💘 4. GAEL 💘
No me esperaba un reencuentro
y mucho menos el nuestro.
Creí que no volvería a verte
y ahí estabas, delante de mí.
—¿Cómo ha llegado esto aquí? —La cogí de donde estaba colgada y revisé con detenimiento para asegurarme de que era la mía de verdad o solo estaba desvariando. Miré el pequeño detalle que tenía: el botón distinto a los demás que me cambió papá cuando perdí el original. Estaba segura, era la que había perdido hacía dos semanas en Grecia. El tiempo pasaba volando.
—Hola, Tracy.
Me di la vuelta de golpe y me quedé sin habla. Él. Era él. Y estaba delante de mí, mirándome con ese verde que me hipnotizaba. El inglés... ¿Inglés? El chico inglés me había hablado en español. ¡El inglés me había hablado en español! Parpadeé varias veces y bajé la mirada a la chaqueta para perder un poco el tiempo mientras pensaba en lo que decir. Nada, me quedé en blanco.
—Hola...
Un comienzo de lo más complejo e inteligente por mi parte. Me di un golpe mental y sonreí, que era algo que se me daba bien para hacerme pasar por una niña buena e inofensiva. Él tenía pinta de querer partirse de risa, pero no lo hizo, supuse que por respeto y educación, lo cual agradecí.
—Así que... ¿Haciéndote pasar por inglés en Grecia?
—Lo mismo te digo —lo acusé.
—Yo soy americano, querida, de Nueva York para ser exactos. ¿Cuál es tu excusa?
—Pues, si te digo la verdad, no tengo. Solo sabía que hablabas inglés y yo te seguí el juego. Además, si hablas español mejor que yo incluso. ¿Cómo es que lo hablas? No me intentes engañar.
—Mi padre es español. Sé los dos idiomas por igual. Aunque debo felicitarte, dudé bastante si hablabas inglés o no de verdad. No dudabas con tu acento, pero no me llegaba a convencer.
—¿Gracias?
Me volví a dar la vuelta para abrir la puerta con la llave y, cuando lo hice, mi mente me hizo voltear de nuevo. ¿Cómo podía ser tan despistada últimamente? Las preguntas más obvias tardaban en llegar a mi mente. Fruncí el ceño mientras miraba la arena y subí la vista para contemplar su amplia sonrisa. Se había cruzado de brazos, sabía lo que iba a preguntarle perfectamente.
—¿Cómo me has encontrado? —No dudó en la respuesta.
—Fue fácil. Miré tu DNI por el lado que no era al principio y, ¿sabes lo que leí? Tossa de Mar que, mirando en Internet, es un municipio español situado en la Costa Brava de Cataluña. Solo me he pasado buscándote todo el día. Es un lugar bonito.
—¿Has viajado hasta aquí solo para buscarme?
—No, la excusa era devolverte la chaqueta. Te fuiste tan rápido que no te diste ni cuenta. Parece que no te importó mucho que te dejaras algo.
—No, no... Ni siquiera me di cuenta en ese momento y claro que me importó, pero no es el fin del mundo. Además, ¿qué iba a hacer? ¿Volver a la discoteca a las once de la mañana? Sería inútil. —Negué con la cabeza mientras cerraba un segundo los ojos, estaba siendo un poco desconsiderada y había cruzado medio mundo para estar ahí—. Muchas gracias por la chaqueta y por venir aquí para devolvérmela. Tengo que hacer cosas. Adiós.
Entré en la tienda, dejando la puerta entreabierta. Oí que se abría más y suspiré, sabía que eso no iba a terminar ahí. El loco americano que hablaba español no había viajado hasta allí solo para darme la chaqueta. La verdad, tenía curiosidad de lo que tenía que decir y lo que pretendía hacer. Ser curiosa era un rasgo que había sacado de mi padre, por lo que él me dijo, pero se unía con la paciencia de mi madre, lo cual era buena combinación.
Metí el dinero que me dieron los últimos clientes en la caja y lo guardé todo en un escondite que solo Roger y yo sabíamos. Estaba dentro de la caja, pero en un cajón que no se veía a simple vista. Sonreí al oír que no se movía de la entrada y me atreví a hablar yo. Estaba en mi terreno, sabía manejar las cartas.
—¿Querías algo más? No sé lo que pretendes, ni siquiera sé tu nombre, me siento en desventaja por ello y tengo que encargarme de esto.
—Gael.
—¿Qué?
—Mi nombre. Me llamo Gael. ¿Trabajas aquí? —preguntó mirando todo el espacio.
—¿No es obvio? —Sonreí irónicamente—. Sí, trabajo aquí. Me gusta tu nombre, por cierto. Te queda muy bien.
—Lo sé, gracias.
Reí y cerré la caja con llave. Me coloqué la chaqueta en el brazo aún sin creerme que volviera a tenerla y di un último vistazo a la tienda antes de cerrarla. Él seguía allí, inmovilizado en el sitio como si fuera una estatua. Pude admirar mejor sus facciones. Eran tal y como las recordaba. No podía evitar olvidar aquella noche. Tenía buena memoria, en general.
Me acerqué a él con paso firme y noté que me superaba más que la otra vez en altura. Me ganaba varios centímetros más que con los tacones de la fiesta, como era obvio. Me sentía baja, aunque eso era normal, pero no por ello dejé que mi sonrisa desapareciera en ningún momento.
—No quiero echarte ni nada pero tengo que cerrar. Sé que no has venido aquí solo para esto, ¿a que no? Quizá me equivoque y tengas un avión mañana de vuelta a casa.
—Puede ser.
Salió nada más decirlo y suspiré lo más bajo que pude. Se estaba haciendo el misterioso y eso no me disgustaba, pero acabaría por ponerme nerviosa si se hacía el listo. Me conocía bien. Cerré la tienda con llave y la metí en mi pequeño pantalón vaquero. Allí el verano era algo que se notaba mucho. Cuando menos te lo esperabas, eras un charco de agua que se había derretido por el calor.
Cogí mis chanclas para poder andar descalza por la arena y miré a Gael. Creí que nunca podría ponerle nombre. Creí que nunca volvería a verlo, pero parecía que el destino no estaba tan de acuerdo conmigo, por lo que me descolocó todos los esquemas y los volvió a colocar como él quiso.
Bien, destino, tú ganas.
—¿Quieres dar una vuelta?
—Claro.
La playa era grande. Nos acercamos a la orilla y seguimos andando para recorrerla entera. Íbamos despacio, oyendo a las olas terminar cerca, mientras la noche se cernía sobre nosotros. Me encantaba cuando la luna era un círculo completo que se reflejaba en el agua. Era como mágico.
—Espera... Si viste de dónde era, ¿por qué no me hablaste en español?
—Oye, podías haber nacido aquí y haber viajado a algún lugar con habla inglesa. Además, tu nombre es inglés y te recuerdo que no te conozco de nada. —Sonrió—. Y quería saber hasta dónde llegabas.
—No me conoces de nada pero aquí estás. Eres un chico un poco... Impulsivo. Y extraño.
—Comienzo a pensar que no te alegras de verme.
—Claro que lo hago solo que... Bueno, a ver, no me lo esperaba. Nadie que está con alguien en un viaje a horas de distancia en avión de su casa se cree que va a volver a ver a esa persona.
—Yo sí.
—¿Habrías venido si no me hubiera dejado la chaqueta?
—Seguramente. Me pareciste alguien interesante y tuve ganas de conocerte. Mi familia y yo siempre elegimos un lugar donde viajar en verano. No pretendíamos quedarnos tanto en Grecia y, cuando preguntaron dónde habíamos elegido, dije: ¿Por qué no España? Así mi padre podría recordar su infancia. Nació cerca de aquí.
—Y en concreto a una ciudad en la que vive la chica que me encontré y me enamoré perdidamente en Grecia. Ella es Cenicienta y yo el príncipe —terminé por él—. Pero en vez de tener un zapato de cristal tenías una chaqueta. Cutre.
Nos reímos a carcajadas y seguimos andando tranquilamente. La tensión que sentía al comienzo se disipó poco a poco y comencé a sonreír más a menudo. Aunque no lo superaba del todo, me seguía sorprendiendo que estuviera ahí. Seguro que me levantaría al día siguiente creyendo que fue un sueño, pero él seguiría ahí para despertarme de nuevo.
¿En qué clase de película me encontraba? Y mejor, ¿alguien podía chivarme el final?
—¿Eso significa que te quedas en Tossa?
—Todo el verano, hasta finales de agosto. Espero que me enseñes la ciudad algún día. Me parece bastante bonita y solo he visto unas cuantas calles. Casi me pierdo.
—Estás loco, Gael.
—Me gusta cómo suena mi nombre en ti.
—Eres todo un seductor. Creo que yo no soy la única atrevida.
—Perdona, pero la que se lanzó fuiste vos, querida. Me superas por poco. Si te digo la verdad, no esperaba encontrarme con alguien como tú. Llegué tarde al hotel por tu culpa, que lo sepas.
—No me eches la culpa, podrías haberme detenido y no lo hiciste.
—Como si fuera tan fácil.
Me volví a reír y la sonrisa se quedó pegada en mi rostro. Era de las pocas veces que me pasaba. Cuando salía a tomar algo con mi grupo de amigos también solía ocurrirme, pero nunca me había pasado con alguien desconocido como él. Normalmente, conocía más a las personas con las que acababa pasando la noche. No sabía exactamente qué fue lo que pasó en ese momento.
Dimos la vuelta cuando llegamos más o menos a la mitad de toda la playa y seguimos andando de regreso. Hablamos de cualquier tema sin importancia hasta que subimos por las escaleras para llegar a la calle principal. Miré la hora y sus ojos se juntaron con los míos como lo hicieron por primera vez.
—Creo que ya tengo que irme.
—Sí, claro. ¿Podemos vernos otro día? —Asentí y sacó su móvil, lo desbloqueó y me lo dio—. ¿Me das tu número?
—Será todo un placer para mi amor fugaz de Grecia.
Puse mi número en un nuevo contacto con el nombre de "Querida Daring". Lo guardé sin avisarle y le di el móvil con una sonrisa. Me acerqué a él y posé un beso en su mejilla antes de irme con una sonrisa divertida.
—Nos vemos.
Me puse las chanclas y me di la vuelta, yendo en dirección a mi casa. No me di la vuelta en ningún momento, por lo que no supe por dónde fue ni cuándo se movió del lugar. Quizá se había quedado parado como hizo en la tienda. Sostuve mi mirada al frente y no me detuve en ningún momento.
Abrí la puerta de casa y descubrí a papá y mamá viendo la televisión en el sofá. Me sonrieron cuando entré, como cada noche, pero una expresión nueva cruzó su cara acompañado del ceño fruncido: sorpresa, confusión... Sonreí, sabiendo lo que pensaban cuando bajaron la vista a mi brazo.
—¿Esa es la chaqueta que...? —comenzó a preguntar mamá, pero le corté.
—Adivinad qué chico miró el DNI de una chica por accidente y descubrió dónde vivía. Lo que utilizó para devolverle la chaqueta que se dejó. Ese chico está loco. Ha venido desde Grecia a Tossa mientras vive en Nueva York. Se ha recorrido el mundo en un momento.
—No tengo palabras —confesó papá—. ¿Cómo te ha encontrado?
—Ha estado recorriendo Tossa todo el día hasta que me ha visto en la playa trabajando. Cuando iba a cerrar, me encontré con la chaqueta colgando en la puerta y él detrás. Hemos estado hablando. Se va a quedar el verano entero.
—Eso suena a que alguien se enamoró de una muchacha en Grecia y quiso volver a encontrarse con ella, rompiendo distancias y barreras, para que su amor se hiciera realidad.
—Mamá, eres una exagerada enamorada. Sé que soy inolvidable pero tampoco tiene que perseguirme hasta aquí. —Me acerqué a ellos y posé un beso en sus mejillas—. Me voy a dormir. Buenas noches.
—Descansa, princesita. —Sonreí al apodo que aún me ponía papá y subí a mi habitación.
Dejé la chaqueta encima de la cama y me eché en ella, cansada del día que había tenido. El trabajo me encantaba, pero a veces era agotador. Igualmente, era la chica más feliz del mundo. Cogí el móvil y encontré un mensaje de un número raro y desconocido. Supe quién era al instante.
"Hello, daring."
Gael.
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