|12| ENTREGA ESPECIAL
Tenía que ser una broma. Una maldita pesadilla continúa.
Todo el mundo, mejor dicho, todas ellas, me miran. ¿Segundo día superado? Casi, por casi tan poco, por solo un momento, por fin iba a encajar. Sin competencia, buen rollo e incluso hacer alguna amistad. Y, ¿ahora? Toda una mierda. Las risas y las quejas han quedado definitivamente atrás. ¿Ese café que íbamos a tomarnos todas? Ya no estoy incluida. Noto el rencor, odio y la envidia en el ambiente. Y, cada una de estas emociones y sentimientos, van dirigidas a mí, y, ¿lo peor? No he hecho nada. Lo que todas piensan, al menos.
Es una mala persona. No hay un motivo para mis preguntas. Aquellas preguntas que me carcomieron anoche... ¿Por qué yo? ¿Por qué me invitó si no tenía extrañas intenciones? ¿Qué querrá de mí? Ya lo sé. Joderme la vida. Lo miro y tengo la sensación, no, sensación no, la certeza, que jamás podré volver a mirarlo a los ojos. Esos malditos ojos verdes. ¿Lo peor? Que eso es lo que le gusta de mí.
Anoche, cuando el taxi me dejó delante de mi edificio, abrí el bolso para coger mi cartera. Pensé que no habría más sorpresas aquella noche, pero, me tocó otra más. No había rastro de mi cartera, ni en el bolso ni por el vehículo. Allí, en ese mismo momento, recordé cuando se me cayó todo al suelo y me fui, solo cogí mi teléfono. No me di cuenta que también se me había caído la billetera. No tenía dinero para pagar. No supe qué hacer, así que, hice lo de siempre: actué sobre la marcha.
—Señorita, son 60€ —me dijo, mientras contenía la vergüenza y la desesperación, mirando mi bolso, prácticamente vacío —. ¿Tarjeta o efectivo?
—Hmm, un momento por favor —contesté, cogiendo mi documento de identidad —. Mire, le explico brevemente, no tengo la cartera, me la dejé en el evento en el que estuve. ¿Le puedo hacer una transferencia inmediata? O, ¿le dejo mi documento de identidad y subo a por dinero? Así se asegura que volveré.
Suspiró, molesto, soltando varias palabrotas.
Cómo odiaba esas situaciones incómodas.
—Deme eso y aquí la espero, pero este incidente le sumará 20€ más, por las molestias —apreté los labios, evitando soltar una maldición ya que podía llevarme a una situación peor.
Subí con rapidez al piso. Abrí y entré, saludando a Gabi, sin reparar en ella.
—Bella, ahora vuelvo, tengo que coger dinero y pagar al taxista. Después te cuento.
Cogí la cantidad pedida, queriendo evitar tener que darle el bonus exigido. Pero, después de esa noche, quise ahorrarme más disgustos. Bajé enseguida, le di el dinero y me devolvió mi documento. Aceleró y no pude ni decir "adiós".
—Vaya sinvergüenza —comenté molesta, pero, comprendí que yo era la culpable y le había hecho perder el tiempo. Si subías a un taxi, debías llevar dinero.
Volví a casa, más tranquila. Subí por el ascensor y al llegar a casa, me quité esos tacones preciosos, pero sacados del infierno. No podía sentir los pies. Dejé con cuidado la chaqueta de Giovanni en el sofá, volviendo a recordar qué había pasado. No pude evitar tocarme los labios e ir a la habitación.
—¡Gabi! Creo que soy la más boba de las bobas —me quejé, pensando en Giovanni. Caminé, notando dolor en mis pies y, sobre todo en el que me dañé no hace tanto tiempo, casi curado —. No vuelvo a usar tacones, no sé cómo puedes ir a todos lados con ellos y seguir como nueva. A partir de ahora, lo apreciaré —comencé diciendo, llegando hasta mi habitación, dónde la encontré en la cama escuchando música. "Oh no", pensé.
Me tumbé a su lado, lo que la sobresaltó, pero, al verme, se tranquilizó y me abrazó.
—¿Roberto? —pregunté, y asintió limpiándose una lágrima.
Le quité un casco y me lo puse, y escuché a continuación:
Porque cuando le pedí al cielo
que mandara un ángel, me llevó hasta ti.Y antes de pensar en alguienpienso en ti primero, incluso antes de mí.Porque atrapas mi atención.Eres mi aventura, mi emoción y mi inspiración...
—¿Por eso te amo? ¿De Río Roma? —pregunté, pronunciándolo con un mal español.
Asintió, y escuchamos en silencio aquella hermosa melodía. No entendía que decía, solo unas palabras sueltas que se asemejaban con el italiano. Los abuelos de Gabriela eran de origen mexicano y sabía español, que había aprendido de pequeña. Su padre emigró a Italia y se enamoró de su madre, pero, cuando éramos adolescentes sus padres se divorciaron. Su madre seguía en Italia y su padre se fue con su actual pareja a Málaga, España. Gabi iba a verlo de vez en cuando, pero, no solía ser con mucha frecuencia, ya que no tenía una buena relación con la pareja de este.
Aquel grupo le gustaba mucho a su padre, y ella le tenía un cariño especial. Cuando Gabi escuchaba esas hermosas canciones, tenía el corazón roto.
La canción terminó, y nos quitamos los auriculares.
—¿Quieres hablar? —pregunté, y ella aceptó.
—Sí, es solo que, puede que cometa un error, pero, después de varios días, necesito enfrentarlo—dijo, sorprendiéndome —. Lo llamé. Puede que hice mal, sé que dije que no quería volver a verlo, pero, la ansiedad me va a matar Meena. Necesito respuestas para poder soltarlo de una vez. He decidido rendirme, y mira que he pensado en mil y una cosa para poder "conquistarlo" de nuevo, cómo si alguna vez lo hubiese hecho. He sido la mayor estúpida del mundo. Era evidente que no me amaba y nunca me va a amar, no lo suficiente... No cómo merezco. Le gustaba mi compañía y sé que me desea y por eso tuvimos sexo en varias ocasiones, pero, luego le carcomía la culpa porque sabe que yo estoy enamorada y él no. Ya era difícil verlo en su rostro, cuando le daba la mano y cada vez que aparecía en su apartamento con unas cervezas. Soy patética. No, no digas que no, porque solo a mí se me ocurre estar detrás de un hombre que nunca me va a corresponder. Por eso, necesito una explicación y pasar página. De una vez. Quería quedarme más contigo, pero, le dije que nos veamos mañana nada más termine la entrevista con el señor Tjäder. Iré a Roma. Perdona Meena, por irme así, pero, no sé cómo seguiré si no lo veo y no me despido, si no, no podré comenzar a amarme a mí. Lo necesito.
—Claro, lo entiendo perfectamente. Haz lo que necesites, sabes que estoy para ti. Siempre —le respondí, conteniendo mi tristeza por ella, pero no pude.
Solté una lágrima, después dos, y terminé llorando con ella. Mi querida amiga, mi pobre mejor amiga, no merecía esa infelicidad.
Dejé mis dramas de lado y estuve consolándola, suficiente tenía con sus problemas personales.
Nos fuimos a dormir, pero, a mitad de la noche, me desperté, por una dolorosa punzada en el ojo. Me asusté y fui hacia el baño, y al encender la luz, casi entré en pánico.
Mi ojo, aquella pequeña, mínima rajita roja, eran ahora tres rayas, juntas, provocando que fuese visible a pocos metros de distancia.
¿¡Qué me estaba pasando!?
Cogí el teléfono, en pánico, sin despertar a Gabi. Por un momento, pensé en confesárselo, todo, aunque fuese la mayor locura que hubiese oído. Pero, no lo hice. Traté de calmarme, e hice lo más lógico que se me ocurrió. Busqué en Google.
Las únicas respuestas, o al menos, las más buscadas fueron causas leves como enrojecimiento, cansancio ocular o pequeños derrames. Pero, aquellos eran en la esclerótica, la parte blanquecina del ojo, no en el iris. Me desesperé, recordando las misteriosas palabras de Ura.
No estás enferma, es la sangre Rakt que corre por tus venas. Es más fuerte que tú. Kalinda trató de esconderse, pero no pudo. Llegó tu momento.
Y, ¿si no eran locuras de mi tía?
¿Sangre Rakt?
La llamé, asustada. Sin embargo, no me respondió. Debía de estar acostada. Le dejé un mensaje, expresando mi preocupación y rogándole que me dijese lo que sabía.
Volví a la cama y me dormí, pero, mi subconsciente no me dejó descansar y volví a tener un extraño sueño.
Me encontraba en un bosque perdido, frondoso y oscuro. No era de noche, pero los espesos árboles no dejaban pasar los rayos del sol. Caminé por el camino de tierra, hacia adelante. No tenía miedo, solo seguía mi camino hacia delante, sin conocer mi destino, sola.
Llegué a una zona rodeada por árboles, que se concentraba en un círculo vacío. Me aproximé y hallé baldosas rotas, antiguas, dibujos perdidos en el tiempo. Seguí mirándolo, hasta que hallé una zona sin aquella piedra especial, esta gris, rugosa y llena de hierbajos.
—Es ahí.
Me dijo una voz, y yo, obedecí, arrancando la hierba con mis propias manos. De repente, vi que aquellas no eran mis brazos. Eran manos fuertes, varoniles y negras. Mi confusión no hizo que frenase. Poco a poco quedó al descubierto aquella piedra gris, dejando a la vista una inscripción. No era una baldosa, sino una tumba.
Me giré, y de pronto, noté un fuerte golpe en la nuca.
Me desperté, por segunda vez en aquella noche, alterada. No quise darle mucha importancia, pero, jamás tenía ese tipo de sueños. Yo solía soñar aventuras sin sentido, pero, no cómo estas. Siempre en mi propia persona, no siendo, jamás, otro sujeto. Menos un hombre.
Antes de que Gabi despertase, ya que eran las siete y media de la mañana, me duché y me puse las lentillas. Todavía no se lo iba a comentar, se preocuparía en exceso y no sabría cómo explicarle la supuesta verdad.
Ura no contestó a mis mensajes, ni siquiera me llamó. Lo dejé pasar, ya que pensé que podría ser su día libre y quería aprovechar a descansar.
Desayuné con Gabi, más animada que anoche. Le conté todo lo que sucedió anoche.
—A la porra la ópera esa y Vincent. ¡Debiste tirarle el condón a la cara! ¡Por sinvergüenza! Hiciste bien yéndote. Y, la ópera ya la había escuchado, un cuento tonto para atraer turistas. El Vincent Tjäder este es raro, pero, sea o no un bobo, mis preguntas son brillantes y será un éxito. Triunfaré y todos los hombres se volverán locos por mí. ¡Y los rechazaré a todos! —comentó, divertida.
Sonreí, pero, Gabi, que tenía un sexto sentido para saber que había algo que le ocultaba.
—Suéltalo —me exigió, y suspiré —. ¡Meena! ¡Cuéntame todo!
—¡Vale, vale! —fui a por la chaqueta de Giovanni y le narré mi encuentro con él y el momento en el que bajé la guardia y casi caí.
—Ay, dios, te mueres por él —comentó y le tiré una servilleta en forma de bola, la esquivó riéndose—. Es broma, es broma... Pero, Meena, ¿no quisiste escucharlo? A lo mejor, tiene una excusa y esa llamada, solo fue una confusión. No lo sé, por lo que veo, tal vez, no tiene malas intenciones. En su casa te cuidó, y ahora estás a su libre disposición siendo tu jefe, y no parece querer dañarte. Pero, no lo sé, tampoco bajes la guardia.
Seguimos charlando, hizo su maleta y fuimos a mi trabajo. Nos despedimos con un fuerte abrazo y cada una fue por su lado. Me dirigí a la planta –1 y ella a las superiores.
Charlé animadamente con mis compañeras y con Fiama, contenta de que el ambiente de trabajo fuese agradable con ellas. No me crucé ni con el indeseable de Vincent ni con Giovanni, al que quería devolverle la chaqueta.
Tuve trece habitaciones, diez salidas y tres estancias. Las salidas eran habitaciones que ya se iban y debía limpiarlas ya que vendrían nuevos huéspedes. Y, las estancias eran habitaciones de clientes que seguían en el hotel por una noche o más, y solicitaban limpieza. En ocasiones, había clientes amables que te decían que no querían limpieza con una sonrisa, otros que ponían molestos el cartel de NO MOLESTAR al oírme pasar con el aspirador por el pasillo. A veces, dejaban propinas, unos céntimos o euros, a veces por el suelo, sabiendo que los ibas a coger, cada uno de ellos. Era triste, pero, así era. Hasta la moneda más pequeña era valiosa, el dinero era dinero.
Afortunadamente, las estancias salieron a primera hora a desayunar al comedor y pude hacerlas con tranquilidad. Algunos me saludaron, otros, me miraron con esa molesta mirada de desconfianza, recordando cada una de sus joyas, que habrían dejado a saber dónde. Cuando entraba en una habitación y encontraba algún objeto de valor, dinero o joyas, jamás tocaba aquella zona por temor a que la pierdan ellos mismos y acusen al personal de limpieza. No sería la primera vez que me había sucedido.
Pasaron las horas, estuve dos horas de más, pero, era una regla no escrita en el sector hostelero. Estaba acostumbrada y mis compañeras también. Alrededor de las cinco y media de la tarde terminé la jornada, y todas mis compañeras terminaron aproximadamente a la misma hora. Estuvimos charlando animadas en los vestuarios y me incluyeron con amabilidad en la conversación, además me invitaron a su tradición de cada tarde: tomarse un cafecito en un bar cercano. Siempre lo hacían, y me hizo feliz ser una de ellas. Con la que hablaba más era con Bianca, nos llevábamos muy bien.
Por lo visto, me había enterado que eran muy divertidas y les encantaba criticar el hotel, pero lanzar algún que otro halago al "sexy jefe". Evité poner una mueca, y me limité a sonreír. A todas aquellas mujeres les resultaba muy guapo, a la que vi más interesada fue a Bianca. Le seguí el juego, pero, le dejé claro que a mí no me gustaba para nada. Eso le alegró.
Dejamos nuestros uniformes en la taquilla y fuimos a dejar nuestro teléfono de trabajo a la oficina, donde, al entrar, nos quedamos mudas al hallar a nadie más que Vincent Tjäder, junto a Fiama, blanca como un fantasma. Estaba nerviosa.
Todas se quedaron expectantes y nerviosas.
Y, me atreví a pensar, que yo era la más perjudicada en esa sala.
—Buenas tardes, señoritas —dijo con su voz grave, erizándome la piel —. Señorita Meena, en nuestra reunión privada de anoche, se dejó esto. Venía a devolvérselo.
Avanzó, pasos cortos, mirándome con aquella maldita sonrisa, que podría enamorar a mis compañeras, pero, yo solo quería hacerla desaparecer.
Aquí nos encontrábamos, mirándonos, poniendo a prueba quién se iba a rendir primero.
Fui yo, bajando la mirada a su mano, estirada, ofreciéndome mi cartera, y... El preservativo.
***
¡Holaaa lectores hermos@s! ¿Cómo estáis? Espero que super bien.
Aquí otro capítulo, en el que Vincent ha decidido devolverle "amablemente" lo que perdió, ¿hizo bien o solo tenía malas intenciones? Dejarme en los comentarios qué pensais.
Un abrazo y buena vibra hehehe💙💙💙💙
Neferet💗
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