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El secreto de sus pasos

El silencio y la soledad revolotearon alrededor de su ser. De un sencillo segundo al otro la melodía que lo había dominado cesó. El rechinar del piso acabó en el momento en que las pulsaciones de su corazón se aceleraron tanto como un auto de carreras; la adrenalina estaba corriendo por sus venas, la sensación era, por su misma naturaleza, bastante exquisita.

Levantó la mirada, sus pupilas estaban dilatadas y se encontró en el reflejo no de su figura, sino el triunfo de esa noche que se sumaba a la lista en estos últimos años. El joven era exigente con sus pasos de baile y se había quedado hasta tarde para practicar. El dolor de sus extremidades no era posible compararlo con las victorias que ha tenido con sus amigos, con su familia; las risas eran más que los llantos, y cuando estos aparecían, en su mayoría de ocasiones eran en guisa de la debilidad de sus sentimientos siendo derrocados por la emoción que sólo se puede vivir en un escenario; que sólo se puede experimentar al saber que son los héroes de una considerable porción de personas en todo el mundo.

Lo había logrado; estaba viviendo su sueño y no estaba solo; supo que las palabras de su madre "Sí existen los amigos, los conocerás a su tiempo" como siempre, habían tenido una colosal razón, la cual podía ver en las bromas, en las carcajadas y en las rabietas de los demás. Sentía tocar el cielo cada que veía en ellos una sonrisa, una lagrima, e incluso, un grito llamando a su nombre.

Pero su corazón terminaba por desaparecer cuando estaba frente a un millón de personas; chicas llorando, algunas con unas sonrisas enormes y otras intentando llamar no sólo su atención, sino la de Jimin, Suga y los demás, quienes seguramente experimentaban la misma sensación.

Ese era el cielo. Estaba muy seguro que si el cielo era real, cada que subía al escenario era merecedor de ser recibido por los más hermosos serafines, que entonaban una melodia siguiendo su voz temblorosa.

Encontrar las palabras correctas para describir aquella sensación no sería posible ni en eones, pero de algo es que estaba seguro; Se encontraba eternamente agradecido con cada comentario, con cada mirada llena de un brillo de ilusión mágico. Sentía que por un momento se podía conectar con la chica que lloraba frente a él por sólo conocerlo o tocar su mano.

No le era posible creerlo al principio. Ser aquel quien con su voz y baile había dado vida al mundo de muchas personas, como el sol lo hace con los tulipanes o las margaritas; era el sol de muchas, las dudas se acaban donde comienza la misma verdad.

Cada que daba un paso adelante estaban ellas para tomarlo de la mano y no dejarlo andar solo. Si titubeaba un poco, tenía la seguridad de que ellos tampoco le abandonarían y si necesitaba detenerse para inclinarse a llorar, todos aquellos quienes confiaban en él, lo harían también, porque supo que en la vida hay tiempo tanto para reír, gozar, llorar y disfrutar.

Hoseok sintió que, su piel se erizaba y que quería reír por haber pensado tanto, por ser tan bendito en esta vida que la misma risa se le salía y de ella un esplendor de esperanza brotaba. Sonrió, sus labios se curvearon con timidez y se repasó la mano por sus cabellos anaranjados, algunos se le enredaban en los dedos y el camino le dejó una huella de sudor.

—No es suficiente... —murmuró y su voz, taciturna, recorrió el salón para después volver a sus oídos. Se repasó la cara con sus manos y el sudor comenzó a remojar la camisa blanca que portaba en ese momento—. Una vez más.

Dicho esto, tomó su celular y tras haber palpado unos segundos, como siguiendo un patrón, Boy meets evil inició. Dejó el aparato en una esquina y corrió a colocarse frente al espejo, se arrodilló y bajó la cabeza, no sin antes observar lo cansado que estaba, el sudor de su cuerpo, sus cabellos desalineados y el temblar de sus brazos y piernas a causa de su propia exigencia.

Adoraba bailar, pero quería ser el mejor para poder lograr agradecerles a todos su apoyo y poder transmitir el tumulto de sentimientos que querían escapar de su cuerpo y plantarse muy bien en sus corazones.

Siempre pensó que una de las formas en como mejor se expresaba era en su baile, en esos movimientos que a ojos simples, parecían aleatorios, pero que en realidad había pasado noches mejorando, perfeccionando y sufriendo lesiones que estaban lejos de detenerlo.

A los cuatro segundos de la melodía levantó su rostro, posó la mirada en el techo, el corazón no había parado ese pulso desenfrenado. Con experta emoción, levantó los brazos al nivel de su rostro, sintiendo en su alma la melodía; hacía figuras con sus dedos. Cerraba los puños y cuando llegó el momento de ponerse de pie, sus piernas cobraron vida propia, era como si todo el amor del recuerdo de su gente lo movieran como un hermoso títere.

Posteriormente la canción avanzó y con ella el baile. No había nada en su mente, sólo su corazón estaba lleno de sentimientos que estaba obligado a expresar con cada paso, con cada gesto o contracción de su torso. Sus movimientos oscilaban con perfección en el espejo, era como una de esas azucenas que se deslizan con gracia sobre la superficie de lagos y que, además, les dan una imagen de pureza e inocencia.

Sus cabellos saltaban de un lado a otro, siguiendo los pasos de su dueño, pareciendo esas hermosas enredaderas que se lucen en tiempos de primavera y hacen de las suyas en los jardines de aquellos con buen gusto.

Sus piernas adoptaron la sencillez y elegancia de los lotos en el resto del baile, casi podía sentir la misma emoción de cuando están dando una presentación, y sus brazos eran como el camino que marcado por las alas imponentes del águila harpía. Por un segundo, antes de terminar con la práctica, se sintió tan majestuoso como un águila, como aquella a quien llaman "Diosa de los vientos" , pero la magia se terminó justo en el momento en que el eco de unas risas se alzó y el baile terminó dejándolo sin aliento.

Las risas y los comentarios inteligibles se aproximaron y la puerta se abrió para dar pasó a seis chicos, los cuales, al contrario de él, estaban frescos, sin una gota de sudor en su frente y con la ropa seca. Algunos llegaron discutiendo entre ellos y otros carcajeándose porque antes de llegar alguien había tropezado; un joven de cabellos rubios y mirada penetrante se acercó a Hoseok con una débil sonrisa.

—Otra vez —le dijo Tae tomándolo del hombro, sintiendo el calor del cuerpo de su amigo—. ¿No has descansado? Hace unas dos horas que teníamos que hacerlo.

El de cabellos castaños se limpió el sudor que resbaló por su frente con el torso de su brazo y le sonrió con la misma inocencia de un joven de seis años cuando se entera de su regalo de navidad.

—No, quería seguir practicando —replicó Hoseok, trasmitiendo su misma alegría a Taehyung.

El de cabellos rubios suspiró, admiraba esa resistencia de su amigo y sabía que no podía hacer nada contra ella. Él mismo se sobre exigía y esforzaba a su manera. Le revolvió el cabello, sin importarle el sudor que se pegaría a su mano.

—Bien, te entiendo —le dijo con la misma emoción con la que había llegado a ese lugar—. Pero para la otra al menos descansa cinco minutos, ¿Luego qué vamos a hacer sin nuestro sol?

Tae se echó a reír, acto suficiente para que el resto de chicos se les unieran y comenzaran a gastarse algunas bromas o burlas antes de ponerse serios y comenzar a practicar alguna coreografía al azar. 

Todos sabían y emocionados estaban ante la idea de que el secreto de los pasos de Hobi eran sus sonrisas, sus comentarios y las emociones que causaban en cada pequeña estrella de la galaxia que los rodeaba.




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