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Parte única

El viento soplaba con fuerza en la noche transilvana, y se colaba entre las ramas de los árboles,  produciendo inquietantes sonidos y haciendo que estas se sacudiesen. 

Ninguna persona en su sano juicio se acercaría por esos parajes a una hora tan terrorífica; los habitantes de las escasas aldeas cercanas habían cerrado sus hogares a cal y canto varias horas atrás. No había ni un alma. Más allá de los silbidos del viento, nada quebraba el silencio sepulcral. 

Bien. Lo cierto es que la zona no estaba del todo vacía. 

- Chi- cos, en-en serio, esto no ha sido para nada una buena idea- tartamudeó Álex, un joven de catorce años, delgado y con el miedo reflejado en su pálida cara, que caminaba junto a sus dos amigos Julián y Nayeli. 

- Bueno, n-no podemos echarnos atrás ahora- respondió Julián, sin mucha más convicción que su compañero, pero intentando aparentar una seguridad que no tenía. 

En ese momento, Nayeli dejó escapar un grito, que resonó en la noche. 

- ¿Qué te ha pasado?- le preguntaron al unísono Julián y Álex. 

- No...ha sido nada, solo he resbalado. 

Después de esta interrupción, el trío continuó avanzando por el tortuoso camino de gravilla por el que habían ascendido hasta las montañas, y que discurría al borde de un desfiladero situado a una altura de vértigo. 

Los tres amigos, casi sin respirar y con las manos apoyadas en la enorme pared pétrea que había tras ellos, tomaron una última curva y, al fin, llegaron al pie de la colina por la cual tenían planeado llegar a su destino: el Castillo de Drácula. Como en tantas otras historias, ¿no es cierto?Pero lo que les aguardaba era bien diferente a la trama de novelas y cuentos ficticios que se habían escrito acerca del lugar. El edificio ocultaba muchos secretos, más allá de lo que se sabía. Por eso mismo Nayeli, Julián y Álex habían decidido huir de la pequeña pensión del pueblo y hacer una salida nocturna a pesar de las innumerables advertencias que les habían hecho los habitantes de la zona. Para averiguar lo que de veras ocurría tras las viejas paredes y las polvorientas ventanas de la icónica construcción. 

La ascensión no resultó más dificultosa de lo que había sido hasta el momento, pero sí más lenta. Unos irregulares y envejecidos peldaños se esparcían por la ladera, casi como si hubiesen sido colocados allí al azar. Era necesario prestar mucha atención para no dar un paso en falso y precipitarse colina abajo. 

Al fin, después de unos  minutos, los tres se encontraron frente al oxidado portón de la verja que rodeaba el terreno del Castillo de Drácula. 

- ¿Q- quién va primero?- dijo Julián, con voz temblorosa. 

- Yo no- contestó Álex. - De verdad, esto me está dando muy mala espina...

- Lo mejor será que pasemos los tres al mismo tiempo- propuso Nayeli, que dejaba ver un nerviosismo menor al de los chicos, aunque no por ello estuviese menos temerosa. 

Eso hicieron. El portón chirrió en cuanto lo empujaron, delatando al óxido que se había adueñado de sus goznes. Los tres amigos avanzaron por el camino empedrado que llevaba hasta la parte frontal del castillo. La hierba reseca y cubierta por una fina capa de escarcha crujió bajo sus pies, haciendo que contuviesen el aliento por temor a delatarse. 

Antes de que se diesen cuenta, se encontraron frente  a la puerta principal, la abrieron por puro instinto y se adentraron en el vestíbulo del edificio. 

El suelo estaba tapado con una alfombra polvorienta que mucho tiempo atrás había sido de color rojo, y una impresionante escalinata, deteriorada por el paso de los años y la falta de mantenimiento, conducía a los pisos superiores. 

Poco a poco, los ojos de los tres adolescentes se fueron acostumbrando a la penumbra, Pese a ello, a cada instante tenían la impresión de atisbar movimientos en las sombras. 

En ese preciso instante, un reflejo en lo alto de las escaleras los sobresaltó e hizo que sus corazones comenzasen a latir desbocados. 

- ¿Qué ha sido eso?- susurró  Julián, aterrorizado. 

Ninguno de los otros dos le contestó; no tuvieron tiempo, porque una extraña voz se les adelantó. 

-¿Quiéeeen oosa allanaaaar mi castiillooo?- siseó la misteriosa voz. 

- ¡Vámonos, no pienso quedarme aquí ni un segundo más!

- Noo seáis tímidosss... Acercaos...- se continuó oyendo. Como movidos por un resorte, los tres amigos obedecieron a la penetrante voz. Acortaron la distancia con la escalera y comenzaron a subir un peldaño tras otro. Al llegar al punto más alto, se encontraron a un hombre totalmente diferente a quien habían imaginado viviendo en un castillo maldito del corazón de Transilvania. Llevaba un atuendo de laboratorio, y poseía un cuerpo con un aspecto de lo más frágil. Un par de profundas arrugas atravesaban su rostro, y , gracias a los pálidos rayos de luz de luna que se filtraban por una ventana, Nayeli, Julián y Álex pudieron observar unos ojos de un gris apagado protegidos por unas gafas anticuadas y que proyectaban una mirada intimidante. 

- Nosotros...ejem, en fin...- comenzó Julián. 

- Hemos venido para descubrir la verdad sobre el castillo de Drácula- afirmó la chica. - TODA la verdad. 

El hombre de la extraña voz que habían oído mostró una terrible sonrisa. 

- Seguidme- dijo. - Os lo mostraré todo. 

Entonces, el haz de luz de un rayo iluminó la terrorífica expresión que reflejaba su cara, y, solo unos segundos después, tras el resonar de un trueno, la lluvia comenzó a caer con fuerza en el exterior. El científico giró sobre sus talones y siguió un pasillo que partía hacia el lado derecho. Los tres amigos intercambiaron una mirada, intrigados, e imitaron al hombre. 

Este avanzó y avanzó, conduciéndolos a través de las entrañas del castillo, dejando a ambos lados infinidad de puertas de madera o metálicas. Las paredes  del edificio estaban desconchadas y cubiertas de cientos de telarañas. 

Al fin, el señor se detuvo, lanzó una mirada a sus visitantes y entró en una estancia, invitándoles a hacer lo mismo. 

En cuanto estuvieron todos en el interior, el científico presionó un interruptor que hizo que se encendiese un foco. La luz parpadeó durante unos segundos antes de estabilizarse. 

- Os contaré la verdadera historia sobre Drácula- comenzó repentinamente el hombre. - Siglos atrás, este castillo estaba habitado por un matrimonio. los Moreçsti. Eran muy conocidos y apreciados en las aldeas de los alrededores, por eso su muerte fue lamentada por todos. 

"Pasó un tiempo, y, al fin, el edificio fue vendido. La gente, curiosa, acudió aquí el día en el que llegó el nuevo dueño. Y fue a partir de entonces cuando comenzaron a aparecer las historias".

"El aspecto del comprador, que era delgado, de rostro demacrado y vestía oscura, hizo volar la imaginación de las personas. Pronto los rumores se extendieron por todo el país, e incluso más allá. Alguna gente creía que Kasher, pues ese era el nombre al que respondía, había tenido algo que ver con la muerte en misteriosas circunstancias que habían sufrido los Moreçsti, pero todos estaban de acuerdo en algo: el hombre era un vampiro".

El científico se detuvo durante un instante para recuperar el aliento.

- Ciertamente, las posibilidades de que esa teoría sea veraz son remotas, pero el caso es que, dado que nadie se relacionaba con Kasher, no se sabe a ciencia cierta lo que finalmente le ocurrió. Puede que esté aquí enterrado, bajo nuestros pies, o en cualquier otro rincón del castillo. O en un...ataúd. 

- Bueno, y...esto...¿qué es lo que hace usted aquí?- preguntó Nayeli. 

- Investigar- respondió simplemente el hombre. Pero luego continuó hablando:-Llevo años ocultándome aquí, años trabajando en indagaciones, experimentos e invenciones de todo tipo. Todo para evitar ser descubierto. Aunque, al parecer, mi refugio ya no es secreto. 

Pronunció estás últimas palabras con una curiosa expresión grabada en su rostro.
- Lo siento, chicos, fue bueno mientras duró, pero debo hacer que os vayáis de aquí.
- No, s- si no nosotros ya nos marchábamos...- contestó Álex, retrocediendo en dirección a la puerta. Pero el científico le cortó el paso.
- No es eso en lo que estaba pensando...¡A partir de ahora haréis lo que os diga!

Dicho esto, extrajo una pequeña arma de su bata de laboratorio, para horror de los tres amigos.
- ¡Meteos ahí ahora mismo!- vociferó, apuntándoles  con el cañón y con un dedo colocado sobre el gatillo, al tiempo que les señalaba una especie de cápsula de gran tamaño situada en una esquina de la estancia.

Julián, Nayeli y Álex, pálidos por el pánico, hicieron lo que el hombre les dijo. Una vez que estuvieron dentro, el científico cerró la compuerta de la cápsula y manipuló unos manos situados junto a ella. A través del cristal les dedicó a los tres adolescentes una terrorífica sonrisa, y dijo:
- ¡Quizá os encontréis a Bram Stoker merodeando por la zona! ¡Hasta nunca!

Los tres notaron una sacudida, y sintieron también una extraña sensación en el estómago. Un estallido de luz los cegó, y les obligó a cerrar los ojos con fuerza.

Cuando los abrieron de nuevo y miraron a través del cristal de la máquina, superion de inmediato que no se encontraban en el mismo lugar que antes. La construcción que podían ver a través de la compuerta era casi idéntica al castillo que acababan de abandonar, pero tenían la impresión de haber retocedidot en el tiempo.

Fue entonces cuando lo comprendieron todo. " Quizá os encontréis a Bram Stoker merondeando por la zona..."

A eso se refería el científico. Sin poder creerlo, los tres compañeros echaron de nuevo un vistazo al exterior. Ya no estaban en su época. Habían retrocedido hasta el siglo XIX.

En ese mismo instante, el aullido de un lobo resonó en la noche.

FIN

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