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Cap8.1: La jaula de las liebres

Al regresar a la sala centro mi atención en la única persona que se encuentra en solitario observando hacia el exterior. Sus largos cabellos rojos ondean junto al viento que entra por la ventana, pareciendo ser parte del juego con la música. El brujo se torna hacia mí y levanta su copa en forma de saludo, dejándome ver una sonrisa en su rostro.

Solo debo actuar con naturalidad, no pensar siquiera en mi realidad para tragarme mi falsa mentira cuando esté frente él. No lo dudo, sé que fue William quien estaba en el jardín. Nadie más se presenta de esa forma tan protagónica en estos primeros actos de la historia de Gabriel por el hecho de que no están tan detallados los años de infancia de los gemelos. El salto final es hacia los veinte años míos y de Victoria, ya casados.

Respiro profundo y tomo el valor dentro de mí para acercarme al mayor causante de mis males. Helios no me abandona, va al lado mío con sus pasos completamente silenciosos y su mirada vacía. Lo fácil que sería para él acabar con mi vida si solo lo desease, bueno, realmente cualquiera podría si me toma desprevenido. No puedo dejar que nadie vea un ápice de debilidad en mí.

—Helios, ¿qué piensas del conde William Walker? —le digo a mi mayordomo mientras camino.

—La opinión de un simple sirviente no tiene importancia —contesta él haciendo una pausa antes de seguir—, pero le veo como las hojas de otoño.

Su respuesta envuelta en un enigma me lleva a la necesidad de seguir indagando.

—¿Por qué? —Le cuestiono ya casi cerca de mi objetivo.

—Efímero y necesario —sentencia Helios cayendo en un profundo silencio a solo pasos del brujo.

Realmente pudo ser una mentira lo que acaba de decir, su relación es algo como la de un rey y su peón. Yo solo soy el objetivo que al debe acechar. Me pregunto, ¿cómo me ve Helios?

—Señor Roosevelt —dice Walker con tranquilidad y una ligera sonrisa al tenerme frente a él—. ¿A qué le debo el honor de que me salude el heredero del duque?

—He de suponer que era usted quien me observaba en el jardín. Una lástima que haya tenido que presenciar un hecho tan lamentable —digo fríamente.

No hay necesidad de rodeos, me urge dejar claro el hecho de que sé que había alguien ahí. Dada mi condición de humano, no soy capaz de percibir lo sobrenatural como las demás razas, por lo que alertaría al conde dejándole saber que algo en mi perfecta obra falla si no hablo.

—No sé a qué se refiere, joven Roosevelt —contesta él.

Mantiene un rostro optimista entrando en un juego confuso. Posiblemente, solo lo haga por molestar, ya que la sonrisa en su rostro me dice otras cosas. "¿Cómo las hojas de otoño?" Helios, ves a esta persona como algo que sucede pocas veces, a mí entender. Son hermosas, prenden fácil en fuego y solo se ven en un periodo específico. Yo lo veo como una paloma llena de sueños que termina devorado por estos.

—Su aura no es algo que pueda confundir especie alguna —respondo con lo que necesito, solo eso debo dejarle claro. Por estadística, la probabilidad más alta la lleva usted, mi estimado "amigo".

—Fue una divertida función, parece que disfrutas las labores de vuestro padre —responde él.

—Como un Roosevelt es mi deber cumplir con ellas, conde Walker. —Una sonrisa algo cínica se ve en mi rostro, una que he logrado entrenar. —Eliminaré lo que sea que esté en el medio, sin dudarlo.

Lewis es un monstruo, es el villano que arrasa con quien se le ponga en frente. Para ellos es mi naturaleza negativa por ser naturalmente un vampiro noble y para mí significa el sobrevivir un día más sin ser aniquilado por los mismos que debo proteger. En mi posición, dejar ver una muestra de piedad es una sentencia de muerte.

—Curioso, no he dudado de que usted pueda hacerlo —me hace saber él borrando cualquier signo de felicidad de su mirada.

Borrar mi familia, eliminar esos seres tan crueles. Yo también he sentido el deseo de acabar con Lyra, Victoria y Lewelyn, pero soy muy débil. No puedo culparte por desear lo mismo, desgraciadamente fue a costa de mi propia vida.

—¿No le parece hermoso como juegan Victoria y Oliver? —le expongo cambiando el tema.

—Parece que serán buenos amigos —me responde redirigiendo su mirada hacia allí.

Mi hermana mantiene una sonrisa amable en su rostro mientras interactúa con el niño, el cual es menor que ella por dos años. Oliver se muestra emocionado, con un brillo en sus ojos reflejando su edad. En cambio, sé que ella solo piensa en cuando podrá huir de la conversación, será así hasta el día que lo empiece a amar tras él demostrarle su dulce superioridad bañada en luz.

—Más que amigos —le contesto al conde y me le acerco para dejarle saber un gran secreto—. Ver el futuro no es difícil. Su hijo le matará, señor Walker, por su amor a Victoria.

El brujo torna serio su semblante sin hacer ningún movimiento brusco. El rechazo a mis palabras es evidente, pero desgraciadamente para él esa será la realidad. Aun así, soy vuestro enemigo, ¿me creerás algún día? Por ahora da igual, solo sigo de largo mi camino junto a Helios para escuchar desde mi espalda las palabras de Walker.

—Tenga una hermosa velada, Joven Roosevelt.

Alejar a Victoria y Oliver, algo que debo hacer sin lugar a dudas. Debo encontrar la manera justa para ello, morir aquí no es una opción.

Busco con la mirada a los restantes en la sala que me puedan interesar, pero desde mi posición me centro en Helios un momento. Solo se encuentra parado de forma perfecta a mi espalda, haciéndome recordar su repuesta y formulándose una nueva pregunta.

"¿Cómo me ve Helios?"

Por fin llego a mi habitación luego de esta larga noche para encontrarme todo tal cual lo dejé, a excepción de un manto rojo cubriendo una caja de un metro y medio cuadrado. Sobre la cama hay una nota con el sello de la familia en dorado y negro, un narciso con las puntas ubicadas como una estrella invertida con un círculo encerrándole.

La tomo para leerla detenidamente y puedo reconocer la familiar letra de mi padre. Además, solo él puede enviar cartas con el escudo familiar al solo existir un sello para esta labor.

Querido Lewis Roosevelt:

"Se reconoce el cumplimiento satisfactorio de su primera misión y como todo trabajo bien hecho merece ser premiado. Le hago entrega de la que será vuestra primera muñeca. No tiene nombre, así que puede denominarla como guste. Es una bruja novata, si la subyuga bien le podrá servir, de no ser el caso, deshágase de ella como mejor le plazca."

Atentamente, duque Lewelyn Roosevelt.

Algo como esto jamás sucedió en la obra, si mal no recuerdo. Sé que se le hizo entrega de un juguete nuevo a Victoria, dado que ella se encargó de mejor manera de la misión de Lewis. Aun así, la pobre víctima murió a la semana tras ella estar sin entretenimientos por el encierro de su gemelo.

Una sonrisa amplia se dibuja en mi rostro y quito la sábana de la jaula dejando ver a una niña de cinco años aproximadamente. Sus huesos se pueden percibir en sus desnudos brazos y muslos, también lo retraído de sus pómulos y piel pálida. Esto me demuestra por qué murió tan fácil ante un juego mínimo de Victoria. Sus cabellos son castaños y enredados con pequeños bucles. Sus ojos, según la historia, son blancos por la ceguera que le acompaña, cosa que se puede saber por la venda que cubre sus ojos. Aun así, es una bruja y es capaz de aprender, si la crío bien, como un sirviente obediente, puedo tener un aliado.

Pongo las manos sobre la parte superior de la caja metálica para acercar mi rostro. De esta forma me doy cuenta del mal olor que desprende, debe tener varias semanas sin bañarse.

Veamos, ¿una crianza dulce o una dura para su desarrollo? Quizás es hora de ser una madre cariñosa, a fin de cuentas puede que lo mejor para ella sea un trato diferente. Aunque de no ser así, al menos el primer mes, no creo que dure mucho viva.

Sueno la campana de mi habitación para que se presente Helios, acto que no demora en acontecer por el toque de sus nudillos en la puerta y la pronta apertura de esta. No sé cómo lo logró, pero sus atuendos ya no son más los del baile, ahora solo lleva su vestimenta del día a día.

—¿Mi señor?

—Helios, trae comida para humanos, tengo una mascota que alimentar —comento en un tono frío y sin expresiones para él.

—Como usted ordene —responde mi mayordomo

Él se va y regresa a los pocos minutos con carne cocinada junto a algunas verduras, las raciones son pocas por la indiscutible reducción del estómago de la niña a falta de una alimentación mínimamente adecuada. Por experiencia sé que le haré recurrir al canibalismo, pero no queda de otra, no suelen abastecer la mansión a no ser que haya un evento importante e incluso en esas situaciones mi madre adora ver, con una sonrisa, como sus invitados comen a los de su misma especie.

—Debería bañarla, apesta a ratón muerto —le comento a mi sirviente mientras me siento frente a la jaula.

Helios me observa sin decir nada. Su mirada recorre mi rostro para luego desviarse a la joven como si múltiples ideas pasasen por su cabeza. Debo tener cuidado con él, es de los que más espera que falle.

—Puedes hablar, te doy permiso —digo.

—Es solo una esclava, no necesita bañarla —expone él recordando el actuar de Lyra y Victoria con la servidumbre.

—Quiero que no esté llena de mugre, quizás me gusten los detalles arreglados como a Victoria o Lyra —expreso calmadamente lo que creo que desvariará su atención de la verdad, pero él hace silencio otra vez sin dejarme saber el resultado—. Dime lo que piensas, Helios.

—Creo que si quiere ayudarle, siendo hombre usted, ella se sentirá incómoda —dice Helios.

Bastante graciosa su afirmación, una que causa calma en mí. Eso significa que no ha descubierto la situación real.

—Oh, no me voy a mojar, lo dejaré en manos de otra sirvienta. Cortaré la cabeza de quien le haga algo, aunque su sangre sea apetitosa. Habla —agrego ya sabiendo de su posible silencio, uno que reitera demasiado si no se le da la orden de expresarse.

—No me gusta la sangre de los brujos —sentencia tajante.

—¿Te gusta la de mi familia? —El silencio invade la sala de nuevo—. Responde.

—Es irresistible si se deja al descubierto —confiesa dejando ver los colmillos aflorar bajo su labio de una forma sutil.

—Si te dejara, ¿me morderías? —Mantengo mi mirada en la jaula ahora esquivando la suya que se clava en mi cuello.

—No, eso acarrearía una pena de muerte sobre mí, joven amo —dice él.

—Eres un buen perro, incluso respondes en contra de tus instintos. —Me levanto y camino hacia él—. Helios, vampiro sin nombre creado por mi madre, Lyra Roosevelt, hijo de una de sus muñecas. Desde que fuiste pequeño no has tenido una vida fuera de esta mansión y me sirves como títere. Convertido a los diecinueve años y actualmente tienes, al menos mentalmente, veinticinco.

—Sí, eso soy. —Su mirada no vacila, no es tan fácil de provocar como el vampiro de la fiesta. No noto en su mirada ese deseo por vivir que tenía cuando lo elegí.

—Cierto, eso eres, no lo olvides Helios. Si me traicionas lo pagarás caro, bien caro —le respondo desviando mi mirada, quizás esperé que respondiese de otra manera.

—No lo haré, mi señor —dice y su mirada sigue igual de vacía.

Es un buen espía, una lástima que no sea de mi bando. Puedo saber si alguien será bueno como una mano derecha y él no lo es, sobre todo porque sus emociones y deseos están reprimidos. Por otra parte, es complicado manipularle.

—Luego de esto, sácala de la jaula y despiértala. Es hora de que coma algo —le comento mientras me siento sobre la cama a observarla después de poner en el suelo el plato de comida.

Helios aprieta tan fuerte el candado que lo rompe en pedazos, solo una pequeña muestra de su fuerza. Luego se adentra para tomar en sus brazos a la menuda niña que parece un saco de huesos y se coloca frente a mí.

—Despiértala sin hacerle daño, todo muy dulce, a partir de ahora es como tu hija, Helios —digo expectante de su reacción, pero es como hablar como un cadáver, literalmente.

—¿Debo cuidarla como mi hija? —Se agacha con la pequeña en brazos y la deja sobre el suelo, juraría que vi un ligero brillo en su mirada, aunque solo fuese un segundo.

—¿Te gustan los niños? —comento.

—La mayoría de las personas al menos una vez sueñan con tenerlos —responde.

No debí preguntar eso, no tenía que hacerlo. Nada saldría de ahí.

Helios le tapa la nariz para que deje de respirar hasta que se despierta exaltada. Con sus manos comienza a palpar el suelo y luego el aire, se intenta parar, pero sus piernas le fallan por lo débil y cae al suelo.

—¿Qué sucede?, ¿dónde estoy? —dice en voz baja mientras la venda cae de su rostro, dejando los ojos blancos abiertos como platos, tratando de ver todo, como ignorante de su propia condición.

—Calma, pequeña. No debes preocuparte. —Me quedo en mi asiento y le hago señas a Helios para que acaricie la cabeza de la niña, haciendo que actúe de inmediato—. Aquí no te faltará nada, ¿eres capaz de oler la comida?

La infanta actúa como si quisiera alejarse de la mano del hombre, pero no se atreve, sabe que si lo hace vendrá un castigo o eso le obligó a aprender su anterior dueño.

—No te pasará nada malo, a partir de ahora serás como mi cría, te cuidaré y alimentaré. —Me bajo de la cama y acerco con el pie el plato hasta ella, no tengo ganas de agacharme y posiblemente mi cercanía la asuste más.

—Yo...obedeceré...lo que pidan...solo no me golpeen... —Su voz sale con dificultad y al ver bien sus ojos, noto que no están solo ciegos, sino que tienen marcas de quemadura en toda el área, desde la frente hasta la nariz.

"Fue dejada así por su vendedor, pobre ser."

—No me quejaré si lo haces, si obedeces bien tendrás determinados beneficios, Charlotte. Te llamaré a partir de ahora así —le digo a la niña.

Ese era el nombre que quería ponerle a la primera hija que tuviese con Gabriel, sin embargo, creo que ya nada nacerá de ahí. Miro a los ojos de Helios y él no parece reaccionar, pero por su conocimiento sobre mi familia debe de pensar que estoy jugando con esta pobre cría de la forma que más me conviene.

—Charlotte...tendré un nombre... —dice bajito como si no se lo creyera.

—Claro, si te cuidaré como mi mascota debes tener un nombre. —Debo mantener mi fachada delante de Helios también—. Come Charlotte, la comida se te va a enfriar, y hazlo despacio o vomitarás.

Mejor no le digo que es carne humana, pero puede que en su condición no le importe. La pequeña acerca la cabeza al plato como oliendo cual perro hasta que se embarra la nariz y con las manos sucias empieza a tomar los pedazos de carne tragando casi sin masticar bien.

—Helios, tráele agua que a este paso se va a atragantar —digo mientras me acerco a la ventana al ver llegar un cuervo portando una nota

Agarro al ave, una mágica. Solo al tacto se deshace como si fuese barro, ensuciando mi ventana. Sacudo mis dedos deshaciéndome de la sustancia para abrir la hoja y leer el contenido, uno que claramente es del conde Walker por el poder utilizado para entregarla.

"Fue un bello espectáculo joven Roosevelt. Le invito a resolver el caso de la pequeña Charlotte y el tráfico de esclavos que están llevando a cabo los vampiros Blackburn. Claro, usted es uno de ellos, no le importa que sean descuartizados esos niños. ¿Cierto? Después de todo, solo son carne."

Firma: Su principal admirador, aunque seguro sabe quién soy, ya que ve usted el futuro.

Automáticamente, mi mano estruja la carta y aprieto los dientes. Me asomo por la ventana para buscar desde donde me observa. ¡¿Cómo es posible que ya sepa el nombre de la niña?!

"Que cabrón, hijo de la gran puta", pienso, pero no dejo ver mis emociones, solo guardo la carta en mi bolsillo.

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