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Capítulo 7

Dejo mi almuerzo en una esquina del escritorio para más tarde comerlo. Solo hay una cosa que logra distraerme, y eso es el trabajo. Así que abro el correo para revisarlo. Y en cuanto lo hago mi corazón comienza a latir acelerado una vez más. Hay varios correos, y entre ellos uno del Sr. Price. Lo envió justo después de yo salir a almorzar.

De: Leonard Price

Para: Katerine McClean

Fecha: martes, 20/10/2015, 12:32 PM

Asunto: Gracias a usted.

La verdad es que Stella tiene razón, es usted muy eficiente en su trabajo.

Leonard Price, Presidente Ejecutivo de TecFall.

¡Me acaba de hacer un cumplido! ¡Leonard Price me acaba de hacer un cumplido! Creo que debo estar roja como un tomate pues siento mis mejillas arder aún más. Respondo a su correo.

De: Katerine McClean

Para: Leonard Price

Fecha: martes, 20/10/2015, 1:10 PM

Asunto: Gracias

Solo hago mi trabajo, nada más.

Katerine McClean, Asistente Personal de Leonard Price.

Y le doy enviar. Después de eso me concentro en el trabajo y en las llamadas telefónicas que entran.

Son casi las 5:00pm cuando suena el teléfono y al mirar el identificador veo que es de la recepción del piso. Jessy.

—Hola Jessy, ya te extrañaba, no hemos podido hablar en todo el día.

—Sí, he estado muy ocupada hoy.

—Sí, yo también, no he parado de hacer cosas.

—¿Nos vemos en el apartamento? —pregunta mientras veo que tengo una llamada en espera.

—Nos vemos allá, te tengo que dejar que tengo otra llamada.

—Nos vemos en la noche. —dice despidiéndose mientras yo atiendo la otra llamada.

—TecFall, buenas tardes.

—Hola Katerine, tengo aquí en la recepción al gerente del hotel Drake que necesita reunirse con el Sr. Price, dice que es algo urgente.

—Hágalo subir de inmediato. —le respondo mientras ella cuelga el teléfono y yo marco la extensión del Sr. Price.

—Diga. —su voz continúa haciendo estragos en mí. Cada vez que lo escucho hablar mis piernas tiemblan.

«Concéntrate Kate, respira, respira.» —me repito una y otra vez antes de contestarle.

—Sr. Price, el gerente del Hotel Drake está subiendo en estos momentos, pidió hablar con usted, dijo que es algo urgente.

La línea se queda en silencio un momento.

—Está bien, hágalo pasar en cuanto suba.

—De acuerdo.

—Otra cosa más—dice haciendo una pausa—. ¿Se comió su sándwich? —mierda lo olvidé. Y que puedo hacer, ¿mentirle? No creo que sea correcto hacerlo—. Creo que su silencio es la respuesta. Cuando suba el Sr. Brown que nos traigan dos cafés por favor. —y cuelga.

Solo espero no estar en problemas solo por olvidar comerme el sándwich. Aunque no tengo apetito. ¿Cómo supo el nombre del gerente del hotel? Qué extraño.

El Sr. Brown se detiene frente a mi escritorio unos minutos más tarde y me saluda cordialmente.

—Hola Katerine. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿y usted?

—Bien, aunque ahora tenemos un pequeño problema en el hotel.

— ¿Que sucedió? —le pregunto en voz baja.

—Alguien intentó hackear nuestro sistema de seguridad. Creo que vamos a tener que hacer algo al respecto.

—¡Eso es terrible! Adelante, el Sr. Price lo está esperando. —le digo mientras lo hago pasar hacia la oficina.

Llamo para ordenar dos cafés, pero nadie atiende el teléfono, debe ser el cambio de turno. Me levanto de mi silla y me dirijo hacia la sala de descanso donde preparo los dos cafés yo misma. El Sr. Brown ya ha tomado el café preparado por mí en alguna que otra ocasión y le ha encantado, pero no sé si al Sr. Price le guste. Coloco las dos jarras de café en una bandeja y me dirijo rumbo a la oficina. Toco antes de entrar, y camino hasta la mesa. Coloco ambas jarras sobre el escritorio y después me retiro a toda velocidad.

Una hora después de estar reunidos, las puertas de la oficina se abren y salen ambos. Esta vez el Sr. Price sale sin la americana, solo con la camisa blanca. Y yo me quedo mirando, más de la cuenta, como la camisa se ajusta a su cuerpo fornido.

¡Oh Dios! ¡Porque él hace esto! ¿Acaso está intentando que yo tenga un infarto? Porque si es así, lo va a conseguir.

—El café estuvo delicioso Katerine, justo como lo recuerdo, veo que no has perdido tu toque. —me dice el Sr. Brown sonriendo.

Su sonrisa hace que yo regrese a la realidad y aparte mi mirada del cuerpo bien formado del Sr. Price.

—Gracias. —respondo devolviéndole la sonrisa.

Y puedo ver como el Sr. Price me mira con curiosidad frunciendo el ceño.

—Bueno, no se preocupe, en esta semana nos encargaremos de modernizar el sistema de seguridad. —le dice el Sr. Price mientras palmea su hombro de forma amistosa.

—No lo hago, sé que dejo esto en buenas manos.

—Lo acompaño hasta el ascensor. —le dice mientras señala el camino adelante.

—Buenas noches Katerine, un placer verte otra vez. —dice mientras toma una de mis manos entre las suyas y la besa.

—Igualmente, buenas noches. —le contesto mientras suelta mi mano y se dirige por el pasillo rumbo a los ascensores seguido por el Sr. Price.

El Sr. Price regresa unos minutos más tarde y se detiene frente a mi escritorio con los brazos cruzados, lo cual hace que los músculos debajo de la camisa se marquen aún más. Trago en seco mientras lo miro directo a los ojos.

— ¿Se le ofrece algo Sr. Price? —le pregunto con curiosidad al verlo parado frente a mi escritorio.

—La verdad sí, dos cosas. La primera, algo que llamó mi atención. ¿Usted preparó los cafés? —me pregunta con curiosidad marcada en su rostro.

—Sí—contesto firme—. ¿Algún problema?

—No, solo quiero felicitarla, jamás he probado algo tan delicioso. —sus palabras hacen que mi cuerpo se estremezca por completo, como si estuviese hablando de algo diferente, en lugar del café que he preparado.

—Gracias—respondo mientras puedo sentir mis mejillas arder, aún más. Dos cumplidos en un día. Wao—. ¿Y lo segundo? —le pregunto mientras él me sonríe sin apartar su mirada de la mía.

Tiene una radiante y deslumbrante sonrisa de dientes blancos perfectos. Una sonrisa capaz de hacer que cualquiera pierda el sentido. Incluso yo.

—Puede recoger sus cosas y acompañarme.

¿Recoger mis cosas?

¿Acaso me está despidiendo por algo que no hice o que hice mal?

—¡Disculpe!—exclamo mientras lo miro frunciendo el ceño exigiendo una explicación.

—¿Acaso olvidó lo que le dije en el almuerzo? Vamos, voy a llevarla a cenar—voy a responder algo, pero el levanta una mano y yo cierro la boca al instante—. No acepto un no como respuesta, además, debe estar famélica, solo comió un poco de la ensalada en el almuerzo y ya son pasadas las siete—comenta mirando su reloj. Y en ese instante puedo apreciar una vez más los gemelos de su camisa. Son los mismos que traía ayer, plateados con el centro cuadrado en negro sobre el que hay, ahora que me fijo bien, un fénix. Qué extraño—. ¿Y bien? —me dice haciendo que aparte mi mirada de su camisa y la dirija hacia sus ojos.

Y que puedo hacer, rehusarme. Solo me va a llevar a cenar. Al menos tengo algo claro sobre el Sr. Price, se preocupa por sus empleados.

—De acuerdo, recojo mis cosas y nos vamos.

—Bien, voy por mi saco. —responde mientras entra en su oficina.

Recojo mis cosas muy rápido, guardo el sándwich en el bolso y me coloco la gabardina.

—Vamos. —me dice saliendo de la oficina y señalando para que yo vaya adelante.

Caminamos en silencio por el pasillo, desierto a esa hora, rumbo a los ascensores. Y no tenemos que esperar mucho. Esta vez el viaje en el ascensor me parece más rápido de lo normal.

— ¿Tiene auto? —pregunta mientras salimos del ascensor.

—Sí. —le contesto mientras caminamos por el parqueo subterráneo.

— Nos iremos en su auto. ¿Sabe dónde queda el restaurante Little Star?

—Sí. —aunque nunca he ido.

No he perdido mi tiempo. Es uno de los restaurantes más prestigiosos de Chicago. Para cenar en el debes reservar con meses de antelación.

—Bien, cenaremos allí.

Me detengo en medio del parqueo y me giro hacia él. ¿Como es posible que cenemos allí?

— ¿Sucede algo?

—¿Cómo consiguió mesa en ese restaurante? —le pregunto con curiosidad mientras lo miro entrecerrando los ojos.

—Tengo muchos amigos—responde mientras me sonríe alzando la comisura de sus labios—. Vamos. —me hace un gesto con la mano para que continúe caminando.

Y así lo hago, ahora más rápido hasta mi auto. Abro las puertas con el mando a distancia mientras doy la vuelta por el frente de este para sentarme detrás del volante. El Sr. Price se sienta a mi lado y se pone el cinturón mientras yo arranco y conduzco rumbo al restaurante.

No hace ningún comentario con respecto al auto. Es la primera persona que no lo hace. La mayoría de las personas se quedan asombradas mirándolo e incluso aún más al verlo por dentro. Decido olvidarme de eso y concentrarme en conducir.

En ningún momento aparto la vista de la carretera, no quiero mirar hacia mi lado y quedar atrapada bajo su intensa mirada. No voy a negarlo, estoy nerviosa. Le estoy manejando a mi nuevo jefe mientras este me lleva a cenar. ¿Qué más extraño puede ser todo esto?

El restaurante Little Star queda cerca del parque Lincoln, al otro lado del Rio Chicago. Al pasar frente a este, se pueden divisar varias personas esperando fuera del restaurante con la esperanza de que alguna reservación se cancele y poder cenar allí.

Tras aparcar y bajarnos me percato que no estoy vestida como para ir a este sitio. Así que paro en seco mientras él se detiene también y me mira.

— ¿Algún problema?

—Lo siento Sr. Price, pero creo que no estoy vestida a la altura de este sitio. —le respondo mientras miro mi ropa.

—Quién decide con que ropa se puede o no se puede ir a un sitio determinado es uno mismo. Además, creo que luce perfecta para este lugar. —creo que mis mejillas acaban de teñirse de un rojo mucho más intenso. Es una suerte que esté todo oscuro.

—Gracias. —murmuro en voz baja.

—Vamos. —me dice tendiéndome su brazo.

Me quedo mirando su brazo. Dudo por un instante en aceptarlo o no, pero al final me veo colocando mi mano sobre su antebrazo mientras el me conduce rumbo al restaurante.

Su brazo se siente firme y fuerte, justo como lo recuerdo. Me conduce rumbo a la entrada pasando a las personas que hay fuera. Al llegar a la puerta nos detienen dos guardias vestidos con elegantes trajes negros. Ambos traen un auricular de seguridad en el oído y uno de ellos tiene un Tablet en la mano.

—Tenemos hecha una reservación. —dice él firmemente.

—¿Su nombre? —pregunta el más corpulento de los dos.

—Leonard Price. —contesta en voz firme sin dejarse intimidar por el guardia.

Desliza el dedo por la pantalla y al instante levanta la mirada de esta.

—Adelante Sr. Price, lo estábamos esperando. —le responde mientras el otro nos abre las puertas y nos deja entrar.

Caminamos por un breve pasillo de color rojo, iluminado por unas pequeñas lámparas doradas en las paredes, hasta llegar a un mostrador donde el maître espera detrás.

—Buenas noches Sr. Price, señorita McClean—dice con un asentimiento en mi dirección—. Si son tan amables de seguirme, los conduciré hacia su mesa. —se gira y abre unas puertas para guiarnos al interior.

¿Cómo sabe mi nombre? Miro al Sr. Price. Creo que voy sosteniendo el brazo de quien sabe la respuesta.

El interior del restaurante está decorado en dorado con detalles en rojo. Hay cerca de veinte mesas, todas con un mantel rojo con detalles en dorado. Al mirar hacia el techo, para mi sorpresa, descubro que este es completamente de cristal dejando ver el cielo nocturno. Algunas lámparas de color dorado cuelgan de las paredes mientras que una más grande adorna el centro del techo.

La iluminación es perfecta.

Ni mucha, ni poca.

El maître nos conduce a una mesa en la esquina, apartada de todos, más privada. Está decorada al igual que las otras, y además de la cubertería, hay un hermoso pero sencillo jarrón justo en el centro de la mesa en el cual hay un hermoso ramo de rosas rojas y negras. Lucen como si las hubiesen cortado después del amanecer, tienen incluso las gotas de rocío. Todo es perfecto, incluso mejor de cómo me lo imaginé. Miro todo a mi alrededor sin poder creer que estoy sentada en una mesa del Little Star. El restaurante es pequeño y sencillo. Aunque sé que su fama es más por la comida, el servicio y por su ambiente romántico, que por su tamaño.

Ese es uno de los motivos por los cuales nunca he venido aquí. Es demasiado romántico e íntimo como para venir sola, sin un acompañante masculino. Y hoy, he venido con uno, aunque no en plan romántico como me hubiese gustado a mí. He venido por no desobedecerlo.

Estiro una mano hacia el jarrón y cojo una rosa negra, la llevo a mi nariz para olerla y la verdad es que huele exquisita. Nunca antes he visto u olido una. He escuchado de ellas, pero nunca las había visto antes de esta noche, mucho menos sostenido en mi mano.

— ¿Nunca habías estado en un restaurante? —la pregunta me saca de mi ensoñación y me hace regresar a la realidad.

Y la realidad es, que estoy sentada en el mejor restaurante de todo Chicago, el más romántico, con mi sexy y ardiente nuevo jefe sentado frente a mí.

—Sí, he ido a muchos, pero en este nunca he estado antes. Me ha impresionado, es mucho mejor de lo que imaginé. —le respondo mientras coloco la rosa en el jarrón.

—Se nota por la forma en que estás sonriendo y como miras en todas direcciones—mierda tengo que dejar de comportarme como una niña idiota frente a él—. ¿Qué tal si ordenamos algo para cenar? —dice mientras levanta la carta y yo hago lo mismo con la que hay a la derecha de mi plato.

La abro.

No sé qué elegir.

No es indecisión, todo luce delicioso. Más bien es porque todo es carísimo. El plato más barato cuesta casi cien dólares. Por no mencionar el postre. Sé que puedo darme el lujo de pagar una cena costosa, en cualquier exclusivo restaurante de la ciudad, pero no soy así. No me gusta pagar tanto por una comida que sé que no me va a satisfacer. Me hubiese conformado con que me llevase a por comida china, o una pizza. Eso hubiese estado mejor.

— ¿Tan difícil es escoger? —pregunta haciendo que abandone mis pensamientos y que levante la mirada de la carta.

El Sr. Price me mira por encima de la carta. Solo puedo ver sus ojos. Su tono de voz es firme y exigente. O bien está enojado por algún motivo que desconozco o es su tono de voz normal. No lo sé.

— ¿Está enojado conmigo? —le pregunto sin siquiera percatarme que lo he hecho hasta que es demasiado tarde.

El baja la carta hacia la mesa, lo que me da una mejor vista de su expresión. Me mira con atención, puedo decir que está serio, pero no molesto. Unos mechones de cabello caen a un costado de su rostro haciéndolo lucir mucho más sexy aún de lo que ya es.

—¿Algún motivo en particular para que esté enojado con usted Srta. McClean? —dice sin cambiar la expresión de su rostro.

¿Y ahora como salgo yo de este embrollo?

—No lo creo, a no ser por no haberme comido el sándwich. —digo muy bajo para que no me escuche.

Pero mientras lo digo me doy cuenta que es una estupidez estar enojado por eso.

—No estoy enfadado, aunque le parezca así. Simplemente no me gusta que mis empleados me engañen o me mientan—dice mientras se apoya en los codos y se inclina hacia adelante—. Téngalo en mente la próxima vez que me diga que almorzará y no lo hace. Ahora que tal si escoge algo para cenar. —dice relajado mientras se acomoda y levanta una vez más la carta apartando su mirada intimidante de mí.

—Lo siento, pero es que todo es carísimo, no creo que sea necesario cenar aquí. ¿Podemos ir a otro lugar?

—No te preocupes por el dinero, si no me lo pudiera permitir no te hubiese traído. Además, te recuerdo que no has comido nada en todo el día.

El Sr. Price baja la carta y le hace una seña al camarero que se acerca enseguida a nuestra mesa.

— ¿Listo para ordenar Sr. Price?

—Sí, comeremos las codornices a la segoviana, y tráiganos una botella de Cabernet Sauvignon. —dice mientras el camarero anota nuestra orden y recogiendo las cartas se retira de nuestra mesa.

No me ha dado tiempo ni a decidir lo que quiero.

—Al menos podía haberme preguntado que iba a comer. —le digo un poco molesta por él haber ordenado sin tenerme en cuenta.

—Disculpa, es que como te vi tan indecisa, no te preocupes, te va a gustar lo que ordené. —dice con mucha confianza.

—No se preocupe Sr. Price, no hay problema. —le contesto, pero la verdad es que no me gusta su comportamiento autoritario.

El camarero regresa con la botella de vino que sirve en nuestras copas y la pone sobre la mesa retirándose a toda velocidad. Cojo la copa y le doy un sorbo lentamente bajo la atenta mirada del Sr. Price. Necesito un poco de vino para olvidar que él se encuentra sentado frente a mí.

—No deberías beber con el estómago vacío. —me regaña mientras tiene su mirada fija en la mía.

Vuelvo a dejar la copa sobre la mesa. No puedo decirle que lo he hecho para encontrar algo de valor ya que su presencia me intimida mucho. Además, él tiene razón. No he comido nada en todo el día, solo un poco de ensalada y debo manejar después.

— ¿Puedo preguntarte algo? —me dice mientras le da un sorbo a su vino y deja la copa sobre la mesa.

—Sí. —contesto dudando sobre lo que me va a preguntar.

—Te graduaste de ingeniería informática, ¿verdad?

—Sí. —respondo reticente. ¿De qué va esto?

—Hay algo que no entiendo—dice mientras da otro breve sorbo de vino antes de hablar—. ¿Cómo es que terminaste de asistente de Stella?

¡Mierda!

¿Y ahora que le contesto? No puedo decirle que ella es mi madre adoptiva, nadie lo sabe, ni siquiera Jessy que es mi mejor amiga. Y él no será el primero que se entere. Así que le respondo lo mismo que todo el mundo sabe ya.

—Stella era una vieja amiga de mi madre y quería alguien de confianza y con conocimientos de informática para el puesto.

— ¿Era?

—Sí. Mis padres fallecieron en un accidente hace varios años ya. —no quiero entrar en más detalles.

—Disculpa, no lo sabía. —me dice apenado.

—No te preocupes, no recuerdo mucho de ellos. —por no decir que no recuerdo nada. Le doy otro sorbo a mi copa bajo su atenta mirada. Él va a decirme algo más, pero es interrumpido por el camarero con nuestra orden. Aquello luce delicioso. Cojo los cubiertos y corto un pedazo que llevo rápidamente a mi boca saboreando, muy despacio, su delicioso sabor—. ¡Mmm! Esto está delicioso. —digo mientras corto otro pedazo. No imaginé que tuviese tanta hambre.

—Sabía que te gustaría. —dice el Sr. Price con una media sonrisa mientras corta su comida y comienza a cenar también.

No hablamos durante toda la cena. Ambos cenamos en total silencio, el cual solo es interrumpido por el sonido de los cubiertos contra la porcelana. En alguna que otra ocasión nuestras miradas se cruzan, pero nada más. Sin darme cuenta y entre varias copas de vino me lo he comido todo. Definitivamente estaba muerta de hambre. Al parecer el vino ayudó a que me olvidara de él. Lleno una vez más mi copa y para mi sorpresa la botella se termina.

—Espero que te haya quedado espacio para el postre. —me dice mientras dejo la copa sobre la mesa después del camarero retirar nuestros platos.

— ¿Postre? —pregunto intrigada.

—Si.

—¿En qué momento ordenamos postre? —creo que las copas de vino que he tomado se me han subido a la cabeza, no recuerdo ordenar postre.

—No lo hicimos. —responde mientras sonríe como quién esconde un gran secreto.

—Discúlpeme, pero creo que me estoy perdiendo algún chiste privado suyo.

—Está bien, se lo contaré—dice mientras se inclina sobre la mesa para acercarse a mí—. El chef, que es el dueño del restaurante, es muy buen amigo mío. —dice mientras se incorpora sonriendo.

Es la primera vez que sonríe desde que hemos llegado al restaurante.

—Ahora entiendo como conseguiste reservación aquí. —le contesto mientras él me sonríe ahora más.

—Bueno, ya lo sabes. Las veces que he venido a cenar aquí siempre me sorprende con el postre. No sé qué será hoy.

—Sea lo que sea Leonard, no creo poder comer nada más. —le digo mientras me tomo el último sorbo de vino de mi copa bajo su atenta y ahora curiosa mirada.

Ya me siento medio achispada, debe ser la copa que me tomé antes de la cena con el estómago vacío. Creo que no voy a poder conducir de regreso. No puedo decirle que estoy un poco achispada. ¿Qué pensará de mí?

—Créeme, cuando lo pruebes, vas a querer repetir. —me dice mientras me mira fijo.

Y en ese instante me pierdo en su mirada. El no aparta sus ojos de mí y yo no aparto los míos de él. Pero los desplazo hacia sus labios y de regreso hacia sus ojos. Nuestro contacto es interrumpido por el camarero, esta vez con el postre.

—Cortesía del chef: Biscocho helado de chocolate y vainilla con licor de fresas—dice mientras retira el jarrón y pone el plato con dos cubiertos en el centro de la mesa—. Espero lo disfruten.

—Gracias—contesta Leonard mientras el camarero se retira. Observo con curiosidad el postre que nos han traído. Nunca he visto algo tan delicioso en mi vida. Leonard tiene razón, ahora quiero probarlo para ver si sabe tan exquisito como luce—. ¿Y?—pregunta haciendo que aparte la mirada del centro de la mesa y lo mire a él.

—Creo que lo voy a probar. —respondo mientras cojo una cuchara y tomo una porción para llevarla a mi boca.

Es como comer un pedazo de cielo. Aquello no tiene comparación con nada que haya probado jamás. Leonard toma la otra cuchara y comienza a degustar al igual que yo aquel delicioso manjar. La combinación del helado de vainilla con el licor de fresa que hay en el interior del biscocho es una explosión de sabores en la boca. Creo que me he comido más de la mitad del postre.

—Disculpa, creo que no te dejé mucho Leonard. —le digo sonriéndole con timidez.

¿Quién me habrá mandado a beber antes de cenar?

—No se preocupe Srta. McClean, el postre era para usted. —dice él poniendo el cubierto en el plato y limpiando su boca con la servilleta.

Me quedo mirando fijamente sus labios. En ese instante me dan ganas de hacerlo yo. De deslizar mis dedos por sus labios muy lento. O mejor aún, de deslizar mi lengua por la comisura de sus labios para quitar todo rastro del postre...

«¿Pero que estoy pensando?»

—Gracias. —le respondo apartando la mirada de sus labios tentadores y dejando a un lado las ideas pervertidas de mi mente.

—Bien, creo que ya me he asegurado que no se desmaye por inanición, ahora que tal si la llevo a su casa.

—De acuerdo. —respondo mientras él se levanta de la silla.

— ¿Acaso no piensa pagar? —le pregunto mientras él me sonríe.

—Vamos. —dice poniéndose de pie y tendiéndome la mano que esta vez tomo sin dudar, más bien porque sé que si no lo hago me voy a tambalear hacia los lados.

Puedo sentir la adrenalina correr por mis venas mientras un conocido calor inunda mis mejillas. El vino de la cena y el licor del postre están haciendo estragos en mí cuerpo. No estoy borracha. Pero el mundo a mí alrededor lo veo de una forma muy diferente. Mucho más colorido.

El Sr. Price desliza una mano por mi cintura y su contacto envía descargas eléctricas por todo mi cuerpo, pero las ignoro mientras me acompaña fuera del restaurante rumbo a mi auto.

Mi auto.

En estas condiciones no puedo conducir. No estoy borracha, pero me siento muy cansada.

—Creo que lo mejor será que usted conduzca Sr. Price, me siento muy cansada y no creo que deba manejar. —le tiendo las llaves del auto.

—Vaya, ahora vuelvo a ser el Sr. Price. —dice mientras toma las llaves de mi mano.

— ¿Qué? —respondo medio atontada.

—Olvídelo, vamos, la llevaré a su casa Srta. McClean. —me dice mientras abre las puertas del auto y yo subo y me acomodo en el asiento del copiloto.

El asiento se siente muy cómodo y me acurruco en él como si se tratara de mi cama. Mis ojos se vuelven más pesados y muy lento comienzan a cerrarse hasta hacerme caer por completo en la inconsciencia. Los abro por un instante y alguien me carga en sus brazos mientras camina conmigo. No puedo mantenerlos abiertos por mucho tiempo, así que los vuelvo a cerrar. Y me dejo caer en los brazos de Morfeo.

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Espero les guste este capítulo. ¿Que les pareció la cena?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.

Xoxo
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