Cap5: Los Lobos y el Unicornio
Escaparme del castillo Roosevelt no es un problema. Nadie se acercaría a mi habitación a comprobar nada por la orden de mis padres. La prioridad es que no se descubra lo que me afecta la comida de los vampiros. Lo bueno es que me he ido acostumbrando y los síntomas no son tan fuertes como antes.
Los pasadizos me llevan directamente a la ciudad Los Narcisos, así se llama el extenso territorio de mi familia. Porta el nombre por la cantidad desmesurada de narcisos que abundan por la zona, llegando a ser hasta inusual para muchos. Logran crecer en casi cualquier lugar y en todas las estaciones del año. Las criaturas mágicas lo sabemos, ellos crecen así por la enorme cantidad de poder mágico que desborda este estado, nombrada de igual manera que su ciudad capital.
Las calles se llenan de carruajes de alquiler. La noche significa vida para los ricos y descanso, y a veces trabajo, para los pobres. Los faroles de aceite se quedan pequeños ante las iluminaciones de los locales a los que acuden disimuladamente los transeúntes a por un disparo de espectáculo.
Bajo la mirada al canal que fluye a mi lado, donde un bote lleva a una pareja para darles una experiencia "diferente". Lo curioso es cómo en el agua una silueta nada por debajo de la barca buscando también llegar a su destino.
El reloj central da la última campanada del día de hoy, las doce de la noche. Su arquitectura me parece más llamativa que la que recuerdo a veces de mi mundo. Las gárgolas que cuidan su tejado lucen como si fueran a despertar en cualquier momento. Realmente lo hacen, pero es como si las construcciones gritasen a viva voz que la magia se esconde en sus gruesos muros.
Desgraciadamente, hay una gran distancia en cuan bien luce un barrio adinerado de uno pobre, pero los Roosevelt vemos todas las caras de la moneda, incluso si hubiese una tercera, sería de nuestro deber vigilarla.
Algunas personas me miran con curiosidad, pero no se acercan, es normal ver uno que otro niño por las calles. Es incómodo mantener un cuerpo de diez años, deseo crecer de una vez y recuperar mi edad, pero ni siquiera a esa llegaré si no sobrevivo a este evento.
Me toma treinta minutos llegar a las afueras del bosque a carrera. Estoy loca, lo sé, es difícil encontrar un unicornio en esta área. Por suerte tengo una ventaja, este cuerpo aún es puro y no ha hecho daño, así que seré capaz de verlo. Solo las almas puras son aptas. Después de todo es el cuerpo de un niño, ¿no?
Únicamente podré comprobarlo si llego a verlo de verdad.
El paisaje me causa escalofríos, los árboles, la oscuridad y la niebla del lugar a penas me dejan ver. Esta zona debe tener una pequeña comunidad de elfos, licántropos, duendes, hadas y demás criaturas. Los Roosevelt se quedaron con este terreno tras su asistencia en la guerra, justamente por esta concentración de lo sobrenatural.
Me recuesto a un árbol para proteger mi espalda, pero siento que algo agarra mi hombro como si fueran dedos delgados y duros.
—¿Visitas? —Dice el árbol tras de mí tomando vida.
Me separo de manera rápida y le observo. Él no parece ser capaz de separarse del suelo. Es la primera vez que veo algo como esto.
—Sí, busco al unicornio —le respondo.
Trato de mantener la calma y una posición segura lejos de sus ramas, pero el árbol junto al primero también se despierta abriendo su tronco con forma de ojos y boca con una luz interna, justo como las calabazas festivas de Halloween. La savia se deja ver y chorrea por las aberturas como si fuese saliva.
—Este no es un lugar para niños —responde el otro empezando a reír de forma estruendosa.
—Ciertamente, una visita aquí es extraño —dice el primer árbol y trata de alcanzarme con una de sus ramas—. Ven jovencito, deja que te vea bien.
Su boca se empieza a ver más iluminada, pero lo que hay dentro se siente vacío y no se alcanza a ver el final.
—No, prefiero que no —respondo tajante.
Me alejo de ellos tanto como puedo, sus malas intenciones se huelen a la distancia. Me llaman entre risas y, cuando notan que no les haré caso, levantan sus raíces del suelo como piernas deformes, pero no logran avanzar lo suficientemente rápido, así que logro perderles.
Según lo que había leído en clases sobre ellos, son Ents y acostumbran a comer humanos.
Mientras avanzo, siento gruñidos al frente y el llanto de un cachorro, imagino que es una pelea. De pronto el sollozo para y se escuchan dos lobos aullar bajo, parecen tener una conversación, pero no hablo esa lengua, no soy un perro.
Me escondo detrás de un árbol luego de asegurarme de que no es un "Ent", para que no me vean. Parece que dejaron a un cachorro malherido ahí, lo están enterrando.
Demonios, debo hacer algo, pero no tengo cómo, ¿o sí? Mejor no me entrometo en esto, no es mi problema. Contra ellos dos, mínimo salgo herida de gravedad si no es que me desgarran el cuello antes de que pueda hacer algo.
Voltean hacia donde estoy, por lo que regreso mi cabeza completamente hacia detrás del tronco y pego mi cuerpo esperando que retrocedan. Sin embargo, sus pasos solo se hacen a cada segundo más discretos, parecen tener mi rastro de olor. Si se me hace imposible librarme de esto, me los llevo conmigo entonces.
Saco la ballesta que llevo y tomo las dos cargas que tengo con acónito para mi defensa. Apunto a la cabeza del primero con el arma de forma rápida. Debo aprovechar que aún no me ven y la velocidad es clave.
Trago en seco y con el estómago en la garganta disparo tal como había aprendido en clase, el virote da de lleno en la cabeza de uno de los lobos. Este cae el suelo, muerto, y el veneno inyectado por la flecha torna azules las venas del cuerpo mientras lo recorre.
No me da tiempo a reaccionar al segundo por su cercanía, algo me tumba al suelo desde el costado y comienza a mutar sobre mí. Ambos caemos mientras el lobo adopta su forma licántropa para tener más fuerza y hablar.
—¿Quién eres? —pregunta él.
Sus patas pesadas en mi pecho a penas me dejan respirar, me falta el aire.
—No soy nadie. —mi voz sale con dificultad, mientras trato de llegar con una mano a mi bolso, pero él muerde mi antebrazo. Siento como sus dientes se clavan y suelto un grito de dolor, no se compara en nada a los colmillos de Victoria, estos son más grandes y desgarran mi piel con extrema fuerza—. ¡Suéltame maldito!
—¿Quién eres? Responde o te destrozaré el cuello, asquerosa humana —dice y mi capucha cae por la posición y se ven mis cabellos blancos—. ¿Una Roosevelt...? Así que eres Victoria Roosevelt, perfecto. Con esa mordida no vas a sobrevivir más de unas horas, pequeña vampira. Aunque apestas a humano y sabes a humano.
Ya debería haberlo descubierto, mucho cerebro no tiene.
Demonios, debo pensar algo, no puedo dejar que se marche. No solo no supero a la Lewis de la obra original, sino que mi desempeño es peor. ¿Voy a morir aquí? No, no puedo renunciar así.
Mi brazo no para de sangrar y cada vez duele más. El lobo olfatea mi cuello y pasa su lengua por este entre risas. Parece disfrutar tener el control de la situación.
—Es que no soy una Roosevelt, solo soy una humana normal. Aun así voy a matarte —le digo apretando mis dientes.
A pesar de todo, no siento miedo. Él no logra asustarme. Miro al animal, no me puedo mover desde esta posición, tengo una mano libre y está atento a ella. Mientras, con mi talón en el suelo activo el mecanismo de mi zapato dejando al descubierto una daga en la punta.
Ante mis palabras él se ríe y muerde mi hombro, en una demostración de superioridad. Dejo escapar un grito ensordecedor dejando salir el dolor. Junto con esto, al estar distraído y por mi baja estatura, puedo clavar la cuchilla de mi zapato en su abdomen.
—¡¡¡Arg!!! Maldita, ¡¿qué has hecho?! —grita y va a atacarme de nuevo.
Con la mano herida soporto el dolor desgarrador y tomo la flecha para clavarla en su sien. El cuerpo del animal se empieza a transformar de lobo a humano y al intermedio sin control. El veneno llega rápidamente a su cerebro y no tarda en morir.
—Dios...qué dolor —digo y a duras penas puedo mover mi brazo—. Como si no fueran suficientes las mordidas de Victoria, estas duelen un infierno.
Me levanto del suelo con dificultad y perdiendo sangre. Rompo parte de la ropa y me hago un torniquete para detener el sangrado del brazo. Termino desgarrando las tiras con los dientes.
Voy hacia la cría de lobo media moribunda y enterrada hasta el cuello. Este también tiene heridas por todo el cuerpo de mordidas y zarpazos. Su rostro es como el de un angelito dormido. Me pienso retirar, pero abre sus ojos amarillos brillantes llenos de preocupación. Termino por rechistar y sacarlo de su posible futura tumba. ¿Quién me manda a mí a meterme en lo que no me importa?
—Al menos respiras. Maté dos personas por salvarte y tengo mi brazo herido, así que si mueres te revivo y mato nuevamente —le comento dándole la mano para que salga.
Lo cargo y me siento en el suelo con él sobre mis piernas. Trato de calmarme y descansar, mi pequeño cuerpo no soportará bien esto, mañana seguramente tendré fiebre.
El lobezno en mis muslos aúlla suavemente como puede. Se empieza a convertir en un niño de unos siete años, pero conserva sus colmillos y garras aún. Está desnudo y sucio, así que lo separo un poco.
Una sonrisa llena de tristeza se dibuja en su rostro y me abraza con todas sus fuerzas, evitando que me aparte. Luego se le ve aún más angustiado por la mordida de mi hombro.
La sonrisa se comienza a distorsionar y un llanto bastante fuerte se apodera de su cuerpo. Hunde la cabeza en mi pecho buscando consuelo y lo único que se me ocurre es acariciar su cabello de forma suave. No sé qué le habrá pasado, pero mi intervención con él llega hasta aquí, tengo otros asuntos de los que ocuparme.
—No tengo algo para tratar tus heridas, todo queda a tu propia fuerza, pequeño —le confieso y me empiezo a lamentar ante la idea que se crea en mi cabeza—. Ya no podré ver al unicornio, mis manos están manchadas. Ni siquiera hay una posibilidad.
El niño levanta la cabecita con los ojos rojos por las lágrimas. Hace el intento de hablar pero la tos se lleva en primera instancia sus palabras, aun así, lo vuelve a intentar en tonos bajos.
—Yo debo poder. Sé dónde suele estar Psyshi, el unicornio que buscas —dice el lobezno—. Pero no le hagas nada, él es bueno.
—No está en mis planes hacerle daño —le respondo y el silencio se apodera de la plática por varios segundos.
—Oye, señorita, gracias —susurra él.
—No tienes que agradecerme nada —le respondo.
Mejor no decirle que le termine salvando por una metedura de pata. Que crea que deliberadamente me arriesgué, asegura que me guie a su amigo sin miedo, aunque realmente no pienso hacerle nada al unicornio, solo necesito una de sus crines.
Él aumenta la fuerza de su abrazo mientras se acurruca, luego levanta su mano con dificultad y señala al frente. Yo me levanto con él cargado y avanzo hacia donde me dice. Es la última oportunidad que tengo de encontrarlo esta noche. Es el primer paso a salvar mi vida o caer eternamente en el abismo de esta historia.
Caminamos durante una hora y me lleva hacia las cercanías de un lago; por si las dudas evito acercarme al agua. Las luciérnagas flotan por sobre este y mujeres con branquias en las costillas y cuerpos humanoides mezclados con peces ríen en las piedras centrales.
—Está ahí —dice el pequeño lobo y señala el borde de la masa de agua haciéndome cambiar la vista, pero no veo nada.
—Yo no puedo verlo, no soy inocente ya —le respondo pensando en sonreír, mas mi cuerpo no me deja y se niega a dejar salir una sonrisa—. Soy un asesino.
Ya me estoy acostumbrando a referirme a mí mismo como un chico. Al final es lo que todos quieren y piensan, acaban hundiendo la idea en mi cabeza como si siempre hubiese sido la verdad.
—Acércate, yo hablaré por ti, con ello estaremos a mano —dice el niño con una bonita expresión.
No sé cómo sonríe luego de que intentaran matarlo. ¿Por qué lo habrán ambicionado? Tengo demasiados problemas como para preocuparme por los tuyos. Cada cual que se ahogue en su propio mar...
No debí ayudarte, aunque bueno, no me desagrada que hayas sobrevivido.
—Está bien, puedo aceptar eso como pago por salvarte la vida. —Me acerco hacia donde él señaló al unicornio—. Necesito su crin, una fibra de su cabello de al menos unos diez metros, he escuchado que puede hacerlo crecer tanto como desee.
—¿Solo eso? Pensé que pedirías más, pueden dar la vida eterna si bebes su sangre —expone el pequeño.
No puedo tomarla, de hacerlo dejaría de crecer justo en este punto. Aunque no sería una mala idea a largo plazo.
Llegamos al lugar y el niño se baja de mis manos para caminar solo hacia el objetivo.
Yo no veo nada, solo al infante mantener una conversación unilateral con el aire. Parece que le conoce de antes, como si fueran amigos cercanos, de hecho, le escucho reír y veo como sus heridas sanan de la nada. El chiquillo recoge algo, le escucho dar las gracias por ello.
—Tenga señorita. —El niño me extiende sus manos con algo que no soy capaz de ver—. Tiene el cabello de unicornio, pero tenga cuidado, es indestructible y usted podría hacerse daño, ya que no lo ve. Le pedí a mi amigo que le curara, pero no quiere. Perdón por las mordidas, trataré de que no pase de nuevo.
Veo cómo aprieta los colmillos y está algo molesto, aun así es más tristeza lo que muestra su rostro. Su cabello es completamente negro, sus ojos son azules, pero cuando era un lobo se tornaban en un color ámbar. Su cuerpo está lleno de arañazos por todos lados, parece la típica vida de una manada en el bosque.
No puedo evitar llevar mi mano a sus cabellos y acariciarlos. Es el primer tacto que no se siente hostil que he tenido en años.
—Gracias unicornio, con esto podré lograr lo que necesito, no te preocupes por mi brazo, en un tiempo sanará —digo con toda seguridad.
La verdad es que me está matando el dolor y esto me causará una fiebre segura. Mi mayor tranquilidad es que aun puedo moverlo, me calma el hecho de que no debe haber dañado los tendones.
Me preparo para marcharme, no debo gastar más tiempo en el bosque, debo volver.
—Me llamo Rudolf, ¿cómo te llamas? —Me pregunta el lobezno antes de que me vaya.
—¿Yo? —Respondo.
—Sí —dice ansioso.
En este mundo, nadie puede saber qué Lewis Roosevelt estuvo en el bosque, que es una mujer o que fue mordido por un hombre lobo y no reaccionó su cuerpo como debía al ser un vampiro.
—Mejor que no lo sepas —agrego la mejor respuesta que encuentro, ya casi amanece por lo que debo volver a casa, solo me retiro dejándole en el bosque con su interrogante latente.
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