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El Secreto De Ninja Nocturno.

En la tranquila ciudad de Nochebuena, el cielo estaba despejado, y las estrellas brillaban con un resplandor especial.

Sin embargo, algo se cernía sobre la ciudad, algo más allá de las sombras habituales. Los PJ Masks, siempre alertas, notaron que la actividad del Ninja Nocturno y sus Ninjalinos había disminuido en las últimas noches. Esto les pareció sospechoso, así que decidieron investigar.

—¿Creen que el Ninja Nocturno esté planeando algo grande? —preguntó Gecko, mientras observaba la pantalla del cuartel general.

—Puede ser —respondió Ululette—, pero normalmente ya habría hecho algún movimiento. Esto es extraño.—

—Exacto —añadió Catboy—. No es propio de él estar tan tranquilo. Debemos averiguar qué está tramando.—

Los PJ Masks subieron a su Automóvil y se dirigieron al último lugar donde habían visto al Ninja Nocturno, un viejo almacén abandonado en las afueras de la ciudad.

Cuando llegaron, la puerta principal estaba entreabierta, pero el lugar parecía vacío. Avanzaron con cautela, con los sentidos agudizados por la sospecha de una trampa.

Sin embargo, en lugar de encontrarse con la hostilidad esperada, escucharon voces suaves y susurros. Se acercaron a una de las ventanas que daba a la parte trasera del almacén y vieron algo que no esperaban: el Ninja Nocturno estaba sentado en el suelo, rodeado por sus Ninjalinos, y les estaba contando una historia.

—¿Qué está pasando aquí? —murmuró Gecko, incrédulo.

Ululette entrecerró los ojos, intentando captar más detalles. A diferencia de otras veces, el tono del Ninja Nocturno no era autoritario ni mandón. Era suave y cariñoso, casi como el de un hermano mayor cuidando a sus hermanos pequeños.

Los Ninjalinos, a su alrededor, estaban sentados atentamente, mirándolo con ojos llenos de admiración y afecto.

—Esto es muy raro —dijo Catboy—. No se parece en nada al Ninja Nocturno que conocemos.—

Sin embargo, antes de que pudieran decidir su siguiente movimiento, un Ninjalino se percató de su presencia. Al ver a los PJ Masks, lanzó una pequeña alarma, alertando al Ninja Nocturno.

En un abrir y cerrar de ojos, el ambiente cambió. El Ninja Nocturno se levantó de un salto, y su actitud amistosa desapareció, reemplazada por su usual aire desafiante.

—¡Ah, los PJ Masks! —exclamó, con una sonrisa burlona—. ¡Ya era hora de que aparecieran!—

Los PJ Masks salieron de las sombras, listos para cualquier cosa, pero la tensión en el aire era palpable. Catboy decidió intentar una nueva táctica.

—No estamos aquí para pelear, Ninja Nocturno. Sólo queremos saber qué está pasando.—

El nombrado entrecerró los ojos y cruzó los brazos.

—¿Por qué habría de contarles algo? ¡No es asunto suyo lo que hago con mis Ninjalinos!—

Ululette dio un paso adelante.

—Quizás no, pero es extraño verte tan diferente. No te habíamos visto así antes, tan... ¿cariñoso?—

El rostro del Ninja Nocturno se puso rojo de ira o, tal vez, de vergüenza. Era difícil de decir ya que su máscara no lo dejaba ver. Al darse cuenta de que había sido descubierto en un momento vulnerable, se dio la vuelta y caminó hacia una esquina, intentando recuperar su compostura.

—¡No saben nada! —gruñó, evitando hacer contacto visual.

Gecko, que siempre había sido el más compasivo del grupo, decidió intentarlo.
—Todos necesitamos amigos, Ninja Nocturno —dijo, con voz suave—. Sabemos que cuidas mucho de tus Ninjalinos. No hay nada de malo en eso.—

—¡N-No necesito amigos! —espetó el Ninja Nocturno, pero su voz carecía de la fuerza habitual—. Ellos son sólo mis ayudantes. M-Me siguen porque saben que soy el mejor.—

—Claro, eres fuerte y hábil —dijo el gato, asintiendo—. Pero eso no es lo único que importa. Los Ninjalinos te siguen porque confían en ti y porque les importas. Y aunque lo niegues, sabemos que también te importan.—

El Ninja permaneció en silencio por un momento, mirando al suelo.

Los PJ Masks intercambiaron miradas, preguntándose si habían logrado llegar hasta él. Después de unos segundos que parecieron eternos, el Ninja Nocturno suspiró y se giró para enfrentarlos, pero ya no había burla en su expresión, sólo cansancio.

—No lo entienden —dijo, su voz apenas un susurro—. Ser el mejor significa que no puedes mostrar debilidad. Si lo haces, los demás te pisotearán.—

Ululette dio un paso adelante, con suavidad en su mirada —Cuidar de alguien no es una debilidad. Es una fortaleza. Si les importas a tus Ninjalinos, ellos estarán a tu lado, no porque tengas que obligarlos, sino porque quieren estar contigo. Eso es lo que significa ser un verdadero líder.—

Ninja Nocturno levantó la vista, sorprendido por sus palabras. La frialdad en su mirada comenzó a derretirse, y, por un instante, los PJ Masks vieron al niño que era detrás de la máscara. Sin embargo, antes de que pudieran decir algo más, los Ninjalinos rodearon al mayor, mirando a los PJ Masks con expresiones de desafío.

—¡Ninjalinos, formación de batalla! —ordenó el Ninja Nocturno, volviendo a su papel habitual.

Los pequeños se prepararon para atacar, pero Ululette levantó una mano.

—No queremos pelear —dijo, calmadamente—. Sólo queríamos entender.—

El Ninja Nocturno, sin embargo, no respondió de inmediato. Estaba atrapado entre dos mundos: el de su deseo de ser el más fuerte y el de su necesidad de pertenecer, de ser aceptado por aquellos a quienes cuidaba en secreto. Finalmente, bajó la cabeza y soltó un profundo suspiro.

—Está bien. Váyanse, PJ Masks. No tienen nada que temer de mí esta noche. Pero recuerden, soy el Ninja Nocturno, ¡y seguiré siendo su rival!—

Catboy, Gecko y Ululette se miraron, conscientes de que habían presenciado algo raro: un momento de vulnerabilidad del Ninja Nocturno. Sin embargo, respetaron su deseo de mantener su fachada. Con un último vistazo al grupo, los PJ Masks regresaron a su vehículo.

—¿Creen que entendió lo que intentábamos decirle? —preguntó el lagarto, mientras se alejaban del almacén.

—Es difícil decirlo —respondió Ululette—. Pero creo que sí. Quizás no lo admitirá, pero sabe que no está solo.—

—Al final, todos necesitamos a alguien —añadió Catboy—. Incluso el Ninja Nocturno.—

El auto se perdió en la noche mientras los PJ Masks reflexionaban sobre lo que habían aprendido. Esa noche, la ciudad de Nochebuena estaba segura, no por la fuerza o la astucia, sino por la comprensión y la empatía.

El Ninja Nocturno, por su parte, miró a sus Ninjalinos mientras estos se arremolinaban a su alrededor, buscando su aprobación.

—Está bien, está bien —murmuró, con una sonrisa apenas perceptible—. Ustedes también son importantes para mí. Pero no se lo digan a nadie.—

Y, en la quietud de la noche, los PJ Masks descubrieron que incluso el corazón más oscuro puede guardar una chispa de luz.

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