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|22| MIEDO


   Avanzo con el corazón latiéndome a mil. Las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras salgo del restaurante. La gente me mira al pasar y dejan sus conversaciones en el aire. No les presto atención, ya que es lo último que me importa.

   Miro la hora.

   23:45 PM.

   No he hecho nada malo, no estoy cometiendo un error en mi trabajo. Es más, en quince minutos podría haberme marchado como lo demandan mis condiciones, pero necesitaba salir de allí porque no podría seguir aguantando la cita en la que Vincent y yo nos hemos colado. No sé por qué me sorprendo. ¿Qué esperaba? ¿Por qué conservaba la esperanza de que fuese diferente? Me lo podría haberme imaginado de todos, menos de él.

   Me pongo la chaqueta para evitar ponerme enferma. El vestido, aunque sea de terciopelo no abriga absolutamente nada. Desearía deshacerme de los tacones de aguja, pero los usaré en otros eventos. No sé en qué pensé al comprármelos... ¿Envidia? ¿Sentirme más femenina? No lo sé, lo único que pensé es que que eran los zapatos más elegantes que había visto nunca.

   ¿Cómo un día tan feliz ha acabado así de mal? ¿Lo peor? Que tengo el presentimiento de que irá a peor.

   Esa misma mañana, cuando le mandé un mensaje a Gabi, que sabía que estaba a poca distancia de Bolonia, me sorprendió cuando me confesó que había llegado a altas horas de la madrugada a Rímini para ir a verme y no sentirme tan sola. Me emocioné porque, a pesar de cómo me iba la vida en otros aspectos, había tenido mucha suerte de que Gabi fuese mi mejor amiga. Niklas no se opuso a que me acompañase, aunque no me pasó por alto verlo avisar a Vincent. No lo culpé, era su trabajo.

   Cuando llegamos a la puerta del hotel dónde se había alojado y se subió a la parte trasera conmigo, vi por primera vez a Niklas sonreír. Ella no se dio cuenta, pero hasta creía que ese hombre era una estatua viviente porque jamás había visto una expresión de su parte. Gabi le saludó con amabilidad y me dijo por lo bajo que había estado presente cuando entrevistó a Vincent Tjäder.

   Gabi no me juzgó ni me culpó por la decisión que había tomado. Aunque sí me reprendió por no haberla dejado ayudarme con los contactos que tenía. Sin embargo, rápidamente olvidamos el tema y entre risas y bromas, las cuales hacían a Niklas sonreír de vez en cuando, llegamos a la Galleria Cavour.

   —¿Cuál es nuestro límite? —preguntó Gabi, a lo cuál saqué de mi cartera la tarjeta y respondí:

   —Ninguno, que yo sepa.

   Sonrió.

   —Perfecto—contestó y no tardó más de cinco segundos en arrastrarme por todas las tiendas posibles.

   Pasamos toda la mañana probándonos ropa...

   Cuando vi las marcas que eran quise que nos fuéramos. Si Vincent me había mandado allí era para que comprase ropa de esas tiendas, pero, de igual forma me pareció abusivo. Gabi estaba acostumbrada a moverse por ese ambiente, sin pestañear. ¿Pero yo? Pensé que si algún día entraba en alguna de esas, sería para limpiarlas, no para probarme las nuevas colecciones de ropa, mucho menos salir con más de cinco bolsas. Vestidos, blusas, camisas, faldas, faldas de tubo o maxi, vestidos, varias cajas de tacones y bolsos... Pensé que nunca terminaría.

   Agradecí que Gabi me hubiese acompañado, porque yo sola hubiera cogido solo un vestido y como mucho unos zapatos. Niklas, que iba detrás nuestra con una expresión cansada, no creía que hubiera sido el mejor estilista. Sin embargo, cada vez que salía Gabi del vestidor lo pillaba mirándola con disimulo.

   —Le queda perfecto, ¿no es así? —no pude evitar preguntárselo, queriendo comprobar mi teoría.

   Él me miró sorprendido de que le hubiese visto, carraspeó y se excusó diciendo que llevaría las bolsas al coche.

   —¿Todo bien? —quiso saber al salir del probador, sonriente, la cual no se había percatado de nada.

   —Sí, pero puede que tengas un nuevo admirador.

   —¿El guardaespaldas? —preguntó, poniéndose roja.

   Me reí y procuré contarle todo de lo que había sido testigo.

   —Después de Roberto, me cuesta mucho volver a conocer a otro hombre —confesó, mientras salimos de la tienda y entramos a otra, sin fijarme demasiado en cuál—. Es decir, espero algún día encontrar a alguien que sí me elija por encima de todo, sin excusas ni miedos. ¿Es tanto pedir?

   —¿No volvió a llamarte?

   —No. No me ha vuelto a molestar y lo desbloqueé hace poco y ni un solo mensaje. Es decir, es lo que quería, solo que me sorprendió ver lo rápido que se había rendido. Pero, ha sido lo mejor. Le he dado muchas, muchas vueltas y ha sido lo mejor. Era muy mayor para mí y, aunque me ha costado verlo, era solo su pasatiempo.

   —No digas eso, te quiso.

   Se encogió de hombros.

   —Si lo hizo alguna vez, lo hizo muy mal —asentí. Ella añadió algo más:— Además, sigue con esa mujer. Es cuestión de tiempo que se comprometan.

   Roberto había sido una relación muy confusa y llena de ilusiones vacías para Gabi durante varios años. No comprendía cómo se podía ser tan ruin. Si no quería una relación seria con ella, ¿por qué no la rechazó desde el primer momento? Gabriela no lo hubiera perseguido, no le hubiera hecho cambiar de opinión. Se habría alejado y a día de hoy tal vez hubiera estado más feliz de nunca. Aunque, cómo ella misma me dijo, las cosas pasaban por algo, y tal vez, comenzaba a ser su momento. No pude evitar preguntarme cuándo sería mi turno.

   —¿Estás lista para la cena de hoy? —me preguntó y suspiré.

    —¿Sinceramente? No. Si pudiese faltar, lo haría. Lo último que necesito es ver a Giovanni con su novia —respondí sin ápice de ilusión.

   —Es que me cuesta creerlo. Vincent se ve a lo lejos que es un cabrón, pero, ¿Giovanni? Supongo que los que menos lo parecen lo son —expresó con rabia.

   —Gabi, es igual, ¿qué voy a hacer? ¿Decírselo a Ekaterina? ¿Para qué? Tampoco es que haya pasado algo íntimo entre nosotros. Ni siquiera sé por qué me afecta tanto. No lo conozco lo suficiente para haberme enamorado de él. Pero, cuando estoy cerca de él, me tiembla todo el cuerpo. Siento, no lo sé, un fuego que jamás había sentido antes. Solo con él, y ni siquiera nos hemos besado.

   —A mí eso me suena como, no lo sé, ¿amor?

   —Sea lo que sea, ya no importa.

   —¿Tú crees que fueron todo mentiras? No es que esté comprometido ni nada para esconderte. Ni siquiera sabes si son pareja.

   —¿Y entonces por qué se inventaría tantas mentiras para que me fuese de Rímini? Casualmente cuando su querida novia o lo que sea que sean, había estado en Rusia y iba a venir justo a tiempo. Es verdad que no se han besado, no delante mía, pero, ¿qué va a ser entonces? Fueron novios en la universidad y no podían estar sin tocarse en mi presencia. Además, Vincent lo ha dejado caer.

   Gabi puso los ojos en blanco.

   —Vincent tiene una debilidad por joderte.

   Coincidí, tenía razón.

   —Bueno, sea como sea, sobreviviré esta noche y antes me aleje de ese hotel, mejor.

   Dejamos el tema y Gabi se compró un par de cositas que quería y cuando pensé que nos iríamos, pasamos al lado de una tienda de lencería. Se giró y me miró levantando las cejas de forma juguetona.

   —Gabi, ahí a mí no se me ha perdido nada —traté de esquivarla pero fue más rápida y entramos a la que fue la última compra.

   Encajes rosas, seda roja, purpurina e hilos por doquier.

   —No necesito nada.

   —Bueno, nunca se sabe —respondió y le di un pequeño golpe con una bolsa en la cadera.

   Se río.

   —No compraré nada, no puedes obligarme —argumenté, con una sonrisa triunfal.

   —Suerte para mí que conozco tus tallas —replicó con burla y fui detrás de ella para evitar que me comprase nada.

   No sirvió de nada ya que me compró dos bodies lenceros, uno blanco con transparencias y encaje, y otro negro, lencero y con varias aberturas. Al fijarme mejor me di cuenta que tenía una abertura de lo más curiosa.

   —Gabi, espera un momento, a este le falta el tanga —comenté ya en el coche y lo miraba, estirándolo. Podía distinguir la parte de arriba que cubría los pechos, pero, ¿y la que cubría lo otro?

   —Meena, es así el diseño —la miré, expectante—. No le hace falta para usarlo.

   Al comprenderlo, lo metí en la bolsa lo más rápido que pude, avergonzada por la risita que se les escapaba a los dos.

   Llegamos a Rímini más tarde de lo esperado. Afortunadamente Gabi me acompañó a casa y nos despedimos de Niklas, quién le lanzó una última mirada a mi amiga antes de entrar en el edificio.

   Hicimos juntas la comida y pusimos la primera película que vimos en la televisión.

   Después de varias horas charlando, me ayudó a elegir lo que me iba a poner esta noche y la acompañé hasta el final de la calle, dónde le esperaba el taxi para irse. Iba a ir a Verona, un cambio de planes, porque quería ir a ver a su madre y después iría directa a Roma, dónde tenía trabajo que hacer antes de cogerse las vacaciones de Navidad.

   —Gabi, si no te importa, ¿podrías pasarte a saludar a Ura a casa? —le pedí, preocupada porque todavía no había tenido noticias suyas—. Solo para saber que todo va bien allí, desde el robo estoy intranquila, por si vuelve a suceder.

   —Sabes que no es problema, así la veo, que ha pasado un tiempo —se lo agradecí, mientras nos dimos un abrazo de despedida—. Meena, todo irá bien, ¿vale?

    Y con ello, se marchó y volví a mi piso. Fui directamente a mi habitación y vi el hermoso vestido negro de terciopelo tendido en la cama. Era largo y con una abertura en la parte izquierda, permitiendo que se me viese desde la parte media del muslo hasta abajo. No tenía mangas, pero se sujetaba por el cuello, lo que se denominaba cuello halter (había aprendido algo nuevo), dejándome a la vista los hombros y las clavículas, además de la espalda.

   Los tacones eran muy altos, negro y con punta en pico. El color también era negro. Los únicos complementos que iba a llevar eran un pequeño bolso (también negro) con cadena plateada, algunos pendientes y una sencilla pulsera de plata que habían permitido quedarme en los objetos perdidos del hotel. A veces la gente solía dejarse sus pertenencias, por lo que las guardábamos un año aproximadamente y si nadie las reclamaba, las repartíamos entre el personal. Los dispositivos electrónicos o documentación era devuelta al instante, con ese tipo de material, los recepcionistas llamaban de inmediato.

   Pasaron las horas y tardé en arreglarme más de lo esperado. Me duché, me depilé y traté de hacerme algún peinado en el pelo, pero solo conseguí estresarme y perder el tiempo porque sentía que no quedaban bien y quería estar a la altura. Al final, conseguí hacerme una coleta sencilla, escondiendo la goma de pelo con varios mechones de mi cabello y un par de horquillas. Me puse unos pendientes plateados que Gabi había insistido en que me comprase. Era un hilo brillante metalizado con las tres icónicas letras de la marca. No sabía lo que había podido costar, Gabi cogió la tarjeta e iba eligiendo y pagándome las cosas, porque sino lo iba dejando en su sitio. Me asustaba pensar que podría equivaler a más de un día de trabajo.

   Antes de irme, vi el colgante de la llave en la mesa y, por un extraño impulso, decidí llevarlo conmigo, lo guardé en mi bolso y llegó el momento y bajé cuando llamaron al timbre. Me subí al vehículo, uno diferente a las otras veces, era más grande y elegante, y para mí sorpresa, Vincent estaba dentro, esperándome.

   Me recorrió con la mirada sin ningún escrúpulo ni disimulo. Puse los ojos en blanco y antes de poder abrocharme el cinturón se me adelantó y lo hizo él, poniendo su mano en la mía.

   Lo miré, pero no me devolvió la mirada.

   Me sentí incómoda, y no solo por el acto, sino por lo nerviosa que me puse por el contacto. Supuse que me sentía de esa forma mucho antes, ya que íbamos de camino para ver a Giovanni, y a Ekaterina.

   —Veo que aprovechó eficientemente el tiempo —comentó, con la vista al frente.

   "¿Me está intentando hacer un halago?" Pensé, con algo de burla.

   Asentí y recordé que debía de entregarle la tarjeta. Había comprado ropa suficiente para un año y todo había sido ropa lujosa, como él requirió, por lo que no habría más compras. Abrí mi bolso y al momento en el que me disponía a sacar mi voluminosa cartera burdeos, se me cayó la llave.

   Suspiré nerviosa y me agaché y la busqué con la mano.

   —¿Se puede saber que está buscando? —preguntó, con molestia en la voz, cuando le toqué por accidente el zapato.

   —Se me ha caído algo, perdone —respondí con falsa educación.

   Controlarme para ser respetuosa con él era todo un reto.

   De pronto, se agachó y me ayudó a buscarlo, lo cual hizo mejor que yo, ya que lo halló tras unos segundos. Lo elevó y me lo ofreció, sin embargo, a medio camino retrocedió y comenzó a observarlo con detenimiento.

   —¿De dónde sacó esto, señorita Meena? —inquirió, más serio que nunca.

   Me sentí inquieta, pero le respondí con naturalidad que lo había encontrado en una tienda de antigüedades.

   No pareció convencido, pero no hizo algún otro comentario.

   Llegamos diez minutos más tarde al restaurante. Niklas frenó el coche en la entrada del establecimiento y Vincent salió del coche, y mi puerta fue abierta. Creí que había sido el señor Tjäder, pero para mí sorpresa, al bajar me encontré con Giovanni de frente.

   Nos miramos sin decir palabra y solo pude apartar la vista con desprecio.

   Me situé al lado de Vincent y fui detrás de él.

   El comedor del restaurante estaba repleto, no era ruidoso, pero se podían escuchar las conversaciones cuando pasábamos cerca de ellos. Seguimos al camarero y me sorprendió cuando nos abrió la puerta. Al principio creí que nos llevaba a una segunda sala dónde habrían más comensales, sin embargo, era una sala privada para nosotros. Ekaterina nos esperaba en la mesa.

   Nos saludamos y tan pronto como nos sentamos en la mesa de doce, yo junto a Vincent y delante de Giovanni, decidí que hablaría lo menos posible. Mi trabajo era acompañar a Vincent, no hablar, aunque Vincent tuvo otros planes.

   Después de pedirle al camarero los platos, de los cuales elegí lo que me pareció simple y pudiese comer sin preguntarme su contenido, sirvieron vino y comencé a beber nerviosa, tanto que mientras ellos conversaban animados (Vincent y Ekaterina), ya iba por la segunda.

   —¿No es así? —preguntó Vincent, a lo que lo miré, confusa. Todos los ojos fueron a parar a mí y asentí nerviosa, sin saber de lo que hablaban.

   —Como iba diciendo, los negocios son los negocios, siempre se debe elegir lo que beneficie principalmente a la empresa. A Giovanni eso aún le cuesta comprenderlo, ya lo sabes Kayta, él siempre por los caminos que no debería ir —dejé la copa de vino y presté atención a la conversación. Miré a Giovanni y pude notar que estaba intranquilo—. De hecho, hace poco tiempo, se escaqueó y se fue a Verona, a saber qué haría allí... Volvió más tarde de lo que prometió.

   Me estremecí.

   Ekaterina sonreía con inocencia, sin saber nada de ello, sin embargo, yo solo quería que se quedase en el pasado. No tenía nada que esconder, pero no era la manera de sacarlo a la luz.

   —Señorita Meena, ¿usted no es de Verona? Tal vez usted coincidió con mi querido primo, tiene la costumbre de pasear siempre por allá donde va, sobre todo por los monumentos históricos... Tiene una fascinación por las antigüedades.

   "¿Qué pretende?" Pensé con inquietud.

   Estuve muy tentada a darle una patada por debajo de la mesa a mi jefe, pero me contuve.

   No podía hacer algo así.

   Sonreí, negando.

   —Verona es muy grande, la primera vez que conocí al señor De Rosa fue en el hotel Varg, al mismo tiempo que a usted —mentí con una voz clara y con la mayor sinceridad que pude fingir.

   —Claro, ¿cómo he podido pensar que os conocíais? —dijo, tras darle un sorbo a su copa de vino blanco—. Bueno, dejando de lado el pasado, estamos aquí para honrar a Kayta, que ha vuelto a Rímini por un tiempo indefinido. Aunque, tengo entendido que ya no tendrás motivos de irte, ¿no es así?

   Ella mostró una gran sonrisa y cogió la mano a Giovanni y las mantuvieron unidas encima de la mesa casi toda la velada, mientras su mirada me quemaba y yo hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlo. No merecía que lo mirase.

   Antes del postre, pude escaquearme e ir al baño. Me apoyé en el alargado lavabo y saqué el teléfono y activé los datos móviles. Quería saber si Gabi había podido ir a la casa de mi tía.

   Vi que tenía varios mensajes suyos. No había podido. Me pidió disculpas porque aún no había podido pasarse porque su madre estaba con fiebre y quería cuidarla. Me prometió que mañana iría sin falta, por lo que le agradecí y a mi pesar, volví a la sala privada.

   —¿Aún no habéis elegido fecha? —escuché la voz de Vincent por el pasillo y frené mi paso, quedándome en la puerta.

   —Todavía no, Giovanni prefiere esperar, pero yo creo que hacerlo cuanto antes será más beneficioso para nuestras familias —respondió ella.

   Miré por el estrecho hueco de la puerta entreabierta y solo estaban ellos dos, Giovanni debería de estar en el baño.

   —Hablaré con mi padre, no te preocupes Kayta. Pronto estaréis de luna de miel.

   Me congelé durante unos segundos, en los que comprendí la situación mejor que nunca. Ya no cabía duda.

   Abrí la puerta como si acabase de llegar y cogí con rapidez mis pertenencias.

   —Gracias por la velada, señor Tjäder, señorita Giordano, es hora de que me retire. Gracias.

   Y sin esperar respuesta, evité encontrarme con la posible expresión enfurecida de Vincent y salí lo más rápido del establecimiento, sin saber que alguien iba detrás mía.

   Vuelvo al presente, respirando y espirando el aire congelado de la noche.

   ¿Cómo he podido creer una sola palabra de Giovanni?

   —Meena, espera —me llaman, pero al reconocerla no me giro.

   A partir de ahora necesito estar lo más lejos de él. Ya no hay más excusas ni motivos para volver a vernos. Espero no tener que asistir a la boda.

   —¡Meena, por dios!

   Giovanni llega hasta mí y me obliga a girar sobre mí misma por su agarre.

   —¡No te atrevas a tocarme! —grito, sin poder contenerme más—. Eres un mentiroso, un jodido mentiroso. Todo este tiempo has estado con ella. ¿Tus sentimientos reales? Ni siquiera soy capaz de mirarte. ¿¡Eres consciente de lo que has hecho!? Lo sé todo. ¡Todo!

   —No es cómo piensas, Meena, por favor, tienes que escucharme —me pide, tratando de acortar la distancia entre nosotros, pero doy pasos hacia atrás—. No-no sabía que esto pasaría, Vicent...

   —¡Deja de culpar a Vincent! ¿Él te ha comprometido con Ekaterina?

  Niega con seriedad, abatido.

   —¿Entonces?

   No responde.

   Suelto un bufido.

   —Tú eres el único culpable aquí —le recrimino, con rabia en la voz—. No quiero que volvamos a vernos, Giovanni, y todo esto —nos señalo a ambos—, la puta mierda de relación que hayamos tenido, se va a quedar en el pasado.

   —Meena, hay algo que debería contarte si esta es la última vez que hablamos...

   —No, Giovanni, ya no hay nada de lo que hablar. Sea lo que sea, ya no me importa. Vuelve a tu maldita vida perfecta, y yo seguiré con la m...

   No puedo terminar la oración, ni siquiera podría hacerlo, ya que sin previo aviso, ha hecho lo que jamás creí que podría ocurrir.

   Me ha besado. ¡Me está besando!

   ¡Giovanni me está besando!

   Y, en un momento, tan solo en cuestión de segundos, todo cambia.

   No me da tiempo a tomar una decisión, de rechazarlo o corresponderlo como me lo hubiera pedido mi corazón, nervioso y ansioso, deseando cumplir lo que había estado soñando en contra de mi voluntad. Los labios que se estaban moviendo sobre los míos, carnosos y desesperados, rogándome sin palabras que aceptase su tentadora petición, sus manos cubriendo mis mejillas y su nariz rozando la mía, serán solo recuerdos.

   Es más fuerte que yo.

   No soy capaz de mantener el equilibrio, cayendo de rodillas y rompiendo con brusquedad mi unión con Giovanni. Mi visión se torna borrosa, me quema y siento mi lentilla caer, apenas soy capaz de escuchar su voz, llamándome. Hago un esfuerzo por mantener los ojos abiertos, pero en cualquier momento temo perder la consciencia. Sin embargo, antes de poder acercarse a mí, una fuerza externa lo echa hacia atrás y noto unas manos tocando con delicadeza mi barbilla, diciendo mi nombre. 

   Con las últimas fuerza que me quedan, abro los ojos y los veo, como nunca antes los había visto, observándome con... Miedo.

   Y me consumo ante Vincent Tjäder. 


***

Holiii, ¿cómo estáis hoy? 

¿Qué opináis de lo que habéis leído? ¡Yo aún estoy nerviosa! Toda ha pasado muy rápido...

Giovanni besando a Meena, pero, ¿por qué a Meena le vuelve a pasar eso? ¿Téneis curiosidad? Hehehhe. Aún queda historia por contar, así quedaos para descubrirlo hehe 🧡

Gracias por haberlo leído y os doy por adelantado las gracias por vuestro apoyo, comentarios y votos. 

Un abrazo, Neferet💓


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