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|5| UNA INVITACION

  
   No es miedo, no es preocupación, no es vergüenza.

   Entonces... ¿Qué es esta sensación. ¿Por qué mi corazón late con tanta violencia, de repente ante su poderosa mirada? ¿Por qué motivo estamos tan cerca?

   Los segundos parecen horas. No puedo emitir ningún sonido, solo permanezco callada paseando la vista por su rostro pálido. Cejas finas y arqueadas, delicado y elegante. Sus ojos están proporcionados para su rostro en forma de diamante. Tiene un pequeño lunar en una de sus mejillas hundidas, la derecha, del cual no me percaté la última vez. Y sus labios finos, con una ligera sonrisa de lado. Prepotente.

   ¿Se acordará de mí?

   Pasea su vista por mi rostro. Lo único que puede ver en mí son mis ojos marrones mirándolo con molestia, una nariz recta de tamaño medio, labios finos, mandíbula rectangular, y, por último, mi cuello adornado con una nueva joya...

   Al final decidí ponerme mi nuevo amuleto. Una llave metalizada y antigua.

   Antes de que ninguno de los pueda añadir algún comentario, la puerta se abre y la recepcionista, Valentina, se le transforma radicalmente la expresión. Se tapa la boca con sorpresa. A su lado se encuentra el señor Costa, y a diferencia de la joven mujer, me observa.

   —Señor Tjäder, por favor, no se quede fuera, pase.

   Mi mundo se bloquea. ¿Tjäder?

   No puede ser.

   Ato cabos, pero no puede ser. ¿Verdad?

   Pero, si llega a ser así, me atreví a contestar inadecuadamente no solo a mi jefe, sino al mismísimo heredero de la empresa hotelera, hace meses. Por lo que sé, según algunos rumores que escuché a la gobernanta, en unos pocos años el hijo de Eric Tjäder, el aquí presente, iba a heredarlo todo ya que su padre se quería retirar pronto debido a una extraña enfermedad. Nadie sabe dónde se encuentra Eric Tjäder a día de hoy, es todo un misterio. Habían pasado, de hecho, varios meses desde que se le había visto por última vez, en Milán, creo recordar. Incluso, llegó a circular por los hoteles que estaba muerto y trataban de ocultarlo.

   De todas formas, son todo habladurías.

   El hombre de poderosos ojos verdes, niega su propuesta, sin dejar de mirarme.

   Ni siquiera me permito moverme. No sé qué hacer. ¿Y si me voy?

   —He dejado uno de los sobres —se dirige a Pietro —. Haga el favor y tráigamelo.

   En el rostro del recién nombrado veo un pequeño amago de molestia, pero lo oculta con rapidez y asiente, yendo (casi) corriendo hacia él, como si fuese un simple empleado y su puesto no valiese nada.

   —Aquí tiene. Tenga un buen viaje señor Tjäder.

   Asiente, desinteresado, volviendo a posar su mirada burlona en mí.

   Mis sentimientos de odio crecen.

   —Me alegro de volver a verla, señorita Rakt.

   Abro los ojos perpleja.

   ¡Se acuerda de mí! Y, además, ¡me ha delatado!

   Se va sin esperar respuesta, con un paso elegante y ligero.

   —Valentina, vaya a su puesto inmediatamente —demanda Pietro, de mal humor —. Meena, entra.

   Hago lo que me pide, con cierto temor.

   La recepcionista se va después de suspirar con pesadez y me apresuro a adentrarme a la habitación. Oigo como se cierra la puerta y me dirijo a la silla tras el escritorio. Sigue como la última vez que estuve aquí... con el señor Tjäder. Qué persona más desagradable. Ahora comprendo esos aires de superioridad con los que me trató. Hubiera preferido no volver a verlo, o tal vez no haberlo conocido  de la forma en la que coincidimos.

   —Meena, antes de todo, y perdona que me entrometa, pero, ¿conocías al señor Tjäder?

   Me muerdo levemente el labio, no queriendo revelar nuestro único encuentro.

   —Bueno, conocer es una palabra muy concreta —explico, quitándole importancia.

   Me observa expectante, esperando que prosiga. Lo hago.

   —Coincidí con él una vez en el ascensor... Pero eran las seis de la mañana —me excuso con rapidez, esperando un mal comentario.

   Asiente.

   —Está bien —contesta—. Simplemente me sorprendió porque no es un jefe tan amable como yo que se da a conocer a sus empleados.

   Uy, si lo escuchase Vincent Tjäder... Se nota la rabia en su tono.

   Me río con su comentario envenenado. Con solo hablar con él cinco minutos me ha dejado claro que es una persona un tanto antipática.

   —Y bueno, ¿qué respuesta me vas a dar?

   Pregunta amigablemente, cambiando su actitud de hace unos segundos.

    Respiro profundidad antes de dar mi veredicto.

   —Después de darle un par de vueltas el asunto, me interesa, pero, me gustaría conocer a qué ciudad me trasladará antes de tomar una decisión definitiva.

   —Claro, claro... —Se sienta y busca entre la montaña de papeles que se encuentra en su mesa—. Aquí está. Pues déjame decirte que es una ciudad maravillosa, con playa. Hay mucho turismo y en tus tardes libres podrás visitar diferentes zonas costeras.

   «El hotel fue inaugurado hace apenas unos meses. Todo está en perfectísimo estado y con la mejor tecnología.

   El señor Tjäder es uno de los principales encargados de este nuevo proyecto, al cual has conocido. Aunque hay muchos hoteles de esta cadena en Italia y uno de los favoritos de Europa, hay mucha competencia internacional, ¿sabes? Pero, gracias a tratos con países como Dubái, Estados Unidos y Japón hemos sabido mantenernos a flota.

   Como te dije en un principio, la empresa se iba a encargar de proporcionarte una vivienda en el centro de dicha ciudad, durante el periodo de un año aproximadamente y con un sueldo muy generoso cada mes. Tendrías vacaciones pagadas y derecho a dos días libres a la semana. Trabajarías una jornada de seis a ocho horas en tus días laborales. El número de habitaciones o detalles más concretos los hablarás con la gobernanta de dicho hotel.

   Así que, ahora bien, la ciudad que te han asignado es nada menos que la ciudad de la gran familia Malatesta, la hermosa Rímini. ¿Has oído hablar de ella? Cultura, historia, comida... Una maravilla. ¿Has ido? ¿No? Una urbe turística frente al mar Adriático. Puedes encontrar el Puente de Tiberio, el Arco de Augusto, el Anfiteatro, el Teatro Amintore Galli, la mismísima catedral de la ciudad, el Templo Malatestiano y te encontrarás con muchas de sus leyendas.

   Hay dos hoteles Tjäder, de cinco estrellas, Ljuv. Es el más grande, enfrente de la playa, cerca del Porto canale di Rimini. El otro, Varg, en el que trabajarás, está localizado entre la Catedral y el Arco de Augusto, en el centro y rodeado de restaurantes y monumentos históricos.

   Y, la vivienda es un pequeño apartamento solo para ti. Los Tjäder cuentan con una serie de edificios que utilizan como departamentos para empleados fijos. En el primer mes no tienes que pagar el alquiler, sin embargo, después podrás autoabastecerte con tu sueldo sin problema. Además, la mudanza, el transporte y el billete de avión es asunto nuestro.

   Como te he dicho anteriormente, se trata de un año completo. Empiezas el uno de noviembre, hasta el próximo noviembre del 2018. Y, no creo que cometas un error tan grave para ser despedida, aquí lo has hecho estupendamente, así que déjame bien delante de tu nuevo jefe.

   Bueno Meena, entonces, ¿qué te parece?»

   Una gran sonrisa le aparece en el rostro.

   Cinco segundos. Es el tiempo exacto en el que tardo en responder.

   —¿Dónde firmo?

   Es demasiado bueno para ser verdad... Por eso mismo lo haré. 


***


   «Los "hasta luego" son la mentira de las despedidas».

   Cierro la última maleta y paro la canción. Qué rápido he terminado.

   Estoy sola en casa, Ura se fue hace una hora a trabajar al restaurante y aproveché para comenzar a empacar. No me hará falta ni mudanza. He decidido llevarme solo lo necesario: ropa y pequeños recuerdos, que constan de tres cuadros con mi familia, mi diario de cuando era una adolescente y tres libros imprescindibles.

   Solo será un año, no es tanto tiempo como parece.

   Estoy nerviosa. Voy a estar completamente sola en una ciudad llena de desconocidos. Es decir, he estado sola antes, sin mis padres, sin amigos, sin pareja... Pero, sin Ura... Obviamente en mis vacaciones iré a verla o mismamente la invito a que venga a verme, solo que, la echaré mucho de menos. A Gabi también.

   Nuestra amistad siempre ha sido y es muy cercana. Siempre juntas. Desde el momento en el que nos conocimos nos volvimos inseparables. Hemos pasado muchos momentos felices y desafortunados, a diferentes niveles. La muerte de mis padres, la separación de los suyos, su ruptura con su primer novio (Lorenzo), dramas escolares y universitarios, nuestros primeros empleos, su primer reportaje, cuando dejé la carrera, la muerte de su abuela, mi primer amor (Edgard), su segundo amor (Roberto)... Y, ahora me voy por un año.

   Nueva ciudad, trabajo y gente. ¿Y si no socializo? ¿Y si me pierdo y me secuestra la mafia? ¿Y si no me adapto?

   —Meena, basta —me digo a mí misma, observándome en el espejo.

   Quiero dejar atrás todo lo malo.

   No sé qué me ha pasado. Siento que salté de un avión y llevo en los aires todo este tiempo, esperando el impacto... Olvidé que estaba cayendo. Mientras caía, lo acepté ciegamente. Lo acepté.

   Y, en cuestiones de segundos, abrí el paracaídas y aterricé sobre tierra firme. Pensé que todo sería diferente, pero, he estado ignorando mis sentimientos, la sensatez, por miedo a romper la rutina en la que me encontraba. No. No más. Necesito volver a respirar, quedarme pegada al suelo. No quiero volver a volar, no así.

   Necesitaba un cambio, y, a pesar de todas mis inseguridades he seguido adelante.

   Después de que Pietro me explicase el contrato por completo, verifiqué que ponía exactamente palabra por palabra, confirmando mis dudas. Era real, no un sueño. Le pregunté, sin ningún tapujo, por qué era tan buena la oferta. Me respondió sin vergüenza los siguiente:

   "El dinero todo lo puede, por eso, si los Tjäder te han ofrecido esta oferta, es porque pueden".

   Comprendí el mensaje, dejando moralmente mucho que desear; sin embargo, su forma de mirarme me puso los pelos de punta. Había algo peculiar en Pietro, sentía que había habido en él un cambio repentino en su manera de tratarme. De pronto, de ser una camarera de piso como cualquiera, a tener una oferta de oro. Supongo que a esto la gente se referirá como suerte.

   Firmé el contrato y acordó mandarme el billete de avión por correo electrónico mañana mismo, ya que quedaban unos pocos días para irme. Le mandé un mensaje hace un rato, aclarando que no necesitaba ningún tipo de camioneta de mudanza, que un taxi era más que suficiente para dos maletas. Respondió al poco tiempo un "OK".

   Toco mi colgante, pensando si su dueño lo estará buscando todavía. ¿Está mal quedármelo?

   Un corto pitido llama mi atención. ¿Será Ura? Imposible, siendo sábado por la noche es muy improbable que haya terminado el turno a las nueve de la noche. Debería salir alrededor de la una de la madrugada.

   Voy a la puerta, ya que ha sonado el timbre de la puerta de arriba y no del portal. Miro por la mirilla, pero, para mi sorpresa, no hay nadie.

   Espero un par de minutos frente a la puerta, tratando de no emitir ningún sonido ni hacer ningún tipo de ruido.

   La luz del rellano se termina por apagar y dudo entre abrir o no.

   Cojo el palo de madera que tenemos para casos de emergencia, por si debemos defendernos. Nunca, afortunadamente, nos hemos visto en la necesidad de usarlo, y espero que hoy no sea ese día. Lo agarro y abro la puerta con sigilo, sin embargo, hace más ruido que el timbre. Cruje y se raspa ligeramente con el suelo. Mi padre, desde que llegamos al piso, la arregló un par de veces porque no nos podíamos permitir comprar otra, pero no era el mejor manitas. De hecho, unos días antes del accidente, le hizo el último arreglo, y le añadió un perchero en la parte trasera, el cual se mantenía en perfecto estado.

   Se enciende la luz y pongo una pose como si estuviese lista para una pelea, y para mi buena suerte, no hay nadie, sino algo. Una caja rosada con un lazo negro encima del felpudo.

   Sin dejar de estar alerta, cojo la caja. No pesa. No tiene ninguna etiqueta, por lo que no es un pedido hecho por internet. ¿Y si es un regalo? ¿A mí quién me va a hacer un regalo? ¿Y si no es para mí?

   Cierro la puerta con rapidez y, tras apagar la luz del pasillo voy a mi habitación. Pongo la misteriosa caja encima de la cama. Agarro el teléfono y le hago una foto, mandándosela en el acto a Ura y a Gabi.

   A mi tía le pregunto si ha pedido algo en alguna tienda online, y a la segunda si lo ha mandado ella como adelanto de mi cumpleaños.

   Ura no responde, supongo que no lo hará hasta el final de la noche en un momento que tenga para beber agua. Mientras tanto, recibo una llamada de mi mejor amiga como respuesta.

   —¿Y eso Mee? Te prometo que no fui yo. ¿Le diste tu dirección a tu salvador italiano?

   Pregunta, con menos entusiasmo del normal.

   Suelto una pequeña risa nerviosa.

   Todavía no he hablado con Giovanni, lo estoy dejando para el final porque no me atrevo.

   —Pues... ni siquiera le hablé, he tenido mucho lío hoy haciendo las maletas.

   Me excuso, y, para mi sorpresa contesta un simple "Vale".

   —Gabi, ¿va todo bien? Estás muy rara.

   —Mmm, bueno.

   Oigo como se sorbe la nariz.

   Alejo el teléfono de mi rostro y cuelgo. Entro en una aplicación por la que solemos hacer videollamadas y la llamo.

   Tarda en responder unos segundos, pero, al verla confirmo mis sospechas.

   —¿Qué ha pasado Gabi? ¿Y esa cara?

   Veo a través de la pantalla a mi amiga. Sus bellas mejillas están rosadas y sus ojos verdes brillan y están rojizos. El pelo castaño está despeinado en un moño malhecho. Se quita las gafas y me observa, poniendo una sonrisa triste.

   —No debería estar aquí —murmura con la voz rasgada —. No sé en qué estaba pensando.

   Es lo único que dice antes de estallar en llanto, tapándose con la almohada. Miro a su alrededor, efectivamente, no está en la casa de Roberto.

   Dejo que llore tranquila, sin interrumpir, esperando que lo suelte todo.

   Tras varios pañuelos y palabras incoherentes, bebe agua y respira con profundidad, lista para narrarme los hechos.

   —No sé qué he hecho mal, es que he estado toda la tarde buscando la respuesta y no la encuentro. ¿Es por mi edad? ¿No soy lo suficientemente madura? ¿Inteligente? ¿Divertida? ¿Atrevida?

   —Gabi, un momento. ¿Qué ha pasado exactamente?

   —Está bien —contesta. Respira, conteniendo las lágrimas y procede a narrarme los hechos —. Como sabes, ha estado distante conmigo desde la última vez que nos vimos, desde ese beso. Fue maravilloso, tan inesperado y perfecto. Mi corazón explotó de la emoción. Me lo dio antes de subirme al tren, ahora pensándolo bien, era su forma de decirme adiós.

   —¿Pero no seguíais hablando?

   —Sí y no. Dejó de hablarme tan seguido, apenas dos llamadas a lo largo de la semana, cuando antes nos escribíamos a todas horas... Pensé que estaba confundido, hasta que llegó a mí el rumor de una nueva relación romántica en el mundo del espectáculo relacionado con Roberto. Y yo pensando por un momento que podría tratarse de mí... Lo ignoré ya que corrían noticias falsas todos los días.

   «Sin embargo, esta mañana vi la cruda realidad. No había avisado a Roberto de que asistiría al estreno de la película Soledades, porque quería darle una sorpresa para aliviar la tensión. Había reservado una habitación con unas vistas increíbles para esta noche, pensando que podría declararse.

   Fui a la casa de una amiga que tengo aquí, donde me puse un vestido elegante y salí disparada. Nada más llegar a la alfombra roja, lo vi. Todo repleto de paparazzi y ahí estaba él, saliendo de la limusina. Tan elegante y atractivo, seguro de sí mismo. Pero, cuando levantó su mano hacia la puerta del vehículo y fue correspondido por la mismísima Lys Petit, protagonista de la película estrella, todo se me cayó. Estaba enfundada con un precioso vestido azul y su pelo negro brillaba. Según todas las revistas es una de las mujeres más bellas de Roma, y tenían toda la razón.

   Saludaron a los fans y a las cámaras, y, antes de entrar, se dieron un beso que provocó gritos entre el público.

   No me vio en ningún solo momento».

   Abro los ojos sorprendida.

   —¡¿QUE!? ¿¡Cuándo pasó!? ¿Están saliendo?

   —Sí, acudiendo a este evento han confirmado su relación. Las redes sociales han explotado con la primicia. Y, lo peor de esto es que me ha llamado mi jefe y como sabe que tengo una amistad con Roberto quiere que le haga una entrevista sobre su nuevo amor.

   —Ay Dios Gabi, pero, ¿lo has llamado pidiéndole explicaciones? —pregunto, apenada por mi amiga.

   Niega.

   —No exactamente. Le envié un mensaje después de ver el beso, yéndome lo más lejos que pude de allí. Un simple: «Te he visto, esto se ha acabado». Me llamó dos veces, pero decidí bloquearlo en todo —explica, limpiándose una lagrima —. Y, ahora estoy en la habitación del hotel. Mañana mismo me voy, le pondré alguna excusa a mi jefe para escabullirme. Creo que iré a ver a mi madre. Necesito alejarme de todo.

   —Si has querido que sea así, lo respetaré. Pero, pienso que mereces una explicación decente.

   —Lo sé, solo que no puedo escuchar su voz, menos verlo. No quiero saber absolutamente nada de él. Nunca —zanja el tema.

   —Está bien, ese hombre no existe —asiente, con una corta sonrisa.

   —Por cierto, ¿y el paquete ese? —pregunta, cambiando de tema.

   —Ah, sí. Lo había olvidado

   Coloco el teléfono en la mesilla, permitiendo que pueda verme a cuerpo completo.

   Desato el lazo negro de terciopelo y alzo la tapa, descubriendo una nota con una elegante caligrafía.

   Leo en voz alta lo siguiente:

"Meena Rakt, me complace invitarla el día 8 de noviembre a las 20:00 a la ópera en el Teatro Amintore Galli. Me he dado el atrevimiento de obsequiarle este presente y espero que me conceda el honor de vérselo puesto.

V. T."

   Silencio.

   Creo que me voy a desmayar.

      —¿V. T. ? —releo, hasta caer en cuenta—. ¿¡Vincent Tjäder!?

   —Meena, ¿me estás diciendo que Vincent Tjäder te está invitando a salir nada más llegar a Rímini? —no da crédito a lo que acabo de leer—. A ver, sácalo.

   No es la única que está sorprendida.

   Hago lo que me pide, dejando la invitación a un lado. Aparto el papel crepé y encuentro una tela verde esmeralda. Es impresionante.

   —Esto es caro.

   Nada más cogerlo se desliza entre mis manos y nos quedamos ante el vestido más bonito que he visto. Es largo, sin hombros y manga larga.

   No tardo más de un minuto en tenerlo puesto y la talla es perfecta. El tacto es más agradable puesto. Se lo enseño a Gabi antes de mirarme en el espejo y aplaude sin decir nada.

   —Meena, somos mejores amigas, ¿verdad? —pregunta, tras haberme contemplado embobada con el vestido, a lo cual asiento—. Pues dime la verdad, ¿pasó algo más entre vosotros?

   Después de haberlo visto esta mañana, escribí a Gabi, contándole brevemente la situación.

   —¡No! —exclamo, ligeramente ofendida—. Ni siquiera pudimos mantener algún tipo de conversación —explico—. Solo nos miramos y se despidió de mí.

   —Pues se enamoró, definitivamente.

   Le lanzo una mirada de desaprobación.

   —No digas tonterías, debe ser otra cosa —me quedo pensando—. Pero, no se me ocurre cual.

   —Meena, por favor, te ha regalo un vestido precioso y te ha invitado a un evento elegante —dice, como si fuese obvio—. ¿Vas a ir?

   Me agobio. Todo ha sido muy repentino. Cojo en teléfono y me siento en la cama, apartando con el pie la caja, junto a la invitación.

   —No lo sé.

   —Parece que tiene otras intenciones, solo falta el número de la habitación del hotel... —noto el enfado en su voz —. Parece que no olvidó vuestro encontronazo y ahora que te ha vuelvo a ver, y así de guapa, quiere lo que quiere. He conocido a muchos ricachones de estos y, no quiero ser aguafiestas, pero me empiezan a cuadrar las cosas.

   —No me estarás diciendo que...

   —Meena, piénsalo.

   —No tiene sentido. ¿Haría tanto alboroto solo por una noche de sexo? Por favor.

   —No he oído nada sobre él, pero, solo sé que es un hombre que posee una fortuna y puede permitirse tanto ascenderte y trasladarte a Rímini para ir a la ópera, como comprarse una mansión en Dubái para ir a cenar mañana mismo.

   —¿Te escuchas? Si fuese una celebridad que quisiera impresionar podría entenderlo, pero, lo más cercano que tengo a la fama eres tú.

   —¿Y solo puede tener ojos para las de su misma clase social? Es simple, le has atraído y vio que vas a ser difícil de roer, así que se está montando un cliché —parece muy segura de su idea.

   —No estoy convencida, pero no soy tan buena limpiando habitaciones para que me quiera en su nuevo proyecto. Lo único que sé es que no creo que vaya a ir.

   Me miro en el espejo, dando una vuelta.

   —Pero, te quedas el vestido, ¿no? 


***

¡Hola! ¿Cómo estáis lectores? Aquí Neferet. Antes de nada, agradeceros vuestros comentarios y votos, me animan mucho y muchos de ellos son muy graciosos, me hacen ver que disfrutáis como yo esta novela. 

Y, segundo, vi que hay gente de varios países y me llamó la atención tener tanta variedad. De muchos países de Latinoamérica, de EEUU y alguno de Europa. Me gustaría saber desde dónde me leéis.  Un abrazo y ojalá estés teniendo una buena mañana, tarde o noche. 

Neferet💞💞💞💞💞




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