💘1. Grecia💘
Viajar siempre fue una de mis pasiones,
pero no solo era visitar otros lugares,
pues en su definición
también entraba la familia:
la que tienes de nacimiento y la que escoges.
Estaba emocionada, eufórica, entusiasmada, contenta, feliz. Daba saltos de alegría. Me iba a dar un ataque al corazón si no me controlaba.
El año pasado fui con el instituto a Italia, aunque yo prefería haber ido a Grecia. Ese mismo día que se eligió el viaje a Italia, llamé a mi tía Aisha, indignada. En ese momento, recordando la conversación que tuvimos, me di cuenta de que ya me había dado pistas de ese viaje que me había regalado por mi cumpleaños. Y yo ni siquiera me había fijado.
¿Cómo podía esperarme que me regalaran un viaje con todo incluido? Eso solo lo podía hacer mi amada tía y su novio Marvin, al que también apreciaba mucho. La verdad, no entendía por qué no se casaban ya si eran inseparables. A mí me encantaban como pareja.
—¿Te puedes creer que han escogido Italia? A ver, que yo no digo que esté mal y todo eso, pero anda, es Grecia. Grecia es una pasada y, además, ¡está más lejos! Hay que aprovechar estas oportunidades en las que el instituto ayuda económicamente en el viaje. Hay que ir lo más allá posible.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo. De todas formas, tranquila, mi niña, Italia es maravillosa también. Obliga a los profesores a que te lleven a Pompeya, es una pasada.
—Eso también es verdad... ¡Voy a decírselo a los demás! Tengo que ver Pompeya como sea. Aunque tenga que escaparme del grupo. ¿Vendrías a buscarme?
—¡Claro! ¿Cómo no? Yo te rescataré si te pierdes accidentalmente. Tú solo procura tener batería en el móvil para llamarme. Un consejo: no comas mucha pasta, te acabas cansando y vas a llegar a casa sin querer probarlo en semanas. Y en Grecia no abuses del queso. No he vuelto a probarlo desde que fui hace un mes. Lo repelo totalmente y eso que está buenísimo. Tranquila, algún día irás y espero estar yo ahí para guiarte.
Sonreí como una tonta. Mis tíos eran de lo mejor que tenía en el mundo. Eran un apoyo incondicional aun estando a tantos kilómetros. Ellos eran la viva imagen de "amor a distancia", yo los quería como si los tuviera siempre a dos metros y ellos marcaban su amor en cada ciudad que visitaban.
No me había dado tiempo ni a prepararme mentalmente de que iba a Grecia cuando ya estaba en el aeropuerto con las piernas temblando y una sonrisa permanente en el rostro. Mi maleta viajaba a mi lado, era del tamaño perfecto para subirla conmigo en el avión y también para meter todo lo que necesitaba, excepto mi barca, por desgracia. Ojalá pudiera tener poderes para llevarla siempre conmigo. ¿Quién sabía cuándo podía necesitarla?
Anastasia, Clary, mis padres, Daniel, George y Lily estaban a mi lado. El avión salía en cuarenta y cinco minutos y la fila ya estaba llena. La emoción se instaló en mí en forma de nervios y alegría a la vez. Repetí mil veces que el asiento de la ventana era mío. Amaba ver el paisaje que se veía desde el avión. Ver Italia desde el cielo fue una pasada y estaba encantada de poder hacer lo mismo con Grecia.
—Solo serán cuatro días, mamá. —La abracé con fuerza por quinta vez en quince minutos y me dio un beso en la mejilla—. No olvides que allí es una hora más que aquí. Estaremos bien.
—Cuidaos mucho y llamad si pasa cualquier cosa a cualquier hora, ¿vale? —Asentí al comentario de papá y lo abracé también. Luego fue el turno de Daniel y de todos los presentes que nos habían acompañado.
Clary se estaba despidiendo de su hermana y su cuñado. Había tanto amor en nuestra pequeña familia que casi me hacía vomitar a veces. Lily no es que fuera familia directa, pero su madre, Noemí, siempre había sido amiga de mi madre. Eso no nos convertía tampoco en familia en realidad, pero nosotros lo llamábamos así. Puede que no fueran de nuestra sangre, pero eran la familia que habíamos escogido. Al igual que yo había elegido a Anastasia, la chica que me había acompañado durante toda mi existencia. Mi mejor amiga, por decirlo de otra manera. Mi hermana pequeña, por decirlo de otra.
Me puse al lado de mi amiga para que no se sintiera excluida, aunque mis padres la conocían igual o más que a mí incluso. A parte de tener mucho amor entre todos, éramos muchísima gente.
—Oye, Roxy, ¿por qué tu hermana no cogió billetes para vosotros? —preguntó Lily, acercándose a nosotros.
—Sabe que no me hacen gracia los aviones. Además, tenemos que trabajar —dijo, mirando a papá—. Aquí estaremos bien. Preocupados, pero bien. Cuidaos muchísimo. Clary, eres la mayor, confío en ti.
—No te preocupes, tía, volveremos sanos y salvos, lo prometo. Además, tía Aisha estará esperándonos con el tío Marvin. Os llamaremos cuando lleguemos.
Asintió algo más aliviada. Nos pusimos a la cola del avión, enseñamos nuestros documentos y los pasajes y subimos sin problemas. Despedí a todos con la mano cuando nos alejamos y sonreí, esa aventura ya comenzaba. La gente andaba tranquila por el pasillo que llevaba a nuestro transporte mientras nosotros no parábamos de saltar de alegría.
Anastasia ya tenía la cámara encendida, grabando nuestro pequeño camino al avión, como dijo que iba a hacer para nunca olvidar ese viaje. Clary le siguió el rollo y Daniel se reía con sus ocurrencias. Nos sentamos en nuestros respectivos asientos y grité emocionada con Anastasia cuando estábamos despegando. Yo estaba a su lado y Daniel y Clary estaban justo delante.
Eso iba a ser una locura. Y todos lo sabíamos.
**
—¡Mis niños!
El grito que oí me hizo girar de inmediato después de unos minutos dando vueltas por ese aeropuerto en el que todo estaba escrito en griego. Sonreí al ver a mi tía abriendo los brazos de par en par. Dejé la maleta con Anastasia y fui corriendo hacia ella hasta abrazarla. Luego, di un beso en la mejilla demasiado fuerte a Marvin mientras le abrazaba. No podía evitarlo. Les echaba demasiado de menos.
—¡Bienvenidos a Grecia! ¿Qué tal el viaje?
—Estupendo, fantástico, emocionante... Sin palabras y eso que no hemos casi empezado —resumió el caballero andante a la pregunta de nuestro tío—. ¿Dónde vamos a ir?
—Os lo contamos por el camino —comentó poniendo una mano en mi hombro. Sonreí y asentí, de acuerdo con él.
Un taxi de siete plazas nos esperaba en la entrada. La taxista nos ayudó con las maletas y Aisha se sentó en el asiento de delante con su tableta. En la pantalla apareció un mapa con varios destinos señalados. Me guiñó un ojo y comenzó a explicarnos con el dispositivo en alto para que lo viéramos todos.
—Por el decimoctavo cumpleaños de mi querida sobrina Tracy, hemos preparado un maravilloso itinerario. Comenzaremos con una noche en Atenas y todo un viaje por la Acrópolis. Ese mismo día, viajaremos a Olimpia y, al día siguiente, Delfos. Os aseguro que es una completa maravilla. El último día, volveremos a Atenas y saldremos un poco de fiesta para ir cansados al avión y dormir en el viaje. ¿Qué os parece?
—Una completa pasada —susurré.
Siempre me había preguntado si mis tíos eran millonarios o algo parecido y, cuando vi los hoteles que habían elegido para dormir, lo afirmé sin ninguna duda. Uno tenía hasta piscina, en la cual estuvimos toda la tarde conociendo e intentado comunicarnos con algunas personas. Era divertido practicar el nivel de inglés que teníamos. Aisha y Marvin ya eran bilingües por lo que el idioma no era difícil para ellos, aunque creo que se sabían más de dos idiomas. Viajaban mucho y tenían mucho tiempo libre, yo haría lo mismo.
Pasamos los días viajando con un autobús para llegar a nuestros hoteles, dejando la maleta allí y sin volver hasta la noche porque pasábamos el día andando por sitios hermosos. Debo decir que, con los vídeos y las fotos que hicimos, podríamos rodar una película. No había foto o vídeo en el que no saliéramos haciendo cualquier bobada. Todos nos manteníamos unidos para evitar que nos perdiéramos.
El último día cenamos en un restaurante en el que hablaban también español y casi nos morimos de felicidad. Anastasia y yo contamos al camarero que llevábamos hablando inglés con todo el mundo desde que llegamos y que la mayoría de veces no teníamos ni idea de nada. No entiendo por qué se lo contamos, pero nos cayó bien. Se rio con nosotras varias veces. Él nos dijo que tenía familia en España y que le encantaría volver a visitar el país. Una noche completa, en definitiva.
—No puedo con mi cuerpo —murmuró Clary echándose en la cama del hotel—. Estoy agotada no, lo siguiente.
Marvin y Dani dormían en una habitación y nosotras en otra con dos camas grandes. No me importaba compartir cama, pues no era la primera vez que la compartía con Anastasia. Recuerdo el primer día que dormimos juntas. Era tarde, ya que habíamos salido por la noche con unos amigos, y llegamos tan agotadas a casa que nos tiramos a la cama y nos quedamos dormidas sin pensarlo.
—La noche es joven, querida Clary —dijo mi tía, animada—. Poneos cómodos, nos vamos de fiesta.
Marvin, Aisha y Dani terminaron los primeros. Clary, Anastasia y yo nos preparamos para darlo todo. Nos pusimos el conjunto ideal que habíamos llevado especialmente para una noche como esa y nos preparamos mutuamente mientras poníamos a Clary al corriente de los cotilleos del instituto. Aunque serían los últimos. En septiembre llegaría una nueva vida: la Universidad.
Salimos una hora más tarde y Marvin nos llevó a una discoteca que, en dos horas, se había llenado hasta arriba de gente. Nadie que hablara nuestro idioma, por supuesto. Si no fuera por Aisha, no sabríamos pedir ni las bebidas al camarero. Me pidieron varias veces mi DNI, pues no se esperaban que tuviera dieciocho, la edad necesaria para beber, pero ya la tenía. Me sentía mayor y joven a la vez. Era emocionante.
—Mis niños, mañana tenemos que despertaros y, como no nos vayamos ya, no se levanta nadie. ¿Os quedáis?
—No fastidies, tía —contesté—. Pondremos ocho despertadores, pero tenéis que quedaros un poco más. Venga...
—No podemos, mi niña. Estamos viejos para estas fiestas. —Se echó a reír y Marvin asintió a su lado—. El hotel está muy cerca, ¿sabréis volver? Podéis pedir un taxi si os perdéis, yo os daré el dinero mañana. Aunque para dos o tres minutos que tardáis, quizá os lo dé gratis.
—No te preocupes, está todo controlado —afirmó Clary.
Se despidieron y seguimos bailando unas horas más. Era la primera vez que salía de fiesta con mi hermano pequeño toda la noche y debía decir que era de lo más gracioso. Nadie nos conocía ni nos reconocería nunca más, así que daba igual hacer el ridículo. Estábamos en Grecia, nadie nos recordaría si volviéramos algún día. Además, seguro que ni el 10% de esa gente eran nativos. La mayoría éramos turistas por esas fechas.
Bailamos como cuatro locos felices y reímos sin parar al oír alguna canción que estaba en otro idioma muy distinto al nuestro. Incluso el DJ nos puso alguna canción famosa en español al oírnos hablar a su lado. Las horas pasaban como minutos y sin darnos ni siquiera cuenta.
Sobre las seis, Dani ya comenzaba a perder el ritmo y Clary se reía de él. Ella intentaba seguir, pero también se notaba que comenzaba a cansarse. Los tacones dolían si lo pensaba mucho. Anastasia y yo estábamos acostumbradas, por lo que no fue problema para ninguna de las dos.
—Vamos, te acompaño al hotel. Yo también estoy muy cansada. ¿Os venís?
—Como si no nos conocieras —respondió Anastasia, riéndose.
—Os quiero ver temprano en el hotel. —Nos guiñó un ojo y asentimos. Sabíamos a lo que se refería. De las ocho de la mañana en adelante era llegar temprano para nosotras. Mis padres ya se sabían la broma de decir que tenía que llegar pronto y volver a las nueve, eso era pronto por la mañana. Lo que pasaba era que faltaba especificar.
Di un beso a mi hermano y los dos se fueron, escabulléndose entre el gentío que no dejaba de crecer. Anastasia y yo seguimos bailando al ritmo de la música y nos reíamos cuando había una canción medianamente lenta en la que nos juntábamos para bailar exageradamente, sobre todo canciones que no teníamos ni idea de cómo se hacía.
—¡Tracy! ¿Sabes cómo se llama esta canción? —preguntó apuntándome con la cámara del móvil. Reí, sabía que hacía un vídeo para cualquier aplicación. Mis amigos eran sus amigos de tanto enseñarnos en nuestras redes sociales.
—¿Acaso alguien lo sabe?
Guardó el móvil en el bolsillo y me cogió de la mano, dando varios saltitos. Sabía de qué era ese gesto de memoria.
—Baño, ya.
Lo sabía.
Lo que no sabía era lo que me esperaba en el simple camino que había hacia el servicio.
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