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Cap4: La sala de torturas


Las celdas del castillo desprenden un fuerte olor a sangre y comida podrida. Las antorchas en la pared arden con un calor sofocante y a duras penas iluminan algunas zonas. Esto hace que partes del pasillo se quede sin iluminar mientras una risa descontrolada suena en estos espacios. El responsable es la mano derecha de mi padre, un hombre sombra que debe estarse deleitando con el sabor del sufrimiento ajeno.

Varios de los prisioneros gritan ante mi paso y otros se esconden de mis cabellos blancos, los cabellos de un Verdugo, en sus palabras.

Helios no concibe ello como desagradable, pero yo tengo que contener las ganas de vomitar y tratar de mantener el rostro completamente inexpresivo. Realmente su sufrimiento me perturba, pero mover un dedo sería igual a que me lo corten.

Continuamos por un pasillo oscuro hasta llegar a una de las salas del señor Lewelyn, esta es una habitación para las torturas, especialmente las suyas. Las cadenas y algunas herramientas de tortura cuelgan de la pared, presentando en su estructura restos de óxido.

Hay un pequeño tocadiscos con música clásica puesta para su propio disfrute, en mi mundo se conocía como "Paint it Black", pero acá su nombre es otro. La melodía tan melancólica se mezcla con las súplicas de piedad del hombre que está sobre la mesa, totalmente demacrado y con gusanos en las heridas.

Mis ojos se mantienen sobre la víctima en espera de sentir la necesidad de salvarlo, quizás sobre el propio miedo a que me suceda algo. Lo sé, sería inútil; si su sufrimiento es inevitable, entonces me mantendré fuera de la ecuación y así me salvaré del mío.

—Parece que han estado trabajando —le comento.

Me sorprende ya no sentir pena por el hombre. Cuando intenté liberar a una joven que vi en esta misma sala en igualdad de condiciones, terminé ocupando su lugar bajo los regaños de mi padre. Aún tengo la espalda marcada por el juego de cortes y latigazos bañados en sal. Como si fuese poco, luego me introdujo los pies en ácido, repitiendo una y otra vez la misma canción. No podía evitar temblar cada vez que la escuchaba, pero ahora, no lo hago porque eso también fue castigado.

Mi suerte es contar con la sanadora personal de Lewelyn, de no ser así, estaría mucho más marcado y hubiese muerto hace años por los pasatiempos de Victoria.

—Lewis, ya Lyra les dio la noticia, he de suponer —dice mi padre.

Él sale de una pequeña habitación contigua a la de tortura, con una ropa negra y en perfecto estado. El duque nunca tiene un detalle fuera de lugar, algo que comparte con su esposa. Sus ojos, esos tan vacíos y fuertes, me dicen muchas cosas, son la paz llena de posibilidades desgarradoras, son la ambición silenciosa.

—¿Es vuestra decisión? —Me atrevo a indagar con un tono de respeto.

—Claramente, lo es, vuestra madre no podría hacer eso si no lo permitiera —responde él de forma firme.

Toma una cubeta metálica y la coloca bajo la pierna del hombre, haciendo un corte con un bisturí en su talón para que salga la sangre hacia esta.

El grito ahogado de la víctima se mezcla con la sinfonía. La mirada que mantengo sobre mi padre me permite apreciar que la indiferencia se apodera de este pequeño detalle. El disco termina y empieza de nuevo la misma canción, como una tortura. Extraño las músicas más movidas de mi mundo, aquí todo baila sobre lo clásico.

—¿Puedo saber el motivo? Helios, puedes retirarte, regresaré solo —digo para que se marche, ya que en su presencia hay temas que no deben ser tocados.

—Hace poco se empezó a alimentar el rumor sobre el nacimiento truncado que aconteció aquella noche. Los Blackburn creen que nuestro apellido de verdad cayó en la desgracia —responde mi padre tratando una verdad como una afrenta.

—Entonces asistiremos a la fiesta. ¿Desea que Victoria demuestre en su privado sus capacidades? Su control de sangre aún es débil, solo puede hacer ligeras figuras —le argumento.

Me preocupa cómo saldrá esto, fue una noche dolorosa para Lewis.

Fue la primera vez que la palabra "inútil" fue dicha hacia su nombre por boca de Lewelyn.

—Victoria y tú también —agrega él.

Mientras, el espécimen en su mesa se transforma en lobo para luchar contra su atadura, sin resultados positivos. La fuerza que ejerce descontroladamente sobre las esposas de plata solo logra dejar aún más en carne viva sus muñecas, piernas y cuello.

—Yo carezco de poder, padre —digo reconociendo mi posición, solo vivo por su trabajo sobre la base de volverme un vampiro, pero ya sé cómo termina esto.

—Sí, tienes un poder, hijo mío —me dice.

—Explíquese —pido.

Recuerdo este diálogo, fue parte de las escenas que salieron en aquella película en la sala donde inició esta pesadilla.

—Convenimos hacer a todos creer que lo posees y vuestra magia va a ser tan sencilla como letal. Controlarás el de arrebatarle la vida a las personas a tu voluntad, como tu fallecida abuela —expone Lewelyn.

—Soy débil, puedo manejar la espada, venenos, todo lo que implique objetos, pero no podría ganarle en un combate directo a otra raza distinta a los humanos —le respondo.

Ciertamente, no podría, ni siquiera, a un brujo o hada. Mis habilidades se limitan al entrenamiento físico y mental que he recibido. Desgraciadamente, estoy lejos de poder dominar la sangre como Victoria o los sellos como aquel brujo que arruinó mi vida.

—¿Qué te he enseñado? —dice él con un aura helada.

—La inteligencia es más mortal que cualquier poder mágico —respondo sin dudar.

—Exactamente, —dice para entregarme un frasco con un líquido transparente—: este veneno afectará a las brujas. —Me da una llave— Estos son ajos y demás medios contra vampiros, aprende a usarlos mejor, —agrega pétalos de acónito en una bolsa — Y este para lobos.

Si los uso, fallaré, en la novela fui descubierto por Victoria, ella me chantajeó para su plan y terminó matando a mi objetivo, el sirviente de los Blackburn. Padre justamente se enojó con ella, pero las represalias sobre mí fueron peores. Incluso recuerdo que Lewis lloró porque comprendía esta pequeña oportunidad como el momento donde podría hacerse notar por su prometida de forma positiva.

—Haré mi mejor esfuerzo —respondo fríamente justo como él, lo sé, desea que sea una copia perfecta de sí mismo.

—Tendrás que asesinar al sirviente de los Blackburn en la fiesta, específicamente el mayordomo de su sobrino —expone mi padre.

La sangre de la pierna del lobo deja de salir y Lewelyn recoge la cubeta situándola sobre una mesa llena de objetos raros oxidados. Luego la vierte en frascos diferentes para ver las reacciones que tiene en estos. Uno de los contenidos, al mezclarse, se torna de un tono oscuro. No sé qué está haciendo y mejor no ocupar mi cabeza con ello ahora.

—Entiendo —respondo, evitando extender la plática.

—No deberían acontecer dificultades siempre y cuando lo hagas en un lugar oscuro bajo los ojos del niño. Tiene nueve años físicamente, pero no te engañes, lleva más de treinta años vivo. Por otra parte, todo depende de si realmente eres capaz de cumplir con tus responsabilidades, esta misión es mucho menor que la primera que llevé a cabo —argumenta él.

—Haré lo mejor que pueda, señor Roosevelt —le respondo con total formalidad en mi tono—. No le decepcionaré.

Realizo una reverencia antes de disponerme a salir, en señal de respeto. Cada detalle y movimiento deben estar perfectamente planeados. Si bien sus palabras hacia mí no parecen fuertes actualmente, causa una mayor alerta en mis instintos que las féminas de mi familia.

—Helios luego desaparecerá las huellas y será vuestro portavoz en el Bajo Mundo, justo como el perfecto portador del papel de espía de los brujos que debe cumplir—me dice Lewelyn mientras avanza hacia mí retirándose los guantes blancos, que a pesar de toda la faena no fueron manchados.

—Entiendo, acataré sus pautas y propuestas —le respondo.

Una de sus manos se posiciona en mi hombro y sus ojos obtienen un color rojo intenso con matices brillantes. Me deja ver su verdadera naturaleza justo antes de darme el consejo que cada día de mi vida intenta inculcarme.

—Si quieres sobrevivir, debes aprender a aplastar a otros y dominarlos con inteligencia. También aprender a lidiar con Victoria sin que te destruya, puedo oler tu sangre.

Mi pulso se acelera ante sus palabras y solo puedo responder con una afirmación. Es una lástima renacer como su hija. Él era mi personaje favorito, aunque dejó de serlo desde que soy víctima de sus torturas, es difícil amar a algo cuando te lastima así. La realidad y los libros pueden ser sumamente distantes en cuanto a la gravedad que le concebimos, siento ahora que minimicé las conductas peligrosas por verlo solo a través de los ojos de una lectora.

—Estaré esperando tus resultados. Tienes tres días para prepararte —responde y se aleja.

Va hasta el licántropo en la mesa para seguir el interrogatorio mientras yo descanso mentalmente por poder salir de este lúgubre laberinto de condenados.

Cuando llego a mi recámara, cierro la puerta y me dejo caer en la cama mirando el techo, despejando toda tensión. Ya me sé de memoria cada detalle en este espacio oscuro, sobre todo del techo, y siempre las velas del candelabro roban mi atención.

Mi habitación es idéntica a la de Victoria, solo que sin las muñecas de porcelanas, en lugar de eso mis paredes están ocupadas por libros traídos por mi padre. La cama está en el centro de la sala, los mantos negros con detalles en rojo la cubren a juego con los tonos de las paredes. Fuera de ello, solo poseo tres estanterías, el gran armario y la mesa de estudio frente a la ventana. No importa cuánto lo mire y evalúe, sigue siendo un espacio triste. Nada comparado a los tonos vivos de cuando podía vivir bajo el nombre de Daniela.


¿Qué se supone que haga?

Si la obra original hubiera llegado a buen término para Lewis, tal vez solo tendría que reproducirlo, pero no deseo que Victoria se lleve el mérito por salvarme y a la vez hay pocas formas en que un humano pueda ganarle a un vampiro, al menos en un enfrentamiento directo.

Me levanto para guardar los frascos que me dio mi padre en la gaveta secreta bajo mi cama. Allí también tengo algunos apuntes que hice sobre la historia, según lo que recordaba, apenas logré escribir algo. Tuve que guardar todo hasta los tres años solo en mi cabeza e incluso aprender desde cero el idioma de este mundo.

Me apropio de la agenda y me dirijo a la mesa de estudio. Llegamos al primer arco pequeño de "El secreto de la Victoria", "El baile de sangre". En este se supone que me alejé de la multitud con los tres objetivos, Helios, el Blackburn y su sirviente. Yo intentaría matarle envenenando su bebida, pero él sobrevivía al ser su amo quien lo ingiere por accidente, así que esa posibilidad queda descartada. Realmente fue algo muy simple, una hurra por la imaginación de Gabriel.

Debo buscar una nueva. ¿Pero qué?

Extraño mi mundo.

Me dispongo a elegir atuendos específicos para la cena familiar, justo en ese momento llega Helios con mi bandeja. La botella llena de sangre se hace presente y un plato con frutas y carne cruda también. Se me conoce como un excéntrico por degustar la comida humana por mera curiosidad, aunque supuestamente la termino vomitando cuando más bien lo que rechaza mi sistema es ingerir la sangre.

—No será necesario, hoy deseo unirme a la mesa familiar en el comedor —respondo de forma fría y tranquila.

La verdad es que odio ese instante, una cena para vampiros, sin embargo, hoy es necesario asistir.


El comedor está perfectamente decorado y pulcro como siempre. Los cuadros de nuestros dos ancestros cuelgan en las paredes y se les proporcionan las luces justas como para no apartar todas las tinieblas del lugar. Lo que más me llama la atención de sus rostros es que Lyra y Lewelyn son idénticos a ellos, cada pequeña facción es idéntica.

Victoria y Lyra ya están ahí sentadas cuando llego, pero padre aún no hace acto de presencia.

—Duquesa, hermana —les saludo con todo respeto y me siento junto a Victoria.

El olor de la sangre de sus copas llega a mí y Helios se acerca y llena la mía, expectante de que beba. Mientras a él se le hace la boca agua, a mí se me revuelve el estómago.

—Rara vez bajas a cenar, Lewis, es un hermoso detalle que vengas a acompañarnos hoy —dice la mujer que nos dio a luz.

Es tan bella, justo como un fantasma amante del blanco; si tan solo no fuera una psicópata...

—Quería compartir con mi familia —digo pegando la copa a mis labios y tomando un ligero sorbo que me baja con un sabor a hierro por la garganta.

—Yo disfruto verte aquí con nosotras —dice mi hermana.

La mirada de Victoria se posa sobre mi boca y luego va a la garganta, como si disfrutara esta escena a sabiendas de lo incómoda que yo podría llegar a estar.

—Siempre será un placer disfrutar con las dos joyas de la familia, ambas son hermosas —comento.

Dos hermosas arpías, es lo que son.

Padre llega en ese momento y se sienta a la cabecera de la mesa, justo después de besar el dorso de la mano de Lyra.

—Tuve un pequeño asunto de trabajo que atender y me vi retrasado —se excusa él y su mirada se posa en mí—. Lewis, es extraño tenerte aquí.

Su voz es calmada, pero está molesto, sabe que me enferma digerir la sangre, al contrario de las otras dos que parecen disfrutarlo.

—Quería compartir una al menos con ustedes, los últimos meses he estado ausente por los estudios y no he podido cumplir —digo de forma tranquila y dejo de sentir su pesada aura, entiende que es por algo.

La cena sigue de la mejor manera posible entre diferentes pláticas, sobre todo hablamos del nuevo juguete de madre, se llamaba Patricia, pero se rompió con el primer juego. Prefiero no pensar en lo que le hizo. Pobre chica, ojalá puedas descansar en paz, perdón porque seas nuestra cena esta noche. Pareces estar deliciosa, porque Victoria acaba de repetir plato.

Apenas salgo del comedor, voy a mi habitación. No espero dejarme sentir mal, instantáneamente vomito en un balde metálico, luego de meter mis dedos en mi boca para provocar las arcadas. La sangre cae de esta junto a los pedazos de carne cruda. Comienzo a toser al terminar y los sabores desagradables se apoderan de nuevo de mi paladar.

Esto es necesario.

Me doy unos segundos para recuperarme y deshacerme de la evidencia. Luego cambio mi ropa a una más oscura, me pongo la capa negra que suelo utilizar al trabajar con mi padre y recojo el cabello con una coleta para que no se vea el blanco.


Tomo los objetos necesarios para mi defensa personal y salgo por el pasadizo secreto de mi habitación que está detrás de la estantería tras mover un libro, construido para situaciones de emergencia.

Me dirijo hacia el Bosque de los Susurros, necesito encontrar crines de unicornio para mi plan. Como hoy me vieron ingerir la comida de la cena, no dejaran que nadie se acerque o entre a mi habitación, las noticias de mi ausencia no serán sabidas a no ser que llegue después del amanecer.

Según el libro, allí hay un unicornio de más de doscientos años, el último. Este salvó en la novela original a Victoria cuando Lewis le destierra de la mansión y manda a sus hombres a matarle. Solo hay un problema, comparte territorio con los licántropos y otras criaturas silvestres.

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