01. ¿Te quedaste atrapado, pequeño jaguar?
Mal día, mala semana o mal mes. No sabe como definirlo, pero sabe que la vida parece una completa mierda en ese mismo instante.
Después del incidente con Shinichiro, él y el capitán se habían ignorando mutuamente, fingiendo estar muy ocupados como para reunirse junto a sus amigos o entablar una conversación normal para aclarar las cosas.
No le había contado nada a Takeomi, porque sabía que el hombre le reclamaría primero por no cerrar la puerta con pestillo y luego iría a romperle la cara a Shinichiro por no saber tocar antes de entrar.
Se había limitado los últimos días a inventar excusas para no ver al idiota con él que antes se la pasaba pegado y a trabajar horas extras en su empleo en la cafetería local porque la renta de su departamento había subido.
Ahora se encontraba afuera del mismo local, con la lluvia empapando las calles y la piel erizándose bajo la delgada camisa que llevaba puesta.
Había aceptado quedarse en el último turno de la cafetería porque representaba un ascenso significativo en su sueldo, aunque eso implicará encargarse de cerrar, hacer el corte de dinero y limpiar el lugar; lo cual no le molestaría en absuelto sino fuera porque el mal clima de Japón empeoraba por las noches, cuando la lluvia comenzaba a mojar todo por su camino.
Takeomi no le respondía el celular, los taxis parecían haberse esfumado y para volver a entrar a la cálida cafetería debía de desactivar las mil alarmas que con mucho esfuerzo había activado.
El universo parecía estarlo haciendo a propósito.
De hecho, parecía que el universo le estaba jugando una muy mala broma.
— No jodas... —murmuró, viendo como una motocicleta se detenía justó frente a él.
Una motocicleta muy conocida, para su gusto.
— ¿Wakasa?
— ¡Shinichiro! Que sorpresa.
— ¿Que haces ahí?
— ¿Yo? —"tomando el sol, idiota" pensó, sin atreverse a decirlo en voz alta.— ¿Que haces tú aquí? ¡Está lloviendo, no puedes andar en moto mojándote por donde quiera. Te enfermaras!
— Mira quien lo dice —le sonrió, como si no estuviera en medio de la lluvia empapándose más de lo que ya estaba— ¿Te quedaste atrapado, pequeño jaguar?
Imaushi chasqueó la lengua y Shinichiro rió. Nada entre ellos parecía haber cambiado.
— Deja de joder, Sano.
— Vamos, ven conmigo; nos refugiaremos en la tienda.
— ¿Quieres que me vaya en moto bajo la lluvia después de mantenerme seco por una hora?
— ¿Has estado ahí parado por una hora?
— No llevó la cuenta.
— Vamos, Waka, te mojaras más si regresas caminando a tu apartamento. Esto no parece tener intenciones de parar.
Wakasa lo dudo un poco, notando que el cielo seguía oscuro y tormentoso. Shinichiro tenía un buen argumento, además de que seguía estacionado bajo la lluvia y no parecía estar dispuesto a irse sin él albino.
Aceptando su propia derrota, Imaushi caminó hacia el mayor, deteniéndose en seco antes de salir de su refugio seco y recordando un par de detalles importantes.
Primero, su incidente con Shinichiro la semana pasada; y segundo, la camisa blanca que no iba a dejar mucho para la imaginación si se mojaba.
Definitivamente no. No pensaba "exponerse" otra vez a su jefe ni mucho menos arriesgarse a vivir otro momento incomodo.
No importa si la lluvia no paraba hasta la madrugada; prefería quedarse seco y seguro abajo del pequeño techo de la cafetería.
Y lejos de los ojos de Shinichiro.
— Me quedó aquí —aseguró, retrocediendo en sus pasos— Tu regresa a casa, en serio te enfermaras.
— ¿Y crees que te voy a dejar aquí?
— He sobrevivido a cosas peores, Sano.
— Felicidades, no me importa. Sube a la moto, Waka.
— Shin, en serio no.
— ¿Me vas a obligar a obligarte?
— Te pateare la cara antes de que lo intentes.
— Si ese es el riesgo que debo tomar para que me dejes llevarte a un lugar más seguro, entonces está bien.
Wakasa tembló cuando vio a Shinichiro bajar de la moto y acercarse lentamente hacia el. Retrocedió hasta ya no poder hacerlo y lo insulto mientras le advertía que se alejara.
Más que una amenaza, para el pelinegro parecía un juego, pues no dejaba de sonreír y acorralarlo como una presa.
— ¡Aléjate, animal!
— ¿Tengo que cargarte?
— ¡En serio te pateare el trasero!
— Inténtalo, Waka.
— ¡No estoy bromeando!
— Lo que tú digas.
De alguna forma, Shinichiro logró arrastrarlo hasta estar al borde de la línea que dividía el techo seco y seguro de la cafetería y la calle empapada por la lluvia torrencial.
— ¡Shin, espera, en verdad espera!
— ¡Es agua, Waka, no te pasará nada!
— ¡Si, si pasara, en serio espera!
Al darse cuenta que su amigo no estaba bromeando y en serio parecía estar a punto de tener un ataque de pánico ante la situación, el mayor dejó de jugar.
— Oye, entiendo tu intención de ayudarme pero, en serio no quiero mojarme. No se si lo has notado pero no tengo más ropa y no quiero... mojarme la camiseta.
Al fin, las neuronas de Shinichiro parecieron entender a lo que se refería y se encargaron de codificar el mensaje y hacérselo llegar al idiota para que se dejara de comportar como un cretino con buenas intenciones.
Aún con el cuerpo empapado y el frío calándole los huesos, el mayor se permitió sonrojarse por no notar antes ese peligroso detalle; además de recordar inconscientemente el incidente de la semana pasada.
Ahora ambos parecían compartir los mismos pensamientos y estar en el mismo canal. La atmósfera entre los dos había cambiado notablemente, pero aunque no se sentía del todo malo o incómodo, si se sentía agobiante.
Wakasa estaba seguro de que Shinichiro había preferido enterrar el tema y fingir que ese minuto donde su secreto le fue revelado nunca sucedió. Creía que el mayor había elegido seguir adelante normalmente sin volver a recordar el suceso ni hablar de ello; por eso, se quedaba tan callado ante el recordatorio de ese día.
Por otro lado, mientras Imaushi tenía una pelea mental consigo mismo, el mayor de los hermano Sano se maldecía repetidas veces por ser un idiota.
Idiota por salir en moto. Idiota por no preguntarle Wakasa si había un problema real con la lluvia. Idiota por ponerlo incómodo y definitivamente idiota por casi obligarlo a exponerse nuevamente ante el.
Idiota, idiota, idiota, idiota.
— Mira... no debes portarte bien conmigo... le hablaré a Takeomi y le pediré que venga por mi. Tu puedes regresar a la tienda, yo no le dire que estuviste aquí.
— ¿Eh? ¡Espera! ¿Sigues pensando que te dejaré?
— ¿No lo harás?
— Bueno, estoy pensando si te quedará el suéter de dinosaurios de Mikey. Dejó uno la semana pasada en mi tienda.
— ¡No me pondré la ropa de tu hermano!
— Solo era una opción. —sonrió, haciéndole una seña con la cabeza hacia la motocicleta—. Vamos, seguro encontraremos algo mejor, hay una caja llena de ropa que dejamos los chicos y yo algunas veces.
— Pero...
— Solo serán unas cuantas gotas, te cambiarás cuando llegues.
— No me molestaría esperar otra hora a que se detenga la lluvia.
— Bien, entonces esperaré contigo —camino hasta Imaushi y se paro a su lado, viendo su motocicleta empaparse y la lluvia -sin intenciones de parar- mojar todo a su camino.
— No, tu definitivamente te enfermarás. Regresa y cámbiate.
— Entonces regresemos.
— ¡Que no, Shinichiro!
— ¡Que si, Wakasa! —trató de imitarlo, pero su risa le llevó la contraria.— Vamos, Waka, no pasará nada. Te lo prometo.
— Pero-
— Nada, absolutamente nada. Te llevare a la tienda, te cambiarás y esperaremos a que la lluvia termine mientras te obligo a que me ayudes a reparar una Roger sin pagarte ni un centavo .
— Que lindo.
— Lo se —le guiño el ojo, saliendo nuevamente a la lluvia y extendiéndole el brazo sin borrar su estupida y confiada sonrisa.
Si alguien sabía como derribar todas las a barreras de Wakasa Imaushi ese era el mismo idiota que obtendría un buen resfriado por su terquedad.
El menor suspiro, sabiendo que se había vuelto a rendir ante Shinichiro Sano y ya no podía hacer nada para evitarlo.
Tomó la mano que le extendía y salió por fin de la lluvia, sintiendo las gotas chocar primero con su cabello y luego con todo su cuerpo, mojando su ropa y pegándola a su cuerpo.
— ¡Ven, sube rápido! —sin soltarse las mano, ambos corrieron a la moto, subiéndose a ella y saliendo a toda velocidad.
Las gotas los empapaban, el agua que las llantas de la motocicleta impulsaba en su camino también llegaba hasta ellos y Wakasa tampoco había sido muy listo al abrazar por detrás a Shinichiro y mojarse aún más con la ropa húmeda de su amigo.
Comenzaba a cuestionarse seriamente sus decisiones de vida.
— ¡Detente, detente, detente! —le dijo, al ver el letrero de S&S brillar en la soledad de las calles. No tardo en sentir la risa de Shinichiro vibrar por su espalda.
— ¡Estamos como a diez metros, Waka!
— ¡Pues acelera!
Otra vez, Shinichiro volvió a reír pero le hizo caso y en cuestión de segundos ya estaban delante del local.
— ¿Que haces, idiota? —preguntó el albino. Apenas habían llegado a su destino Wakasa había saltado de la moto a refugiarse bajo el techo seguro, pero al contrario de él, Shinichiro no se movió, solo se quedó observando las nubes con ojos serenos sin mover ni un solo dedo.
— Nada.
— Baja de ahí y ven a secarte.
— Hazlo tu primero.
— ¿Qué?
— Ve a cambiarte. Cuando estés listo yo pasaré.
Wakasa culpó del sonrojo en sus mejillas al clima frío, porque jamás aceptaría que el dueño fue Shinichiro.
El idiota en verdad era una buena persona sin siquiera intentarlo.
Un caballero, diría su madre. Un idiota sentimental, diría Takeomi.
— Gracias... —murmuró, sin quedarse a averiguar la respuesta y pasando rápidamente a la tienda.
Su camisas blancas ahora era casi traslúcida y se pegaba incómodamente a su piel. Sus zapatos y pantalón tampoco estaban en el mejor estado, pero de ellos podía encargarse luego.
Busco la caja donde recordaba haberla visto la última vez y después de revolver entre todo el contenido terminó por tomar un pantalón de lana gris y una camisa lo suficientemente grande para tapar todas sus inseguridades.
Se cambió rápido, tardándose apenas un par de minutos y saliendo a avisarle a Shinichiro que podía pasar en cuanto terminó.
Dejó que el mayor se fuera a cambiar al mismo lugar que él mientras se secaba el cabello y observaba la lluvia a través del cristal de la tienda; no entendía porque esa tormenta le parecía tan desagradable y a la vez tan reconfortante como ninguna otra, pero no se detuvo a pensarlo demasiado porque seguramente el frío ya le había congelado las neuronas.
— ¿Estas bien? —le preguntó Sano, saliendo del almacén ya seco y cambiado.
— Si, gracias, ¿y tú?
— También. ¿Quieres que le hable a Tekeomi? La otra vez te estabas cambiando en su casa, tal vez dejaste algo de... ropa.
Por la forma en que sus palabras disminuyeron de velocidad, ambos se percataron que otra vez, el maldito recuerdo estaba ahí.
— Sobre eso...
— ¿Quieres hablar de eso?
— ¿Tu quieres?
— Puedo vivir sin una explicación, Waka. Con lo que no puedo vivir es con obligarte a hacer algo que tu no quieras. —aseguró, sin señales de estar enojado o bromeando—. Si no quieres hablar entonces no lo hagas; es algo que te pertenece a ti y nadie más puede decidir.
— No se supone que seas tan lindo cuando descubres algo así...
— ¿Podrías repetir lo que dijiste? Solo escuche la parte de "lindo"
Wakasa se sonrojó y el arrojo la toalla. Shinichiro se rió y la arrojó de vuelta.
— Tonto, se más discreto.
— ¿Cuando pase de ser "lindo" a ser "tonto"?
— Pasarás de ser tonto a ser idiota si no te callas.
— Como sea, no te sorprendas que las personas sean "lindas" cuando de verdad te conozcan; te lo mereces, Waka. No todo el mundo es malo
— Podría dudar seriamente de esa afirmación.
— Entonces, ¿quieres hablar de ello?
— A decir verdad no.
— Bien, entonces pásame la llave de radios y la cadena que deje sobre el mostrador. No era broma con lo de obligarte a ayudarme.
— ¿Me pagarás?
— Ni un centavo.
Wakasa sonrió y fue por las cosas mientras Shinichiro volvía a la motocicleta abandona en un rincón.
Las cosas entre ellos no parecían estar en intenciones de cambiar.
De hecho, Wakasa podría estar teniendo un mal día, una mala semana o un mal mes, pero Shinichiro siempre aparecería como un príncipe de cuentos de hadas con su motocicleta y su sonrisa confiada.
Pero Wakasa ya había pasado por esto y sabía que el encanto duraría un par de semanas antes de que todo se derrumbara.
Debería hablar con alguien.
— Arregla esto tu solo, me niego a ser explotado —le dijo como excusa, después de media hora de estar ambos jugando con la motocicleta.
— ¿Eh? ¿A donde vas?
— Necesito hacer una llamada.
Shinichiro asintió sin preguntar nada más y Imaushi se fue al almacén actuando pacíficamente, antes de cerrar la puerta detrás de él y derrumbarse en el piso con el teléfono en la mano.
— Vamos Takeomi, contesta.
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