Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|7| ERROR TRAS OTRO

   Tic tac.

   ¿Qué hago?

   Me sentiría secuestrada si no fuese porque la puerta está abierta, las llaves están puestas, no hay guardias de seguridad en el pasillo y puedo irme cuando quiera. Además, tengo el chofer a mi disposición para ir tanto a mi casa como al aeropuerto.

   Todo esto es tan extraño. He pensado en contactar a la policía en estas dos últimas horas. Sin saber qué elegir, mis sentimientos o lo que creo correcto. Le he escrito a Ura y a Gabi, pero terminé borrándolo porque lo leí y era una auténtica locura. Pensarían que me emborraché y escribí tonterías.

   Bebo otro sorbo del té, ya frío. No dejo de pensar en lo que ha pasado. En todo lo que se ha atrevido a confesarme.

   Habíamos entrado en su casa. Todo estaba tan limpio y bien decorado. Claro, muy minimalista y práctico, como me imaginaba que sería Giovanni cuando fantaseaba con él. Su chofer había desaparecido de un momento a otro, y nos dirigimos al baño. Me sentó en una pequeña silla y fue a por un barreño con agua. Con mucho cuidado me limpió la herida, se aseguró que no se hubiese quedado un cristal metido en mi pie y me lo desinfectó. Me llamó la atención que tuviese un equipo tan completo y fuese tan profesional, claro que, me contó que había estudiado medicina, pero, por problemas familiares nunca pudo ejercer. Quise preguntar, pero no me atreví por el cambio de su semblante. Al terminar me ayudó a ir al salón y me trajo un sándwich, un vaso de agua y una caja de pastillas para calmar el dolor.

   Se lo agradecí, más tranquila por su paciencia y amabilidad.

   Después, se fue a otra habitación a llamar a ese amigo policía. No se entretuvo demasiado, estuvo menos de diez minutos. No pude evitar sentir curiosidad y me mantuve en silencio por si escuchaba parte de la conversación, pero nada. Absolutamente nada. Tal vez las habitaciones estarían insonorizadas. No pude evitar preguntarme a qué se dedicaba y lo importante que parecía ser.

   Miré alrededor de la cómoda estancia alguna pista sobre su vida privada, pero no había ni una solo foto familiar, ni siquiera suya. Me pareció sospechoso, aunque pensé que tal vez en su habitación tendría sus objetos personales. Si no tuviese la pierna herida habría ido a cotillear.

   Volvió a salir y se sentó cerca de mí.

   —Meena, en primer lugar, siento que esto haya comenzado así.

   —¿Hablaste con tu amigo? ¿Está vivo? —ignoré su disculpa, centrada en el tema importante. El que no dejaba de preocuparme.

   —Hablé con él e irá con sus hombres. Más tarde me informará de todo.

   —Vale. Al menos podrán hacer algo, pero, seguramente se habrán dado a la fuga.

   —Si es el caso, estoy seguro que los encontrarán.

   —¿Van a ir a por mí?

   Pregunté, temerosa.

   —Puede, pero, no sabrán quién eres. ¿Te vieron la cara?

   —Sí, lo suficiente para acordarse.

   —No temas, puede que quieran buscarte, pero, la policía será más rápida. Además, mañana te vas, ¿no?

   Las alarmas se encendieron en mi cabeza, aunque recordé que se lo dije en nuestra llamada.

   —Sí, muy temprano —respondí escuetamente.

   Nos quedamos en silencio, mirándonos. Estábamos a solas y a pesar de todo lo que había pasado, me sentía curiosamente cómoda. Había algo en su mirada, la forma en la que me miraba y el respeto con el que actuaba. Entendía por qué me atrajo cuando lo vi por primera vez en la discoteca. Desde entonces, aunque estuve evitando hablarle por vergüenza, no me arrepentía de haberlo llamado. ¿Qué habría sido de mí si no lo hubiese hecho? ¿Estaría viva?

   —Yo... —murmuró y lo observé y parecía avergonzado—. Llevo pensando en ti desde que te conocí.

   No pude evitar sonrojarme por su declaración.

   —¿Por qué?

   Pregunté, queriendo saber en qué sentido me había estado pensando.

   —Desde que me sonreíste, no sido capaz de sacarte de mí mente —contestó, sorprendiéndome por su naturalidad.

   Pensé que se estaba aprovechando de la situación y solo quería coquetear. Sin embargo, se atrevió a cogerme la mano y me habló con franqueza.

   —No niego, que, al principio, solo estaba allí para tomarme una copa y despejarme del trabajo. Y, cuando vi la situación con ese borracho, solo te ayudé porque pensé que era correcto, sin ninguna doble intención. Sin embargo, después, cuando me miraste y me sonreíste, me sentí verdaderamente atraído hacia a ti —habló, haciéndome recordar ese momento mágico. Siguió: —. No lo dudé, necesitaba tener tu contacto, pero, cuando me confundieron con el otro señor y tuve que armar ese lío innecesario y salir corriendo, me quedé en la plaza pensando volver por ti y conseguir tu número de teléfono. Pero, apareciste, y volví a salvarte... Y, cuando me llamaste esta noche, no sabes lo feliz que me hizo, aunque todo haya salido así de mal...

   Suspiró, volviendo a mirarme.

   No tuve palabras para poder expresar lo que sentía. Por un lado, me sentía abrumada por lo que acaba de suceder pocas horas antes, solo que, estar con él, su presencia, sentía demasiado para acabar de conocerlo. Me estaba agobiando el hecho de solo estar cómoda junto a él, siendo un desconocido, pero, no podía evitarlo, controlarlo... Tan solo cinco minutos con Giovanni, me hizo sentir más que Edgard en los últimos meses que compartimos.

   Sentí un impacto en el corazón que no supe identificar.

   —Meena, tal vez sea difícil de creer, pero, no tengo malas intenciones contigo. Me gustaste genuinamente, pero, para conocerte. Esta noche, yo solo quería hablar contigo, no aprovecharme de ti o tu inocencia.

   Me sentí abochornada porque mis intenciones eran muy sencillas y claras. Iba a lo que iba. Pensé que él quería lo mismo que yo. Sin compromisos ni dolores de cabeza. Así pensé que sería más fácil, de ahora en adelante.

   Eso pensaba.

   —Como te prometí, ya estás curada y la herida no es grave, así que, mi chofer puede llevarte a casa, a comisaría o dónde desees ir.

   Asentí, sin saber exactamente qué respuesta darle. Debía irme, pero, absolutamente todo lo que me había confesado, era mutuo. Me sentía ¿protegida? No lo sabía, solo quise decir que sí, a todo.

   —Me quedaré, pero solo porque no quiero preocupar a mi familia —aceptó, esperando algo más —. Quiero retirarme, si es posible —. Seguí, sin contestarle.

   —Te acompaño a tu habitación, espero que sea cómoda.

Noté en su tono la decepción, por haber sido indiferente a sus sentimientos. No lo era, de hecho, quería hacer un movimiento que le dejase claro que sentía lo mismo, solo que, me daba miedo. Era todo demasiado rápido.

   Me ayudó a llegar a la habitación y marchó. Después de cinco minutos volvió con un té y se fue. 

   Y, ahora, sigo dándole vueltas. Me meto dentro de las sábanas y decido cerrar los ojos, deseando amanecer en mi habitación y no aquí.

   El viento es helador. El agua debería congelarme las piernas, pero siento un sentimiento cálido en mi interior, en mi pecho, en mi estomago... Estoy en medio del mar, no hay nada alrededor. Solo somos el agua y yo, pero no me ahogo ni mucho menos. Hago pie, lo que me da curiosidad, pero no temo. Siento seguridad. Las olas me llegan al esternón, y si es muy alta me moja los labios. Me paso la lengua por ellos y me da sed.

   El cielo esta nublado, gris y verde. No hay sol, de vez en cuando cae un rayo y espero un trueno que no llego a escuchar. Lo ansío.

   Miro mis manos y tienen pintura dorada con brillos. Las introduzco en el agua y las restriego por mis piernas, tratando de limpiarme. Las saco y nada ha cambiado. De pronto, mi atención es dirigida a un objeto que cae cerca mío. ¿Un palo de hierro? Cierro los ojos al ver uno desprenderse del cielo. Espero el impacto, el cual nunca llega. Vuelvo a abrir los ojos y el mar ha desaparecido. Estoy en una selva tropical, húmeda y cubierta por exóticas flores. No hay frutas ni animales.

   Doy un paso, pero un árbol sale de la nada, impidiendo que avance. No comprendo que sucede. Vuelvo a intentarlo y pasa lo mismo. Suelto un grito, pero no logro escucharme. ¿Por qué? Alzo la mano para tocar al árbol, y este se hunde en el suelo, temeroso.

   Me quedo quieta observando a mi alrededor. De pronto, me es difícil respirar. El aire se condensa y mi cuerpo comienza a sudar sin control. Me quito las prendas, quedándome desnuda en medio de la selva y de flores anaranjadas. Y una diferente. Rosada con un punto amarillo en su interior. La dificultad de respirar no impide que la coja y la huela. Y soy capaz de percibir el aroma anisado de la flor. Me apartó y me pica la nariz.

   —¿No lo recuerdas? Cada vez que la hueles te pica la nariz.

   Esa voz.

   Mamá.

   Abro los ojos y me levanto asustada, tiritando, con lágrimas en la almohada. Un pinchazo en el pie provoca que me siente. Ha sido tan impulsivo que no me ha dado tiempo a reaccionar y pensar. ¿Qué ha sido ese sueño? Noto cosquilleos y mis mejillas cogen color, aunque, al recordar la voz de mi madre esas sensaciones desparecen. Qué confusión.

   Cojo el teléfono. 4:10 a.m.

   Quedan dos horas para mi vuelo. ¿Y si me voy a casa? Ya es hora. Y, Giovanni dijo que en cualquier momento podía irme a casa con su chofer, así que, lo haré ahora. Le dejaré una nota o le pondré un mensaje para vernos más adelante. Creo que quiero conocerlo.

   Trato de relajarme, porque sigo con mil sensaciones. Me vuelvo a levantar y me quito la ropa con rapidez, poniéndome la mía. Al ver mis zapatillas pongo una mueca, tienen sangre, pero no queda otra.

   Tengo la decencia de deshacer la cama porque doy por hecho que la cambiarán. Cuando entré hace unas horas a la habitación me sorprendí al ver lo bien planchadas que estaban las sábanas. Era imposible que hubiesen sido tocadas por alguien más. En conclusión, quería facilitarle el trabajo a la limpiadora.

   Giro el picaporte con suma delicadeza. No quiero despertar con mi torpeza a Giovanni.

   Salgo del cuarto de invitados y dando pasos largos y silenciosos me dirijo a la sala de estar. Me tengo al ver una luz, observo que proviene de una habitación con la puerta entreabierta. Escucho la voz de Giovanni.

   Qué coincidencia que esté despierto. No habrá podido pegar ojo.

   Me dirijo hacía allí, sin embargo, me paralizo por lo que escucho a continuación.

   —No, no —habla, temeroso —. No fue lo que acordamos. Era conseguirlo y dejarla ir.

   ¿Dejarla ir? ¿A quién se refiere? Procuro ser sigilosa y continuar enterándome de la conversación.

   —¿¡Qué!? Por favor, debe de haber otra forma —grita, pero, inmediatamente se cierra la puerta.

   Es ahora o nunca.

   Me pego a la puerta, con el corazón a mil. Tengo un mal presentimiento.

   —Esto no fue lo que me prometiste. ¡Dijiste que solo tenía que... Yo no sé qué pasó... ¡No fui yo quien los envío a la catedral! ¿Fuiste tú...? No, señor, no... Está bien, veré lo que puedo hacer...

   ¿Qué...? ¿Los hombres a la catedral? ¿¡Está hablando con el responsable!? ¿¡Por qué parece que los conoce!?

   Parece que está hablando con el mismísimo... El mismísimo asesino de la catedral. ¿¡Cómo he podido ser tan tonta!? Esa maldita confesión de sus estúpidos sentimientos eran falsos. Y yo casi, casi... ¡Casi caigo en su trampa! ¿¡Y si quieren deshacerse de mí por saber demasiado!? Solo cometo error tras otro, confiando en él.

   ¡Tengo que salir de aquí!

   Mis ojos se inundan de lágrimas y me alejo rápidamente, antes de que sea tarde.  

   Agarro mi nuevo amuleto mientras suelto lágrimas de miedo y de desilusión. Con máximo cuidado, abro la puerta y salgo de esa casa de locos. No voy a morir, y menos hoy.

   Con los pelos de punta, consigo salir al exterior sin ser detectada. El chofer no está por ningún lado, no veo a nadie más. Me acompaña el miedo hasta caminar lo más rápido posible que puedo, dañando mi pierna, sin embargo, no me detengo.

   —¡Meena!

   Miro atrás y veo a varios metros a Giovanni, en el umbral de la puerta tratando de buscarme en la oscuridad. Las luces afortunadamente estaban apagadas. Sin pensarlo un solo segundo, me lanzo hacia los matorrales, para evitar que me encuentre. Me agacho, tratando de esconderme, mientras no le pierdo de vista. El chofer aparece a su lado, Giovanni le frena cuando hace el amago de ir a buscarme. Se giran y entran en la propiedad.

   Salgo tras varios minutos, temiendo que estén esperando a que salga. Me atrevo a salir, pero, corro calle abajo hasta que mi pie herido comienza a darme punzadas. Camino, con lentitud, no quiero parar. Necesito alejarme todo lo posible.

***

¡Hola! ¿Cómo estáis? ¡Espero que os haya gustado! Se puede notar la tensión en el ambiente, ¿cierto? Heheheh. Gracias por adelantado por vuestros votos y comentarios, lo aprecio mucho. Además, quería  celebrar que casi llegamos a 500 lecturas!!!! No me lo creo, estoy muy feliz y es gracias a vosotros. Espero que estéis muy bien lectores. Un abrazo fuerte, Neferet.  ❣️❣️❣️❣️❣️


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro