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|21| KAYTA

Contenido que subo a mi cuenta de Instagram, @neferet45. ❤️❤️❤️

Espero que os guste ❤️

***

   Condiciones:

1. No se excederán las 8 horas laborales diarias, 40 horas semanales. Los eventos nocturnos no serán excepciones ni habrá horas extra.

2. Elegir mi propio uniforme, no me pondré ninguna prenda que considere inadecuada o con la que no me sienta cómoda.

3. No se meterá en mis asuntos personales, de todo tipo.

4. No asistiré a eventos a partir de las 12:00 PM.

5. En el caso de desplazamientos a otras ciudades o países, habrá un aviso mínimo de 24 horas y correrán los gastos por la compañía, tanto el vuelo/tren como la estancia en alojamientos.

6. En el caso de alojarme en un hotel, será una habitación individual, nunca doble.

7. Nunca estaremos a solas en eventos ni habitaciones sin que sea estrictamente necesario (no alquilar ni comprar establecimientos públicos para tener ninguna intimidad).

8. No darme ningún regalo.

9. Recibir un trato igualitario a todos los empleados.

10. Nunca amenazarás ni pondrás en riesgo la vida de mis seres queridos ni la mía propia.


   Me mira por encima de la hoja que le acabo de entregar, con una ceja alzada. Vuelve a bajar la vista y prosigue la lectura. No parece conforme, pero de momento solo murmura cosas que no llego a entender. Suelta otro suspiro, impacientándome más. ¿Cómo se puede ser tan exagerado? Como si fuesen unas condiciones sumamente absurdas o tal vez, por su forma de ver la vida, sean aburridas...

   Me cruzo de brazos y me acomodo en mi asiento. Las butacas parecían confortables de lejos pero, después de llevar sentada un rato, parece que estoy en el suelo, estar encima de una alfombra sería más agradable que esta silla ergonómica.

   —Curioso... —murmura, sin apartar la vista del trozo de papel sucio y algo arrugado.

   Ya podría haber cogido una hoja blanca y pulcra, no obstante, no me culpo. Ayer con las prisas y el ansía, no di a basto y cogí la primera que pillé.

   Además, ¿qué esperaba el señor Tjäder? ¿Qué no me cubriese las espaldas con él después de todos sus actos? Ya es una locura haber tomado esta decisión y estar delante suya, habiendo aceptado su propuesta y estar dispuesta a aguantarlo los meses que me proponga. ¿Me pondrá en periodo de prueba? No creo. En el contrato creo recordar que la duración sería unos cinco o seis meses.

   Anoche, después de finalizar la llamada, me metí en la ducha y estuve pensando en las condiciones que le impondría. Temía que Vincent volviese a aprovecharse o saliese con una de las suyas después de firmar el contrato. Tenía que ir dos pasos por delante. Debía de protegerme. No podía confiar en él.

   Y, así lo hice. Escribí lo que pensé necesario y que no se pudiese manipular de ninguna forma. Después de haber terminado me puse a recoger la casa para tratar de mantener la mente ocupada y no creer que tomé la peor de las decisiones: Aceptar la propuesta de Vincent Tjäder.

   Antes de irme a dormir, revisé mi correo electrónico y encontré un mensaje nuevo. Era de la empresa Tjäder, de recursos humanos, informándome sobre el contrato y cuando debía de ir a firmarlo, además de que podría mantener mi actual vivienda.

   Saber que no tenía que buscar otro piso o habitación en Rímini me tranquilizó. Una carga menos. Bueno, de hecho, dos. Ya tenía trabajo y podría mantener el piso. Al menos mi supervivencia no peligraba, ya que la nevera esta casi por completo vacía.

   Hoy pretendía contárselo a Gabi, quien estaría esperando una respuesta de mi parte. Anoche no quise darle las noticias porque no tenía energía para hablar con nadie. A pesar de que iba a respetar mi decisión, en el fondo sabía que no estaba de acuerdo y no quería castigarme a mí misma pensando en lo mala idea que era todo esto. Traté de conciliar el sueño, pero no lo logré. No dejé de dar vueltas toda la noche. Creo que llegué a dormir una hora, pero nada más.

   Me levanté demasiado pronto, con dolor de cabeza y una sensación de agotamiento, pero decidí salir de la cama y prepararme para el día de hoy. Quise ser positiva, ver las cosas desde otro enfoque y actuar como si fuese la mejor de las oportunidades. Logré animarme hasta estar enfrente del hotel Varg, con mis botas de tacón lavadas y sin rastro de barro y la chaqueta más elegante que tenía, que compré en oferta el año pasado. Supuse que tendría que ir bien vestida, aunque con mi presupuesto esto era lo único que me podía permitir de momento. Además, no creo que se fuese a quejar.

   A medida que me acercaba a la entraba con los nervios a flor de piel, angustiada por si alguna de mis excompañeras me veía, vi a un hombre dando vueltas en círculos que llamó mi atención. Eran cerca de las siete de la mañana y no había ni un alma por los alrededores excepto él, además hacía tanto frío que no creo que nadie quisiese estar en la intemperie. No puede evitar preguntarme a quién estaría esperando. A medida que me iba aproximando, se me hacía más familiar.

   De pronto, se giró y me vio.

   "¿Qué hacía él aquí?" No pude evitar preguntarme.

   —Meena, menos mal que estás bien —soltó aliviado, acercándose a mí y tomándose la libertad y confianza de abrazarme.

   Me quedé helada, sin saber si corresponderlo. Afortunadamente se apartó antes de poder tomar una decisión.

   —Tomasso, ¿qué haces por aquí? —pregunté, realmente asombrada por su aparición y su comportamiento.

   Yo me había olvidado por completo de él. Solo había tenido presente de vez en cuando a Bianca. La cual por alguna razón, solo pensarla me irritaba en exceso. Deseaba no encontrarme con ella, no obstante, me crucé de frente con su amigo especial.

   —Hacía mucho que no sabía de ti —comenzó diciendo, algo tímido—, desde esa noche estuve muy preocupado por ti y Bianca me dijo que habías dejado el trabajo así que no tenía noticias tuyas.

   —Entonces, ¿qué haces aquí? ¿Cómo has sabido que iba a volver? —quise saber, algo incómoda.

   Se rascó la nuca con nerviosismo y me admitió lo siguiente:

   —Se lo dijo tu jefa mm ¿Fiama? a Bianca y me lo contó —dio un paso hacia mí y me miró, parecía avergonzado—. Quise escribirte pero Bianca me dijo que había perdido tu contacto, así que me atreví a venir a verte y pedirte en persona tu número. Meena, sé que suena extraño, pero esa noche me quedé con ganas de saber más de ti y quería saber si sientes lo mismo.

   "Maldita Bianca. ¿Por qué me ha creado este problema? Además, ¿¡cómo le digo a este hombre que no me gusta!?" Pensé angustiada.

   Aunque, terminé haciendo todo lo contrario.

    Vuelvo al presente cuando Vincent pone la hoja de mis condiciones en la mesa y lo veo deslizar la pluma metálica con elegancia.

   —Tome, señorita Meena, será su —se pone en pie y me la cede, mientras sonríe— garantía.

   Oigo la puerta abrirse, pero no me giro. ¿Para qué? Sé que es Giovanni, sin embargo, a la vez que escucho su voz (más alegre que nunca, de hecho), distingo una risa femenina y melódica.

   Sello los labios con rabia.

   —Ahora sí firmaré —murmuro, tentada a hacer otra tontería para llamar su atención.

   ¿Por qué soy tan patética?

   Mientras Tomasso me estaba haciendo esa declaración, hace unos treinta minutos, apareció Giovanni en compañía de una mujer. No me hubiera extrañado si no hubiera sido por la cercanía y confianza con la que se estaban tratando. Ni siquiera fue consciente de que me encontraba allí en ese momento. Yo, en cambio, ignoré por completo a Tomasso y observé como aquella mujer se reía y apoyaba su mano en el hombro de Giovanni, mientras hablaban en lo que supuse que sería sueco. Se situaron a pocos metros de nosotros, mientras ella sacaba un fino y alargado cigarro y él se lo encendió.

   Casi se me desencajó la mandíbula cuando él le apartó unos mechones del rostro por el viento y la miró con cariño.

   "¿¡QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ!?" Gritó mi voz interior, sin poder dejar de contemplarlos.

   Pensé que podría ser su una de sus familiares, su hermana o su prima, pero lo descarté de inmediato cuando la mujer casi se resbaló por una fina capa de hielo del suelo y Giovanni la agarró de una forma nada fraternal. Con una mano la sostuvo por la cintura y ella le tocó el rostro con una sonrisa, faltaba que se diesen un beso, por que fue como si estuviese viendo una película romántica.

   Pude notar una punzada de dolor.

   Mientras yo había estado desesperada con mi situación laboral y pensaba en él, Giovanni se lo había pasado genial con su nuevo amor. O, tal vez la conocía de mucho antes. Más tarde lo supe.

   En ese instante, mientras sus labios se curvaban sosteniendo a aquella desconocida, alzó la vista y finalmente me vio. Nuestras miradas conectaron y fingí estar muy entretenida con Tomasso y actué de forma incorrecta por los celos.

   —Claro —dije, aparentando felicidad—. Apúntate mi número y quedamos uno de estos días, ¿vale?

   —Sabía que habías sentido mismo esa noche —contestó, acercándose peligrosamente.

   "Esa noche en la que fui desesperada detrás de Giovanni y lo salvé. Además, me rechazó". Recordé, nostálgica.

   En ese momento, me asusté por si Tomasso me plantaba un beso. Una cosa había sido darle mi número y que pareciese que estaba flirteando con él, no llevar la situación a otro nivel. Mi opinión respecto a Tomasso no había cambiado. Era indudablemente atractivo, pero no me gustaba.

   Esperé la reacción de Giovanni y sentí una pequeña victoria por su expresión agria. De poco me sirvió la escena que monté, ya que su "amiga" terminó de fumar y se adentraron en el hotel. Le abrió la puerta y apartó la vista de nosotros, con un semblante neutral.

   Ahora, de nuevo.

   —Qué oportuno De Rosa. Buenos días, Ekaterina, ¿te adaptas a esta vida? —bromeó Vincent con ella.

   Así que se llamaba así. No puedo mentir y tampoco he de hacerlo. Además de ser hermosa, tiene un nombre hermoso. Me encantaría saber de dónde es, y sobre todo quién es y qué relación tiene con ellos dos, sobre todo con Giovanni.

   —Sí, sabes que estaba deseando volver aquí. Además, Gio me está enseñando muy bien —responde con un italiano perfecto.

   —Vengo solo a por unos papeles, Katya los necesita —contesta seco.

   ¿Katya? ¿Gio? Por lo que veo son íntimos.

   Evito mirarlos, aunque mi plan de hacer como si no existieran no funcionan, ya que Giovanni se posiciona a mi lado y al pasar la mano por mi izquierda para coger una carpeta, roza mi piel desnuda con sus dedos, a propósito. Me gustaría decir que no siento nada, pero no puedo evitar apartar el brazo como si su tacto me quemase. Porque es verdad, me quema, me da ansía, lo deseo.

   Aguanto la respiración nerviosa, mirando en otra dirección mientras me muerdo el labio superior levemente, ya que puedo oler su colonia fresca en el aire, tentándome para que lo mire, para que lo toque y cumpla mis más profundos deseos.

   "MEENA, CONTROLATE", me obligo a mí misma.

   Trato de parecer indiferente.

   —¿Por qué tanta prisa? Dejad que os presente —me muerdo el labio inferior con rabia por las ideas de Vincent.

   ¿¡Y a este que mosca que ha picado!? ¿Por qué está tan de buen humor?

   Me levanto un tanto incómoda, pero trato de parecer amigable. Giovanni pasa por mi lado y se sitúa a su lado, y Vincent al mío, y procede a presentarnos.

   —Ella es la señorita Meena Rakt, hoy mismo se va a unir a nuestro equipo. Será mi asistenta a eventos de ahora en adelante —dice, mirándome con esa sonrisa creída que no soporto.

   —Encantada.

   Respondo, con una corta sonrisa.

   —Ella es la señorita Ekaterina Giordano, nuestras familias se conocen de toda la vida, ¿verdad, Giovanni? —el nombrado no habla, se mantiene en silencio y no me pasa por alto la mirada extrañada de Ekaterina, aunque vuelve a sonreírme con sinceridad—. Hace años se unió a nosotros para dirigir el Hotel Varg, pero por unos problemas familiares se ausentó y se fue a Rusia, de dónde provienen sus parientes maternos. Volvió hace dos semanas y junto a mi querido primo Giovanni, dirigirán este hotel. Así, yo podré volver al Hotel Ljuv, que requiere de mi atención.

   —Un placer, espero que podamos coincidir más —me desea con afabilidad y le correspondo con una sonrisa.

   Me dura poco ya que, se acerca a Giovanni y cruza su brazo con el suyo, marcando su territorio. Él no se aparta, es más, le corresponde, delante mío.

   ¿Amigos de toda la vida? ¿Trabajaron juntos todo este tiempo? Está clarísimo.

   ¿Cómo pude caer en sus mentiras? Por eso tenía tan prisa de que me fuese de Rímini, para no descubrir su aventura. Bueno, en este caso, la aventura podría haber sido yo.

   Lo miro dolida, aguantándome todo lo que me gustaría decirle, pero decido callar y volver a mi asiento mientras los tres conversan.

   Le echo otro vistazo a Ekaterina. Aunque tiene un par de años que yo, es una mujer deslumbrante, de rasgos eslavos. Tiene un rostro blanco y grácil, bien definido, con pómulos altos y una mandíbula pronunciada. Es alta y atlética. Su melena es corta y de un rubio platino que le queda estupendamente. Sus ojos son azules y grandes, tan llamativos como dos lapislázuli, su nariz es perfilada y los labios son gruesos y naturales. Lleva una camisa apretada que marca un pecho abundante y la falda de tubo marca su cintura de avispa. Además, los tacones de aguja le quedan de vicio.

   Después de un rato, finalmente, nos dejan solos,  a Vincent y a mí, y por primera vez, lo prefiero. Giovanni le abre la puerta a Ekaterina y abandonan el despacho juntos. Vincent Tjäder llega hasta a mí y me entrega mi contrato.

   —Encantadora, ¿no es así? —comenta con aparente inocencia, pero ambos sabemos que no es así.

   Vincent Tjäder podrá ser muchas cosas, pero tonto no es una de ellas. Nos ha visto, a Giovanni y a mí. Ha dejado caer en varias ocasiones indirectas respecto a nosotros dos. Por eso trata de molestarme, de celarme. Sabe que me ha dolido verlo con otra.

   No contesto, por lo que prosigue:

   —Habían pasado un par de meses desde la última vez que se vieron. Siempre fueron muy unidos, nunca podían estar separados. Incluso, tuvieron un noviazgo hace un par de años, pero lo tuvieron que dejar durante la universidad. Parece que han vuelto a conectar.

   —Qué bien por ellos —respondo, sin una pizca de alegría.

   —¿Segura, señorita Rakt? —percibo en sus ojos un brillo, divertido por esta situación—. Porque nunca la he visto con esa cara, no cuando aparece Giovanni en la conversación —comenta, trato de ignorarlo mientras ojeo el contrato. Continúa—. Te he estado observando, señorita Rakt, y déjeme decirle que no es para usted.

   No se lo voy a permitir. Esto no.

   Dejo con brusquedad el contrato.

   —¿Acaso ha olvidado tan rápido las condiciones que acaba de firmar? —le pregunto molesta, sin ánimo de soportar sus tonterías—. NO se meta en mi vida privada.

   Me encara, no permitiendo que le hable en ese tono.

   —Y usted no olvide que voy a ser su jefe. NO me falte al respeto.

   Arrastro la silla y pongo las manos en la mesa mientras me levanto, comenzando a cabrearme.

   —Aún no he firmado el contrato, no es mi jefe todavía.

   Sonríe, aproximándose a mi rostro.

   —Entonces, hasta ese momento, soy libre de darle un consejo —retrocede y vuele a sentarse con comodidad en su silla, más amplia que la mía.

   Coge la pluma metálica con la que anteriormente firmó mis condiciones y me la cede.

   —Usted decide. Puede volver por dónde ha venido, es más, volver a Verona y que nadie vuelva a recordar su nombre—comienza a formular, con una sonrisa ladeada—, o elegir mejorar. Demostrar que no se rinde y que no es una cobarde. Volver atrás es un error, señorita Meena, ir hacia delante siempre es la mejor decisión.

   Me mantengo en silencio.

   Tras unos segundos en los que nos observamos sin hablar, alargo la mano. Con decisión y dejando todas las dudas.

   Agarro el papel y lo firmó con su pluma, con menos claridad y elegancia, pero lo hago.

   —Hecho —respondo, levantándome y devolviéndole el documento.

   En mi correo electrónico tengo una copia, el cual leí y releí varias veces, queriendo asegurarme que no había algo extraño que fuese en mi contra. Era legal todo lo que me había comentado.

   —No se arrepentirá —nos damos la mano, sellando el trato.

   —Solo cumpla su parte y yo la mía —le digo, subiendo la cremallera de mi abrigo—. Ah, y una cosa, a partir de ahora apréndase mis condiciones, por qué no aceptaré ningún consejo en cuanto a mi vida privada.

   Asiente, divertido con mi reacción.

   —Bien, pues, ¿empiezo mañana? —pregunto expectante. No sé que horario tendrá preparado para mí.

   —No, esta noche.

   Genial.

   —¿A dónde iremos?

   Coge su teléfono y de pronto me llega una notificación.

   —Mírelo.

   Pongo los ojos en blanco y hago lo que me pide. A partir de ahora es mi jefe y tendré que ser más precavida y menos contestona con él.

   Lo miro y es un número desconocido. Leo el contenido y vuelvo a posar mi vista sobre él, alzando una ceja.

   —¿Un restaurante? Le dije que nada de eventos privados ni estar a sol...—comienzo a protestar, pero me interrumpe.

   —No se crea el centro del mundo, señorita Meena —contesta y lo escucho, con los brazos cruzados—. Me acompañará a una cena, pero tendremos compañía. Será en honor a Ekaterina.

   Me avergüenzo de mi actitud egocéntrica y asiento.

   Estoy a punto de irme, pero me detiene.

   —Espere —me giro y veo que me cede una tarjeta de crédito negra.

   —¿Qué quiere que haga con esto? —pregunto, confusa, mirándolo extrañada, ya que nunca había visto ese modelo de tarjeta—. ¿Quiere que le haga las compras?

   Vincent está a punto de soltar una risa, pero se resiste.

   —Es para usted, ¿con qué cree que pagará sus "uniformes"? Vaya a la Galleria Cavour y compre lo que necesite.

   —Espere, ¿eso no está en Bolonia?

   —Sí, ¿cuál es el problema? —pregunta, poniendo la tarjeta en mi mano y seguidamente enviando un mensaje de voz a otro contacto. 

   —¿Qué esta a más de una hora de aquí en autobús? —le pregunto sarcásticamente como si fuese obvio.

   ¿¡Si la cena es hoy cómo espera que haga todo hoy!?

   De pronto, entra alguien al despacho. Me giro y es Niklas, el cual llega hasta nosotros y frena su paso al estar a pocos metros.

   —Ta henne och shoppa (Llévala de compras) —Vincent se dirige a Niklas, el cual asiente sin decir nada.

   —Te dará tiempo, Niklas te llevará y traerá —me informa, sin darme tiempo a decir que no—. ¿Algún problema? ¿No es una de tus condiciones que me haga cargo del traslado?

   —¡Pero si no me has dado un preaviso!

   —Lo hubiera hecho hace dos semanas si te hubieras decidido. Más tarde te llegará un mensaje con todos los eventos asignados para esta semana, el preaviso comienza a partir de ahora  —contesta, atendiendo una llamada y comenzando a ignorarme y acercándose a la salida.

   Voy detrás de él.

   —Pero, ¿y qué compro? —le pregunto, antes de que se vaya.

   —Lo que vea adecuado y no le resulto incómodo —responde con burla, haciendo referencia a mis condiciones.

   Y sin más, se larga y me deja a solas con su chofer/hombre para todo.

   Supongo que será una gran tarde de compras y no podré hacerlo sola. 

   Busco el contacto de Gabi y le escribo el siguiente mensaje:

   ¿Tarde de compras y cotilleos? 


***

HOLAAA💖💖

¿Cómo estáis? ¿Os ha gustado el capítulo? ¿Qué pensáis de la aparición de la nueva personaje? ¿Giovanni y Ekaterina? ¿¡Qué puede estar pasando entre esos dos!? 

Espero vuestro apoyo, que es un pilar fundamental y me emociona y anima muchísimo. 

Un saludo y espero que hayáis tenido unos vacaciones de Navidad geniales 💖

Neferet. 


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