|18| UN BESO
Despierto en un sitio desconocido, desorientada. No sé dónde estoy. Lo primero que noto es un fuerte dolor en la cabeza, como si un objeto compacto hubiera golpeado mi cráneo.
Trato de subir el brazo, pero algo me lo impide. Me intento incorporar, pero tampoco puedo. Bajo la mirada y me encuentro una aterradora situación: Tirada en el suelo, atada con una cuerda. No tardo en notar la rigidez y la fuerza con la que me han amarrado. Sin embargo, mi confusión es mayor al darme cuenta que no es mi cuerpo. Es diferente, es grande y fornido. ¿Cómo puede ser? No soy yo, pero lo veo a través de mis ojos. Trato de recordar lo último que pasó para que haya acabado en esta circunstancia, pero un dolor intenso me paraliza unos segundos.
No puedo.
No soy capaz de recordar nada. Trato de hablar y no me salen las palabras.
Miro mi alrededor, buscando respuestas. Estoy en una mazmorra. Atrapada. Las paredes son de piedra y puedo distinguir gracias al fuego de la antorcha la única entrada y salida de ella, cerrada por unas rejas de hierro.
—Traédmela —escucho el eco de una voz que provoca que tiemble—, ya.
No sé reconocer la voz del protagonista, y a pesar de sentir un profundo sentimiento de miedo, mi ira es mayor. ¿Por qué estoy tan enfadada? ¿Quién es ese hombre y por qué siento tanto odio? Me recorre una sensación similar, fuerte, dolorosa y muy poderosa. Mi sangre arde. Noto como el amarre se debilita.
Hago un esfuerzo y trato de levantarme, aunque por mucho que lo intento no soy capaz. No me rindo, algo en mi interior no me lo permite. Gracias a las anchas ropas que me cubren, consigo arrastrarme sin apenas dolor por el suelo de tierra para llegar a la puerta. Necesito saber de quién se trata. Necesito verle.
Escucho pasos, como si de varias personas se tratara.
El sudor comienza rápidamente a aparecen por mi rostro, no freno hasta llegar a pocos centímetros de las rejas. Veo el gran candado y para mi sorpresa, con la llave puesta en él. Espero que no se den cuenta de su error.
Sus voces están cada vez más cerca y de pronto los veo, lo veo a él.
Vuelvo a despertar, asustada. ¿¡Dónde estoy!?
Lo primero que hago es tocar mi cuerpo, confirmando que soy yo misma. Lo segundo, trato de buscar en la habitación la puerta de mi terraza y mis sabanas. Sin embargo, estoy en un dormitorio diferente. La cama es mucho mas grande que la mía y las sabanas son de seda. Las paredes son de un precioso papel pintado y los muebles que decoran la estancia son de madera maciza.
No hay rastro de mis hermosas vistas al mar, mi cama con mis sencillas sabanas blancas, mi armario empotrado y el olor a mi perfume caro, mi único lujo.
Los recuerdos de esta noche me golpean con fuerza y soy consciente de por qué estoy en este dormitorio desconocido. En la casa de Vincent Tjäder.
Otra vez, estos sueños extraños. ¿Qué significan? ¿A dónde me quiere llevar mi mente?
Me incorporo, con las sábanas pegadas a mi cuerpo, lleno de sudor. Las lanzo a un lado con molestia, ¿a quién se le ocurre poner sábanas de seda en vez de algodón? Buscaré por los armarios otra manta, de seguro debe de haber. Me gustaría pedírsela a Giovanni, pero después de nuestro último encuentro no me veo capaz. ¿Y si vuelvo a huir en mitad de la noche? Sin embargo, esta vez los enemigos están fuera.
Hace varias horas, después de que Giovanni se fuese a su habitación, no tuve más remedio que entrar en la mía. Otra vez más, no me sorprendió la bonita y cuidadosa decoración. Toda la casa era parecida, armoniosa y de una elegancia indiscutible. ¿Cómo Vincent? Para nada. Sentía curiosidad por cómo sería su habitación. ¿Sería igual que está? ¿Papel pintado amarillo con pequeñas flores azules? ¿Altas cortinas de terciopelo que llegan a barrer el suelo? ¿Lamparas doradas? ¿Muebles tapizados con acabados de oro? Imposible.
Curioseé la estancia, aunque lo primero que quise ver fueron las vistas. Y estaban a la altura. Desde aquí había podido apreciar en todo su esplendor el jardín, perfectamente iluminado. Desde la inmensa piscina cubierta hasta el comienzo de un laberinto de setos. Seguí los posibles caminos confusos que suelen perderte, pero claro, desde aquí, no había secretos. Casi todos llevaban al centro de este, a una fuente central con una estatua de un ángel.
"Me encantaría adentrarme a ese hermoso mundo, aunque, sin ver el camino desde las alturas, ¿sería capaz de perderme?" Pensé.
Después de verificar que no había cámaras escondidas o algo debajo de la cama, fui al baño. Al encender la luz, vi mi reflejo en el espejo.
Me hubiera gustado sorprenderme, asustarme... Pero no fue así. Me lo esperaba. Mi ojo, aún con un rojo más contrastado. No había dudas. Ya no.
Me acerqué aún más al espejo y lo aprecié de cerca. Lo toqué con miedo. Ya no quemaba, ni mi piel. Todas las venas habían perdido su color y se habían escondido.
¿Por qué me estaba pasando esto? Creí que era el momento, de una vez por todas, de que Ura me dijese la verdad. Me lo merecía, porque si no lo hacia, trataría de buscarla por mi cuenta. De alguna forma. Fuese cual fuese.
Recordé que llevaba otra lentilla por si acaso. Desde la noche del teatro, me daba miedo que sucediese de nuevo y la gente o se preocupase o me miraste como un bicho raro.
Cerré la puerta con llave y me aseé. Me sorprendió gratamente el olor del jabón, eran lilas. Las favoritas de mi madre.
A pesar de que no lo mencionase a menudo, todos los días mis padres cruzaban mi mente. Pequeños detalles que nunca quisiera olvidar. Las sonrisas, los desayunos especiales de los domingos, los abrazos cariñosos de mi padre... El último aniversario de su muerte me fue duro, y muy solitario. Ura trabajaba y Edgard odiaba los cementerios. Me culpaba por no haber ido a despedirme cuando me fui de Verona.
Mis padres a pesar de provenir de un país con religión hinduista, no eran grandes fanáticos religiosos y nunca me quisieron presionar con ello. Solo querían que fuese una buena persona, fuese cual fuese mi elección. Y, bueno, no era hinduista, ni católica, simplemente no creía en algo concreto aunque me surgían dudas, podría definirme como agnóstica.
Una vez mi padre dijo que no quería ser incinerado. Nunca me dijo el motivo, solo supe que no actuaría en contra de sus deseos. Nunca lo olvidé. Y a pesar de que después de su muerte Ura insistió en ello, yo decidí seguir los deseos de mis difuntos padres y fueron enterrados juntos con las lápidas más sencillas que pude permitirme.
Me quedé con la toalla puesta y lavé a mano mis pantalones. La blusa y la chaqueta después de limpiarlas con toallitas húmedas estaban perfectas. Las dejé secando en la silla y me puse la lentilla.
Mi tripa gruñó, pero me negaba a salir de la habitación. Además, Vincent había dejado claro que no quería vernos, por lo cual, por primera vez, aceptaba gustosamente sus condiciones.
Sin embargo, llamaron a mi puerta. No respondí, pero si querían entrar no podría impedirlo. No había cerradura. Mi único escondrijo era el baño y debajo de la cama. Seguramente habría elegido la primera opción sino hubiera sido porque escuché la voz de Giovanni detrás de la puerta, casi corrí a ella.
Por un momento, olvidé lo que llevaba puesto, bueno, mejor dicho, lo que no llevaba puesto, pero fue demasiado tarde. Con una coleta y envuelta en una toalla lo encontré recién duchado, con una bandeja en mano con un plato de pasta y dos copas de vino. Desprendía un olor tan tentador (la pasta), que le dejé pasar.
Además, teníamos algo pendiente.
Vi la sorpresa y la vergüenza cruzar por su rostro, pero no dudó. Entró y dejó la bandeja encima de la mesa y se quedó de pie, notablemente incómodo.
—Te buscaré algo de ropa —dijo saliendo, sin darme opción de decirle que no.
Me acerqué a la comida y miré el vino que había elegido.
Parini Montepulciano D'Abruzzo.
"Se acuerda". Pensé, sin poder ocultar la sonrisa.
No tardó en volver con un chándal masculino. Era algo grande para mí , pero no me quejé. Le di las "gracias" y me escabullí al baño. Me lo puse con rapidez pero decidí esperar unos minutos más. Estaba muy nerviosa por todo lo que había sucedido. Necesitaba respirar antes de salir. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué me iba a decir él? ¿Cómo podría explicar de lo que había sido testigo?
Decidí salir y seguía donde lo dejé, de pie y quieto.
—Te traje esto porque supuse que podrías tener hambre —asentí y me senté en la cama, a varios metros de él—. Y el vino lo traje porque sentí que te lo debía. Desde hace tiempo...
Lo miré reprimiendo una sonrisa. ¿Cómo podía querer sonreír o reírme en una situación tan crítica como está?
Decidí sacar el tema, dejando otro asunto de lado, uno que debería haber esperado, un tiempo, sin embargo, ya no volvería a salir a la luz. Ya no tenía importancia.
—Lo que pasó esa noche, hoy...
—Aquí tienes —dijo, sirviéndome una copa.
La acepté y bebí un sorbo.
"Perfecto". Pensé, mientras saboreaba el vino.
Antes de nada, necesitaba resolver una duda que no me había abandonado desde que lo escuché en el callejón.
—¿Por qué no les revelaste mi identidad? —pregunté, mirándolo fijamente.
Se sentó en la silla, mirando en mi dirección directamente.
—No tenía motivos para hacerlo.
—De hecho, sí. No somos familia, no somos amigos... Nada. ¿Por qué arriesgarías tu vida por alguien como yo? Mira lo que te han hecho.
—Lo haría de nuevo, Meena —respondió, dejándome sin palabras. Prosiguió:—No necesito que tengamos algún tipo de relación para querer protegerte.
Bebí más vino. No sabía qué decirle. Dejé que hablase. Tuve la tonta ilusión que mencionaría lo que le había confesado, pero no fue así.
—Meena, no he venido para volver a confesarme o mencionar asuntos indebidos, Ya no. He sido un completo inconsciente... —dijo, sorprendiéndome a la vez en la que mi corazón se encogía.
—Ya sé a lo que te refieres. Lo pillo, ya está. Lo entiendo —lo interrumpí, fingiendo indiferencia, queriendo evitar una charla incómoda en la que me rechazaba.
Pero, no era lo que creía.
—No, no hablo de eso —respondió más frío de lo que me hubiese gustado y entonces, siguió:—. Meena, esto es muy serio. Lo que oíste, lo que dijo Vincent es cierto. Me metí en problemas y en consecuencia a ti, pero Meena...Todo esto, debes olvidarlo, para siempre. Confío en que mantendrás silencio, pero Vincent, no confiará en ello. Hará lo que sea para que la empresa no se vea expuesta, como si te vende a los mismo D'abrosca.
—¿Cómo pretendes que olvide que he sido cómplice de un asesinato? ¿¡Y la justicia!?
—Meena, este asunto es mucho mayor de lo que piensas. Es peligroso. Tú misma has sido testigo de lo que me han hecho por tratar de meterme. ¿Lo de la catedral? Olvídalo. Todo. No trates de hacer nada en contra suya.
—¿Qué hiciste? —le pregunté, sorprendida de que hubiera intentado actuar.
—Buscar la verdad, Meena —susurró—. No puedo contarte más, no aquí. No quiero que corras peligro de nuevo.
—¿Hay cámaras? —le pregunté, nerviosa y mirando alrededor.
—Este sitio es un sitio seguro, no hay cámaras en los dormitorios. Tranquila —logró relajarme en cuanto a que podría dormir relajada, al menos consciente de que no estaba siendo grabada mientras Vincent seguía mis movimientos en una sala de control secreta—. Lo que quería decirte esa noche, es que no te metas en esto. Te doy las gracias por haberme salvado, pero, no puedes volver a arriesgarte por mí. Podrían haberte matado Meena.
—¿Y tú puedes salir herido por mi culpa? —repliqué.
—Eso no importa —contestó y de pronto, dijo algo inesperado—. Solo, mantente alejada de esto. Y también de mí. No voy a mentirte, el día que supe que trabajarías en el Hotel Varg, fue agridulce. Volver a verte, estar cerca de ti me agradó. Pero, debes dejar el trabajo, Meena. Tienes que irte de aquí. Olvídate de todo. Si quieres, puedo conseguirte un trabajo en otra ciudad o en Verona. Dónde quieras. Pero, tienes que irte cuanto antes.
Me estaba pidiendo que me fuese. De no volver a vernos, nunca volver a hablar. Es decir, era lo lógico. ¿No? Giovanni estaba protegido por su familia, pero, ¿yo? No era nadie, Giovanni quiso protegerme, pero era un estorbo en este problema. Me estaba ofreciendo un pasaje de vuelta a la normalidad y debí de sentirme agradecida, incluso de alejarme de Vincent. Era lo que quería hacer hace unos pocos días. Alejarme de toda esta locura. Pero, ¿por qué me sentía tan decepcionada en vez de feliz por esa salida tan fácil?
—¿Es lo que quieres? —pregunté, ocultando lo dolida que me sentía.
—Es lo que debes hacer.
Asentí y me levanté, inquieta y sin querer mirarle a la cara. Dejé la copa de vino en la mesa y me apoyé en esta, cruzando los brazos.
Me sentí inmensamente ridícula de pronto, con su ropa y con mi actitud.
—Gracias por todo, pero lo haré por mi cuenta. De igual forma, era mi plan, no me gusta esta ciudad. Ni su gente. Seguramente vuelva a Verona, además, tengo a alguien esperándome—dije, mintiendo como una cobarde—. Gracias por la cena, pero no tengo apetito.
Y , me di la vuelta, sin querer enfrentarme a él.
Hasta sentía las lágrimas en los ojos, pero no las dejé caer.
Oí como recogió la bandeja y se fue, cerrando la puerta con cuidado.
Y, por fin me permití sentir.
Después de varias horas en silencio, reflexionando qué era lo que debía hacer, pensando en la opinión de Ura y en mis deseos. Giovanni tenía razón. Tenía que irme de aquí. Pero, que me lo pidiese con tanta calma, casi rozando la indiferencia, me dolía. Pero no debía dejarme llevar por mis sentimientos. Debía pensar con razonamiento. Con lógica, como él.
Me dejó la copa y el vino, y tiré su contenido por el váter y lo dejé en la basura. La copa la dejé en la mesa.
Me quité su chándal, aunque me quedé con la camiseta y me dormí al cabo de unos minutos.
Dejo los recuerdos anteriores y vuelvo al presente, saliendo de la ducha.
Está vez me he lavado el pelo y lo dejo secarse naturalmente. Se me ondulará mucho más de lo normal. Me pongo mi ropa, menos los pantalones, aún mojados. Busco un secador de pelo pero no hay. Soy capaz de ponerme los pantalones mojados e irme, pero, no sé si hacerlo.
¿Seguirán por ahí los hombres del tal D'abrosca? ¿Y si Vincent me ha vendido? ¿Él por qué habría de protegerme? Él mismo se refirió a mí como "mujer cualquiera".
—Mucha mujer para ti —digo en alto, ofendida—. Mujer cualquiera, vaya sinvergüenza. Pues bien que me insiste para salir conmigo y me llama "cualquiera". Vaya gilipollas.
Con la pesadilla y lo que ha pasado con Giovanni, no soy capaz de volver a dormir. Miro la hora. Son las 06:38 h.
¿Habrá alguien despierto? ¿Él estará despierto?
Tal vez, no pueda salir, pero, ¿podría dar un paseo por el jardín?
No creo que haya nadie, además, me vendría bien para despejarme. Miro por la ventana y efectivamente, no hay ni un alma.
Lo haré. Cojo mis botas, más limpias que antes gracias a las maravillosas toallitas y salgo sigilosamente. No quiero cruzarme con nadie, muchos menos con Giovanni. Sin embargo, en mi interior, solo tengo ganas de gritarle y de pedirle que me bese. Ni un solo beso he podido darle... Qué estúpida soy.
Voy por el pasillo tratando de no hacer ruido. Lo cual, voy consiguiendo. Bendito suelo de mármol.
Bajo las escaleras y recuerdo el camino de anoche hacia la puerta trasera. Cruzo por las mismas estancias, sin embargo, escucho un ruido proveniente del salón. ¿¡Estará Vincent allí!? ¿¡Qué hace despierto a estas horas!?
De pronto, me tropiezo con algo, pero no me caigo. Es... ¿un tacón?
Sigo caminando, pensando en cómo voy a pasar por la puerta abierta del salón sin que me vea. A continuación, escucho un sonido característico, que provoca que frene mi paso. ¿Será..? ¿
¿¡Vincent!? ¡Iugh!
Se escuchan ruidos, objetos cayéndose al suelo, gemidos...
¡Ay Dios! ¡Mira que hay habitaciones en esta casa para tener sexo y ha elegido el salón! Por eso mismo no quería que lo molestáramos... Será cerdo. Giovanni pidiéndome que me largue y Vincent gozándolo.
No quiero mirar, pero necesito saber si están en posición a la entrada. No quiero que me vea. Aunque, parece ocupado...
Entonces, decido ojear la escena y antes de siquiera hacerlo, escucho una voz femenina.
Está vez, la curiosidad es demasiado tentadora y lo primero que veo es un abrigo de pelo tirado en suelo, uno muy familiar. De hecho, lo vi está misma noche.
Subo la mirada y veo a Vincent y a una mujer, ambos de pie, afortunadamente con la ropa puesta, besándose con lujuria.
No hay duda, es Bianca.
***
¡Holaaa! ¿Cómo estáis? Espero que os haya gustado mucho el capítulo, ¿se os ha hecho demasiado largo? Hehehe.
¿Giovanni al final solo le quería pedir a Meena que se fuese o hay algo más..? ¿El extraño sueño de Meena? ¿Acaso tiene sentido? ¿Vincent y Bianca? ¿Puede ser posible?
¡Dejarme en comentarios que opináis! Espero que estéis super bien, la próxima semana el siguiente capítulo.
Un abrazo, Neferet💗💗
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