Todo esta borroso, la mujer con el rostro fino y delicado; ya había despertado, pero tenía la vista borrosa y no tenía claro donde estaba, sólo veía un asiento marrón de dos puestos junto a su cama. Eran las diez en punto según el enorme reloj blanco que se encontraba justo enfrente.

La puerta azul marino de plástico duro se abrió, y de ella salió un hombre vestido de doctor «Esperen un momento» pensó la mujer castaña de unos enormes ojos pardos, la mujer según se decía era muy hermosa pero en esos momento se encontraba llena de vendas y yesos.

La mujer viró la cabeza a su izquierda y vio una máquina que medía su pulso cardíaco y de su lado derecho habían sueros conectados a sus venas; la mujer blanca de treinta años notó que el doctor se iba, era como si ella no existiera para nada. La mujer se dio cuenta de que estaba en un hospital y con todas sus fuerzas intentó levantarse pero no podía, intentó tantas veces que se cansó y del cansancio se quedó dormida.

Eran las 10:30 de la mañana y el doctor Antonio Rivas seguía leyendo la carpeta con el estado clínico de los pacientes. La cara de Antonio cambió drásticamente de una cara sería de lectura a una cara de preocupación. Sabía que un golpe en esa parte del cerebro era extremadamente grave y lo peor es que el paciente había consumido varias sustancias estupefacientes, de hecho por la cantidad parecía...

No creo que alguien sea tan estúpido— le dijo Antonio a la enfermera —No te creas, he visto tantos estúpidos aquí— le respondió la enfermera —pero algunos solo tienen miedo de enfrentar sus problemas, se sienten abandonados en el mundo. La mujer que tenía una nariz desagradable y una marca de belleza cerca del pómulo izquierdo, siguió escribiendo en la vieja computadora del hospital, Antonio se terminó su café latte que se lo había preparado su novia Julia, llevaban tres años de relación y vivían juntos.

Julia era de estatura pequeña, cintura de avispa, cabello marrón; aunque en realidad su cabello es negro, pero se lo pinta para verse más bronceada. Su piel es blanca como la leche, y sus ojos son de color café casi negro; su mirada es dulce, tu puedes sentir como ella te ama solo con esa dulzura en los ojos.

Julia le había ocultado un secreto, se veía con una mujer... —tengo que concentrarme— se gritó a sí mismo en voz baja. Antonio quería a Julia, pero no lo suficiente para perdonarle el engaño, así que cuando termine su turno él la botará del departamento a la calle, porque el que paga el arriendo, es él.

La joven se levantó después de haber dormido un rato, cuando se levantó la enfermera le estaba poniendo un líquido transparente con una jeringa, la joven no entendía que significaba todo lo que estaba pasando. Ella intento hablar pero la enfermera cuando la vio despierta fue corriendo a donde estaba el doctor. Ella ahora despierta y solo estaba aún más confundida.

La enfermera llego corriendo hasta donde estaba el doctor Antonio —doctor Antonio, doctor Antonio, su paciente ha regresado del coma— Antonio escuchó a lo lejos que la enfermera gritaba que Zafira se había levantado del coma «pero es imposible, las contusiones en el cerebro son graves y peor las que tenía Zafira» —llama a todos los que dejaron sus teléfonos— la enfermera asintió agitada y otra vez corrió desesperada.

Flashback

Una niña castaña de ocho años corría alegremente por un enorme jardín junto a dos niños de su misma edad: el niño de grandes ojos verdes cabello igual de castaño que la niña; lo tres niños de una misma tez caucásica, pero la segunda niña era rubia y sus cabellos brillaban como el oro, tenía unos ojos celestes llenos de pureza y alegría mientras que los otros niños tenían una cierta maldad en sus ojos, esa diablura de niños traviesos.

¡Clara!— grita Zafira —la niña rubia se detiene junto a un enorme árbol de manzanas que estaba cargado de frutos pero aún no estaban listos, Clara gira la cabeza hacia donde se encuentra la niña castaña y camina lentamente hacia la muchacha castaña, Clara sabía lo que estaba pasando.

Simplemente Zafira ya no quería jugar a las carreras por que estaba cansada o por que había perdido muchas veces seguidas. Felipe era un niño coqueto que siempre pasaba el día con las dos niñas jugando a ser su esposo.

Algún día cuando seamos grandes y nos podamos casar, yo escogeré entre las dos a la más bonita y nos casaremos—  decía mientras jugaban al té.

Clara le encantaba jugar al té porque de esa manera nadie perdía y si nadie perdía, a ella no le gritaban. Porque cada vez que Zafira perdía se ponía a llorar y empezaba a gritarle a Clara, luego Zafira corría a donde estaban sus padres y estos le decían algo en secreto a los padres de Clara y Ellos le decían a Clara —Cariño no le hagas caso sabes bien que Zafira es muy sensible— la abrazaba su madre. — ¿Sabes qué?—  le decía su padre —te cambiaremos de escuela, lejos de Zafira pero nosotros igual tendremos que venir por que Samuel y Adela, son nuestros socios.

Clara corrió hasta donde estaba Zafira y le dijo que lo sentía, que sentía haberla hecho perder, la cara de Zafira pasó de enojo a pánico nunca había visto llorar a Clara y tenía miedo de que los padres de ambas se vuelvan a pelear por su culpa. —Ya no llores Clara— le gritó Zafira —¡ya para! ¡ya para!— siguió gritando Zafira, Felipe corrió hacia donde estaba Clara y la abrazo con todas sus fuerzas.

Prometo que jugáremos al té si dejas de llorar— le dijo al oído Felipe. Aunque ni a Zafira ni a Felipe les gustaba jugar al té, ambos lo hacían por que los dos querían muchísimo a Clara. Zafira y Felipe tenían una devoción especial hacia Clara. Era lo más cercano que tenían hacia una hermana, ya que ambos eran hijos únicos, al igual que Clara. Pero ninguno se lo demostraba, siempre la molestaban pero aparentemente a Clara no le importaba.