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Cap6: Suturas y torturas

Regreso del bosque al borde del desmayo por el dolor. Los escalofríos se mantienen de una forma desagradable y la presión en la herida es lo único que evita que no me haya desmayado aún. Quizás, más allá de ello, lo que me hace seguir despierta sea la idea de que si me detengo será lo último que haga.

Regreso a la ciudad usando los túneles subterráneos por los que salí. Varios caminos posibles se encuentran delante de mí, pero esta vez no voy a mi habitación. Sigo recto por los pasadizos atestados de arañas hasta las salas de tortura de mi padre.

No soy tonta, sé que una mordedura de un licántropo es peligrosa y puede infectarse muy fácilmente. Debo tratarla cuanto antes, debería estarle agradecida a Dios de que no se haya comprometido la movilidad de mi brazo.

Muevo una palanca tras el muro y entro a una habitación completamente oscura, con las paredes desprovistas de una decoración innecesariamente cargada. Me acerco a las velas y compruebo su calor con los dedos, hace buen rato que nadie pasa por aquí.

El lugar es de un tamaño ideal, ni muy grande ni muy pequeño, es mi espacio personal, bueno, más o menos, también es el de Lewelyn. Aquí es donde tratamos determinadas heridas y solo puedo entrar desde el pasadizo que mencioné antes. Lewelyn creó esta habitación justo para estos momentos tan humanos míos donde las condenadas heridas no sanan.

La fiebre se eleva, al punto que mi visión se hace borrosa y pierdo el equilibrio, dejando caer todo mi peso contra la pared.

—Rayos...—lanzo a la nada y mi consciencia sobre mi mortalidad frágil se hace más palpable.

Si mi asesino creó este mundo, ¿no se supone que él es el dios del mismo?

Sé que empiezo a delirar cuando veo a Gabriel delante de mí con una sonrisa. Porta los atuendos de cuando nos conocimos, fue de casualidad en la parada del tren. A él le habían roto el corazón y por mi parte mi abuelo había fallecido. Fueron tiempos duros, pero él aminoró mi dolor de una forma cálida y gentil.

—Debes sobrevivir, para que vuelvas a mi lado —dice la imagen de Gabriel.

En un arranque de rabia termino por lanzar a su figura uno de los frascos del estante. Este estalla contra el suelo y me trae a la realidad al menos por unos segundos. Lo que más odio es que esto sea un estúpido deseo de mi subconsciente.

Termino golpeando la mesa central de la habitación por la ira y dejo mis cosas ahí. Luego me dirijo a la estantería del fondo a buscar las medicinas. Las detesto, no tienen efectos tan rápidos como las de mi mundo. Hay momentos en los que me hubiese gustado aprender algo útil en mi vida pasada que me permitiera poder ocuparme de este tipo de situaciones. Medicina, farmacéutica, biología, demasiadas carreras me hubiesen ayudado de mejor manera.

Me quito la camisa quedando desnuda del torso y comienzo a tratar la herida. Primero limpio la zona con alcohol, trabajar con una sola mano me es difícil. Me llevo a la boca un trago del fuerte líquido y dejo escapar un gruñido.

Tomo un frasco verde con ungüentos que preparó el señor Roosevelt. Su contenido es líquido y con asquerosos grumos, desagradable de sabor pero de obligatoria ingesta para mi penosa situación. Se supone que ayudará con la fiebre.

Dejo el objeto sobre la mesa y busco una cubeta que hay para proseguir a lavar la herida.

—Mira, imbécil —le hablo a Gabriel —procura que no me muera por esto o te quedas sin villano. Demonios...estoy delirando... —digo como si él pudiese escucharme.

Pensar que Lewis con el paso de la historia supera en poder a su padre, ¿podré hacerlo yo?

Algún día tendré mi venganza contra todos y cada uno de ustedes.

Lavo la herida con cuidado, por suerte creé un jabón para estas situaciones. Aprendí a hacerlos en mi antiguo mundo y nunca se me olvidó el procedimiento a pesar de los años. Nunca pensé que me serviría de algo. En este nuevo mundo la higiene personal es más bien escasa, pero como los vampiros de la casa no sudan, a excepción de los Roosevelt que mantienen muchas de las características propias de los humanos, no hay mal olor por los pasillos.

Ocupo otro de los ungüentos, un cicatrizante, sobre la herida, luego termino de vendar el hombro y antebrazo, dos mordidas por salvar a ese mocoso peludo. Debo trabajar en mantener mi presencia oculta.

Voy a salir de la habitación, pero siento pasos provenientes del pasillo y como una garra araña la pared desde fuera de forma descontrolada. Por suerte, este sitio no tiene conexión con el exterior a excepción del pasadizo. Trato de mantener la calma unos segundos hasta que se vaya, parece que el olor de mi sangre le enloquece.

Es algo común, los Roosevelt somos vampiros que mantenemos nuestros cuerpos con rasgos humanos, dígase: pulso, sudor, lágrimas y pequeñas posibilidades de sentir. El resto tiene la sangre congelada, carecen de sentimientos y compasión, criaturas sin alma las cuales tras morir se levantaron de sus tumbas.

Qué poético y sublime, bueno, realmente no lo creo así. Les tengo gran recelo tras diez años viviendo aquí con solo frialdad, evitando ser uno más de los sacrificios servidos como la cena. También hay otros como los Roosevelt, pero no en los territorios de mi familia.

Al llegar a mi cuarto coloco de nuevo la estantería en su sitio y cierro por completo el pasadizo. Luego me dejo caer en mi cama a descansar, esperando que este sea el fin del día de hoy, no puedo más con el agotamiento que se apodera de cada fibra de mi cuerpo.

Siento la mirada intensa de alguien sobre mí, como si todas las banderas rojas debieran estar izadas. Unos ojos escarlatas me asedian con intensidad desde la oscuridad. Cuando mis ojos se acostumbran a las sombras logro verlo, está mi padre parado, de brazos cruzados y sus atuendos blancos.

—¿Dónde estabas, Lewis?

Pensé que no me descubriría.

—Fui a cumplir con mi misión, tengo todo listo para lo que me pidió, padre —le respondo.

Cuando soy capaz de darme cuenta ya es tarde, está al lado mío con mi brazo extendido y haciendo presión en este. Duele, pero no tengo derecho a decirlo, solo queda aceptar su trato mientras se abre la herida y mancha el vendaje.

—Tienes de cabeza a todo el castillo con tu sangre ahora mismo —me dice sin dejar ver un mínimo indicio de que la situación le afecte.

—Lo siento, señor Roosevelt —respondo sin dejar al descubierto debilidad en mi tono.

Aún tengo fiebre, pero no creo que le importe. En este punto solo debe salvarme si llego a mi límite. Los procesos dolorosos no le afectan y si quiero sobrevivir debo aprender de él.

—Las disculpas no te serán dadas, si pones en riesgo mis años de esfuerzo. Podría acabar contigo ahora mismo; prefiero una familia donde su hijo murió a una donde es humano —dice para soltarme.

Coloca un libro bastante grande sobre la cama. Parece antiguo pero bien cuidado.

—¿Qué es esto? —Lo recojo una vez libre con la mano sana.

—Un glosario sobre las criaturas de tu tierra, las tierras de nuestra familia. Diré a los sirvientes que estarás practicando tu regeneración estos días y por ese motivo el olor de tu sangre estará rondando la habitación —me argumenta su plan.

—Y mientras aprovecharé para estudiar —comento y le miro a los ojos.

Sé que todos en esta casa odian mi mirada oscura y sin ese brillo nocturno del que presumen el resto de vampiros. Sus colmillos sobresalen cuando él abre la boca, incluso entre los Roosevelt codician su propia sangre.

—Exactamente —responde para mirar las manchas sobresalientes en mis vendajes—. Me retiro, no vuelvas a equivocarte así. Lewis, báñate, apestas a los sarnosos licántropos del bosque.

Lewelyn sale de la habitación, casi a la par que se empieza a iluminar el exterior por los rayos del Sol que comienza a asomar por el horizonte.

—Así lo haré, padre—le digo casi en un susurro.

La tensión estalla en mi cuerpo y me dejo caer en la cama, no puedo moverme ni pensar con claridad. Lo sé, la fiebre es alta y no existe alguien en este mundo que venga a ayudarme, debo sanar por mi cuenta. Incluso el propio dios de este mundo está en mi contra escribiendo mi inevitable muerte al final de la historia.

—Puedo pasar la noche cuidándote —dice la imagen de Gabriel sentándose a mi lado en la cama.

Quiero golpear a la figura creada por mi mente, pero no puedo. La debilidad y los escalofríos me hacen refugiarme en las sábanas.

¿Podré no ser el villano principal de esta historia? En el fondo, si tuviese la fuerza, huiría, pero me hallo llena de rabia.

—Vigilaré tu sueño, mi amor —susurra él.

Abro mi boca para gritarle y la voz no sale, solo se atoran las palabras en mi garganta.

Cierro los ojos tratando de descansar un rato. A duras penas sobreviví a este día. Solamente es el principio de la locura.

¿Habrá alguien que escuche a esta pobre mortal...?

—Yo te escucho, sabes que siempre estaré para ti —dice Gabriel.

Cállate, le ruego a mi subconsciente.

Los días son duros mientras sano, pero ni Helios ni nadie ponen un pie en mi habitación. Incluso a Victoria le prohibieron entrar. Debo decir que este es el tiempo de mayor tranquilidad que he tenido en esta casa y mi mente solo se dedica a pensar cómo hacer para eliminar a mi objetivo.

Quedan veinticuatro horas para el baile y como era de esperarse, todavía yo no estoy completamente bien. Sin embargo, esta noche debo hacer el último preparativo.

Tres días sin hablar con nadie, me voy a volver loca.

Abro el cajón de mi escritorio y palpo el invisible cabello de unicornio. Mi única esperanza de no empezar esta aventura con un fallo garrafal.

Entonces ya no soy inocente...

Qué irónico, para salvar una vida acabé con dos, ¿lo merecía? No lo sé, la justicia y leyes que conocía ya no importan. Espero que el niño licántropo esté bien y mis heridas no sean en vano.

Regreso la vista al libro, por lo menos en este tiempo he podido aprender lo suficiente sobre las criaturas del bosque. Hay muchas que mi ex no mencionó en la trama central. Por ejemplo los Enst, o árboles vivientes, nunca hicieron aparición en la obra; solo los brujos, lobos, vampiros y sirenas lo hicieron. Puede que más se muestren tras mis intervenciones que salen de la línea que debía seguir la trama.

Me levanto con mi bolso y salgo por donde mismo la otra noche. Solo falta un pequeño detalle para mi gran espectáculo.

Abandono esa madrugada la casa y al regresar lo hago sin heridas nuevas, me dejo caer en mi cama y concilio el sueño lo mejor que puedo. Solo me queda confiar en mí misma.

—Joven Roosevelt, su padre me envió a curar sus heridas —dice la sanadora personal de Lewelyn haciéndome saber lo que predije.

Él pudo haberme ahorrado estos días, solo me castigó para que no actuase a sus espaldas.

Llega la noche del baile, desgraciadamente la luz sería un problema para los vampiros de la servidumbre, así que solo se eligen actividades nocturnas para la familia, pero son más que suficiente.

Victoria y yo bajamos de los carruajes ayudados por nuestros sirvientes. Ella lleva un hermoso vestido blanco de encaje y yo un traje a juego, pero mayormente en negro.

¿Por qué usaría un color llamativo a la hora de querer llevar un asesinato?

Mi hermana tiene porte serio, no le interesan los humanos más allá que como comida, aunque es su primera vez saliendo al exterior. Aquí debe de conocer al hijo de William, su primer interés romántico y mi futuro asesino.

¿Debería matarlo ahora? Si lo consigo, posiblemente me libraría de mi trágico final.

¿Cómo se ven mis expresiones? Pues posiblemente a la par que las de Victoria por la difícil misión que tengo esta noche; eliminar al traidor de los Blackburn que se atreve a atacar la baja nobleza en las noches. Por si fuera poco, también demostrar mis "capacidades mágicas", atributos de los que carezco.

Si no estuviese tan ocupado, podría ser un buen momento para librarme de mi futuro asesino.

¡No!, ¿Qué hago pensando en esto? Matar no es algo tan simple, no puedo dejar que la filosofía de esta familia me trague.

Como si despertase de un sueño, logro escuchar que nos anuncian y salgo de mis pensamientos, me he acostumbrado a evaluar todo.

Demostrando su lujo, llega mi madre en un carruaje aparte, su presencia se lleva la atención de todos apenas pone un pie en el suelo. Los hombres buscan casi de manera desesperada siquiera el mínimo contacto con ella, pero por ahora sus intentos no tienen aceptación. La mujer sonríe hermosamente como el narciso más puro de la ciudad.

Es una depredadora con aires de inocencia en toda regla. Su relación con padre es solo de fachada, así que puede mantener relaciones con quien quiera, y así lo hace. Sin embargo, no es recomendable, pues quien toque ese cielo nunca volverá a la tierra, pues cual Mantis Religiosa el macho siempre sale perdiendo, con la cabeza rodando.

Victoria y yo vamos al mismo paso tras ella, sin embargo, nuestro semblante es mucho menos infantil de lo que se espera.

Somos guiados por uno de los sirvientes de los marqueses Brown, los anfitriones de la sencilla fiesta en honor a la llegada de la primavera. Realmente cualquier motivo es aceptable para hacer un evento social. La nobleza tiene menos trabajo del que pensé y se aburren con facilidad.

Claro, esto no aplica a nosotros, al menos padre y yo a duras penas logramos descansar. No los entiendo, si no fuera humana dejaría que lo sobrenatural domine el mundo, no creo que haya aquí algo que salvar, pero, será mejor que comience el espectáculo.


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