|3| VERONA BRILLA
3:23 AM
Creo que hoy es el día en el que creeré en lo imposible, en lo intangible, aquello que siempre ignoré. No creo en ello, ¿no? Las pulsaciones me van a mil.
Si Ura llega a saber lo que ha sucedido, que, probablemente cuando nos veamos por la mañana me preguntará si pasó algo, ya que habrá tenido un mal sueño, no sé qué hará. Siento que no debería haber sucedido, que no es un buen augurio. Sin embargo, no es la primera vez que pasa. He experimentado esto... El día que conocí a Edgard.
¿Acaso estas cosas son posibles? ¿No hay una explicación racional? No se me ocurre ninguna. No sé qué hacer, pero tengo una sensación muy mala.
A pesar de considerarme una mujer anti espiritual, siempre he tenido la duda. También cabe mencionar que he convivido con una persona que cree fielmente en la magia y me he visto influenciada a tenerle un respeto. Ura me ha criado bajo unos valores morales adecuados, cosa que me sorprende por nuestro lugar de origen y su edad. Tiene cuarenta y siete años, sin esposo ni hijos, y solo la brujería es su punto débil. Ura quiere paz y tranquilidad, tanto para ella como para todos. Siempre dice que el odio crea conflictos, y los conflictos solo llevan a la destrucción entre iguales. Así me crío y me siento agradecida.
Parpadeo y respiro, confusa por la reacción involuntaria que experimenté en todo mi cuerpo. Ha sido real. El ambiente con la música a todo volumen y las luces de neón no han sido participes de esto. Estoy completamente segura, y ojalá no fuese de este modo. No he bebido ni me he drogado.
—¡Meena! ¡Venga! ¡Qué se acumula!
Mi compañero Alessandro aparece por el hueco de la puerta. No obstante, se acerca apresuradamente al verme perdida, sentada en unas cajas de plástico. Al ver mi camiseta se alarma.
—¿Todo bien? ¿Alguien te hizo algo?
Me apresuro a subirme la cremallera, escondiendo parte de mi sujetador y mi colgante.
—Solo necesitaba aire que me he agobiado, no ha pasado nada.
Respiro y entramos a la discoteca. La angustia me golpea de nuevo. Siento la quemadura en mi cuello y siento la fuerte necesidad de arrojar el colgante muy lejos. Quiero quitármelo, pero, no debo.
Vuelvo detrás de la barra, donde apenas hace cinco minutos mi piedra colgada del cuello comenzó a abrasarme mientras le servía una copa a un cliente. En el acto, casi se lo tiro encima de la impresión. Traté de disimular, pero, en cuanto terminé, salí disparada al exterior y miré mi piel. Tenía una mancha oscura, en forma de círculo, la de la piedra.
No comprendo qué ha podido pasar.
El día que conocí a mi exnovio, recuerdo haber sentido una ligera quemadura en el pecho, lo que en ese momento creí que fue un flechazo. Acaso, ¿algo o alguien quería darme un mensaje? Solo Ura conoce la respuesta. Y, creo que llegó el día de saber lo que me ha estado ocultando.
—¡Oye, morena! —alzo la vista hacia un hombre de ojos oscuros y sonrisa tonta —. ¡Quiero una cerveza! ¡¿Me escuchas!?
—Ahora mismo —en menos de un segundo la tiene en la mano, pero, tras dársela y recibir el dinero, no se va.
Procedo a ignorarlo, aunque sigue gritándome.
—¿¡No te tomas una conmigo belleza del Sahara!?
Ni siquiera me inmuto porque no es la primera vez que me intentan ligar bajo este tipo de "nombres" ridículos. Por mi piel morena siempre me cae un comentario de este estilo. Pocas veces han llegado a insultarme, pero ha habido de todo. Trabajar en una discoteca no es cosa fácil. Perdí mi vergüenza a hablar en público gracias a este empleo. No ha sido de la mejor forma, aunque, al menos ya sé pararle los pies a este tipo de señores.
Me río, haciéndole creer que le sigo el juego para que no se ponga muy pesado al rechazárselo. Cojo disimuladamente el teléfono del trabajo y le envío un mensaje a Alessandro, pidiendo que traiga al guardaespaldas por la duda.
—Gracias por la invitación, disfruta de la fiesta.
Me giro, pero. de pronto, noto su mano en mi muñeca.
—¡Venga, diviértete conmigo un rato, guapa!
Antes de poder reaccionar, su asqueroso tacto desaparece sin que pueda hacer nada más que ser una espectadora.
—Caballero, será mejor que no incordie a la señorita.
—¿¡Y tú quién coño eres!?
Un hombre alto agarra al otro con la mayor educación y suavidad que he visto jamás en el comienzo de una posible pelea. Mis ojos conectan con los suyos, mientras que este le susurra algo que no soy capaz de escuchar. A continuación, le retuerce la muñeca y el otro emite un quejido lastimero.
—Lo siento, perdona. No volveré a molestarla.
Wow, eso fue rápido.
El desconocido sonríe y suelta a su "víctima", el cual sale corriendo, no sin antes dejar la cerveza a medias, casi tirándomela encima.
Lo observo, con cierta duda y admiración, que procuro no demostrar.
Una de las luces le da en la cara y me fijo en lo guapo que es. Pero, no tiene pinta de recurrir este tipo de locales. Es la definición de elegancia por excelencia. Me doy el lujo de mirarlo disimuladamente de arriba abajo.
Todos sus rasgos pegan entre sí, pero, no puedo evitar destacar sus ojos. Son grandes, curiosos, puros... Azules, irradian sinceridad. Tiene ligeras arrugas en el final de estos, dándome una posible pista de su edad. No deja de observarme y no puedo evitar que una sonrisa tonta se me ensanche por el rostro.
—No tenías por qué, gracias.
Niega, con visible humildad.
—De hecho —hace una pausa, sacando una gamuza para limpiarse las gafas, sin quitarme la mirada de encima —, sí tenía que hacerlo. Estas situaciones no deben ignorarse.
Buen punto. Espero que piense de esta forma realmente y no haya sido todo un paripé para quedar como un caballero de los que ya no hay. No sería la primera vez que un grupo de amigos planea una escena para conseguir la atención de alguna camarera atractiva. Pero, siento que sus palabras son de verdad. No sé por qué, solo sé que es verdad.
Se pasa una mano por el pelo castaño. Creo percibir ciertas canas. Está perfectamente peinado, con una raya lateral suave, y recién afeitado, dándole un aire más sofisticado y varonil. Debe de tener más de treinta años.
—Perdona el descaro —aparto la botella de que se encuentra entre nosotros, alza una ceja, expectante—, pero, ¿Qué haces aquí?
Remarca sus marcas de expresión de la frente, asombrado con mi pregunta.
—Vaya, si así lo quiere, me retiro —a continuación, representa lo que identifico con una reverencia.
Suelto una risa, seguidamente lo hace él.
—No me refería a eso —hago una pausa, observando al resto de clientes y sus estilos callejeros—. Solo que, eres algo peculiar en este ambiente, y más por tu caballeresca acción.
Se encoje de hombros, sin poder debatir mis palabras.
—Razón no le falta, señorita. Veo que es muy observadora —me guiña un ojo.
Uy con el pijo.
Bajo la vista a sus labios, son de tamaño medio, carnosos y rosados.
¿Qué me está pasando?
Vuelve a sonreí. Tiene una bonita sonrisa. Recta y brillante.
—Soy Meena. No es necesario tanto formalismo.
Asiente.
—Está bien, si así deseas, así haré.
—¿Eres siempre así? Quiero decir... Perdona.
Volvemos a reírnos por mi insolencia.
—¿Y tú eres siempre así?
Le doy un golpe juguetonamente, dándome la confianza de tocarlo. Acepta sin ninguna objeción.
—Te prometo que no, solo se me ha ido la cabeza contigo.
—Ah, ¿sí? Qué afortunado.
Niego rápidamente.
¡Ay! ¡Qué cosas le estoy diciendo! Definitivamente no sé ligar. Nunca, jamás, había hecho esto, mucho menos con un cliente. Aparte de que tenía novio y soy una persona fiel y nunca tuve la tentación de buscar a otro.
—No, no. No me refería a eso... ¿Sabes qué? Empezamos de nuevo.
—Vale, me parece bien —responde, coqueto—. Aunque, creo que nuestra forma de conocernos es peculiar y podría ser una bonita anécdota.
¿Esto es lo que la gente llama con conexión? Porque si no, no sé lo que es.
—No te diré que no —alargo el brazo hacia él, asombrada con mi propia actitud—. Me llamo Meena, ¿y tú?
De pronto, antes de comenzar a entablar una nueva conversación, entra en escena Mijaíl, uno de los guardaespaldas. Viene Alessandro detrás suya.
—Es este, mandarlo fuera —dice, haciendo una seña de que todo está bajo control —. Tranquila Meena, no te molestará más.
Los miro sin comprender qué sucede, el hombre educado se desconcierta. En el momento en el que Mijaíl le pone la mano encima, este reacciona en milisegundos y evita ser tocado realizando un tipo de maniobra de autodefensa. En el acto, localizo en el cuello del cliente un tatuaje de un tipo de animal que no logro identificar desde este ángulo.
Mijaíl suelta un gruñido molesto. Tiemblo. Mi compañero está más fornido, aunque él sea más alto. Va a destrozarle.
Me doy cuenta que debo intervenir y explicar la situación antes de que se descontrole.
—¡Nooo! ¡Alessandro él me ha ayudado! ¡El otro se fue!
Demasiado tarde. Mijaíl se abalanza contra él y este lo evita y contrataca con un golpe en seco en su cadera, lo cual provoca que el grandullón se quede varios segundos paralizados. La gente de alrededor hace un espacio al darse cuenta de que hay una pelea; sin embargo, el castaño se ve que lo último que quiere son problemas.
—Adiós Meena, un placer —me dice con rapidez, sonriendo de lado.
¿Y se va? ¿Así sin más? Me niego. Por algún motivo, me quedé con ganas de hablar con él. Nunca en mi vida me habían mirado con tanta intensidad, sentí en él... Algo diferente.
Necesito saber quién es.
Sale corriendo, como hizo segundos antes el pesado de la copa. Pero, a diferencia del otro, me posee un loco impulso y me apresuro a salir de la barra ignorando a los clientes pasados de copas que esperan su bebida. Incluso alguno me grita. Por unos segundos nadie se morirá.
—Cúbreme Alessandro.
Corro a la salida.
La gente provoca que me retrase, bailan unos con otros, pegados, saltando, gritando a todo volumen las canciones de que pone el DJ. Los esquivo, choco con algunos y les pido perdón, alguno me tira del brazo o me agarran del collar, hasta uno intenta sacarme a bailar. Lo rechazo con una sonrisa.
Suspiro, así es Verona.
Salgo y el viento provoca que me congele.
—¿Pasa algo Meena? —inquiera Andrea, el otro guardaespaldas, mirándome con curiosidad, fumando junto a unos hombres de negro.
—¿Has visto a un hombre con gafas salir corriendo? —me abrazo a mí misma por el frío.
Ojalá llevar un abrigo, pero como soy camarera tengo que ir bien vestida y ser agradable a la vista de los clientes. Palabras textuales de mi jefe. Por ese motivo llevo unos pantalones de cuero apretados de tiro alto y una blusa pequeña con una cremallera para acentuar el escote.
—De hecho, sí, acaba de irse por ahí —señala una oscura callejuela a la derecha —. ¿Es tu novio?
Niego y miento: —Se dejó la cartera.
Soy consciente que esto es una locura, pero solo actuó por impulso. La quemadura me afectó a la cabeza y mi sentido común es defectuoso.
Corro en la dirección que me indicó Andrea y lo busco. Veo mujeres con ropa de fiesta por la calle, grupos de gente fumando en la entrada de otros pubs y aquí estoy yo. Me vienen muchos pensamientos al mismo tiempo.
¿Y si ya se fue? Puede ser.
¿Y si piensa que estoy loca por hacer esto? Puede ser.
¿Y si regreso? Solo es un hombre más. No es el amor de mi vida, ni siquiera me "he enamorado a primera vista". Simplemente, tengo una necesidad irracional de saber su nombre.
Vale, esto es una estupidez. Esta no es mi noche, me he vuelto loca.
Continúo sumida en mis ideas mientras camino sin rumbo durante un rato, hasta que tras diez minutos deambulando por las calles de Verona llego a la Piazza delle Erbe.
Brilla.
La Madonna de Verona brilla y el agua fluye bajo sus pies. Me aproximo con lentitud, escuchando mis pasos en el trayecto, ignorando las voces de los italianos apasionados pasando por mi lado. La observo en silencio.
De pronto, la horrible sensación que viví en la discoteca reaparece y comienzo a recordar.
"Abro los ojos y el sol impacta contra mis pupilas, provocando que los vuelva a cerrar. Emito un quejido, sin embargo, poco a poco me acostumbro hasta poder vislumbrar donde me encuentro.
Es un día luminoso y me estoy moviendo. Bueno, me están llevando en carrito. Miro hacia arriba y saludo a mi mujer bella. Es mi madre. Ella me sonríe con ternura. Vuelvo la vista al frente. Hay mucha gente, pero, lo que llama mi atención es una gran mujer de piedra, destacando entre la multitud. Por algún motivo, me quedo embobada mirándola. Veo su expresión expectante, como si la Madonna buscase también a alguien.
De un momento a otro, la luz se desvanece y el movimiento cesa.
Un hombre de gran tamaño se interpone en nuestro camino de forma violenta. Mi madre se exalta y trata de dar marcha atrás, pero, otro tipo se ha posicionado a sus espaldas. Está preocupada.
—Señora Rakt —le cede la mano el hombre de delante, pero Kalinda no acepta —, debería dejar de colgarnos el teléfono. Nos hemos visto obligados a buscarla.
—Ya os lo he dicho, no estoy interesada. Dejadme o llamaré a la policía.
Trata de evitarlos, pero, ellos no se inmutan.
—No sea orgullosa y acepte señora —insiste. El señor se percata de mi existencia y me agacha, dándose la confianza de tocar mi mejilla. Huyo de su tacto y comienzo a llorar —. Sabe cuáles son las consecuencias, ¿verdad?
—No se atreva a tocar a mi hija.
—Este es el último aviso del señor Krishna. Entréguelo o iremos a por vosotros.
Se dan la vuelta y desaparecen por la plaza, dejando que una niña llore y su madre tiemble del terror.
La Madonna ha sido testigo".
Despierto.
¿Qué ha pasado?
No puedo más.
Me abrasa.
Sin pensarlo dos veces me quito el extraño collar y lo tiro a la fuente. Obligada por el dolor a entregarle mi tesoro, a cambio del recuerdo.
Me sigo quemando, me toco el pecho y comienzo a marearme. De repente todo se nubla y cierro los ojos al notar una punzada de dolor en el ojo izquierdo.
No sé qué me está pasando. Siento que voy a desmallarme. No soy capaz de calmarme y estoy perdiendo la razón.
Mi madre, este extraño recuerdo, ¿ha sido real? Quiero, por un lado, que sea real y no producto de mi imaginación. Saber que ese mundo desconocido existe y mi piel es la prueba de ello. Mi colgante, debo recuperarlo. Prometí que nunca lo haría, pero esta noche ha ido demasiado lejos y se me acaba la cordura.
Con mucho esfuerzo, consigo abrir los ojos y voy hacia la fuente a pasos lentos. Pero, cuando menos lo espero el foco de una moto me alumbra, provocando que tape mis ojos. De un momento a otro, escucho el fuerte ruido de un motor aproximándose y no soy lo suficientemente rápida para actuar.
—¡Cuidado!
Ouch
***
¡HOLAAA🥰🥰🥰! ¿Cómo estáis? Espero que estéis bien y os haya gustado este capítulo.
¿Qué os van pareciendo los personajes? ¿Os ha interesado este encuentro misterioso con este hombre?
Espero vuestros comentarios y votos con ilusión.
Buen día y besoos❤️⭐⭐⭐💛❤️💛❤️❤️⭐✨☀️☀️☀️⭐🌟💜🎉🎉💜☀️⭐❤️☀️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro