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El Cofre


  Buscando entre los cuartos Amelia da por perdida su lucha, no recuerda bien cómo dicen que fue el acuerdo matrimonial de sus padres, pero para nada cree que su madre la vaya a comprender o animar

No es que Maria no quisiera a su única hija, la quería muy a su manera la verdad. Pero, también era sabido que desde que el hijo mayor de Maria se dedicó al clero la mujer se había vuelto obcecada con querer casar a su hija lo más pronto posible. Julio era mayor a Amelia por siete años y desde muy chico mostró su vocación a dios, algo inesperado para la familia, sin embargo antes de cumplir los trece el mismo Julio fue a encerrarse en una abadía donde se entregó al oficio y sus padres no tuvieron voz en su decisión

Para Amelia el fanatismo de su hermano siempre fue un incordio, en especial porque tras su partida ella fue quien cargaba la presión del futuro familiar. Los Fontarosa eran una familia numerosa pero el padre de Amelia era el único hijo varón, después de él le seguía Julio, que decidido a mantener sus creencias no dejaría heredero, por lo que el futuro del apellido recaería en Frederic, que solo tenía seis años

La otra opción era que tras casarse Amelia tuviera dos varones, el primogénito llevaría el apellido de su esposo y de ser necesario el segundo el de su padre, para que llevase la familia después de la muerte de Don Rómulo, en caso de que Frederic no tuviese heredero varón. Amelia no entendía nada de eso, tampoco le importaba planear castillos en el cielo, pero al parecer los Rënion habían estado de acuerdo con ese arreglo y eso tenía a su padre animado

En parte, eso le daba curiosidad a Amelia sobre su futuro prometido, sabía que a diferencia de ellos Javed era hijo único, que su padre había muerto un año atrás y su madre solo vendría a la ciudad para la boda, así que... ¿Aun así estaban de acuerdo con ese trato? ¿Por qué? Mientras pensaba en eso oyó los pasos y risas de su amada tía Ofelia

— Pero mírate niña, si estas enorme, y tan bella, me haces sentir más vieja de lo que soy —la tia dejo el cofre a un lado para abrazar a su sobrina

— No, para nada — Amelia apenas si podía respirar

— Mi niña, si te dijera que esta noche es tu boda ¿Qué me pedirías? —con sonrisa cómplice la tía Ofelia puso en tentación a su sobrina

— ¡¡Basta!! —llamó a la cordura Maria—. Amelia espera ansiosa su matrimonio, lo hemos planeado por meses y tu no lo vas a arruinar—

Descubierta por su hermana Ofelia esboza una sonrisa pícara— Oh no, yo no haré nada, lo juró—alza las manos a modo de inocencia—. Solo he traído el presente de mi tatarabuela, que corresponde a Amelia guardar —

— ¿Qué es? —pregunto Frederic con genuina curiosidad, incluso forzando el cerrojo del antiguo cofrecillo

— Es un ajuar para la novia, ningun hombre de la familia lo puede usar —ríe Ofelia, divertida por su insensata broma

— ¡Oh por dios! — casi se persigna Maria—. Déjate de juegos y bromas, perturbas a Amelia y a Frederic —tomando a su hijo la mujer vuelve abajo, a ordenar el resto de arreglos

Pero Amelia mira a su tía tan confundida como él mismo Frederic

— ¿Qué es lo que en verdad guardas ahí, Tía? —

— Ya te lo dije, es un ajuar o ropaje que tu tatarabuela te heredo —insiste Ofelia—, la oportunidad de ver el mundo más allá de donde hasta ahora lo has podido experimentar —

La mujer mayor guía a la niña a su habitación, cierra las cortinas y la mira entre cuestionante y dudosa—¿Y bien? cierra la puerta mi niña, que esto es secreto —

Amelia cierra la puerta tras ella, tan confusa como intrigada, se acerca al tocador frente el que ha puesto su tía el cofre y la mira abrirlo con el mayor rigor

— Esta es una rareza que solo las Fontarosa pueden llevar, no sé el verdadero origen, si bendición o castigo, pero antes de tu boda lo debes portar, aunque sea una vez, para que veas el mundo desde otro punto, en el lugar que de otro modo no podríamos conocer —

— ¿Qué es? —

Incrédula ante el fino manto que Ofelia saca lentamente del cofre, Amelia casi lo ve tornarse sólido entre los dedos de su tía

— Una piel —casi suspira Ofelia—. una piel de hombre —

La sonrisa entre inocente y traviesa de su tía la hace parecer otra de sus compañeras en edad para Amelia, que tan pasmada como escéptica apenas puede preguntar

— ¿Es en serio? —duda—, ¿es decir que la abuela despellejo a un tipo para hacerse un disfraz?

— ¡¡¿Qué horribles cosas dices Amelia?!! —se ofende su tía—. Y no fue tu abuela, esto perteneció a mi tatarabuela—

Aun si la indignada mujer pretende guardar la prenda, aunque se detiene ante la extrañada mirada de su sobrina

— Guarda más respeto ¿quieres? esto para nada es una piel humana, mi abuela contaba que hace muchos años cuando su abuela Baudelia se iba a casar fue al río, a llorar de tristeza, ahí la oyó un hada, a la que pilló por sorpresa mientras se bañaba, esta oyó su pesar, y le preguntó cómo podría ayudarla. «No puedes hacer nada por mi» dijo tu tatarabuela «Se que me debo casar, por el bien de mi familia, pero solo quisiera saber si hago bien, si mi futuro marido es un hombre recto y justo como mi padre, si es bueno para mi»

Al hada le gusto su respuesta, porque cualquier otra chica habría pedido dinero o un prometido mucho mejor, así que le dijo «Mete tus manos al río y aquello que tus dedos toquen sácalo con cuidado, pues ese será mi regalo»

El hada salió del agua y yendo cerca la orilla levantó del suelo un cedazo, casi invisible, con el que se cubrió para salir brincando en forma de ciervo al bosque

Baudelia tuvo miedo, pero metió las manos lentamente en la corriente y en cuanto algo rozó la punta de sus dedos lo atrapó y sacó con sumo cuidado ¿Sabes lo que era?—

Pendiente de su sobrina Ofelia le dio otra oportunidad, pero al ver que no cambiaba su expresión de confusión prosiguió— Esto, la fina tela mágica que al ponerla toma forma de hombre—

— ¿Es una clase de broma, un pacto familiar o algo así? —

Amelia apenas si creía en la cordura de su tía, antes, y ahora estaba a punto de salir corriendo para pedirle ayuda

— ¡Insensata, cabeza dura! —rodando los ojos Ofelia saco de nuevo el mágico velo — Ya lo veras, puso a prueba por tercera vez a la hija de su hermano, lista a portar el inverosímil disfraz

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