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Cap9: Títeres

Despierto en la mañana envuelta en mis sábanas llenas de sudor, parece que ya me encuentro mejor de la carga emocional de anoche. Tuve, para peor de males, una pesadilla, en ella pasaba mi vida, empezando por los momentos felices, esos que me hacen extrañar mi vieja realidad donde todo, a mi entender, era perfecto. Gabriel venía hasta mí y esta vez sin intenciones de asesinarme para enviarme a esta pesadilla, sino que aceptaba hacer por sí mismo su trabajo sin recurrir a un pacto con un demonio. ¿Por qué esta obra llegó a ser tan importante para él al punto de hacerme pasar por este infierno? Ciertamente no se lo perdonaré, deseo que pase por lo mismo.

—¿Dónde está durmiendo Charlotte? —digo mientras mi sirviente coloca mi ropa.

—Tiene una habitación junto a la mía, donde los sirvientes, joven amo —me responde Helios y termina de atar los botones de mi camisa, una pequeña rutina.

Mi padre no se encuentra en Narciso lo que me deja un margen de tiempo entre mi accionar y el castigo. Tengo entendido que viajó a la capital para tocar temas de negocios con la reina y ver las galerías de arte que madre instaló hace unos meses por capricho, que contra todo pronóstico, han marchado bien en cuanto a ingresos. Solo necesito saber dónde están las dos damas letales.

—Mi hermana y la duquesa Roosevelt, ¿Cuáles son sus planes para hoy? —pregunto a Helios.

—Recibieron una invitación a cenar donde el conde Walker así que se preparan para asistir, se veía molesta la señora —comenta mientras termina los arreglos.

Ciertamente, algo que no se puede evitar es la presencia de mi madre en cada evento social. No importa si es de su enemigo jurado, ella asistirá y se robará la atención. No sé cómo se ha controlado lo suficiente para no asesinarlo. Lyra solía visitar mucho ese sitio en el pasado antes de la catástrofe familiar. A fin de cuentas, la fallecida condesa Lemelyane Walker era su tía.

Basta de gastar mi tiempo en temas burdos para mi cerebro, hoy en la noche será me espera un evento importante y solo me falta una pieza en el tablero para poder completar la función. ¿Quién podría servirme?

—La carta que se encuentra sobre la mesa es para el señor de los Blackburn —le indico a Helios luego de que termina de acomodar en mi cuerpo los atuendos, tan infantiles como formales.

Los Blackburn cuentan con tres miembros. Uno de ellos es la cabeza de familia; Borja Blackburn. Un vampiro de sangre noble que gastó su primera semilla con la violación de una mujer de las nieves, a la cual hizo su amante. Borja puede leer mentes, por lo que es difícil de engañar. El segundo es Ferry, nacido de la violación cometida por su padre y el joven con el que tuve esa pequeña reunión en la fiesta; sin embargo, su padre no soportaba que fuera humano y lo convirtió antes de que terminara de desarrollarse. Si juego bien las cartas con él, tal vez pueda hacerlo trabajar para mí. Por otra parte, está la mujer de las nieves, nunca la he visto en persona, pero se comenta que es pura belleza.

La existencia de los vampiros nobles suele distar mucho en cuanto a pautas, ya que se llaman así, pero no todos se atan a las mismas leyes en su creación. Quizás ni sean realmente vampiros y solo sea el nombre que mejor les conviene ante el hecho de que no son capaces de vivir sin la sangre de alguna víctima. Lo curioso es que uno de sus ancestros logró reproducir el modo en que se crearon los Roosevelt, por lo que sé cómo destruirlo.

—Señor, ¿esto es todo? —me pregunta Helios sacándome de mis pensamientos.

—Sí, solo debes entregar la carta a la familia, no deberías tener problemas —le digo mientras noto su mirada sobre mí y ya sé por dónde va, cada vez que me llevo su atención es porque alguna idea nace en su cabeza y nuestra distante clase le impide hablar—: puedes expresarlo.

—No, sería una ofensa y no tengo derecho.

"Los permisos no funcionan, quizás lo hagan los castigos."

—Habla o te llevaré a las zonas de torturas —respondo sin titubear buscando alguna respuesta por su parte.

—¿De verdad asesinará a un vampiro noble? Solo quedan tres familias más aparte de la vuestra y una no se encuentra en Narciso —responde Helios manteniendo su porte serio y sin emociones.

—No te preocupes por eso, Helios, si se extinguen todos, solo hay que crear más —respondo tranquilamente.

—Cierto, los Roosevelt conocen la forma de hacerlo.

Una mentira evidente, los Roosevelt perdieron ese conocimiento con la muerte de mi abuelo. ¿Qué más da si no se crean más de estas bestias? Odio lo sobrenatural y estaría mejor si no existiera. Aunque no mentí, sé cómo crear más vampiros puros, porque al final del día, ya me leí este libro y sé todo lo que pasará en él.

—¿Qué más pasa por tu cabeza? —digo al notar que no se ha marchado.

—¿Podrá hacer frente contra un vampiro de más de quinientos años? —pregunta Helios con su voz sin vida.

—No sé, pero nada es imposible —le contesto mientras recojo un maletín sencillo con grabados en plata—. Antes de irte trae a Charlotte, debo dar un recorrido hoy con ella. Trae la respuesta a la carta, no es difícil, es solo una simple invitación a negociar.

—Como ordene, joven amo —es lo último que dice antes de marcharse dejándome en la habitación totalmente solo.

Me dirijo a mi pequeño escritorio y dejo salir todo en suspiros mi estrés mezclado con nervios. Lo que quiero hacer es una locura y puede costarme la vida, pero no puedo olvidar las imágenes de ayer que aún me provocan náuseas. El plan es simple; debo aprovechar que padre aún no regresa. William, por su parte, invitó a mi madre y a Victoria para completar parte de mi tablero. Me queda la casa sola con mis sirvientes y luego con Borja Blackburn cuando llegue. El problema es que su familia podría ponerse en mi contra, así que lo ideal sería aniquilarla...

"¿Qué demonios estoy pensando?"

Me empiezo a reír mientras cubro mi boca por las ideas que me rondan. Casi dejo que los pensamientos de mi padre se vuelvan míos. ¿Aniquilar una familia? Tiene razón en algo esa escabrosa idea, no debo dejar que esto se vea como algo de los Roosevelt, por lo que el cochero, todo aquel que sepa que Borja Blakburn viene acá, debe desaparecer. Debo mantener la menor cantidad de bajas posibles y solo tengo permitido deshacerme de las ratas.

—Joven amo, soy yo, Charlotte —siento su voz del otro lado de la puerta mientras el sonido de la madera golpeada se mezcla con su voz temblorosa—. El señor Helios me dijo que viniera.

—Adelante —le respondo mientras me levanto de la cama y tomo un vestido verde olivo de arriba de la mesa, uno sumamente sencillo de tirantes en el mismo color y adornado con pequeños vuelos, las mangas son blancas y el cuello alto. Un cinturón en negro lo ata a la cintura y aunque Charlotte no sea capaz de apreciar su diseño, no le vendría mal tener atuendos nuevos fuera de sus harapos.

Ella abre la puerta sosteniéndose de la pared y todo lo que hay, sus pasos son torpes. Sus manos temblorosas acompañan su asustada voz. ¿Qué pensará que quiero?

—¿Qué desea...? —dice ella mordiendo sus labios con miedo. Tiene un morado en la frente, parece que se golpeó en algún punto de la mañana. Sus ojos ahora están vendados por un paño poco cuidado en blanco hueso, algo que resalta sus hundidas mejillas.

—Lástima que no lo puedas ver, te tengo un regalo —digo con mi usual tono de voz neutro.

La niña ladea la cabeza como si mis palabras fuesen algo extraño, hasta que algún pensamiento equivocado le invade, porque su voz sigue saliendo temblorosa.

—¿Un regalo? —responde.

Tomo su mano y la pongo sobre la tela de forma suave. Aun así, siento el temblor de sus dedos, los cuales recorren el vestido con cuidado tratando de averiguar qué es. Parece que de a poco se va calmando al darse cuenta de que no corre peligro. Tengo que tener en cuenta que sigue siendo bastante fácil de engañar, incluso en un regalo puede haber malas intenciones, pero no es este el caso.

—Calma, es solo un vestido. Hoy vamos a salir al mercado y te llevaré conmigo. Hay varias cosas que necesitas. ¿Eres bruja, no? ¿Qué sabes hacer?

—Gracias... —susurra ella empezando a sollozar. Abraza la tela como si fuese algo preciado y sigue su dialogo como la saliva que baja por su garganta le permite—. Se siente...que es lindo...

—Cálmate, no soporto esas debilidades —digo por inercia ante la imagen de tantas lágrimas en un rostro tan débil. No soporto ver a alguien llorar, menos por tonterías, algo que hace que no quiera invertir más mi tiempo en la situación.

—Pero...

—Dime lo que te pedí, no me hagas esperar —le ordeno dejando escapar un suspiro.

—Solo sé hacer pequeños conjuros de ignición. Nunca he podido aprender algo, nadie me ha enseñado —responde estirando sus manos con el atuendo hacia mí. ¿Cree que debe devolverlo por ser inútil? No hace falta, no fue por ese motivo así que simplemente llevo sus manos a su pecho con el regalo en ellas para que entienda el mensaje.

—Tch...por ahora no me sirves —ante mis palabras el rostro de ella se nota apagado de nuevo—. No importa, igual vas a acompañarme al mercado. Tenemos poco tiempo, cámbiate y vamos.

—Sí, joven amo... —me responde y se empieza a desvestir para colocar el vestido nuevo. Yo por mi parte salgo de la habitación para no verla desnuda, aunque parece no tener reparo en eso. Tengo que enseñarle demasiadas cosas de sentido común y hacer que borre esos comportamientos tan miserables, no son necesarios.

En las afueras de la mansión el Sol golpea mis ojos llenos de un sueño molesto de varios días durmiendo poco y mal. Como si mi situación fuese a peor, Victoria me intercepta, mirando a Charlotte con recelo; es la segunda vez que tengo un sirviente cercano a mi edad, el otro murió.

—Lewis, ¿a dónde vas? —me interroga mientras sale por la puerta principal hasta llegar a mí. El cabello está hermosamente arreglado y su piel limpia por un baño reciente, cada detalle meticulosamente cuidado por su niñera.


—A la ciudad, voy a la tienda de juguetes, para ti —digo con calma.

Puedo sentir los nervios de Charlotte ante la presencia de mi gemela, alguien que no conoce y cuya hostilidad en la voz es palpable. La pequeña se esconde tras mi espalda, tocándola sin querer, algo que le hace retroceder como si yo fuera a reprimirla, claramente no recibe tal respuesta, pero odio que me toquen sin mi permiso.

—¿Nuevo juguete? —responde Victoria haciendo que los nervios de la niña aumenten.

—Sí, espero que se vea hermoso y no arruine la imagen de la familia —le comento siguiendo mi papel en este mundo, algo que solo pone peor a la niña, pero se resguarda en su silencio. Buena decisión.

—Me gustan más cuando mantienen su voluntad, una vez que se rompen como la que posees, es mejor asesinarles. Como sea, no venía a decirte eso, pequeña escoria; quiero acompañarte —dice Victoria dejando ver una amplia sonrisa en su rostro, como si supiese que tengo algo importante que hacer.

—¿Por qué? —dejo notar sorpresa en mis palabras, pero como si me alegrase su presencia.

—Porque quiero —dice y se acerca a mí invadiendo mi espacio—: te conozco, todas estas noches has estado saliendo de la habitación y tramas algo, no te voy a dejar solo, hermanito.

¿Ha estado al pendiente de mis pasos? Sumamente interesante, solo me pones esto mucho más fácil, pues ya sé que puedo darte la información que necesito que tengas.

—Fuese así o no, no creo que te importe o incumba —digo con toda normalidad, aunque claramente le molesta.

—Solo es la preocupación de tu pequeña hermanita —expone sarcásticamente y deja ver sus ojos rojos mientras sonríe. Me aleja de Charlotte tomando mi mano—: Agradece que te toco.

—Qué placer, Victoria —digo calmadamente siguiéndole el juego—: haré unos encargos de padre, así que visitaré lugares desagradables. No digas que no te lo advertí.

—Creo que hay más cosas que te dan asco a ti, que las que me dan asco a mí.

Mi sirvienta avanza como puede a mis espaldas, cayendo al suelo en uno de sus pasos donde no puedo ayudarla. Victoria se niega a que le deje de prestar atención para brindarle ayuda a la ciega, sería firmar su sentencia de muerte.

MI gemela se sienta a mi lado, dejando salir risas educadas ante la torpeza de la niña para reponerse. La pequeña solo aprieta sus puños en el vestido, pero no por rabia, creo que es miedo por la situación.

—¿Qué te parece el hijo de los Walker? —me dice mi hermana tranquilamente y con una sonrisa, algo que permite cambiar la atención hacia otra persona.

¿Qué le respondo? ¿Me cae genial porque me asesina casi al final de la obra? No, no, no viene a juego. Tampoco me agrada el hecho de que justamente piense en él. ¿Por qué lo sacas a tema?

—No le conozco, tampoco he cruzado palabras con él —respondo lo que debería en este punto.

—Me parece interesante —sus ojos me buscan, pero lo ignoro, no necesito que me leas ahora.

—Es tu opinión, también la esperaba —respondo mirándole de frente, dándole lo que desea y sin soltar su mano. Si Victoria no quiere, no tengo permitido soltarla o esto será complicado.

—¿Por qué lo esperabas, escoria? —dice ella apretando sus dientes y tomando el cuello de mi camisa para acercarme a su rostro. Mi respuesta parece molestarle, aunque no entiendo el porqué.

—No deberías llamarme así delante de los demás —le digo sin mostrar reacción ante su estado y señalando con la mirada a la ciega que escucha asustada nuestra conversación. La cual da un respingo al sentir el rumbo que toma de nuevo hacia ella.

—Es solo una esclava, no durará dos días. Si abre la boca le cortaré la lengua, diría que le sacaré los ojos, pero no creo que haga falta —sonríe mientras ladea su cabeza haciendo que la ciega tiemble más—. Desvístete, tengo hambre.

—No es lugar, espera a llegar a casa.

NI siquiera espera que se lo permita, jala de la tela rompiendo el primer botón para clavar sus colmillos en mi cuello de forma suave, prosiguiendo a lamer la herida cuando termina su festín. Sus ojos escarlatas y pupilas dilatadas son lo más claro que veo dentro de mi debilidad, los llantos abogados de Charlotte son lo más fuerte que escucho dentro del silencio del carruaje.

—Es normal, a mí también me atrae tu sangre —le digo una clara mentira a Victoria cuando por fin puedo hablar.

—Somos Roosevelt, soy más fuerte que tú, soy tu gemela y tu prometida. Serás una escoria, pero no toques a otros o te corto las manos —su voz sale en extremo dulce en un susurro en mi oído, como si esa mordida para ella significase que soy totalmente de su propiedad.

—No tengo a nadie en mente, Victoria —digo posando mi mano en su mejilla para calmar cualquier pensamiento problemático que pase por su cabeza. Me ves como un juguete, uno que no deseas compartir y realmente eso me irrita.


Como si de un mal augurio se tratase, el cielo se llena de nubes grises que anuncian una pronta lluvia, una que no tarda en iniciar. Se siente relajante el sonido del agua sobre el adoquín y las ruedas pasando en la calle con el relinchar de algunos caballos. Incluso uno que otro trueno me hace sentir poética la imagen cuando el frio invade mi cuerpo. Quisiera no verlo como algo especial, porque no lo es y aun así se lleva mi atención esta pequeña belleza plasmada en las construcciones de una época ajena a la mía.

Nos resguardamos bajo los aleros de las tiendas mientras busco por los puestos los víveres que necesito junto a cierto químico. Obligo a Victoria a visitar prácticamente todos los puntos de la ciudad que venden lo que busco con uno que otro despiste y a comprar varias municiones de ajo en nombre de Charlotte. Mi hermana comienza a rabiar cuando ve esos objetos tan peligrosos para nuestra especie en mi poder. Otra cosa que le molesta es el hecho de que le hago ocultar el color de su cabello con una capa y la criada da la cara para todo, pero es necesario.

—¿Qué demonios estás planeando? —me pregunta la albina cuando tomo vasijas con agua bendita en una iglesia.

—Mejor si no sabes, es una orden de padre —respondo.

Ella parece satisfecha con mi respuesta, pues no sería la primera vez que nuestros contrarios son seres de menor nivel de nuestra especie. También porque se encuentra débil, aunque quiera aparentar que no, sí le afecta la presencia de lo que compré, una de sus debilidades. Busco sus ojos y los encuentro del mismo color que los míos, negros, un hermoso símbolo que por algún motivo, me hace sentir satisfecho. ¿Debería deshacerme de Victoria cuando se encuentra débil?

—No pienses tonterías. Estás mirando mi cuello y ojos, que sepas que aun así te ganaría. —Mueve sus dedos suavemente y mi cuerpo camina hasta el suyo por su magia de sangre y los dolores también comienzan por el movimiento poco natural de esta dentro de mi organismo—. Mi control es infalible.

—Jamás te retaría, conozco mi lugar. Vas tarde, Victoria. Tu cena es en dos horas —digo simulando que nada me afecta, justo como ella.

—¿Por qué crees que salí contigo hoy? —dice ignorando mis palabras—. Tú estás planeando algo hoy, no me meteré en ello, pero quiero ver qué eres capaz de hacer, hermanito.

—No puedes faltar.

—Aceptaré el castigo, pero no creas que te vas a quedar solo, Lewis, te conozco. —Sus ojos se vuelven ligeramente rojos al decir mi nombre, aunque solo dura fracciones de segundo. Se acerca a mi oído y como un susurro que nadie más será capaz de oír por el ruido del agua, ella me deja en claro su visión sobre mi persona—. Algo planeas y para ello nos necesitas fuera, te vi hablando con el conde. Te tengo cariño hermano, pero no olvido que eres un sucio humano y posiblemente una rata traicionera.

Justo cuando ella se separa de mí, me dejo desplomar hasta caer en el suelo. No me interesa empaparme, no me interesa que las personas me observen, solo necesito que me creas, hermana. Me faltaba una pieza en mi juego y he decidido elegirle como mi dama. Victoria, espero que sea lo suficiente resistente como para no morir en el espectáculo que le tengo preparado, aunque tampoco me importaría sacrificarte.

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