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Capítulo Quince: Reencuentro (Parte II)


Capítulo quince: Reencuentro (Parte II).



Mi celular suena anunciando una notificación.

Edmun me ha escrito. ¿Cómo es eso posible? ¿Vio acaso que casi le envío un mensaje? ¿Notó que estoy en línea? Abro su mensaje.



Edmun: Oye, lo siento.

Edmun: no quise que mi hermano pareciese un idiota.



¿Su hermano? ¿Está escribiéndome para hablarme de su hermano? Pero antes de que pueda responder algo, nuevos mensajes llegan.



Edmun: Sí, él es un hijo de puta insensible muchas veces.

Edmun: Pero creo que le gustas de verdad y eso es difícil. Las personas, en general, no suelen gustarle.

Edmun: Por cierto, soy Die. Y sí, mi hermano me matará cuando sepa que tomé su celular, pero está durmiendo.

Valerie: ¿Cómo es eso posible?

Edmun: Bueno, Verás. Moritz se acostó, cerró los ojos y se durmió. Así se hizo posible.



No puedo evitar reír ante sus palabras, me giro para estar acostada de lado y escribo.



Valerie: Bastante gracioso.

Valerie: Me refiero a ¿Cómo es que conseguiste meterte a su teléfono?

Edmun: Uno de mis talentos. Puedo ser sigiloso y puede que dopara un poco a mi hermano.

Valerie: ¿Qué?

Edmun: pero él está bien, mañana solo estará cabreado y con dolor de cabeza, pero quería arreglar un poco del desastre que hice.

Valerie: tú solo me dijiste la verdad, algo que él no hizo.

Edmum: Moritz tiene sus razones y yo debí respetarlas. Es solo que estoy un poco resentido.

Valerie: ¿Por qué?

Edmun: porque se fue. Me dejó atrás.



No sé qué responder, me pregunto si así se sentirá alguno de mis hermanos con respecto a mí.



Edmun: No sientas lástima. No tengo ningún trauma o algo.

Edmun: de ser así, papá me hubiese pateado.

Valerie: ¿Literal?

Edmun: algo así.

Edmun: Amo a mi hermano, ¿Sabes? De hecho estoy feliz por pasar tiempo con él. Es como ir a Disneyland...Mentira, ahí al menos te dan un montón de fotos y golosinas.

Edmun: Pero se entiende mi concepto de felicidad, ¿Verdad?

Valerie: Lo entiendo.

Edmun: a diferencia de muchos, él no es una mala persona. A pesar de todo, no salió desviado de su camino y sé que él solo quería una vida alejada de Austria y lo que representa. Él esconde su talento del mundo, porque no confía. Y yo no debí delatarlo.

Valerie: te agradezco a que me lo dijeras, estaba haciendo el ridículo.

Edmun: Bueno, siendo así, te pido un favor a cambio.

Edmun: no te asustes. Sé que soy guapo e irresistible, pero respeto que te fijaras primero en mi hermano.



Esta vez rio y envío un emoticon rodando los ojos. Ni pensar que éste chico me asustó la primera vez que lo vi, aunque aún mantengo mis reservas sobre él, es evidente que cómo cualquier chico de su edad, también se divierte tomándoles el pelo a las personas.



Edmun: la cosa es que... ¿Podrías ir a la exposición de Moritz? Por favor, escúchalo.

Edmun: No quise arruinar nada para él. La verdad es que aunque es gruñón, me cuidó mientras pudo e incluso ahora me protege.

Edmun: Por favor (no suelo pedir las cosas amablemente, siéntete honrada).

Valerie: lo pensaré.

Edmun: no te hagas de rogar, te resta puntos, guapa.

Valerie: Ser grosero, también te los resta. Buenas noches, Diecmar.

Edmun: en realidad se escribe DIETMAR.

Valerie: DIETMAR BUENAS NOCHES.

Edmun: buenas noches, Valeria.

Edmun: Valery.

Edmun: Valeray.

Valerie: no tiene gracia.

Edmun: La verdad es que me reí. No te enojes, guapa. Buenas madrugadas, VALERIA.



Dejo el teléfono de nuevo en la mesita de noche y acomodo mi almohada. Dietmar puede decir estar resentido porque Edmun se marchara o lo que sea que hizo, pero sus mensajes e insistencia en que acuda a la exposición, solo dejan muy en claro su amor por su hermano.

***

Las calles lucen iguales y a la vez tan diferentes. Mis manos se afianzan con más fuerza al volante mientras conduzco por las calles de Lynton. Muchos de lugares que paso, los reconozco tan bien y otros me resultan nuevos. Ya no veo el lugar tan pequeño, tal vez se trata de que ya no lo veo como una cárcel de la cual escapar.

El establecimiento en donde he quedado con Michelle es nuevo. Me estaciono a una cuadra en un estacionamiento privado y tras ponerte un gorrito de lana rojo y unas grandes gafas de sol, camino y de alguna manera tonta, esperaba que el aire fuera denso o sentirme cohibida, pero resulta tan normal, tal vez, un poco nostálgico.

Al llegar al establecimiento, me doy cuenta de que es un poco retro y bastante pintoresco. Las personas que atienden son en su mayoría jóvenes vestidos también algo retro. Las pocas personas que hay no prestan atención a mi llegada. Me adentro al lugar y con la mirada busco a mi hermano. No tardo en encontrarlo.

Él se encuentra leyendo, sus codos apoyados contra la mesa y sus manos sosteniendo sus mejillas. Su cabello castaño oscuro va más largo del típico corte bajo y casi al ras que solía llevar desde niño. Sus facciones ya no son las de un adolescente, son las de un chico en camino a convertirse en un hombre. A pesar de que está sentado, puedo vislumbrar que creció, su pierna izquierda estirada deja ver cuán larga es. Sonrío cuando rueda sus ojos a la página y la pasa a la siguiente.

Hay un grupo de chicas en la mesa en diagonal que sueltan risitas y ven continuamente hacia él. No las culpo. El niño tierno, bonito y adorable, se convirtió en un hombre atractivo y llamativo. Incluso aunque lleva una horrible camisa blanca de mangas largas y de botones hasta el cuello.

Supongo que siente el peso de mi mirada, porque él alza la vista y su mirada se encuentra con la mía. Se paraliza y yo permanezco de pie prácticamente en medio del local. Me saco los lentes de sol.

No veo a Michelle desde que mis padres dejaron en claro que no era bienvenida. Tratamos de hablar por teléfono siempre que podemos por medio de su amigo, a veces, soy afortunada y consigo una foto suya por correo. Pero nada se compara a verlo. Al darme cuenta y entender que el niño mimado, a veces llorón, y educado, creció.

Estoy nerviosa y no puedo creer que mi propio padre me haya reducido a esto: a no saber cómo saludar a mi hermano menor.

Nerviosa camino hasta él y cuando se pone de pie, trago. Es bastante más alto que yo y no es flacucho precisamente, parece el cuerpo de un nadador. Me detengo frente a él sin saber qué hacer. Michelle me observa como si al igual que yo estuviese extrañado con la manera en la que me veo, cuán cambiada me encuentra. Estira su mano y toca un mechón de mi cabello.

—Hay mechones como caramelos o dorados —murmura.

—Le llaman reflejos —respondo.

Asiente y libera el mechón de cabello, suspira y ve hacia sus pies. Luego alza sus ojos y me ve a través de sus pestañas. Curva sus labios en una suave sonrisa y estoy segura que detrás de mí, el grupo de chicas suspira.

»Voy a abrazarte, Michelle —Le advierto porque no podré contenerme mucho más.

—De acuerdo, eso estará bien. Yo también te abrazaré.

Mi risa suena un poco nerviosa cuando la emito y luego tropiezo hacia adelante antes de enredar mis brazos en sus costados y presionar mi mejilla de su pecho, si tuviese tacones como siempre, le llegaría más arriba. Sus brazos pasan alrededor de mi cuello y siento su mejilla descansar contra mi cabeza. No hay fuerza letal en este abrazo, de hecho, nos sostenemos con cuidado, como si temiéramos hacernos daños, pero de igual manera temiéramos que alguno de nosotros desapareciera.

Hay lágrimas humedeciendo su camisa, lo siento tan irreal. Retiro mi cabeza de su pecho y llevo mis manos a sus mejillas obligándolo a bajar. Beso su frente y luego sus mejillas húmedas, por lágrimas, haciéndolo reír. Lo vuelvo a estrechar en un abrazo.

—Estás tan alto —murmuro alzándome en las puntas de mis pies, él baja un poco y despeino su cabello—. ¿Cómo es que creciste tanto?

—Comí todas mis verduras, hermana.

— ¿Puedes llamarme Val o Valerie? Me sentiría más cómoda.

—Puedo. Tú puedes llamarme Mich.

—Antes no te gustaban los apodos —digo caminando hasta la mesa y tomando asiento frente a él.

—Ante tú no llevabas reflejos en tu cabello.

—Correcto —digo aceptando su argumento y él sonríe.

Una mesera se acerca y pido de desayuno unos panqueques con frutas junto a un café. Uno mis manos sobre la mesa y observo a Michelle una vez la mesera se aleja.

— ¿Qué lees?

—Algo sin sentido —Le resta importancia, pero mantiene el libro abierto—. No puedo creer que estés aquí, Val.

—Yo tampoco. Parece un poco irreal. Todo luce tan diferente, pero a la vez tan igual.

—Quizá esto no ha cambiado, tal vez se trate de ti.

—Sí, podría ser eso.

A pesar de lucir muy guapo, sus ojeras son notorias, son un recordatorio de la razón por qué me encuentro aquí.

— ¿Qué tal todo por Londres? Muy pocas veces puedo ver el programa, ya sabes que a padre no le gusta.

—Londres está bien, me gusta vivir ahí y tengo amigos geniales.

— ¿Jocker sigue siendo tu amigo?

—Sí, padre nunca lo entendió, pero separarnos nos hizo bien. Es de mis mejores amigos y estamos bien de esa manera.

—No logro entenderlo, pero lo respeto.

Sonrío. Hace unos años, Michelle me juzgó por ello, cegado por el criterio de nuestro padre se dejó llevar. Fue la época en la que él también se alejó de mí, pero tiempo después, pudo analizar y comprender mi decisión, fue el momento en el que se convirtió en la única conexión con mi familia.

— ¿Cómo están Celine y Denise? —pregunto por nuestras hermanas.

—Celine es feliz, espera su primer bebé —anuncia sonriendo.

Mi sonrisa es agridulce, al igual que mis emociones. Estoy feliz de que vaya a ser mamá, teniendo en cuenta que está casada y su matrimonio parece muy tradicional, pero me entristece no ser parte de ello, no tener la oportunidad de que su bebé me llamé tía. Celine fue una de las primeras en cortar contacto conmigo, actualmente tiene veintitrés años y se siente como una eternidad desde que no la veo o hablamos.

—Me alegro por ella y su esposo.

—Están muy felices, él es una buena persona y es estable, papá lo trata como a un hijo.

Mientras que a sus hijas las trata como ganado que criar para la venta o sumisas que atiendan a la casa. No se me escapa la ironía del asunto.

—Denise está un poquito rebelde. Padre no lo sabe, pero a veces no entra a clases y tengo esta ligera corazonada de que está viendo a un chico de la iglesia a escondidas.

—Oh.

Siempre tuve la impresión de que mi hermana menor, la más pequeña de nosotras, sería la más tranquila. De pequeña nunca alzaba la voz, nada lo cuestionaba, todo lo obedecía y mayormente era una observadora. No tengo claro que significo para Denise, si le importo o me odia. Todo lo que he obtenido ha sido indiferencia, tal vez estaba demasiado pequeña cuando me fui. Actualmente tiene dieciséis años.

—Sí, yo solo espero ella no cometa alguna imprudencia que comprometa su futuro. Trato de conversar con ella, pero no es una adolescente fácil y tampoco sé cómo abordar ciertos temas. Me llama santurrón.

—Eso es bastante grosero de su parte.

—Yo le llamo demonio del mal —Sonríe de costado. Yo rio.

—Ahora, eso tampoco es muy amable.

—Sin embargo, pese a eso, nos llevamos bien. Solo quiero que ella no lo estropee, quiero que Denise tenga un buen futuro.

— ¿Qué entiendes tú por buen futuro, Mich?

Traen mi comida junto a un chocolate caliente con malvaviscos para él, eso no ha cambiado. Él acaricia las páginas abiertas de su libro y suspira.

—Mi concepción de ello ha cambiado. No es lo que pensé meses atrás.

— ¿Y eso por qué?

—Porque no soy él mismo, no pienso igual. Antes, creí que buen futuro se basaba en mantener mi fe intacta, no cuestionar lo que se me enseñó a creer, ser lo que padre deseaba, ir a mi iglesia, ayudar a la comunidad y encontrar una buena mujer con la que enlazar mi vida y luego tener una familia.

Su voz se quiebra un poco. Los planes de papá para Michelle siempre derivaron en dos opciones: ser pastor o tener algún trabajo como honorable banquero o contador. Padre es contador y está orgulloso de su trabajo y lo que ha logrado con ello, pero quiere que Michelle llegue mucho más lejos que él. Proyecta sus sueños incompletos en mi pequeño hermano.

Soy la hermana mayor de un matrimonio de cuatro hijos y a veces me pesa el pensar en cómo cada uno de ellos queda atrapado en los sueños egoístas de padre.

—No quiero dedicar mi vida a la iglesia —dice en voz baja, como si le avergonzara decirlo en voz alta—. Creo en Dios y muchas cosas, pero no sé sobre la institución en la que padre me adoctrinó a creer. Y sé que no soy aceptado ahí.

— ¿Por qué?

—Simplemente lo sé. Ellos no te aceptaron a ti por divorciarte, por tus errores. ¿Por qué me querrían a mí?

— ¿Por qué no lo harían?

—Él me mataría. Yo lo sé.

— ¿Quién? —pregunto viendo el miedo y dolor en su mirada.

—Nuestro padre. Es tanta presión, Valerie —Sus ojos se humedecen—. Lo que debo hacer, lo que no debo. Con quien debo relacionarme, con quien no. Mis notas durante la escuela, ahora es él quien debe evaluar a cuál universidad debo ir mientras a la vez me hace prepararme para ir en camino a prepararme para en un futuro ser pastor.

»Que muchachas considera decentes para que yo me relacione, de cuales me debo alejar por inmoral. Cuál es la edad en la que me debo casar...Todo. Es simplemente demasiado —Pasa las manos por su cabello—. Exige demasiado de mí. Todo lo que quería era una adolescencia normal. Myrna ni siquiera me habla porque padre le gritó en casa que no quería una inmoral rodeando a sus hijos —Su labio inferior tiembla—, porque ella está embarazada. Fue terrible ver cómo la humillaba y tener miedo de defenderla. Ella no volvió a hablarme y yo no la culpo, pero...

Sus ojos grises con leves destellos verdosos brillan con lágrimas contenidas, sus pómulos se sonrojan y veo como traga. Myrna es su mejor amiga de la infancia, la mujer con la que estaba casi segura un día papá lo haría casarse. Eran inseparables y pensé que cuando llegase ese día, él sentiría amor por ella y parecería lo correcto para ellos. No sabía que la historia había tenido tal giro, Michelle nunca me mencionó que ella estuviese embarazada. Sus manos sobre el libro tiemblan.

— ¿Es tu bebé? —pregunto rompiendo el silencio.

El cierra el libro revelando su portada y mis ojos pasan de ahí a su rostro. Un pequeño jadeo escapa de mí. Él derrama la primera lágrima.

—No puede serlo porque ella no me gusta. No me gusta ninguna chica, nunca sucedió —Su voz tiembla—. Siento atracción por los hombres y no puedo evitarlo.

Mi vista va de nuevo a la novela que ha estado leyendo. Una portada con dos hombres envueltos en un abrazo de amantes y luego vuelve a mi hermano cuando sus hombros se sacuden y comienza a llorar.

—No quise sentirme de esta manera, lo prometo. Pero no pude evitarlo. No quise ser gay, pero no supe cómo no serlo.

—Michelle —susurro conmocionada ante sus palabras.

Esos ojos tan emotivos se encuentran con los míos y derrama más lágrimas.

—Ayúdame, por favor, ayúdame. Estoy enloqueciendo, no sé qué hacer con todo esto. No sé siquiera quien soy, por favor, ayúdame, Valerie. Esta carga me asfixia, me duele. No es mi culpa ser así, no pude evitarlo.




Holisss, varias cositas:

* El de la foto es Michelle.

*Ya saben, se puede discutir, debatir y no estar de acuerdo, pero siempre con respeto.

ADELANTO DE CAPÍTULO DIECISÉIS:

No sé si ha sido un error el venir, pero tuve un arrebato y aquí estoy. No quiero arrepentirme.

***

    Lomiro con fijeza sin emitir una palabra y veo como sudor comienza a concentrarseen su frente.    

***

—Suéltame, ahora —exijo—. Suéltame o te la verás mal.

***

Supongo que pude haber dicho mierd... Y hacer más fuerte mi argumento, pero no es mi estilo y el mensaje fue entregado de igual manera fuerte y claro.

***

»Te admiro, me inspiras, Valerie —Me dice.

***

Espero les guste.

Un beso.

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