestra amistad.
—Y gracias también por haberse tomado la molestia de comprarlo. No era necesario, chicos —agregué, haciendo referencia al hermoso y elegante vestido rojo que me habían obsequiado.
Realmente apreciaba el gesto y la preocupación de ambos, pero esto solo me recordaba que debía conseguir un trabajo de inmediato. No podía continuar dependiendo de ellos.
—No tienes nada que agradecer. Un vestido así solo podría ser usado por ti... —respondió y yo me limité sonreír.
—¿Nos vamos? —gruñó Zack, saliendo de la habitación.
—¿Le pasa algo? —indagué, preocupada ante su reacción.
—Está celoso de nuestra química inigualable —respondió Caleb, coqueto.
—¿De qué hablas? —rebatí con el entrecejo hundido, intentando contener la sonrisa.
—De que te adoro —contestó, rodeando mi cuello para depositar un tierno beso en mi rostro.
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Como la noche de sábado no podía ser desperdiciada, Caleb nos llevó a un bar que se encontraba en el centro de la ciudad, el cual era muy frecuentado.
—Es muy bonito este lugar —opiné, escrutado el concurrido sitio mientras tomábamos asiento.
—Zack y yo hemos venido muchas veces. Estoy seguro de que te gustará.
—Parece que hoy es noche de karaoke —comentó el susodicho, depositando su oscura mirada en un pequeño escenario que estaba en el centro del local.
—Podrías cantar, Pheebs —sugirió Caleb.
—¿Yo? Pero yo nunca he cantado delante de tantas personas... —repliqué, insegura.
—Siempre hay una primera vez —emitió el chico de ojos azules, tomando mi mano con una sonrisa reconfortante—. Bueno, mientras te decides iré a buscar algo de beber —informó ante mi mirada vacilante, poniéndose en pie—. ¿Quieres algo, Zack?
—Una cerveza —contestó.
—¿Y tú, Pheebs?
—Cale, yo no... —dejé suspendida la frase.
—Oh, perdón. Olvidé que tú no bebes... —dijo, ligeramente avergonzado—. Podría traerte algo sin alcohol —sugirió, retomando su semblante relajado.
—De acuerdo. Tú elige —respondí y él asintió, sonriente, antes de marcharse rumbo a la barra.
Aprovechando la ausencia de mi mejor amigo, mis ojos viajaron al chico vestido de negro que estaba sentado junto a mí en la mesa. Zack, para variar, lucía hastiado e indiferente mientras contemplaba la nada. No sé cómo Caleb logró convencerlo de que viniera.
Aunque no parecía muy feliz de estar aquí, se veía muy atractivo...
La iluminación del bar resaltaba puntos específicos de sus facciones, dándole una apariencia exótica y salvaje a su perfil. Algunos mechones de su cabello negro despeinado caían sobre su frente. Su mirada estaba fija en algún punto a lo lejos.
Me pregunto en qué estará pensando.
Mientras lo escrutaba (de una forma un tanto indiscreta y descarada) me percaté de que estaba usando el arete negro que le regalé.
Se le veía muy bien...
Él se veía bien...
Estaba muy bien...
Por Dios, parezco acosadora.
—¿Qué estás mirando? —gruñó al pillarme mirándolo.
Genial, ahora pensará que lo acoso.
Lo cual no es mentira.
—Eh... Nada... —mentí, desviando la mirada—. Caleb se ha tardado —evadí el asunto.
—¿Otra vez está con esa chica? —comentó Zack, mirando hacia la barra donde Caleb estaba conversando con una muchacha muy hermosa que tenía un exótico cabello azul recogido en dos largas trenzas.
Por primera vez en la noche Zack lucía entretenido e interesado por algo, motivo por el cual la escena también llamó mi atención, así que ambos miramos a Caleb mientras hablaba con la chica.
Como par de chismosos.
Poco tiempo después algo inesperado sucedió: ella le dio una bofetada a Caleb.
Al ver eso, se me escapó un sonido de sorpresa mientras cubría mi boca con mis manos.
—Es chiquita, pero pega fuerte —comentó Zack burlonamente cuando Caleb se aproximó a la mesa con nuestras bebidas.
—¿Estás bien, Cale? —indagué, preocupada.
—Estoy bien, con una luxación de mandíbula... pero bien —respondió, masajeando su rostro mientras tomaba asiento.
—¿Por qué te pegó así de repente? —pregunté, frotando su brazo para consolarlo.
—Pensé que le gustabas a Rue —señaló Zack.
—¿Que le gustabas? —repetí—. ¿O sea que ya la conocías?
—Mejor de lo que piensas... —agregó Zack y automáticamente entendí: esa chica era una de las amigas de Caleb—. ¿Y qué fue lo que pasó esta vez?
—Ella pensaba que éramos solo ella y yo, pero se enteró...
—Se enteró de que eran ella, tú y la mitad de la ciudad —lo interrumpí, indignada.
—Pues... —emitió como si fuera un niño al que acaban de descubrirle una travesura.
—¡Caleb! —lo regañé—. No puedes ir por la vida lastimando así a las chicas que están enamoradas de ti. Luego pasan este tipo de cosas.
—Consecuencias de ser mujeriego —se burló Zack, dándole un sorbo a su cerveza.
—No soy mujeriego, solo tengo mucho amor para dar —se justificó honorablemente.
—No tiene gracia, Cale —rebatí, ceñuda.
—No era mi intención lastimarla. Desde un inicio le advertí que no buscaba nada serio —aclaró.
—Deberías enfocarte en una sola chica. Estar enamorado es muy bonito —opiné, romántica, y ellos me observaron con expresión de asco.
Hombres.
—Yo quiero enamorarme, Pheebs, pero eso solo sucederá cuando llegue la chica adecuada... —confesó, sosteniendo mi mirada.
—Pues espero que pase pronto. No quiero que te maten —repliqué, rompiendo el contacto visual.
No me gustaba que Caleb me mirara así...
—¿A dónde vas, Zack? —indagué al verlo ponerse de pie.
—A buscar otra cerveza —respondió sin mirarme siquiera. Sin embargo, la botella de cerveza que estaba sobre la mesa estaba prácticamente llena...
Hace poco lucía divertido con lo que le había pasado a Caleb y ahora estaba de mal humor. A veces era muy volátil.
—Pheebs, tienes que subir a cantar —me animó Caleb de pronto.
—¿Ahora? —pregunté, insegura.
—Sí, claro. Este es tu momento de brillar.
—De acuerdo, lo intentaré —emití después de un suspiro.
—Lo harás genial —opinó con orgullo.
Luego me dirigí al escenario y le pedí al encargado del sonido una canción muy animada, una que hiciera que todos se levantaran de sus sillas y cantaran junto a mí, una que me hiciera sentir como aquellas grandes artistas que veía en la televisión cuando era pequeña.
Si iba a ser la estrella de la noche, lo haría en serio.
De pronto comenzó a sonar Take it off de Kesha, pero los presentes no prestaron demasiada atención hasta que proyecté mi voz. Al inicio, me sentí un poco perdida y nerviosa. Siempre canté en la ducha o cuando estaba sola. Mi público más amplio había sido Caleb y Zack.
Esta noche, por primera vez, le demostraría al mundo cuánto amaba estar sobre un escenario.
A medida que la canción avanzaba la timidez que me acompañó al comienzo desapareció. Mis caderas se movían como si tuvieran vida propia y yo me desplazaba por el escenario agitando mi cabello mientras cantaba animadamente, contagiando a los presentes, los cuales se fueron aglomerando cerca del escenario, saltando, bailando y cantando.
La imagen de la multitud mirándome y cantando junto a mí era embriagadora.
—Rigth now... —canté, acercándome al final.
—¡Take it off! —gritó el público.
—Rigth now... —repetí.
—¡Take it off! ¡Everybody take it off! —emitieron ellos, animados, justo antes de que yo prosiguiera con el coro de la canción nuevamente.
—Take it off... Everybody take it off —concluí; ligeramente cansada por el baile y el canto, pero completamente extasiada.
Luego el público estalló en aplausos. Muchos vitoreaban, algunos grababan con sus móviles y otros pedían una segunda canción.
Yo, por mi parte, me limité a sonreír mientras recuperaba el aliento, contemplando esa maravillosa escena y en ese preciso instante confirmé lo que aquella pequeña Phoebe de 7 años creía: quiero pasar el resto de mi vida sobre un escenario.
Quiero contagiar al público con mi música, que bailen y canten junto a mí hasta no poder mantenerse en pie.
—Muchas gracias —dije finalmente, sonriendo.
Después me bajé del escenario, rumbo a mi mesa, mientras todos me miraban.
—Estuviste espectacular, Pheebs —opinó Caleb, recibiéndome de pie.
—¿De verdad lo crees? —pregunté, insegura. La experiencia me había encantado, pero no sabía si lo había hecho del todo bien.
—¿Bromeas? ¿No viste la ovación del público? —indagó, escéptico—. Pheebs —me tomó por los hombros—, tú naciste para esto. Naciste para pararte encima de ese puto escenario cada noche.
—Gracias, Cale —dije con una sonrisa, conmovida.
Al depositar la mirada sobre Zack, me percaté de que él no se veía muy interesado (para variar), motivo por el cual no sabía si debía pedirle su opinión.
Tanto Caleb como Zack eran excelentes cantantes. Además, Cale tocaba la guitarra y el piano y Zack, aparte de esos dos instrumentos, también tocaba el bajo y la batería. Por tanto, sus opiniones eran valiosas para mí.
Tal vez a Zack no le había gustado y por eso tenía expresión de hastío.
¿Le habrá aburrido mi presentación?
Una parte de mí temía preguntarle, pero debía hacerlo.
La crítica es la base de la mejoría.
Si quería llegar a ser una gran cantante, debía escuchar todas las críticas constructivas.
—Zack, ¿a ti te gustó...? —me atreví a preguntar finalmente y él clavó sus ojos negros y penetrantes sobre mí.
En ese momento me sentí muy vulnerable...
—No estuvo mal —se limitó a responder.
Zack era una persona de pocas palabras y, por ende, de pocos elogios; así que su "no estuvo mal" debía bastarme para saber que no le había disgustado mi presentación; sin embargo, yo esperaba más que eso.
—Disculpen —nos interrumpió un señor de unos 40 años repentinamente—, buenas noches.
—Buenas noches —saludé educadamente al desconocido.
—Quería decirte que lo que acabas de hacer sobre ese escenario fue espectacular —me elogió.
—Muchas gracias. —Sonreí, ligeramente avergonzada. Esas palabras viniendo de un extraño me resultaban muy conmovedoras.
—Es la primera vez que veo algo así en una noche de karaoke en este bar. Tienes una voz hermosa y a la vez potente, pero no solo eso... Tú proyectas. Tienes pisada artística, muchacha. Tienes la capacidad de contagiar a tu público y eso no lo logra cualquier cantante. Eso solo lo hace un verdadero artista.
—Sus palabras realmente me halagan, señor —respondí.
—Quiero hacer algo más que halagarte... Quiero que trabajes para mí —propuso de repente.
—¿Qué? —murmuré, sorprendida.
—Como lo escuchaste. Soy el dueño de este bar —nos informó, dejándonos sorprendidos—. Hace algunas semanas he estado buscando a una cantante porque la antigua banda que tocaba aquí se disolvió. ¿Qué dices...? —dejó suspendida la frase.
—Phoebe —completé.
—Phoebe... ¿te gustaría trabajar aquí?
—Con una condición... —respondí después de pensarlo algunos segundos y el señor me miró, expectante—. Que en lugar de una cantante... contrate a una banda...
—¿Qué quieres decir? —indagó, confundido.
—Nosotros tres somos una banda.
—Entiendo... —musitó, analizando a Caleb y Zack con la mirada—. Pues a tus amigos no los conozco... No sé si sean buenos...
—Son los mejores —aseguré con orgullo.
—De acuerdo. Pueden comenzar el próximo sábado, pero estarán a prueba.
—Muchas gracias...
—Robert. Mi nombre es Robert.
—Muchísimas gracias, señor Robert. Le garantizo que no se arrepentirá —prometí con una sonrisa.
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—¡Y hoy nace Reformers, damas y cabelleros! —anunció Caleb cuando llegamos a la casa de Zack, hablándole a su inexistente público en la sala de estar y, como estaba igual de emocionada, me uní a él.
—¡La mejor banda de esta ciudad, damas y caballeros! —exclamé.
—¡Ella es Phoebe, damas y caballeros, nuestra hermosa e increíble vocalista! —prosiguió con entusiasmo.
—¡Y él es Caleb, nuestro guapísimo y talentoso guitarrista!
—¡Seremos no solo la mejor banda de la ciudad, sino del mundo! —proclamó y luego comenzamos a tocar nuestras guitarras imaginarias, moviendo nuestro cabello como locos. Caleb incluso se arrodilló en el suelo con dramatismo. Sabíamos que nos veíamos ridículos, pero estábamos eufóricos y nada nos importaba.
Algo que amaba de él era que sacaba a relucir mi niña interior. Siempre me sentí en confianza con él y no temía ser juzgada por mis palabras o acciones.
—¿Qué edad tienen ustedes? ¿Cinco? —dijo Zack, ceñudo, mirando la ridícula escena.
—¿Qué edad tienes tú? ¿Ochenta y cinco? —replicó Caleb—. Diviértete, Zack. Siempre estás amargado —agregó, rodeando su cuello; pero el chico vestido de negro no le prestó demasiada atención.
—No estoy amargado —refutó, inexpresivo.
—Cierto. Eres un amargado —opinó Caleb.
—Aunque no lo crean, también estoy emocionado con la noticia —admitió.
—Pues parece que tu cara no se ha enterado —se burló Caleb.
—Basta, chicos. No discutan —les pedí, rodeando sus torsos con mis brazos—. Lo importante es que hoy comenzaremos una nueva etapa. Finalmente tendremos la oportunidad de cumplir nuestro sueño.
—Aún recuerdo cuando oficialmente lo decidimos... —murmuró Caleb, tomando asiento en el sofá.
—Encerrados en aquel sitio... Teníamos mucho tiempo para reflexionar... —comentó Zack, sentándose a su lado.
—Si no hubiese sido por ustedes y por la música... Creo que no habría soportado estar allí... —emití, melancólica.
—No digas eso, Pheebs. Tú eres una guerrera —habló Caleb, poniéndose en pie para darme un abrazo de consuelo—. Zack y yo nos tuvimos uno al otro todo el tiempo, pero tú fuiste capaz de sobrevivir completamente sola... —añadió, acunando mi rostro—. Aunque no lo creas, sí eres fuerte... Tú nos contagiaste con tu entusiasmo y con tu ilusión. Después de perderlo todo volvimos a soñar gracias a ti.
—Los quiero mucho, chicos —confesé con ojos vidriosos, conmovida ante sus palabras—. Ustedes son mi verdadera familia...
—No llores, princesa —me pidió Caleb, besando mi frente mientras me abrazaba.
—Son lágrimas de alegría... Sufrí mucho para llegar hasta aquí; pero si tuviera que hacerlo otra vez, lo haría con tal de estar junto a ustedes de nuevo.
—No pienses en eso, Pheebs. Como bien dijiste: esta es una nueva etapa —emitió y luego yo asentí con una sonrisa.
De todos los tatuajes que me había hecho, uno de los más significativos era uno que estaba en la región cubital de la parte interna de mi muñeca izquierda. Era negro y medía alrededor de 2 cm de largo y 1 cm de ancho. Era sencillo y de color negro. Eran dos letras: una Z y dentro una C.
En mi vida solo había 4 personas importantes y ellos eran 2 de ellas. Por eso decidí tatuarme sus iniciales. Caleb y Zack eran más que amigos de la infancia. Eran los pilares de mi vida.
—Bueno, ya es tarde, así que me iré a casa. Espero que mis padres ya estén dormidos —comentó.
—¿Arthur y Gemma discuten contigo cuando llegas tarde a casa? —indagué, preocupada.
—Para nada. Hace mucho que a esos dos no les importa lo que hago con mi vida. Es como si yo no existiera —respondió, forzando una sonrisa bromista; pero yo lo conocía demasiado. Sabía cuánto le dolía la indiferencia de sus padres.
La familia de Caleb había sufrido mucho debido a un trágico incidente que cambió sus vidas para siempre. Todos intentaban sobrellevarlo como podían, pero sentía que el que más estaba sufriendo era Caleb, aunque él se esforzara por fingir que no era así.
—Lo siento mucho, Cale —murmuré, acariciando su brazo.
—Bueno, dejemos de lado mi lamentable situación familiar —bromeó—. Me voy. Hasta mañana, chicos —se despidió.
—Hasta mañana, Cale —emití.
—Adiós para ti también, dulce amargura —canturreó desde la puerta.
—Adiós —respondió Zack secamente.
—Pobre Cale... —musité—. ¿Ya vas a dormir, Zack? —indagué al verlo ponerse de pie repentinamente.
—¿Tú no? Es la 1 a.m.
—Bueno, en realidad no tengo sueño —contesté.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó con voz inexpresiva.
Contigo... Muchas cosas...
—Pues... no sé... —balbuceé—. Creo que comeré algo, tengo hambre.
—Te acompañaré hasta que comas y luego dormiré —me informó.
—Si estás cansado, no es necesario que me acompañes —aclaré al llegar a la cocina.
—Sobreviviré —se limitó a responder, lo cual me hizo esbozar una leve sonrisa.
—Hace mucho que no cocino —comenté, preparando mi sándwich.
—Tranquila, yo lo haré de ahora en adelante. Hace muchos años que vivo solo, así que he tenido que aprender por mi cuenta.
—También podríamos hacerlo juntos —sugerí y él arqueó una ceja, gesto que me hizo percatarme del doble sentido de mis palabras.
—Si eso quieres... —contestó finalmente y luego se hizo el silencio entre ambos.
Cuando estaba con Zack no necesitaba conversar para sentirme bien. Su simple presencia era suficiente para mí. Mirar su semblante relajado, casi indiferente, me transmitía tranquilidad y seguridad. Sin embargo, a veces sentía que a él no le gustaba hablarme. Parecía que simplemente respondía por compromiso y que en realidad no le interesaba la conversación.
—Pheebs —me sacó de mi ensimismamiento—, quería... felicitarte... —añadió, desviando la mirada.
—¿Por qué? —pregunté, confundida.
—Por lo de hoy... —respondió, pero ante mi expresión perdida prosiguió—: por la forma en la que cantaste en el bar. Estuviste muy bien... Más que bien...
—¿Entonces te gustó de verdad? —dije, emocionada.
—Sí... —musitó, desviando la mirada nuevamente—. Y... quería decirte que me alegra que estés más cerca de cumplir tu sueño...
—Gracias, Zack. No sabes cuánto aprecio tus palabras —respondí con sinceridad, esbozando una tímida sonrisa.
—Bueno... —agregó, rodeando la isla de la cocina para posicionarse a mi lado, lo cual me puso un poco nerviosa, ya que estaba demasiado cerca—, estás más cerca de cumplir uno de tus sueños...
—¿Uno de mis sueños? —repetí, ceñuda.
—Cuando éramos pequeños me contaste que querías ser cantante, pero también dijiste que tenías otro sueño —rememoró.
—¿Tú... te acuerdas de eso...? —emití, sorprendida.
—Tengo buena memoria —le restó importancia con un encogimiento de hombros.
—Entiendo... —murmuré, decepcionada.
—¿Y cuál era? —indagó de pronto.
—¿Qué? —balbuceé.
—¿Cuál es tu otro sueño? —repitió, mirándome con atención.
—Eh... nada... No era nada —mentí, nerviosa, sintiendo mi corazón latir apresuradamente.
—Supongo que no era importante para ti —comentó con cierta... ¿decepción?—. Me iré a dormir —anunció—. Nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Zack —respondí, viéndolo alejarse—. Sí era importante... Tú eres muy importante para mí, Zack... —emití en la soledad de la cocina lo que no tuve el valor de confesarle a él.
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Buenas, buenas! :D
Cómo va todo?
Qué les pareció el cap?
Los leo! :D
Aquellos que leyeron Bélgica, recuerdan este bar? :)
Y mi niña se lució hoy :D Es simplemente una estrella.
Y ya mis pequeños están más cerca de cumplir sus sueños :')
Los orígenes de mis Reformers :")
Realmente amo la amistad de ellos, aunque Caleb tiene sus momentos en que manifiesta sentimientos raros :)
Y qué opinan del final? :)
Espero que les haya gustado el cap.
Hasta el próximo!
Chauu!
Dato random: Bueno, más bien quiero hacer una pregunta random: como la voz de cuál cantante imaginan la voz de Phoebe? Leo sus comentarios :D
Yo la imagino con una voz parecida a la de Alessia Cara.
No olviden seguirme en Instagram como daia_marlin
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