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Capítulo catorce: Moritz significa hermano



Capítulo catorce: Moritz significa hermano.

Edmun.



19 de marzo, 2016.

— ¿En qué piensas?

Alzo la vista del block de dibujo en donde trazo y dirijo la vista a Dietmar. No respondo, solo lo miro y por alguna razón mi mirada aun logra hacerlo encogerse con mi autoridad de hermano mayor. Es una lástima que la mirada no funcionara cuando decidió soltar toda su mierda con Valerie Evans.

—Estoy dibujando como se verán tus tripas cuando las extraiga tras abrirte el estómago. Es un dibujo precioso.

—Moritz, eso no suena bonito.

—Por favor, Dietmar, no me llames así. No soy Moritz.

—Lo eres, sigues siendo mi hermano, por lo tanto eres Moritz.

Dejo el dibujo a un lado y paso las manos por mi mandíbula sintiendo mi barba raspar mis manos. ¿Qué tan difícil es que lo entienda? Quizá se trate de que Dietmar apenas tiene dieciocho años y no puede entender completamente por qué no quiero ser Moritz desde que tengo trece años. Sin embargo, a pesar de que mi hermano es joven, ha visto y vivido mucho más que personas con más edad, todos mis hermanos lo han hecho.

—Estás desestabilizando mi vida, Dietmar.

—Auch, eso duele —Su acento es tan marcado incluso cuando habla este idioma con facilidad—. Lamento venir a verte, luego de los cuatro años que me has olvidado.

—Estabas estudiando en Alemania.

—Eso fue hace dos años. No cuatro.

No hablo y siento un leve malestar ante el dolor evidente en el rostro de uno de mis hermanos menores. Él camina y se deja caer a mi lado, al menos esta vez no trae el cuchillo consigo, no es que lo culpe por querer protegerse.

—Lamento si te ocasiono incomodidades, pero no vendría al hermano que me abandonó si no sintiera que estoy en problemas y tú más que nadie deberías entenderlo.

— ¿Por qué no vas con Livia? —Menciono a nuestra hermana mayor—. Italia suena como algo muy bueno.

—Me niego a ir con esa basura italiana —Enarco una ceja y rueda sus ojos—. No llamo basura italiana a mi hermana.

—Pero sí a su marido.

—No por gusto.

—Dietmar...

—No es que sea un secreto. Es lo mismo que le espera a Fabienne.

Me tenso. Mi hermana Fabienne apenas tiene quince años y espero el matrimonio sea una idea muy alejada de su mente o de la familia, en todo caso.

—No le desees tal mal —digo.

—No es como si no supiéramos que todos estamos malditos.

— ¿Esa escuela en Alemania te volvió tan cínico?

—No, nuestra familia lo hizo —responde. Se inclina hacia mí y antes de que pueda cerrar el block ve el dibujo—. Impresionante, todavía me sorprende que tengas tal talento y de niño papá pensaba que era un pasatiempo.

—Es un garabato.

—No lo es —No deja de observarlo—. Por cierto, Gesine es casi físicamente perfecta, pero Valerie no tiene nada que envidiarle. Es muy hermosa ¿Verdad? —Me pregunta aunque no espera mi respuesta—. Y supiste como capturarla en tu dibujo.

»Parece que estás familiarizado con su rostro, lo dibujas a la perfección.

Cierro el block y golpeo su cabeza con fuerza, dejándolo aturdido, intenta golpearme y tomo su puño. Dietmar no es el mismo chico flacucho y pequeño de catorce años que vi la última vez, pero yo sigo siendo más grande y más fuerte.

—Ya no estoy tan familiarizado porque arruinaste todo lo que me esforcé para que ella confiara en mí.

— ¿Te arruiné el polvo?

— ¿Cómo es que no logras callarte? —comento frustrado.

— ¿Cómo puedes hablar de confianza cuando no le dijiste nada? No sabía que naciste con otro nombre, que eres austriaco, que te ganas la vida pintando, que tienes hermanos, tu maldita familia y apuesto que no tiene ni idea de tu infancia. ¿De qué confianza me hablas? Para mí solo le vendiste un libro en blanco lleno de manchas.

Sus palabras me saben agrias porque sé que tiene razón. Ella no conoce todo de mí, no las partes más importantes y mucho menos las más feas.

—Eran mis historias por contar.

—En ese caso, alégrate que solo le dije la parte feliz, tú siendo un pintor ¡Hurra! —Levanta sus manos y aplaude, estoy tentado a golpearlo de nuevo con el block.

—No puedes quedarte aquí, Dietmar.

— ¿Te genera tanto asco tener contacto con tu familia, Moritz? —Suena rudo, pero veo el dolor en esos ojos que siempre fueron tan expresivos, incluso más que los de Fabienne.

—No me asqueas, Dietmar. Pero no es inteligente que estés conmigo. No es un lugar en el que estés a salvo.

—Lo es, nadie sabe que te llames Edmun, al menos ninguno de ellos.

Y temo que eso termine, porque al contrario de mí que me fui hace tantos años, toda maldita Austria sabe quién es Dietmar Schwarzenberg, para ser honestos, en un montón de países se sabe. Lo que es peor, saben de toda la familia Schwarzenberg.

»Y tampoco es que hagas un trabajo increíble cuando adoptaste como seudónimo el apellido que tanto odias.

—Soy anónimo y me he encargado muy bien de que eso funcione —espeto— y es un modo de protesta el usarlo.

—Mientras permanezca aquí, nadie sabrá de ello. Lo prometo.

—Valerie ya lo sabe.

—Bueno, nadie más además de ella lo sabrá.

—Gracias.

—De nada —O se pierde mi sarcasmo o lo ignora deliberadamente—. Niklas no va a ayudarme, en este momento solo le importa su boda con Gesine, y Lorenz anda en sus propios asuntos.

— ¿Qué dice tu padre?

Nuestro padre no lo sabe —susurra y noto el ligero temblor de terror antes de que aclare su garganta—. Él debe de pensar que me fui por capricho a alguna isla a follar o que estoy festejando en cualquier lugar de Austria, tiene demasiados hijos para notar mi ausencia.

—Tiene seis hijos —Y detesto que me incluya entre ellos—. No es tan difícil saber si todos respiran. ¿Mamá tampoco lo sabe?

—No y si lo supiera, ella no se lo diría a papá para protegerme. Ya sabes que esa mujer es un ángel.

— ¿Qué tan grave es, Dietmar?

—Mucho. Podría suceder de nuevo.

— ¿Sabes que si no te encuentran será una cacería? —Trato de que mi voz sea calmada—. Entonces, el objetivo serán Fabienne, Lorenz, Niklas e incluso Gesine.

—Para entonces, ellos tendrá seguridad cuidándolos.

—Pueden cuidar de ti también.

Sacude su cabeza y veo el miedo en él, el orgullo no lo dejara admitirlo ante mí, más cuando siente que lo abandoné y no puedo negar que lo hice.

—Vas a llamar a Lorenz desde un teléfono desechable y le dirás toda la mierda en la que te metiste, merecen una advertencia. Ellos no sabrán que estás conmigo por lo que espero ningún hermano me caiga de sorpresa a joder aquí. Mamá sabrá que estás bien y Anton también.

—Papá querrá matarme.

—Entonces no será el único —Me encojo de hombros—. Luhanne también querrá hacerlo.

Esta vez su estremecimiento es más claro. Mientras algunos verían ternura en su abuelo, nosotros tenemos a un auténtico hijo de puta que creía que la disciplina era hacernos inmunes al dolor físico.

—El abuelo me destruiría.

—Pensé que no te dejaba llamarle abuelo.

—No está aquí para escucharme. ¿Cómo es que a los setenta y seis aún puede ser un auténtico cabrón?

—Tiene un master en ello y un montón de doctorados —Me sonríe cuando se da cuenta que bromeo con él y que ha conseguido su objetivo—. Un mes, Dietmar y si nada ha sido solucionado —Que no sucederá—, te largas con la basura italiana como la llamas.

—No quiero ir con Livia.

—Yo no quiero tenerte aquí y aun así estoy cediendo. ¿Tenemos un pacto?

A regañadientes estira su mano estrechando la mía, no la suelto para que vea cuán serio soy sobre esto.

—Eres Dietmar Matters.

—Pueden solo llamarme Die.

—La gente no querrá llamarte de una manera tan tenebrosa. ¿Es que no tienes habilidades sociales? —No es que yo pueda decir mucho, pero lo mío tiene una explicación: por lo general odio a las personas. Me desagrada conocerlas y desprecio tenerlas respirando a mí alrededor.

Sí, me choca un poco habitar un planeta con tantas personas en el, pero es un mal necesario con el que debo vivir.

—Tu Valerie ya sabe mi verdadero apellido.

—No me delatará.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque confío en ella y sé que no lo hará, incluso cuando odia mis entrañas.

Me pongo de pie y dice mi nombre.

—Tampoco puedes decirme Moritz.

—No puedo evitarlo.

—Para las personas que viven acá soy Edmun y es lo que dicen mis papeles.

—Como sea, no es lo que quería decirte. Solo creo que deberías ir a la boda de Niklas —Me tenso—. Sé que no sientes cosas buenas hacia él y que estás resentido con Genise, pero ha pasado tiempo y a mamá la haría feliz verte, incluso a papá.

—No...

—Y no sospecharían. Porque ¿Quién puede imaginar que me escondes y dejas solo en Londres mientras te vas a la boda del hermano que odias?

—No odio a Niklas, solo lo desprecio.

Eso lo hace esbozar una pequeña sonrisa.

—Él no es malo, solo se parece demasiado a Anton.

—Lo que lo hace un poco como un pequeño Satanás —señalo.

—No es tanto su culpa ser así, es la culpa de papá y Luhanne, también tuvo mucho con lo que lidiar. ¿Y Genise? Ni siquiera vale la pena aferrase a esa herida. Demuéstrale que no jodió tu cabeza y tu ser.

—Es que ella no hizo eso, ellos no lo hicieron. Esa responsabilidad está en manos de otros.

Antes de que pueda decir más, el timbre de la casa suena. Camino hasta el ventanal de la parte delantera de la casa y veo el auto de Matthew. Muy bien, de nada me sirve ocultar a mi hermano pequeño de mis amigos cuando estará por todo un mes aquí y no es que él sea muy silencioso. Así que camino hacia la puerta y la abro.

—Matt.

—Edmun —Asiente hacia mí y luego sonríe—. ¿Estamos haciendo una especie de saludo misterioso?

—No seas imbécil, pasa.

—Así que no estamos de humor —murmura y cierro la puerta detrás de mí.

Casi gimo de dolor cuando como un niño de cinco años, Dietmar lo saluda con la mano y dice un "hola cara de bola", Matthew voltea a verme desconcertado.

Matt es de ese veinticinco por cierto de la población que no odio. ¡Demonios! Es del ocho por ciento de las personas que me importan y por las que me sacrificaría sin dudar. Hace muchos años, cuando me alejé de mis hermanos, el destino no fue tan hijo de perra y me dejó conseguir a dos hermanos ingleses: Matthew y Alexander. Eso me hizo estar un poco agradecido, no mucho, pero algo es algo.

—Él es mi hermano pequeño Dietmar —digo sin preámbulos y Matthew parpadea con confusión, finjo no notarlo—. Y él es mi amigo Matthew.

—Puedes llamarme Die.

Y aquí vamos de nuevo. Paso una mano por mi barba. Matthew ve de mí hacia Dietmar.

— ¿Desde cuando tienes un hermano?

—De hecho tiene cinco —dice Dietmar y quisiera pulverizarlo con mi mirada. Por la expresión en su rostro me doy cuenta que no puede evitar hablar, quizá fue eso lo que lo llevó a su problema actual.

— ¿Cinco? —repite Matthew—. ¿Tienes cinco hermanos? ¿Dónde se supone que los has estado guardando?

—En el armario —digo.

—Estoy seguro de que esa es una expresión muy americana e inglesa para decir que si sales del armario eres gay —comenta Dietmar y Matthew ni siquiera sabe qué decir.

— ¿Desde cuándo se supone que tienes hermanos?

—Desde que todos ellos nacieron, excepto mi hermana mayor, ella llegó antes —Rasco mi cabeza—. No somos muy unidos.

—Puedo darme cuenta de eso —murmura Matthew y ve hacia Dietmar—. Puedes llamarme Matt.

—Y ya te dije que puedes llamarme Die.

Matthew camina hacia las puertas corredizas que dan al jardín y lo sigo, se gira y me enfrenta. Pasa las manos por su cabello.

— ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Y por qué tu hermano adquiere un diminutivo tan tenebroso?

—Él es un poco especial, le agarras el gusto con el tiempo —Intento bromear y eso lo hace entrecerrar los ojos—. De acuerdo, tengo cinco hermanos, dos de ellas mujeres y una de ellas mayor que yo. No me llevo bien con mis padres.

—Pensé que tus padres estaban muertos.

—Nunca hablé de ellos o dije que lo estuvieran.

— ¡Exacto! Eso nos hizo a Alex y a mí asumir que murieron y te dolía hablar de ellos.

—Pues eso estuvo muy mal asumido. Están vivos y no nos llevamos bien.

— ¿Por eso eres pintor anónimo? ¿Para qué no te descubran?

Ellos lo saben, sería imposible que no lo hicieran.

—Algo así.

—Algo así. ¡¿Es todo lo que consigo?! Te conozco desde hace más de trece años y ahora me entero que tienes toda una camada de hermanos, como si fuesen una especie de manada y que tus padres respiran.

—Si lo analizas, no mentí. Solo nunca me preguntaron.

—No me vengas con pretensiones de desconocer de lo que te hablo.

—Y no me vengas con tu lenguaje técnico de escritor que me exaspera.

—Eh, chicos, puedo escucharlo todo —Reaparece Dietmar—. Y tranquilo, Matt, Moritz también me ocultó todo sobre ustedes.

— ¿Moritz? ¿Qué carajos, Edmun?

En pocos minutos mi hermano tiene mucha capacidad para revelarme ante las personas, tiene que ser una habilidad. No una buena. Él endereza su espalda viéndose mucho más alto y adquiere en su rostro una actitud despreocupada, supongo que es su rostro de cuando se mete en casinos y apuesta. Difícil de leer, atrás quedan los ojos expresivos.

—Moritz en austro bávaro significa hermano —inventa y Matthew no puede saber que lo hace porque no conoce el idioma.

Matt respira hondo varias veces mientras mira al suelo. Ruego silenciosamente al cielo que él no realice ninguna pregunta sobre mi familia, por qué mi hermano está aquí o por qué nunca mencioné nada de ellos. No quiero mentirle, nunca lo he hecho, pero tampoco quiero exponerme o exponerlo.

No es falso cuando digo que no mentí, simplemente ellos nunca preguntaron y yo nunca saque el tema, porque ¿Por qué querría hacerlo? Sé que es omisión, lo que no está muy lejos de mentir, pero me aferraré a ello.

— ¿Por cuánto tiempo te quedas, Die?

—Un mes —respondo por él—. Luego estará de visita a donde una de mis hermanas, está ansioso de ver a nuestros sobrinos.

—A una de tus cinco hermanas —dice Matthew con ironías.

—Íbamos a ser seis, pero mamá perdió al bebé hace unos tres años y medio.

De inmediato dirijo mi mirada a Dietmar: ¿Qué? Mierda. Paso las manos por mi rostro, esto es un auténtico enredo. Siento que estoy a poco de caer en todo este desastre.

— ¿Podemos ir a London Eyes? Siempre he querido ir ahí —comenta de la nada Dietmar y estoy por gritarle que no, pero Matt habla.

—Seguro, es bastante genial. Así podemos conversar un poco más sobre esta peculiar sorpresa sobre tu Moritz.

—No es mi Moritz —Frunce el ceño Dietmar.

—Dijiste que significa hermano.

—Oh, claro. Mi Moritz —Se estremece y contra todo pronóstico eso me hace casi sonreír.

Está ocasionando un alboroto en mi vida, pero no puedo evitar sentir la chispa de felicidad de ver a mi hermano pequeño y descubrir que esa luz en él, no ha sido apagada. Ni siquiera cuando se encuentra en problemas.

***

22 de marzo, 2016.

—Quedare aquí. Lo digo muy en serio, Dietmar.

Está bien, lo haré.

—Y deja de hablar cualquier otro idioma que no sea este, debes pasar desapercibido.

—Soy demasiado guapo para ser invisible —Me replica y niego con mi cabeza. Paciencia, necesito reunir más de ella.

Bajo de mi camioneta y camino hacia la recepción del edificio exclusivo en donde vive Valerie, la mujer que evitó mi llamada y que seguramente si me ve, me vuelve a voltear la cara de una bofetada, casi puedo recordar el ardor. Esa mujer es fuego cuando es apasionada y también lo es cuando se cabrea, mi mejilla puede comprobarlo.

Pero sé que no es rencorosa y que es justa. Es una de las aptitudes que la hace ser quien y una de las características que me gustan de ella. Hay una pureza en Valerie de la que me gustaría aprender, me considero todo lo contrario a ella y aun así no me alejo. Este sería un excelente momento para correr, teniendo en cuenta que sabe uno de mis secretos y que yo sé que no va a exponerme, pero no quiero.

Quiero darle unas razones para que no huya, porque soy egoísta y quiero más. Porque no puedo evitarlo.

Ni siquiera suele ser mi tipo de mujer estándar. Normalmente me encontraría o saldría con mujeres descaradas que sabrían lo que quieren y lo tomarían, quienes no esperaban más que satisfacción, placer y buen rato. A quienes yo no les exigía nada y quienes no me exigían a mí. Pero ahora me convertí en este idiota corriendo detrás de una mujer que posiblemente me odia. Casi me asqueo ante el hecho, pero no hay nada asqueroso sobre perseguir a Valerie Evans.

El hombre de recepción, que parece a instantes de quedarse dormido, se espabila con rapidez y me saluda, me recuerda.

— ¿Va a subir a ver la señorita Evans? —Parece dudoso debido a la hora de la madrugada en la que estoy viniendo, pero estoy en la lista de visitantes frecuentes, al menos espero aun seguir ahí.

—No, él vino a dejarle un regalo, como una especie de carta de amor.

Doy un salto ante la presencia de Dietmar a mi lado.

—Te dije que te quedaras en la camioneta.

—Sí, pero sin darme cuenta salí y aquí estoy —Le sonríe al vigilante—. Soy Dietmar.

—Un gusto joven, soy Robert.

—Tiene que ser increíble llevar un trabajo tan peligroso, mientras todos duermen usted vela por sus sueños. Eso es heroico, señor Robert.

Dietmar es demasiado encantador y sabe leer a las personas. Parece inofensivo, pero no lo es si tienes en cuenta que en cuestión de minutos se gana a cualquier persona, porque puede convertirse con mucha rapidez. Incluso creo que Matthew olvidó su enfado luego de pasar tres horas con él. De verdad, Matthew se fue riéndose y diciéndole "hasta luego", vaya mierda.

Decido interrumpir la conversación de Dietmar con Robert porque son las dos de la mañana y quiero irme a dormir.

—Robert, me gustaría que mañana en cuanto vea a la señorita Evans o si puede subir, le entregue esto —Le hago entrega de mi encomienda—. No le diga que lo dejé yo, ella lo sabrá.

—De acuerdo.

—Muchas gracias, Robert —Puedo ser educado. Comienzo a alejarme junto a Dietmar y casi ruedo mis ojos cuando escucho:

—Hasta luego, Dietmar.

Sí, Robert se despide de mi hermano y él me sonríe con satisfacción.

—Las personas siempre terminan amándome.

— ¿Si? Es curioso, porque en dieciocho años desde que vi tu fea cara llorando, no desarrollé el sentimiento.

Rueda sus ojos y murmura en alemán cuán cabrón e imbécil soy, yo sonrío. Parece que aún lo tengo en mí lo de fastidiar a mis hermanos y hacerlos enojar. Casi creería que es un talento.

Pongo la camioneta en marcha y casi hago una oración silenciosa de que Valerie no arroje a la basura mi regalo.

Sonrío un poco, porque a diferencia de lo que ella cree, he aprendido a conocerla, la respeto, la admiro y nunca me burlaría de ella. Eso era lo menos que quería hacer con mi anonimato o cuando la escuchaba hablar de ese lado de mí. Y sé que tendré oportunidad de explicarlo porque Valerie Evans no juzga, no sentencia ni es injusta.

Ella me dará la oportunidad de explicarme cuando se sienta lista y cuando eso suceda: yo estaré muy preparado para defender mi caso.





Luego no digan que soy cruel... Perdonen los errores, ando de contrabando con la luz apagada fingiendo dormir jejeje. No se acostumbren hoy fue una excepción porque sentí el aire de la bondad.

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