03. ¿Takeomi? Takeomi se puede joder
Aquella tarde el clima estaba sorprendentemente lindo a pesar de la tormenta de la noche anterior. Los niños corrían a los puestos de helados y las chicas usaban vestidos lindos que refrescaban sus cuerpos del agobiante sol.
Mientras todos halagaban al cielo azul, Takeomi maldecía al puto calentamiento global que los hacía tener días tan contradictorios como esos.
— Disfruta la tarde, hombre, pareces un anciano molesto con la vida —lo molesto Shinichiro, sentado en los escalones del templo donde se verían con los demás.
— El calor es asqueroso, ¿por qué no nos reuniste en la tienda o en tu casa?
— Porque quería que mis amargados amigos salieran a tomar el sol.
El mayor rodó los ojos y vio a lo lejos la moto de Benkei detenerse con dos personas a bordo.
— ¡Al fin llegan!
— Lo siento; Benkei se ofreció a traerme después del trabajo y me espero hasta que saliera.
— ¿Tu moto sigue descompuesta?
— Si, pero esta semana la volveré a tener como nueva.
— Sigo ofendido de que no me dejarás repararla —se quejó Shinichiro, con un puchero de falsa molestia.
— Estoy seguro de que le encontrarías mil defectos y mi moto terminaría desarmada por una simple fuga de aceite; además, tu nunca nos cobras las reparaciones, ¿como pretendes que ayudemos a tu economía si no nos pides ni un solo centavo?
— ¿No te estabas quejando ayer que no te pagaba por reparar la Roger?
— Bueno, es diferente.
— Chicos, hablaremos de las asqueorsas finanzas de Shinichiro en otra ocasión, ahora tenemos cosas más importantes que discutir.
— ¡Oye!
— Seamos honestos, Shin, eres pésimo administrando dinero.
El pelinegro buscó apoyo en Benkei pero este solo asintió con la cabeza de acuerdo con Takeomi.
— ¡Ustedes son unos mentirosos! ¡Soy muy bueno administrando mi dinero!
— Compraste un disfraz de elfo para tu perro y no tienes perro, ¿a eso le llamas buena administración?
— ¡No ayudes Benkei!
— Vamos, el disfraz no fue tan malo —intervino Wakasa, ganándose una mirada de esperanza del mayor— Las cortinas de gominolas fueron la verdadera basura.
— ¡Waka!
— Mierda, casi las olvido. —recordó Takeomi, sonriendo por el recuerdo de aquella estupidez pasada.
— Nos obligó a ayudarlo a limpiar todo después de que las gominolas se derritieran con el sol. —rememoró Benkei, guardándole aún rencor al recuerdo.
Shinichiro siguió intentando hacerles creer que no siempre gastaba el dinero en cosas innecesarias o inútiles, pero sus amigos tenían un montón de historias que demostraban lo contrario.
— Bien, para demostrarles que puedo ser un humano muy administrativo, no gastare ni un peso este mes.
— Ese no es el punto, Shin; debes ahorrarlo y gastarlo en algo que verdaderamente quieras o sea importante, no en rocas mascotas.
— ¡Sonaba como una buena idea!
— La perdió en la primera semana.
— Y luego compro otra.
— Y Mikey se la comió.
— ¡Está bien, ahorraré por todo un mes! Nada de compras impulsivas o dinero desperdiciado.
— Si no lo logras deberás pagarnos mil yenes a cada uno.
— ¿Y eso en que ayudara a mi economía?
— En nada, pero en la nuestra si.
Shinichiro pareció meditarlo unos segundos, deteniéndose a verlos por unos segundos a cada uno -deteniéndoselo más de lo debido en Wakasa- y luego estrechando su mano con la de Takeomi para cerrar el trato.
— ¡Quedarán como tontos todos ustedes!
— Eso esperamos.
— Oigan... no quiero interrumpir, pero llevamos treinta minutos hablando de la mala administración de Shinichiro; mi descanso casi termina y debo volver a la cafetería, ¿podrían discutir el tema por el que estamos realmente aquí?
— ¡Cierto! El tema importante... —todos dejaron de lado el tema anterior y se centraron en su líder— Se me olvidó lo que tenía que decirles.
— ¡No jodas!
— ¡Fue su culpa por cambiar de tema!
— ¡Yo no tengo la culpa de que solo la mitad de tu cerebro funcione!
— ¡Y yo no tengo la culpa de que...!
La discusión entre Sano y Takeomi continuó, ganándose la mirada confundía de varios niños que pasaban por ahí con sus conos de helado y sus papelotes, y la mirada indiferente de Benkei y Wakasa.
— ¿No se detendrán, verdad?
— Por supuesto que no.
Wakasa suspiro y el mayor le hizo una seña para que volvieran a la moto.
— Te llévate de regreso a tu trabajo y le dire a Shinichiro que te avise de lo que hablamos después.
— Gracias, eres el único buen amigo en este grupo de idiotas.
— ¿No te llevabas mejor con Takeomi?
— ¿Takeomi? Takeomi se puede joder —y para comprobar su punto, se giró y le gritó— ¡Takeomi, jodete!
— ¡Y yo no tengo la culpa de-! ¿Eh? ¡Jodete tu, Waka! —le gritó de vuelta, interrumpiendo su discusión con el pelinegro para responderle— Como te decía, animal ponzoñoso, yo no tengo la culpa...
Con una sonrisa divertida y sin saber como carajos terminó con un grupo de amigos tan conflictivos, Benkei emprendió el viaje al trabajo de Wakasa, sabiendo que con ese grupo de idiotas la diversión nunca faltaba.
Imaushi se dejó caer en el sofá de su casa, suspirando por el pesado día que había tenido y mirando el reloj que marcaba media noche en la pared.
Había cumplido sus dos turnos en la cafetería, había limpiado el lugar y echo el corte de dinero de ese día, también había pasado al supermercado a hacer las compras de la semana y había asistido a su cita de juegos con Senju.
Estaba agotado, quería ir a su cama y dormir hasta el día siguiente, pero su vacío estómago le recordaba que aún debía cenar y ducharse antes de dormir.
Por un minuto, se planteó la idea de no hacer ninguna de las dos cosas y dormirse en el sofá, pero la idea fue completamente descartada cuando el timbre de su departamento resonó por el lugar.
Maldijo al vecino que fuera a molestarlo a esas horas, pero al mirar por el visor de la puerta y encontrarse a Shinichiro-el hombre de sus sueños-Sano se maldijo a sí mismo por lucir tan deprimente.
Intento arreglar un poco su ropa, acomodar su cabello y hasta convencerse a sí mismo de que las ojeras no se le notaban tanto, pero cuando el resultado fue el mismo y el timbre sonó por segunda vez se rindió y abrió resignado.
— ¡Hola Waka!
— A ti no te enseñaron los horarios de visita, ¿verdad?
— Wow, que destruído te vez.
Le cerró la puerta en la cara y se fue a tirar al sofá.
Shinichiro no se molesto en tocar esta vez, simplemente paso, se quito los zapatos y caminó por el departamento como sin este fuera suyo.
Casi nunca iban al departamento de Wakasa; no porque no fueran bienvenidos o porque estuviera en malas condiciones, de hecho, era muy lindo y ordenado; sin embargo, era un lugar vacío.
Se intentaba excusar el vacío del lugar con la decoración blanca y minimalista, pero la realidad era que todo el que estuviera ahí notaría que ese departamento no era un verdadero hogar; era casi como sacado de una revista de inmuebles, como una escena fríamente preparada y sin nada que gritara "¡Hey, aquí vive Wakasa Imaushi!"
A decir verdad, a todos le parecía un lugar muy frío y poco acogedor para pasar el rato, incluso al mismo Wakasa, por eso su departamento era el menos visitado.
— ¿Acabas de llegar?
— Si, volví a tomar el turno de la noche en la cafetería.
— Por eso te vez tan deprimente.
— No ayudas.
— Perdón, no lo digo del mal modo.
— ¿Hay un buen modo?
— Volvamos a empezar. ¿Acabas de llegar?
Wakasa rió, — Ya se porque las mujeres te rechazan. Eres pésimo entablando una conversación.
— Tu tampoco eres el mejor, Waka.
— Con la diferencia de que yo no ando babeando detrás de cada alma que pase frente a mis ojos.
— ¿Entonces por quien si babeas?
Rápidamente las mejillas del menor se cubrieron de rosa, abriendo los ojos sorprendidos por la pregunta y arrojándole una almohada al mayor por su imprudencia.
— ¡Esas cosas no se preguntan, tonto!
Shinichiro rió y Wakasa se avergonzó más al escuchar un murmurado "Ya me imagino la razón"
— A todo esto, ¿qué haces invadiendo mi casa?
— Benkei me dijo que tenía que avisarte lo que hablamos en la tarde con los demás porque tuviste que volver al trabajo.
— Pudiste llamarme.
— Si, pero no hubiera sido tan divertido.
— Eres un molesto, solo vienes a hacerme enfadar.
— Vamos, Waka, platiquemos un poco, hace mucho que tú y yo no tenemos una conversación a solas.
— ¿Y la otra noche?
— Treinta minutos bajo la lluvia intentando convencerte de que me dejarás llevarte a la tienda no es una conversación.
— Para mí lo fue.
Sano rodó los ojos pero no dejó de sonreír. Wakasa recordó lo terco que ese hombre podía llegar a ser.
— Ve a ducharte mientras yo preparo la cena, estoy seguro de que no has comido nada en varias horas. No pienso irme de aquí sin tener una noche de chicos contigo.
— Eso sonó horrible.
— Lo se —le guiño el ojo, comenzando a caminar hacia la cocina—. Anda ve, no te hagas del rogar.
— Idiota —y aunque lo insulto y se cruzó de brazos, terminó obedeciéndolo y se fue a su habitación a tomar una ducha rápida.
La vida no parecía ser tan deprimente con un Shinichiro Sano en el repertorio de personajes.
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