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Cap39.1: La historia original es inamovible

El sirviente que me asignaron trabaja perfectamente en mis atuendos y estoy inmaculado para los eventos de la mañana.

En un inicio se piensa dar la bienvenida a los invitados para que ocupen sus habitaciones, pero no me corresponde. A continuación se hará una recepción con aperitivos y un baile donde Victoria tendrá que tener de pareja en el salón a cada uno de los presentes para terminar bailando con su futuro esposo. Eso debe ser sobre el medio día.

Por la tarde será la cena formal y por último el anuncio del compromiso con un brindis. Es un acto sencillo dentro de lo que puede considerarse así, digamos que lo más costoso se encuentra en los preparativos, lo llamativo que lo hacen.

Salgo de mi habitación buscando encontrarme con el noble que más me interesa ver ahora, el conde Walker. Él se encuentra siendo guiado hacia su habitación cuando le intercepto en el pasillo.

—Conde Walker —digo llegando hasta él y extendiéndole la mano, no duda en corresponder el saludo.

—Joven Roosevelt, nos vemos de nuevo —responde permitiendo que sus dos sirvientas, también de cabellos rojos, lleven sus maletas. Es la marca de su aquelarre.

—Iré al grano, su hijo, ¿irá al compromiso? —pregunto.

—Según tengo entendido, sí, ambos fuimos invitados —contesta el conde.

—No lo deje ir, tengo mis motivos para pensar que se quedará al lado de Victoria —le expongo y sé que sueno como un loco.

—Joven Roosevelt, no debería preocuparse por él. Oliver es un joven sensato y hasta ahora no he visto signos de que cometerá las acciones de las que usted me advirtió —responde William.

—Vino a la capital con Victoria —respondo haciendo énfasis en ese dato.

—Y no ha hecho nada preocupante, confío en su educación, él se comportará como es debido —expone Walker reacio a seguir con el tema, es normal, he pasado años diciéndole que su hijo le asesinará, debe estar cansado de ello.

—Tomaré vuestra sabiduría, si me asegura de que no es capaz de algo así, le creeré —respondo y me decido a marcharme.

Las horas transcurren y me dedico a tratar de encontrar a Oliver, pero no le veo por ningún lado. Debí averiguar con Victoria donde está él. ¿Quizás estoy siendo paranoico?

Victoria debe amar a Oliver, ella se enamorará y él me asesinará, también a su padre por amor, lo hace todo por esa razón y para que paguemos nuestros crímenes. Me voy a volver loco, quizás simplemente todo tome un camino diferente como hasta ahora, quizás logré cambiar los suficiente las cosas como para sobrevivir.

Llego al salón donde debe ser el baile. Todo está decorado con blanco y dorado. Las flores fueron retiradas y cambiadas por estatuas de hielo y otras artificiales.

Me acerco a donde padre y madre, tenemos una mesa cerca de la Reina, justo al lado. Allí están nuestros aperitivos, unos hechos seguramente por los mejores reposteros de la capital. Solo falta el espacio de Victoria por ocupar, que debe ser la última en llegar junto a su futuro esposo.

—Lewis, llegas tarde —apunta mi padre.

—Me disculpo, tenía un asunto que atender. Duque, necesito discutir algo con usted, es importante —digo para caer en cuenta que mi pedido es precipitado.

—Puedes hablar —responde él.

—No, mejor no, me faltan bases lógicas para ello, pruebas concretas —digo tras reflexionar.

—Puedes decirlo igualmente, tus palabras tienen cierta credibilidad —responde él y mi madre voltea a verlo con una sonrisa recriminante.

—Tengo el presentimiento de que alguien puede sabotear este evento, no puedo dar un porqué, pero es posible. Oliver Walker, él se atrevió a venir hasta aquí con Victoria siguiéndole —respondo.

—¿Has profanado la virginidad de tu hermana? —dice Lewelyn.

—No, no lo he hecho —digo sin entender.

—Entonces lo demás da igual, Victoria solo haría algo así contigo, si no ha sucedido no habrá problemas —responde él para tomar un poco del té qué hay en la mesa.

Mi madre ingiere una galleta con chispas de chocolate. Me llama la atención como logran ingerir esto sin inmutarse. Su rostro no lo muestra pero por dentro debe querer vomitar con todas sus fuerzas.

—Entiendo, padre —respondo e ingiero un trozo de jamón con forma de narciso.

Una mujer de cabellos negros y vestido ajustado viene a nuestra mesa acompañada de una chica más joven.

—Duque Roosevelt —expone la mujer con una reverencia.

—¿Qué se le ofrece, duquesa Cleveland? —dice él en un tono formal.

—Venía a presentarle a mi hija Lorena Cleveland, hija única de mi familia. He escuchado que aún no tiene un compromiso para su heredero —dice ella sin rodeos y con una sonrisa.

La joven cubre su rostro por un cerquillo. Su cabello es rizado con tono negro y el rostro algo redondo. Sus ojos incluso son oscuros. Sus manos se notan temblorosas sobre el vestido por esta situación.

—Sería un tema para tocar en otro momento, hoy es el compromiso de mi hija. No quiero desplazar la atención de ella en esta fecha —sentencia mi padre con toda la amabilidad del mundo.

—Le enviaré una invitación formal cuando el evento termine —expone la mujer decidida—. Con su permiso.

Ambas se retiran de nuestra mesa y mi madre me mira haciéndome su centro de atención.

—Deberíamos, Lewis, así estarías con una escoria como tú —expone ella en voz baja.

—No sería una mala idea, las tierras de los Cleveland son de las más ricas del continente, sin embargo, no es el momento —expone mi padre.

—Ella descubriría que mi cuerpo no es el que espera en la noche de bodas —planteo cerrando la conversación, es algo que a veces olvidamos en mi familia.

Mis ojos encuentran a Walker, solo, no hay rastro de Oliver y eso me pone más ansioso. Respiro profundamente y trato de confiar en las palabras de él y padre. El príncipe Frederick llega y todos nos ponemos de pie a recibirlo, este lo hace junto a Victoria.

Ella porta un hermoso traje azul claro con detalles en negro. También lleva puestas las joyas de madre, esas que solo usa en situaciones de muy alto estatus. Camina con la cabeza erguida y llena de vida, con una sonrisa radiante y el cabello recogido con una horquilla a juego con el vestido dejando caer dos mechones por el costado de su rostro.

Vamos a la pista de baile y el primero en tener la mano de mi hermana es Lewelyn. Ellos bailan de una forma bastante hermosa y elegante, al punto que todos se quedan boquiabiertos y felicitando la gracia de nuestra familia.

Como segunda pareja, es mi turno. Tomo su mano tras que mi padre me haga su entrega y le sonrío para mantener las apariencias. Al acercar nuestros cuerpos y tener cerca su oído susurro: "eres hermosa". Volvemos a bailar y su semblante cambia, sus mejillas se sonrojan y se esfuerza aún más, sin embargo, de su boca sólo salen las palabras: "eres un imbécil".

Por último, le corresponde la pieza con Frederick y ella adopta su forma más formal. Debo admitir que hacen una pareja encantadora, me calma más que esté con él a que sea con Oliver.

Mis ojos ahora siguen a Walker, este sale de la sala abandonando el lugar. Parece apurado. Quisiera seguirlo pero mi familia tiene todas las luces hoy sobre ellos y debo comportarme.

En el tiempo entre el baile y la cena busco a Walker, pero no aparece por ningún lugar y mi paciencia se empieza a agotar. No solo el hijo, sino que ahora también está desaparecido el padre.

Decido llegarme a su habitación y no contesta, sin embargo, siento algo dando golpes dentro y jadeando como si se impidiese que hable. Mi primer pensamiento es en las atrocidades de mi madre, aunque no me imagino al conde Walker haciendo algo así en este sitio ni en general.

—Walker, responde —digo volviendo a tocar pero nadie contesta—. ¡Walker!

El pelirrojo se diga a abrir sin dejarme ver dentro, interponiendo su cuerpo en medio.

—¿Qué desea, joven Roosevelt? —expone él con un semblante calmo.

—Explique ese ruido en el interior —digo conteniendo la curiosidad.

—No sé de qué me habla —responde.

—Walker, cualquier inconveniente, créeme que me interesa solucionarlo más que a ti —le respondo y él me hace entrar a la habitación cerrando la puerta tras de mí.

—¿Contento? —Indica él dejando un suspiro y tomando asiento.

Delante de la cama hay una jaula donde está encerrado su hijo con una mordaza en la boca y las manos atadas. Está haciendo toda la fuerza que puede para liberarse, pero no lo logra.

—¿Qué sucede? —digo levantando una ceja sin entender.

La caja se deshace en barro y me quedo aún más confuso.

—Hice una réplica de barro de la situación de Oliver, no sé por qué está así o donde está —expone él con una voz preocupada que no le había sentido nunca—. No creo que en ese estado intervenga en la ceremonia, pero algo grave está pasando.

—No entiendo por qué alguien le amordazaría así. —Me quedo procesando unos minutos tras darme cuenta—. Oh, usted lo sabe muy bien.

—Sí, lo sé, cambió su cuerpo con el de alguien —dice Walker resignándose—. Sabía que no debía hacerlo, es tabú por su condición privilegiada.

—Más que su poder no necesita un consentimiento para esto —respondo acercándome a él y golpeando la mesa con las manos perdiendo los estribos—. ¡Se lo advertí!

—No ha intentado asesinarme, en realidad usted falló en ese punto —responde él.

—Oh, conde Walker, no tiene idea de cuántos desenlaces se me ocurren para que usted muera a raíz de estas acciones —le respondo sin bajar la voz—. Si mi alma sigue en mi cuerpo estoy más que seguro que sabe que su hijo acaba de suplantar al príncipe heredero de Axtrinia. Él va a vivir, sí, pero como no le encontremos no sólo él futuro rey va a ir a la horca por traición, incluso peor, puede ir a la hoguera por brujería junto con todo vuestro linaje y sirvientes, van a ser acusados.

Él hace silencio y parece aceptar lo inevitable, que su hijo está tomando decisiones muy peligrosas. ¡Demonios! Debo impedir esto. No sólo puede que maten a Walker y al cuerpo de Oliver con el alma del príncipe, sino que además logrará casarse con Victoria.

—Creo que sé cómo encontrarlo. Debemos ser más rápidos que sus habilidades para escapar —le comento retomando la calma que había abandonado mi cuerpo—. Iré a ver a Victoria, le diré a usted donde él está. Yo no puedo ir, no puedo abandonar este escenario hoy.

—Solo necesito la información, yo mismo me encargaré de la situación —responde Walker sin perder la compostura, pero su semblante es serio y deja un gusto a dolor.

—Conde, tenga cuidado, si usted muere... —Voy a decir algo pero lo detengo y simplemente salgo de la habitación.

"Si usted muere eso significa que yo también podría morir aunque desvíe un poco la trama, que el destino no se puede cambiar."

Salgo hacia la habitación de Victoria donde está ella junto a sus doncellas atendiendo los detalles del cambio de su peinado para la próxima ceremonia, la más importante.

—Hermano, ¿qué le trae por aquí? —comenta con su semblante perfecto.

—Victoria, hay algo que debo preguntarle. Es importante —le digo.

—Puede decirme —responde.

—Estoy buscando a Oliver Walker —confieso y noto como su semblante cambia a uno más tenso.

Ella les pide a sus sirvientas que salgan de la habitación dejándonos solos. Es consciente que el tema es delicado, incluso para ella.

—¿Para qué lo necesitas? —responde ella volteándose a mí y dejando su máscara de formalidad.

—Su padre, el conde Walker le está buscando. Oliver lleva todo el día desaparecido y se encuentra amordazado en una jaula —planteo esperando su respuesta. No se le ve preocupada más allá de no lograr mantenerme la mirada dejando al descubierto su culpabilidad—. Tú lo sabías.

—No, no me acuses de ello. Me di cuenta en el baile, pero te puedo asegurar que no participé en esto —argumenta sin perder la calma y haciendo contacto visual.

—¿Entonces, estás feliz de poder casarte con él? —le respondo molesto.

—Es más fácil controlar al verdadero Frederick que a Oliver, no he perdido mi cabeza, Lewis —me expresa ella.

—Solo necesito que me digas su ubicación actual. No iré yo, es para su padre —le digo.

—¿Lo regresarás a su cuerpo original? —pregunta ella.

—¿Prefieres que lo asesine? —respondo con un tono cínico.

—No te atreverías —me apunta.

—Oliver no es de mi agrado, mientras más lejos esté de ti, mejor. Si está muerto me soluciona muchos problemas. Pero no, le debo un favor al conde y con este asunto puedo pagárselo —le respondo sinceramente.

—Te lo diré con una condición —me dice ella.

—¿Cuál? —respondo.

—Reúnete conmigo luego de la ceremonia, quiero asegurarme de que el primero en tomar mi cuerpo seas tú —manifiesta Victoria sin dejar salir el mínimo nerviosismo.

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