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💘PRÓLOGO & EPÍGRAFE💘

"Andábamos sin buscarnos
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos."

Dieron las 00:00. Sonreí. Había llegado el día. Al fin, después de años esperando el momento.

Me sentí libre. El mar era algo que me ayudaba a sentirme liberada, feliz, apartada de los problemas y de las preocupaciones. Inspiré aire fresco y me llené los pulmones de sueños por cumplir.

Dejé de remar para tumbarme en la pequeña barca que alquilaba cada poco. El dueño ya me conocía muy bien y me dejaba cogerla sin problemas. Sabía que luego pagaría lo que le debía, aunque a veces no me dejara hacerlo. Él conocía mi afición de estar en mitad del océano y mirar las estrellas, sin pensar en nada, dejando que todos los problemas se los llevara por un rato la marea.

Cerré los ojos para respirar el aire salado y concentrarme en él. Si pudiera, me haría una casa en el mar: un barco para mí sola, aunque, con lo viajero que era Daniel, el caballero andante de la casa y mi odioso pero, a la vez, amado compañero de sangre, seguro que me acompañaba a viajar por los mares. No me importaba, él era bienvenido, a pesar de las veces que quisiera matarlo.

Eso era amor de hermanos.

Mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo, haciéndome rodar los ojos. La tranquilidad se terminó. Lo cogí sin abrir siquiera los ojos y acepté la llamada automáticamente. Llevaba tantos años con ese móvil que casi podía decir que sabía cuándo contestar y cuándo no, por instinto. En realidad era porque había puesto a cada persona un tono diferente que lo distinguía.

—¿Sí?

—¡Hermanita! Feliz cumpleaños. ¡¡Ya eres mayor de edad!!

—Gracias, tonto.

—¡Oye! Tiene la línea ocupada, ¿quién ha llamado antes? —oí por detrás.

—¡Te he ganado, mamá! —gritó mi hermano sin separarse del móvil, haciendo que tuviera que separarlo de mi tímpano si no quería quedarme sin él—. ¿Vuelves a estar en el mar? Tienen ganas de verte.

—Solo han pasado dos horas desde que me fui. Iré pronto, pero solo porque es una ocasión especial. ¿Sabes algo sobre Aisha? Dijo que pronto nos veríamos y no ha dado señales de vida desde que se fue hace tres días a California.

—Te llamará pronto, ya lo verás. No te ocupo más la línea, ven a casa y sopla las velas. Se suponía que no tenía que decírtelo, pero, si no vienes en menos de quince minutos, la tarta desaparecerá.

Me incorporé con pocas ganas de volver a la realidad y comencé a remar hacia la costa. Dejé la barca atada en el pequeño puerto donde estaban las demás y subí a la tablilla. Despedí la pequeña embarcación con una mirada que significaba: "Pronto nos volveremos a ver, pequeña" y fui a la caseta de alquiler para dar lo que debía por esas dos horas.

Estaba la luz encendida. Quizá Roger estuviera dentro, aunque a esas horas era poco común. Solía cerrar sobre las once de la noche, aunque dependía mucho del día y los clientes que tenía. Cogí mis zapatos para andar descalza por la arena y agarré el móvil al ver otra llamada entrante. Era Clary. Lo puse en altavoz para no tener que sujetarlo en la oreja y que me destrozara el tímpano, otra vez. Había aprendido la lección gracias a todos los anteriores cumpleaños. Todos y cada uno de ellos.

—¡Mi querida prima! ¡¡Felicidades!! ¿Cómo te sientes con dieciocho años? Seguro que ahora no se siente nada, pero tienes que sentirlo, hay que disfrutarlos antes de que se esfumen. Cuando llegues a los veintiuno como yo, me comprenderás. Hazme caso.

Reí a carcajadas. Todos los años decía lo mismo, pero cambiando mi edad y la suya. Solo nos llevábamos tres años, pero parecía que no fuera ninguno. Tenía la ilusión de una niña de cinco años cuando le regalaban un juguete nuevo. Además, siempre me agradecía que hubiera nacido, porque su hermana y ella se llevaban diez años y... Bueno, Lily ya era una mujer independiente en toda regla.

Por ello, y por todas las semejanzas que teníamos, éramos tan amigas. Lily lo agradecía, pues ella ya había crecido y madurado y no tenía veinte años para seguir nuestras locuras. Eso lo decía ella, pero yo creía otra cosa muy distinta que no dejaba de repetir: la edad no importaba, el espíritu joven sobrevivía en tu interior si tú lo alimentabas. Y yo pensaba mantenerlo vivo hasta morir.

Clary había nacido cuando tía Noemí, aunque no fuera mi tía de sangre, se casó con Dave. Lily y ella eran hermanastras porque su padre era distinto, pero su madre era la misma. De todas formas, eran inseparables, aunque fuera más conmigo por parecerse más en la edad. Cuando Noemí iba con su marido a cosas de la organización que tenían, Clary se quedaba en casa de su hermana, que compartía con su novio George y estaba más cerca de la mía.

—Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta. ¿Qué tal todo?

—¡Muy bien! Y más cuando sepas el súper regalo de Aisha. ¡¡Es fantástico!! Seguro que te va a llamar en breve. Te dejo, nos vemos mañana, primita pequeña. ¡Felicidades otra vez! ¡Y prepara las orejas!

—No dejaré que las toques.

—¡Atrévete a impedírmelo!

Reí de nuevo y colgué. Subí las escaleras hasta la caseta mientras iba sacando el dinero justo, pues me sabía la cantidad de memoria. Escuché unos pasos detrás de mí mientras seguía contando el dinero e iba al lugar donde siempre se lo dejaba.

—No me esperaba que estuvieses aquí, ni que te fueras tan pronto. Es raro viniendo de ti.

Me di la vuelta de inmediato. Sonreí al ver a Roger en la entrada con su típica sonrisa. Llevaba trabajando allí unos 30 años y sabía que no iba a dejarlo por mucho que le dijeran que ya no hacía falta que trabajara, pues podía jubilarse cuando quisiera. A él le gustaba y eso era pasión de verdad. Me lo había dicho muchas veces: si algo te gusta, no se considera trabajar, sino que es un mero pasatiempo. Habíamos tenido muchas charlas de esas cuando dejaba la barca e iba a pagarle. Me gustaba hablar con él y de todas sus aventuras.

No me imaginaba ir por una barca y no verlo a él esperándome a la vuelta. Se había convertido casi en una tradición. No sería lo mismo sin Roger. No quería hacerlo si no estaba Roger. No podía hacerlo sin Roger. Él era parte de esa playa.

—Yo tampoco. Es tarde. ¿Aún trabajas a estas horas?

—Un problemilla de última hora. ¿Y tú? En un cumpleaños se debe estar con la familia y los amigos.

—¿Cómo sabes...?

—Te he oído hablando con una chica por teléfono. Me parece muy mal que no me hayas dicho cuándo es tu cumpleaños en todos estos años que llevas viniendo.

—No es algo que se diga en una conversación así como así, aunque debo decirte que la primera vez que alquilé una barca era mi cumpleaños. Mis padres me dejaron hacerlo por primera vez cuando cumplí catorce.

—Cuatro años... Qué rápido se pasa el tiempo. Ya cumpliste la mayoría de edad entonces. —Asentí y se quedó pensativo—. Creo que yo también debería darte un regalo.

Desapareció antes de que pudiera contradecirle. Dejé el dinero en la mesita y lo seguí. Fue al armario que estaba en la esquina y sacó un candado con unas llaves. Me dijo que lo siguiera con la mirada y fuimos en silencio hasta la playa. Tuve el ceño fruncido todo el camino, no me esperaba nada de eso. Ni siquiera sabía cuál era su cometido.

Subió al embarcadero y se dirigió a la barca que siempre alquilaba yo. Nunca quería ninguna más, tenía que ser esa, pues fue la primera que elegí y no había cambiado en los cuatro años que llevaba utilizándola. Se agachó con cuidado y puso el gran candado donde se ataba, haciendo imposible que alguien sin las llaves lo quitara. Me tendió una llave y sonrió. No podía imaginar lo que pretendía, pero la sola idea de ello me hacía la mujer más feliz del mundo entero.

—Es tuya. Ya no tienes por qué pagar por alquilarla. Puedes hacer con ella lo que quieras. Te dejo ponerla ahí para que no tengas que llevártela y traerla todo el rato. Es lo único que puedo darte.

—No... No puedo aceptarlo. Es... —titubeé sin dejar de mirar la llave. En ese mismo instante no me salían ni las palabras. Estaba totalmente alucinada.

—Sí que puedes. Debes aceptarlo. Es mi regalo.

—No sé qué decir... Mil gracias, Roger. —Me tiré a sus brazos con una sonrisa de par en par—. No sabes lo feliz que me hace, pero no quiero dejar de verte. Nos veremos, ¿no?

—Bueno, puedo hacer algo para solucionarlo. ¿Buscas trabajo para el verano? Aunque sé del negocio de tu madre y que tú a veces ayudas. No tienes por qué...

Supe al momento lo que quería decirme. Llevé las manos al corazón con las llaves en su interior y asentí lo más enérgica que me permitía mi poca compostura.

—¡Sí, claro que busco! Si no tengo más remedio, ayudo a mi madre en el restaurante, pero yo no valgo para ser camarera.

—Pues estás contratada. Tú mejor que nadie conoces cómo va esto, ya te lo explicaré con más detalle. Nos vemos el uno de julio, Tracy. Tu familia debe estar esperándote, no te entretengo más.

—Muchísimas gracias, Roger. Eres de lo mejor. ¡Nos vemos en una semana! —Le di un beso en la mejilla y me fui corriendo con mis zapatos.

La vitalidad se apoderó de mí. Me puse el calzado cuando llegué a las escaleras que separaban la playa de la ciudad y fui rápidamente a casa sin darme cuenta de nada de lo que pasaba a mi alrededor. Miré la llave y la llevé a mi corazón otra vez, guardada en un puño y bien apretada para no perderla o pensar que había sido un sueño. No podía creérmelo, tenía mi propia barca. MI barca. La barca con la que sentía celos cada vez que la veía con alguien más, como si fuera una persona y llevásemos ya cuatro años enamorados sin decírnoslo. Ese día acabábamos de convertirnos en pareja oficial.

Cogí las llaves de casa y abrí la puerta cuando llegué. Mamá y papá estaban con la tarta justo en la entrada. Había dos velas con el número 1 y el 8 encendidos. Mi sonrisa aumentó al instante y las soplé con todo el aire que había en mis pulmones. No pedí ningún deseo. No lo necesitaba. Todos se habían cumplido.

—Felicidades, mi niña —gritó mamá, abrazándome con fuerza.

—Se ve que llevas bien los dieciocho —dijo papá. Asentí—. Felicidades, Tracy.

—No os vais a imaginar lo que me ha pasado —comenté, revolviendo el pelo del pequeño Dani. Siempre sería mi pequeño aunque solo nos llevásemos dos años de diferencia—. Roger me ha regalado la barca por mi cumpleaños y me ha contratado para trabajar con él en la playa todo el verano. ¡Me muero de felicidad!

—¡Enhorabuena! —chilló mamá con las lágrimas en los ojos—. Qué orgullosa estoy de ti. Mi niña se hace mayor.

—Ay, mamá, no llores que si no también lo hago yo.

Nos sentamos en la mesa y papá guardó la tarta en la nevera para comerla a la hora del almuerzo. En ese momento era demasiado tarde. Siempre querían que comenzara el día soplando las velas. Decían que daba suerte. Había funcionado todos los años, por lo que lo creía sin dudar.

—Toma. —Mamá me tendió un sobre y lo cogí con extrañeza—. Es de tu tía Aisha. No ha podido venir, pero quiere darte tu regalo. Quería que fuera el primero, pero, tranquila, no le diré que Roger se ha adelantado.

Lo abrí con alegría y agarré la carta que había dentro. Tardé unos segundos en leerla entera y por cada frase se me escapaba una pequeña lágrima de la emoción. Del sobre cayó un último papel que no me esperaba. Lo atrapé antes de que tocara el suelo y lo di la vuelta.

"Vale por un viaje a Grecia."

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