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|23| UNA NOTA, UN ADIOS

   ¿Estoy haciendo lo correcto?

   Pienso en la posibilidad de volver a casa, dar la vuelta y no cometer otra imprudencia de la qué poder arrepentirme. Sin embargo, ¿quién más podría ayudarme? Yo sola no sé qué hacer, ni en qué dirección ir, ni a quién más recurrir. Lo que creía que sería un malentendido y una extraña condición que con el tiempo desaparecería, ha terminado siendo algo más complejo y misterioso, y sinceramente, no sé por dónde cogerlo. Sé que él tiene las respuestas a mis preguntas, al menos mejor que yo.

   Si hubiese recibido la llamada de Gabi dos días antes habría sido mi perdición y hubiera actuado de forma diferente. Pero, después de haber sido testigo la noche anterior de aquella conversación, traté de descubrir su dirección y buscarlo.

   Anoche, eran alrededor de las dos de la madrugada cuando me desperté desorientada en aquel dormitorio desconocido. La cabeza me dolía y mi ojo izquierdo estaba irritado. En ese momento lo relacioné con la lentilla, pero antes de desmayarme podría haber jurado que se me había caído. Aunque, después de hallar mis pertenencias supuse que él me habría ayudado sin que nadie se diese cuenta.

   Los recuerdos me sacudieron con violencia y entre la vergüenza por el beso, la confusión de no poder reconocer dónde me encontraba y un dolor de cabeza descomunal, recorrí esa habitación.

   Me había despertado en una cama enorme, cubierta con una manta y con mi ropa intacta, lo cuál me tranquilizó. La habitación era inmensa, predominaba el color gris y un estilo sofisticado. Tenía un toque aún más oscuro ya que las lámparas de cristal que colgaban del techo estaban apagadas y lo único que iluminaba el dormitorio era el vívido fuego de una chimenea enfrente de la cama. En la parte izquierda se situaba un vestidor descubierto, repleto de prendas masculinas. En la parte inversa había un largo escritorio completamente ordenado y una silla de trabajo de piel. Por último, unas cortinas hasta el alto techo tapaban lo que debía de ser un ventanal.

   Sin poder resistir la tentación, me acerqué a la venta y corrí con fuerza las cortinas para tener alguna pista sobre mi paradero.

   Quisiera decir que fue una sorpresa, pero no cruzó por mi rostro ningún expresión asombrada, ni siquiera perturbada. Ante mí, iluminado por las hermosas farolas, reconocí de inmediato los pasadizos que había cruzado hacía varias semanas.

   Había sido previsible. ¿Dónde sino estaría? Y, lo que me producía más rabia conmigo misma era haberme decepcionado. ¿Por qué esperaba estar en la casa de otra persona? ¿Después de lo que había sucedido entre nosotros? Creí que no habría vuelta atrás, que ese beso había sido una respuesta, en concreto, un adiós definitivo. Me entristecía, pero creía que sería lo mejor. Además, yo misma se lo había exigido.

   Comencé a buscar mis pertenencias, ya que quería irme de la casa de Vincent Tjäder. Supuse que se había encargado de mí porque aún me encontraba en mis horas laborales, pero no entendía porqué no me había llevado a una clínica o a urgencias.

   De pronto, mientras buscaba mi bolso y mi chaqueta, escuché una corta melodía robótica sonar, provenía del teléfono fijo del escritorio. Me aproximé, con curiosidad. Tras unos segundos, dejó de sonar y contemplé dos opciones. La primera, que la persona del otro lado de la línea había colgado, o bien, desde otra estancia de la casa que tuviese otro teléfono, lo han cogido. Decidí probar suerte y lo cogí. Pude escuchar dos voces tan rápido como lo situé cerca de mi oído.

   Escuché la conversación, sin saber que sería un elemento fundamental en ella.

   —Giovanni... —masculló Vincent, con un tono crispado—. ¿Debo repetírtelo?

   Silencio.

   —Acaso, ¿crees que estoy ciego? ¿Qué no te he estado viendo? ¿No pensarías que no me enteraría de lo que hiciste en Verona y lo que estás intentando aquí?

   —Fue un viaje para reunirme con unos socios que querían...

   Vincent lo interrumpió:—No soy mi padre, ¿crees que yo me creo ese cuento? Tengo acceso a todos tus contactos, a tus movimientos.

   —¿Me seguiste? —preguntó con reproche, y sentí cómo le tembló la voz.

   —No me ha hecho falta, tengo contactos por todos lados Giovanni. Simplemente me informaron de tus visitas nocturnas. ¿Te las recuerdo? Al hotel Catal, dónde mantuviste una larga conversación con el imbécil de Pietro Costa, la Catedral de Verona varias noches, una discoteca... ¿Te suena?

   —¿Y eso qué tiene de extraño?

   —Que qué tiene de extraño, Giovanni —soltó una risa, aunque por su voz deduje que no había nada de gracioso—. Que, casualmente, todo esto, de alguna manera, se relaciona con Meena Rakt. El día que vi la lista de los nuevos contratos y vi su nombre, me pareció curioso, ya que su nombre me resultaba de los más familiar. Y, ese pensamiento, me llevó a otro. ¿Sabes a cuál?

   Giovanni, de nuevo, no contestó.

   —Te lo recordaré, por si a ti también se te ha olvidado. Hace años, bastantes, de hecho, creo que ambos teníamos quince años, encontré en el despacho de padre un libro, uno muy extraño que nunca pude olvidarlo. Con esa edad solo pensé que serían desvaríos de un loco por afán de poder, sin embargo, lo que pareció más curioso aún, es que, hace poco encontré ese libro viejo en tu casa.

   —Siempre he sido un lector variado, lo sabes.

   —Sí, lo sé, Giovanni. Pero, es que me resulta tan llamativo que ese libro hable de un objeto que yo he visto antes, y de hecho, tú mejor que yo —Vincent hizo una pausa, poniéndome de los nervios—. ¿Aún no sabes de que hablo?

   —No entiendo a dónde quieres llegar con esto.

   —Siempre quise saber por qué te podría interesar un tema tan ficticio —dijo, ignorando por completo a su primo y continuando con el relato—. Ese día que volví a ver ese viejo libro, después de haber conocido a la señorita Rakt, solo me hizo pensar, ¿por qué en el libro aparece su apellido? Qué casualidad.

   En es preciso instante, mi mente se iluminó y creí escuchar la voz de Ura en mi mente, sobre mi destino. Sentí que lo sabía todo, y a la vez, nada.

   —Efectivamente, fue casualidad.

   —Deja las mentiras, Giovanni. Sé que estas tramando algo desde hace meses, y déjame decirte que sé más de lo que crees.

   —No sé de que me hablas. Yo solo trato de hacer mi trabajo y tú solo estás obsesionándote con asuntos sin sentido.

   —Te voy a dar una última oportunidad y podré evitar tu enlace con Kayta —me tapé la boca, ya que no me esperaba que hubiese sido un plan de Vincent. Cómo podía hacer algo tan cruel.

   —No estoy escondiendo nada —afirmó.

   —Está bien, pues tendrás que cumplir tu deber.

   —¡No puedes obligarme a tal cosa! —respondió airado Giovanni.

   —¿No planeabas casarte con ella hace años?

   —¡Hace años! ¡Tenía veintitrés años! ¡Luego ella decidió abandonarme por otro! —su confesión me asombró, entendiendo que hacía referencia a Ekaterina—Tú estás soltero, hazlo tú.

   —¿Acaso yo me la he follado?

   Giovanni carraspeó nervioso.

   —Eso fue hace años, yo no soy el padre...

   "¿¡PADRE!? " Pensé escandalizada, entendiendo por dónde iban los tiros.

   —Padre ya ha perdido la paciencia, así que, como su persona de confianza que eres, haz lo que te pide y déjate de excusas. O, ¿prefieres que él te lo tenga que pedir de nuevo?

   No comprendí cómo Vincent podía obligarlo a casarse con esa mujer. Ya una situación así resultaba ridícula en una película, en la vida real era un disparate.

   —Vincent, por favor, no quiero hacerlo.

   —Ah, ya lo entiendo todo —respondió con sorna mi jefe, incluso me lo podía imaginar en ese mismo instante en su salón con vino y su cara de cabrón—. ¿Estás enamorado de Meena? Es por tus fuertes sentimientos que eres incapaz de casarte con Kayta.

   Giovanni no contestó.

   —La próxima semana tendremos la cena familiar y se lo propondrás delante de sus familiares, y los nuestros.

   —Vincent, por favor...

   Allí se terminó la llamada, con mi corazón latiendo a mil y odiando a Vincent, y a la vez, odiándome a mí. Todos los reproches y el aborrecimiento que sentí por Giovanni, se repitió en mi cabeza, y me sentí culpable.

   Sin embargo, lo que necesitaba eran respuestas y tal vez, Giovanni pudiese dármelas. No comprendía exactamente las insinuaciones de Vincent, pero todo parecía indicar que había algo extraño y que tenía que ver conmigo, y ya que Ura no respondía a mis preguntas, debía de encontrar otro modo.

   Después de haber sido testigo de esa conversación, era momento de irme. Encontré mis tacones al pie de la cama, y mi chaqueta y bolso en una silla al lado del vestidor. Me los puse y antes de salir me calenté las manos en la chimenea unos minutos, y en el instante que iba a salir del dormitorio lo vi.

   Era un cuadro de un retrato de un hombre, con posición lateral. Debía de ser de hace varios siglos atrás, con un peinado de estilo medieval y corte recto. Ojos serios, nariz romana y labios finos. La ropa era de tonos dorados y con mucho detalle. Sin embargo, no fue la obra artística lo que me impactó, sino el hecho de que yo había visto a ese señor, era el hombre que apareció en mis sueños. Es él el que me retenía entre rejas.

   —Veo que has despertado —dijeron de pronto—. ¿Has estado cómoda?

   Me giré asustada, encontrándome a Vincent. Me miró con una de esas sonrisas que detestaba, aunque por mucho odio que sentí por él por su trato con Giovanni, mi prioridad fue saber quién era ese hombre.

   —¿Quién es él? —pregunté, señalando la obra.

   Se puso a mi lado y me preguntó:—¿Nunca has oído hablar del "Lobo de Rímini"?

   Negué.

   —El fue Segismundo Pandolfo Malatesta —dijo.

   Recordé al instante las siglas que vi grabadas en la estatua del jardín. S.P.M. Coincidían con las de ese hombre.

   Prosiguió:—Históricamente, se le conoció por que llegó a ser el Señor de Rímini, un líder innato, militar y un enemigo de la Roma eclesiástica. Sin embargo, también fue un hombre con gustos poco ortodoxos que pocos conocen y, de hecho, pocos deberían conocer porque el turismo se podría ver estancado y una de nuestros mayores tesoros arquitectónicos es el Templo Malatestiano.

   No pude evitar preguntar.

   —¿Y cuáles eran esos gustos?

   Supe que no me gustaría la respuesta, pero necesitaba encontrarle un sentido a mis sueños.

   Me miró y sonrió, diciendo:—La magia negra.

   Por un algún motivo, me puso la piel la gallina.

   Después de esa conversación, puso a mi disposición a otro de sus hombres para que me llevase a casa y me dijo que no tendría que trabajar al día siguiente. Además, me explicó que acudió uno de sus médicos de confianza a verme y dijo que necesitaba descansar, ya que el estrés me había producido ese desmayo. Agradecí su decencia y volví a casa.

   Pensé que caería rendida por el sueño pero, tan solo pude descansar hasta las siete de la mañana. Por mucho que lo intenté, no pude conciliar el sueño de nuevo, ya que al cerrar los ojos me perseguían imágenes sobre el hombre del que Vincent me había hablado. Además, estaba esperando alguna actualización sobre Ura.

   Y, mis peores pesadillas fueron confirmadas.

   Gabi a primera hora fue a mi casa, a la casa que fue mi hogar y para su sorpresa abrió un chico joven, de alrededor dieciocho años, explicando que era un alquilado y que la señora Rakt, mi tía, le había dicho que tenía que visitar a un viejo amigo y se ausentaría un mes. Hice cálculos y mi última conversación con Ura había sido hace casi dos semanas, en las que ella nunca me avisó sobre ningún viaje y menos ningún amigo.

   A continuación, el chico le entregó un sobre que había dejado en la cama, con mi nombre.

   Le pedí a Gabi que lo abriese y me mandase una foto, y así lo hizo.

   Querida Meena, mi piedra preciosa,

Supongo que estarás leyendo esta carta después de haberme ido, tal vez han pasado varios meses, pues no te he avisado sobre mi ida. De hecho, no te he explicado muchas cosas que debí contarte cuando cumpliste los 15 años. Pero, no me vi capaz, ¿cómo podía yo contártelo?

Te dije en su día que tu piedra era importante, pero descubrí demasiado tarde que habían otras incluso más importantes y mas fuertes. Espero que aún guardes la llave, tu nuevo colgante, porque es lo que podrá abrir la puerta de tu destino.

Mi destino, por no haber actuado a tiempo, por no haber cumplido mi papel, me ha llevado a responder ante las consecuencias. Pero, Meena, tú estás a tiempo de hacerlo. Estás en tú destino final, solo necesitas descubrir lo que Kalinda y yo no pudimos. Nada es casualidad Meena.

A partir de ahora, tienes que tener cuidado en quien confías, porque hay más gente que podría descubrir tu secreto y podría llevarte a la muerte. Hay personas que te están buscando, que quieren tu poder, y tu misma tienes que usarlo antes de que sea tarde.

La clave está en ti, en tu sangre.

No lo olvides.

URA.


   Gabi me hizo muchas preguntas, sin embargo no le contesté ninguna. Sino podía contestármelas a mí misma, ¿cómo podía esperar que yo lo hiciese?

   Sentí mucho miedo, ya que no sabía si eran metáforas o desvaríos. No obstante, lo único que tuve claro fue que no podía actuar cómo si algo no estuviese sucediendo conmigo. Ura había tenido razón todo este tiempo, existía una fuerza especial y tal vez, yo había tenido la buena o mala suerte de poseerla. Necesitaba respuestas cuanto antes, y solo pude pensar en una persona.

   No lloré, no traté de llamarla ni puse una denuncia de desaparición. Me duché con rapidez y me obligué a comer. Necesitaba energía, ya que me negaba volver a colapsar.

   Cogí un taxi y fui al Hotel Varg.

   Al llegar, me sorprendí ya que Giovanni hoy no había ido al trabajo, pero Ekaterina sí estaba allí. Procuré no ser sospechosa y le pedí la dirección de la casa de Giovanni con la excusa de que Vincent había me había pedido que le llevara unos documentos urgentes sobre las cuentas del hotel de Verona y si se enteraba me iba a meter en problemas. La suerte estuvo de mi lado y con toda la amabilidad del mundo me la apuntó en un papel y me prometió que guardaría mi secreto porque Vincent, aunque lo conociese de toda la vida, podía llegar a ser insoportable. Con una risita le di las gracias y salí sin cruzarme con nadie.

   El camino hacia su casa fue tranquilo, el taxista fue muy amable y estuvo criticando cómo subían cada vez más los precios, pero mientras él me hablaba del alto precio de los alimentos, me quité la lentilla y me puse unas gafas de sol.

   —Buen día —le dije al taxista al bajar, guardando la tarjeta de crédito.

   Había llegado hacía cinco minutos, leyendo el número de la casa y comprobándolo varias veces. Era esa. La pintoresca casa amarilla.

   El corazón me late con fuerza cuando me voy aproximando al chalet, pienso en la posibilidad de irme. No lo haré, no puedo ignorar la información que escuché y puede por fin sacarme de las horribles dudas que me han estado carcomiendo. Además, no sé dónde estará Ura y cuándo volverá. No puedo hacer esto sola. Lo necesito.

   Me armo de valor y llamo al timbre, me pongo delate de la cámara de seguridad y tras varios segundos de espera, la puerta metálica se abre. Entro, cerrando detrás de mí y lo veo esperándome en la entrada de la casa, mirándome con seriedad.

   No debe de saber que hago aquí. Es comprensible. Anoche le dije que no quería volver a verlo y al día siguiente estoy llamando a su puerta.

   —No te esperaba por aquí, Meena.

   —Hace unas horas, yo tampoco me imaginé viniendo —digo, tragándome la vergüenza, pensando en mi tía y en ese extraño libro que mencionó Vincent—. He venido porque necesito tu ayuda.

   —¿En qué podría ayudarte yo? —pregunta, cruzado de brazos.

   Trata de actuar con indiferencia, pero puedo ver como mueve con nerviosismo la mano.

   Me pongo delante suya y quitándome las gafas de sol y señalándome el ojo, le digo:—Necesito que me cuentes todo lo que sabes sobre esto.

   Sin necesidad de más explicaciones, se pone hacia un lado y me deja pasar a su casa.

   Ha llegado el momento de descubrirlo todo. 

***

¡Hola! ¿Os ha gustado el capítulo? ¿Lo esperabais? 💓💓

Gracias a todos los que habéis llegado hasta este punto, con muuucha paciencia sobre los misterios que han ido saliendo y los que aún falta por aclarar, heheh. Estamos aún en medio de la historia y estoy muy feliz por todo el apoyo, los comentarios graciosos y vuestras opiniones. Un gran y sincero abrazo, 

Neferet💓

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