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Capítulo 8

El despertador a la mañana siguiente me parece más molesto que de costumbre. Abro los ojos y me siento en la cama mientras me coloco las gafas.

«Un momento. ¿Estoy en mi cama?»—digo en voz alta mientras miro debajo del edredón—. «¡Y con mi ropa de dormir!»—exclamo estupefacta.

No entiendo nada.

¿Todo fue un sueño?

En ese instante se abre la puerta de mi habitación y Jessy entra con una bandeja en la mano con el desayuno.

—Buenos días dormilona—me dice mientras me pone la bandeja sobre las piernas—. ¿Cómo te sientes?

—Bien. ¿Debería sentirme de otra forma?

—No lo sé, dímelo tú. —me dice entrecerrando los ojos.

—Jessy no entiendo a qué te refieres. ¿Me puedes hablar claro?

— ¿Acaso recuerdas algo de lo sucedido anoche?

—Bueno si, recuerdo que el Sr. Price me llevó a cenar porque no había comido nada en todo el día.

— ¿Recuerdas como llegaste a casa?

—Recuerdo que le di las llaves del auto para que el condujera.

— ¿Algo más? —vuelve a preguntar mientras me mira con atención.

¿A dónde quiere llegar ella? Entonces los recuerdos de la noche anterior me golpean de repente.

— ¡Oh mierda! —exclamo cubriendo mi rostro—. Me desmayé en el auto. Debe estar pensando lo peor de mí. Creo que ahora si me quedo sin empleo. —le respondo escondiendo la cara avergonzada entre mis manos.

—Kate, no es para tanto.

— ¡Eh!—alzo la vista aun con el rostro escondido entre las manos—. Jessy, explícame cómo llegué aquí, porque lo último que recuerdo es acurrucarme en el asiento del copiloto de mi auto. —le pido retirando las manos de mi rostro.

—Te lo contaré mientras desayunas. —me responde mientras yo tomo un sorbo de jugo de manzana y ella se sienta a mi lado.

—Empieza a hablar. —le exijo mientras muerdo una tostada.

— No te desmayaste, te quedaste dormida en cuanto te acomodaste en el asiento. El Sr. Price te trajo.

— ¿Cómo supo donde vivía? —aun no entiendo cómo logró dar con mi dirección.

—No quiso despertarte, buscó en tu celular los contactos favoritos y marcó mi número. —me dice mientras yo me atraganto con la tostada.

—¡Qué! —le grito estupefacta.

—Me explicó lo que sucedió, y le di la dirección.

—¡Oh dios! No sé cómo lo voy a mirar hoy en la oficina. —le contesto mientras agacho mi cabeza una vez más.

—Eso no es todo, falta la mejor parte. —dice mientras alzo la vista y la veo sonreír con picardía.

— ¡Qué! ¿Acaso sucedió algo más? —pregunto espantada.

—Sí. Te cargó en sus brazos desde el auto hasta la cama.

— ¡Oh no! —le digo tapándome la cara otra vez. ¿Cómo pude dejar que esto sucediera en mi primer día? —. ¿Por favor dime que él no fue el que me cambió de ropa?

—Eso te hubiese gustado—responde mientras ríe a carcajadas—. Pero él no lo hizo, fui yo.

— ¡Gracias a dios!

—A quien engañas Kate, es obvio que te sientes atraída por él. —me dice mientras yo levanto la vista y la miro a los ojos.

—No es cierto, más bien me intriga todo el misterio que lo envuelve. —le contesto acomodando mis gafas.

Hablar tan temprano en la mañana del Sr. Price me está poniendo nerviosa y eso no es muy bueno.

—Aja. Lo mismo que te dije el otro día. Te gustan los misterios difíciles de resolver—Jessy se levanta de la cama—. No te culpo, la verdad, está para comérselo y no dejar nada. Y creo que tú deseas hacerlo. —dice mientras se dirige hacia la puerta.

—No digas idioteces. Eso nunca va a suceder. Una cosa es lo que yo deseo y otra es que lo desee él. —mierda siempre hablo de más.

—Sabía yo que sí te gustaba algo.

—Jessy, la verdad es que me intriga, pero no haré nada con respecto a lo que pueda o no pueda sentir por él.

—¿Por lo que sucedió con el idiota? Eso fue hace tiempo Kate, tienes que olvidar lo que te hizo. No todos los hombres tienen que ser idiotas como Joey. Y el Sr. Price, parece ser todo un caballero.

—Lo sé, pero...olvídalo Jessy.

—Claro, el Sr. Price nunca se fijará en ti. —me dice recostada al marco de la puerta.

—Exacto. Somos de mundos opuestos Jessy, no somos compatibles. —respondo muy segura de mí misma.

— ¿Y si lo hace? ¿Y si se fija en ti? —me pregunta mientras yo me quedo helada—. Nunca des nada por sentado. Te dejo para que termines y te vistas, yo voy saliendo. —se despide de mi saliendo de la habitación.

Eso jamás sucederá. Quizás en otro planeta. Pero en este, nadie que luzca como el Sr. Price se fijará en alguien como yo. Si lo hace, es solo para sexo y nada más. Algo desechable que utilizas una sola vez. Lo sé por experiencia propia.

Termino de desayunar y tras pasar por el baño me dirijo al armario en busca de mi vestuario de hoy. Y opto por un sencillo vestido de color azul cobalto en forma de pico que cae por debajo de la rodilla. Tiene un lazo en el frente, justo debajo de los senos, mientras que deja la espalda media descubierta. Me recojo el cabello dejando algunos mechones sueltos sobre mi rostro y me maquillo como de costumbre. Me pongo unos zapatos a juego y cogiendo la gabardina salgo en busca de mi auto.

Las llaves están donde siempre las dejo, y ahora que lo pienso, dos preguntas vienen a mi mente mientras bajo hacia el garaje subterráneo.

¿Cómo desbloqueó mi teléfono?

¿En que regresó el Sr. Price a su hotel?

Tendré que preguntarle en cuanto lo vea.

En cuanto entro en el auto y cierro la puerta me golpea su olor. Aspiro profundo y su olor a colonia cara inunda mis fosas nasales. Está impregnado por todas partes y esto solo hace que me sea un poco más difícil concentrarme para conducir. Cierro los ojos mientras respiro, solo puedo pensar en él, en su mirada, en su sonrisa. Bajo las ventanillas, enciendo la calefacción y espero un poco con la esperanza de que su olor desaparezca por completo del auto. Pero al final me doy por vencida. Vuelvo a cerrar las ventanillas, y con su olor más leve, pero presente, conduzco rumbo a la empresa.

Afuera los rayos del sol dan de golpe en el parabrisas. Es algo extraño un día soleado después de tantos lluviosos. Enciendo el reproductor y comienza a sonar Listen to your heart de Roxette. Me encantan las canciones clásicas. Y este tema me gusta mucho en este momento.

¿Debería hacerle caso a la canción y escuchar a mi corazón?

Conduzco como de costumbre hasta aparcar en mi plaza correspondiente. Bajo del auto mientras los rayos del sol me bañan por completo en mi camino al edificio. El ascensor está lleno, más que de costumbre y sube muy lento su recorrido hasta el piso 25. Las puertas se abren y salgo caminando con paso seguro rumbo a mi oficina.

—Le va a dar un infarto cuando te vea. —me dice Jessy mientras yo me detengo frente a su escritorio con la gabardina colgando del brazo.

—¿Por favor dime que no me pasé? —le pregunto mientras examino la ropa que traigo puesta.

—Solo bromeaba Kate, luces bien, me encanta ese vestido.

— ¿Lo dices en serio? —le pregunto mientras me miro una vez más.

—No te preocupes, te ves perfecta con lo que lleves puesto. Dejaron el correo aquí esta mañana. —dice mientras cambia de tema.

Me alcanza varios sobres y un pequeño paquete.

—Gracias, te dejo entonces, nos hablamos más tarde. —le digo mientras camino rumbo a mi oficina.

Justo antes de llegar a la puerta de la oficina, se me cae uno de los sobres al suelo y me inclino a recogerlo antes de seguir mi camino. Coloco los sobres en la mesa y después de guardar el bolso me siento detrás de mi escritorio. El Sr. Price entra unos segundos más tarde posando su ardiente mirada azul en mí. Y las preguntas que tenía en mi mente para él, se esfuman como el viento.

—Buenos días Srta. McClean.

Me mira muy serio, sin apartar la mirada de mí, como si quisiera desnudarme con la mirada.

—Buenos días Sr. Price. —le contesto con mi mejor sonrisa mientras él aparta su mirada de mí y se dirige a su oficina sin siquiera mirar atrás.

Al parecer no va a tocar el tema de la noche anterior. O eso creo yo. Porque en ese instante suena el teléfono, y me dispongo a contestarlo muy animada cuando veo quien llama. Es él.

—Dígame Sr. Price. —contesto con voz firme.

—Necesito que pase por mi oficina un momento.

—Enseguida Sr. Price. —le respondo mientras él cuelga el teléfono.

¡Oh no!

Creo que estoy metida en un gran lío. Estoy segura que me voy a quedar sin trabajo.

Me levanto rumbo al sala de descanso y le preparo una taza de café antes de ir a su oficina. Ni siquiera sé porque lo he hecho, dudo que me devuelva el trabajo solo por prepararle una taza de café. Regreso a la oficina y toco a la puerta.

—Adelante. —dice con voz firme y profunda desde el interior.

Cierro los ojos, respiro hondo, y al abrirlos entro.

El Sr. Price se encuentra de espalda a mí. Tiene los brazos cruzados detrás de la espalda y está parado en un extremo de la oficina, frente a uno de los ventanales panorámicos.

—Disculpe la demora, le he traído un café Sr. Price—le digo colocando la taza en su escritorio sobre un posavasos. El Sr. Price aparta la mirada del panorama de Chicago y la enfoca en mí. Camina con paso seguro y decidido hasta su escritorio y se sienta detrás mientras toma la taza de café entre sus manos—. ¿Quería verme? —le pregunto apartando mi mirada curiosa de él.

Le da un sorbo a su café y después me mira una vez más.

—Sí. Siéntese por favor. —me indica con una mano mientras yo me siento en una butaca frente a su escritorio.

¡Dios!

El olor de la colonia que trae puesta llega donde yo estoy. Es la misma que traía ayer. El mismo olor que me ha torturado en mi auto todo el camino hasta aquí. Y ahora me está volviendo loca una vez más.

Hoy está peinado de manera prolija hacia atrás, ningún mechón cae sobre su rostro. Y por un momento me imagino deslizando mis manos por su cabello para ver si se siente tan suave y sedoso como luce. Aparto esos pensamientos de mi mente y me siento con confianza y valor. No puedo tener miedo. Bueno, al menos no se lo voy a demostrar.

—Antes de que hable, quisiera pedirle disculpas por lo que sucedió anoche. —le digo mientras el Sr. Price da otro trago a su café sin apartar su mirada de mí.

—No veo el motivo por el cual deba hacerlo. —dice frunciendo el ceño muy serio.

—Creo que me comporté de forma inapropiada y le ruego me perdone, yo... —pero él levanta una mano y hace que yo cierre la boca de inmediato.

—Usted no hizo nada indebido Srta. McClean, solamente se quedó dormida en el auto. A cualquiera le hubiese sucedido después de un día tan ajetreado como el de ayer. —me dice mientras me mira con una media sonrisa.

—De acuerdo—no entiendo nada—. ¿En qué puedo ayudarlo entonces?

—Solo quería hacerle una petición.

—¿Una petición? —le pregunto intrigada mientras él se levanta de su silla y da la vuelta a la mesa.

—Sí. Veo que Stella tiene razón sobre usted, es muy eficiente en su trabajo, entre otras cosas. —me dice y yo me voy ruborizando ante su cumplido mientras él camina por detrás de mí, dándome la vuelta y regresando a su silla.

—Gracias, es usted muy amable Sr. Price. ¿Cuál la petición? —le pregunto mientras él me sonríe con los brazos apoyados en el respaldo de su silla.

Se sienta una vez más y levanta la taza de café.

—Que me traiga en la mañana y después de almuerzo una taza de café preparada por usted. Pero veo que además de ser una excelente asistente también tiene poderes psíquicos. Gracias. —dice mientras le da otro sorbo a su café.

Solo era eso, y yo preocupándome.

—No hay ningún problema Sr. Price. ¿Necesita algo más? —le pregunto levantándome de la butaca con piernas temblorosas.

La verdad es que no puedo estar ni un segundo más sentada tan cerca de él. Su olor a colonia cara poco a poco está nublando mis sentidos, haciendo que no piense con coherencia.

—No, eso es todo, puede retirarse. Si necesito algo más, le avisaré. —dice mientras continúa bebiendo su café.

Doy media vuelta y salgo rápido de su oficina para refugiarme detrás de mi escritorio. Mis piernas tiemblan y mi estómago está hecho nudos.

Mientras enciendo la computadora voy revisando las cosas del correo. La mayoría son para el Sr. Price, hasta que llego a uno para mí. El paquete es del tamaño de una caja, un poco más grande que un libro, y está envuelto con papel de embalar.

Qué extraño.

No tiene remitente, solo dice mi nombre. La abro con cuidado y me quedo asombrada al ver lo que hay en su interior. Cortada con mucho cuidado, hay una rosa negra. Debajo de ella hay una pequeña tarjeta escrita a mano. La saco con cuidado y leo lo que dice:

Sé que te gustó, así que te la obsequio para que la conserves.

D.R.C

¿Quién me ha mandado esto? Leo una y otra vez la tarjeta, pero no logro saber quién ha sido. Esas iniciales no las reconozco. Pero la rosa, la rosa se parece a la del restaurante, por no decir que es la misma.

¿Acaso ha sido el Sr. Price?

¿O tal vez alguien del restaurante?

¿Quién se ha tomado la molestia de enviarme la rosa que tanto me gustó?

Llevo la rosa hacia mi nariz, tiene justo el mismo olor que recuerdo, los pétalos se sienten como terciopelo entre mis manos. Me levanto y busco una jarra y la lleno con agua bien fría, coloco la rosa en ella y la dejo en mi escritorio, en un lugar donde pueda admirarla todo el día.

Me giro hacia la computadora y al abrir el correo electrónico veo que tengo varios e-mails. Pero el asunto de uno en particular en mi correo privado llama más mi atención. Y este es de Jessy.

De: Jessy

Para: Kate

Fecha: miércoles, 21/10/2015, 8:10 AM

Asunto: ¡¡¡Cuidado!!!

Tenemos que hablar. Cuando te dije que luce peligroso no era broma. Te cuento en el almuerzo.

Jessy

¡Qué extraño!

¿Se refiere al Sr. Price?

Es obvio que sí, es de quien único hemos hablado todos estos días. Bueno ya me enteraré en el almuerzo. Así que no voy a contarle nada de mi admirador secreto hasta el mediodía.

La mañana transcurre muy lento. Hoy el día está más calmado. No hay muchas cosas en la agenda ya que casi todo lo he cambiado para la próxima semana. El teléfono que antes sonaba de forma insistente, hoy apenas lo hace. Ni siquiera hay alertas de algún e-mail entrante. Es uno de esos días muertos.

Al mediodía me levanto de mi puesto y toco a la puerta del Sr. Price.

—Adelante. —responde y yo abro asomándome por esta.

—¿Necesita algo Sr. Price? Voy a salir a almorzar. —le digo mientras él me mira fijo.

Cada vez que posa su mirada en mí, mis piernas tiemblan. Así que me agarro fuerte de la puerta para no perder el equilibrio.

—No, gracias. Puede ir a almorzar. —dice mientras dirige su mirada hacia la computadora.

Y me retiro cerrando la puerta. Salgo en busca de Jessy y nos vamos esta vez a una cafetería que está después del teatro Harris. En cuanto nos sentamos con nuestra orden, Jessy comienza a hablar.

—Sé que te sientes atraída por el Sr. Price, pero lo mejor será que no te fijes en él.

A que viene este cambio de actitud. En la mañana había sido todo lo contrario.

—Ya te dije que no lo haré, pero quisiera saber que te hizo cambiar de opinión. En la mañana decías todo lo contrario. —ahora tengo curiosidad por saber que la ha hecho cambiar de opinión.

—Sé que te gusta el misterio que lo envuelve, pero no hay mucho misterio, más bien es solo otro mujeriego más.

— ¡Eh! No te entiendo. ¿Podrías hablarme claro?

—Hoy recibí un correo de una prima mía que vive en Londres.

—Ve al grano Jessy, aun no entiendo que tiene que ver tu prima con el Sr. Price. —le digo mientras comienzo a comerme mi sándwich.

—No sé si recuerdas una historia que te conté de un tipo con el que estuvo una vez y más nunca supo nada de él. O mejor dicho el no quiso saber nada de ella.

—Vagamente.

—Pues que es el Sr. Price. —me dice mientras yo casi me atraganto.

— ¡Qué!— casi grito haciendo una pausa en mi almuerzo.

—Como lo escuchas.

—¡No lo puedo creer! —exclamo impactada por este descubrimiento.

—Según ella, no se acuesta con la misma mujer dos veces.

— ¡Cómo!—exclamo estupefacta—. Es lo más extraño y absurdo que he escuchado en mi vida. —ahora si se acaba de convertir en un misterio para mí.

¿Porque no se acuesta con la misma mujer dos veces?

—Te lo advierto Katerine, sé que te dije muchas cosas esta mañana, pero después de enterarme de esto, tengo que advertirte.

— ¡Advertirme! ¿Por qué? —le digo mientras tomo de mi soda.

—Porque sé que te gusta, tanto o más de lo que te gustaba Joey. Y al final sé que vas a terminar cediendo a tus deseos y con el corazón roto.

—No tienes de que preocuparte Jessy, eso no sucederá, él no se fijará en mí ni en un millón de años.

— ¿Tan segura estás de eso?

—Sí, estoy segura. Además, tengo algo más importante que hacer que mirar embobada al Sr. Price. —y me quedo pensando en la rosa negra de mi admirador secreto que hay sobre mi escritorio.

— ¿Hay algo que no me estás contando? —pregunta entrecerrando los ojos. Ella me conoce demasiado bien.

—Hoy recibí un paquete en la mañana. —le contesto mientras puedo ver la curiosidad marcada en su rostro.

—Sí, lo vi, me entró mucha curiosidad ¿Que era?

—Una rosa. —le contesto pensativa.

— ¿Una rosa? ¿Quién te la envió? No me digas que fue el Sr. Price. —me dice alarmada.

—No te preocupes, no fue él. —contesto un poco decepcionada.

— ¿No había ninguna tarjeta? —pregunta intrigada.

—Sí, pero ningún nombre, solo las iniciales.

—Entonces tienes un admirador secreto. —dice muy animada.

—Sí, eso parece. —respondo pensativa recordando la tarjeta.

— ¿No te gustan los misterios? Pues ya tienes uno que resolver. Descubrir quién es tu admirador secreto.

Y eso es justo lo que voy a hacer. No tengo ganas de pensar en el Sr. Price, no después de lo que me ha contado Jessy sobre él. Aún no estoy preparada para que me rompan el corazón una vez más.

Termino de almorzar, ahora mucho más animada que antes. Tengo un propósito en mente y pensando en ello me despido de Jessy y voy directo a mi escritorio. Y allí me pongo a pensar en todo lo que hemos hablado en el almuerzo. Tomo la rosa entre mis manos y deslizo sus pétalos por mi rostro mientras cierro los ojos. Sí, se siente como terciopelo deslizándose por mi piel.

—Está muy pensativa esta tarde. —esa voz hace que salga de mi ensoñación.

El Sr. Price se encuentra recostado a mi buró mientras le da vueltas a un papel entre sus manos. No me he percatado de su presencia hasta que habló. ¿Cuánto tiempo lleva ahí?

—Disculpe Sr. Price, solo pensaba en...cosas. ¿Necesita algo? —le pregunto mientras me pierdo en su mirada.

—Su novio tiene buen gusto—dice mientras lo miro sin entender a qué se refiere—. Me refiero a la rosa que tiene en la mano. —dice contestando mi pregunta no formulada.

—Ah, sí. No tengo novio. —¿porqué le estoy dando explicaciones?

Cada vez que lo tengo frente a mí, mi cerebro se desconecta y digo idioteces.

—Hermosa—dice mirándome a los ojos. Y yo casi comienzo a hiperventilar—. La rosa me refiero—levanta la comisura de su labio en una sonrisa—, conozco a alguien que las cultiva en Londres—dice mientras yo lo miro asombrada mientras habla. Como se mueven sus labios con cada sílaba. Y ese acento británico que poco a poco me está volviendo loca—...extraño mucho Londres... —continúa diciendo, pero yo apenas escucho lo que me dice.

— ¿Le preparo su café? —lo interrumpo y aparto mi mirada de sus labios para mirarlo a los ojos. Pero esto solo es peor.

Sus ojos en ese momento de un azul muy intenso, me miran como si quisieran devorarme. Soy una indefensa presa a su merced.

«¡Devórame! ¡Devórame!» —grita todo mi cuerpo desesperado por él.

—Sí, lo espero en la oficina. —y diciendo esto se levanta, abre la puerta y entra a su oficina.

Dios que conversación tan extraña y excitante. Por extraño que parezca me he excitado al verlo recostado a mi escritorio. Me levanto y me dirijo a preparar el café del Sr. Price con piernas temblorosas y el corazón latiendo frenético en el pecho. Tal vez así podré calmarme un poco.

Al regresar, aún continúo con mis sentidos atolondrados. Toco su puerta y entro sin esperar que el me de permiso.

Se encuentra al igual que en la mañana de pie frente a los ventanales panorámicos, con la mirada perdida en el horizonte. Pero esta vez, solo trae la camisa, con las mangas recogidas a la altura de los codos.

Desde donde estoy, puedo apreciar los músculos bien definidos de sus brazos y su ancha espalda debajo de la camisa que le queda ajustada al cuerpo. Este hombre desprende sexo salvaje por todos los poros de su piel. La visión de él allí, de pie, me hace querer desnudarme y recostarme sobre su escritorio para que me haga lo que le venga en gana.

«Kate, concéntrate.» —me reprendo mientras aparto las ideas morbosas de mi mente e interrumpo lo que sea que él esté haciendo allí.

—Disculpe Sr. Price, aquí tiene su café. —le digo mientras lo coloco en su escritorio sobre un posavasos.

—Perfecto, gracias. —dice sin mirar hacia atrás.

Y yo me retiro de su oficina dejándolo solo con su café y sus pensamientos.

Mientras me siento en mi escritorio decido olvidar al dios del sexo de la oficina contigua y comenzar a investigar quien es aquella persona que me ha enviado la rosa.

Lo primero que hago es llamar al restaurante Little Star y pido hablar con el chef. Me dice que con mucho gusto me recibirá, que puedo ir después de las seis. Así que le envío un e-mail a Jessy pidiéndole que me acompañe.

De: Katerine

Para: Jessy

Fecha: miércoles, 21/10/2015, 1:14 PM

Asunto: ¡¡¡Investigación!!!

Voy a seguir tu consejo. La investigación comienza en el restaurante Little Star esta tarde. Dime que me vas a acompañar. Por favor. ☹

Kate

Me contesta muy rápido.

De: Jessy

Para: Kate

Fecha: miércoles, 21/10/2015, 1:16 PM

Asunto: Sherlock y Watson.

Me encantaría ser tu cómplice en la investigación, así que te acompañaré.

Jessy.

PD: Nunca me dijiste que habías cenado en el Little Star. Tienes que contármelo todo.

Olvidé mencionárselo. Le respondo su correo

De: Katerine

Para: Jessy

Fecha: miércoles, 21/10/2015, 1:18 PM

Asunto: Olvido.

Disculpa, creo que con todo lo sucedido, lo olvidé. Pero no te preocupes hoy lo podrás conocer por ti misma.

Kate.

Ahora solo tengo que esperar a la hora de irnos. Y tal vez, si tengo suerte, descubriré quién es mi admirador secreto.

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Espero les guste este capítulo. ¿Que creen de su admirador secreto?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.

Xoxo
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