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Cap38: Redención y decadencia

Luego de la ceremonia de bienvenida, soy guiado a una habitación para invitados en el palacio en el que se está hospedado mi hermana. Todo está tranquilo, incluso decido dar una vuelta por el castillo para conocer algunos lugares.

El que más me gusta es el jardín principal, en este la fuente tiene unas decoraciones hermosas con caballos y lo más importante, hay silencio. He pasado el día en su totalidad siendo el hijo perfecto de los Roosevelt y esquivando las miradas de Victoria en público, pero aceptándola cuando nadie ve.

Mientras avanzo con el sirviente que me asignaron, veo a un joven de cabello oscuro y una ropa en perfecto estado, con corte similar a las de Helios y lo que de mayor calidad. Parece estar dando detalles a los invitados sobre la decoración que debe tener el espacio actual para la ceremonia de compromiso. Decido acercarme a ellos con mi acostumbrada formalidad para obtener detalles.

—Joven Roosevelt —argumenta el hombre desconocido.

No tengo suficiente conocimiento de las familias de la capital como para identificar su procedencia.

—¿Un placer conocerle señor? —doy pie a que diga su nombre.

—Soy Marcus, Marcus Lodge, marqués Lodge y mano derecha del príncipe heredero. Me encuentro encargándome de los detalles de la boda —responde él con una voz fría, pero llena de rectitud.

—Debe ser alguien de confiar entonces, marqués Lodge —le respondo.

Debo conocer bien a las personas del castillo si quiero tener ojos sobre Victoria y su prometido. No estaría mal ir fijando algunos rostros.

—¿Desea algo? —responde él.

—Solo quería comentarle que no adorne con demasiadas flores el espacio de la boda, mi hermana es alérgica a ellas —respondo ante los cargamentos de estas que llevan. Unos hermosos narcisos como el nombre de nuestras tierras, igual de marchitas quedaran a su baso. No puedo negar que en lo corrompido también hay belleza, mas, sería difícil de explicar que se marchiten a su paso.

—No poseía conocimiento de tal problemática, santo cielo, esto pudo haber sido un desastre —responde el hombre anotando algo en una agenda.

En ese momento le veo mirar hacia lo alto en el castillo y cambiar la vista rápidamente. Evito echar un vistazo hacia allí para no ser descortés, sin embargo, la curiosidad me llama en el interior.

—No se preocupe, la señorita Victoria debió desear que su fiesta de compromiso fuese perfecta, incluso si termina muerta —respondo con una ligera sonrisa—. Si me disculpa, debo marcharme.

—Fue un placer conocerle, futuro duque Roosevelt —responde él con una reverencia.

Avanzo por el jardín aledaño al castillo de invitados donde se está quedando mi familia. Todo está perfectamente decorado, ciertamente no creo que a Victoria algo le falle aquí, pero no logro estar tranquilo. Siento que algún detalle se me escapará de las manos si la aparto tanto.

Desde el frente de topan en mi camino mi hermana y su prometido. Ella muestra un semblante radiante y alegre tras los perfectos atuendos negros y blancos que lleva, si algo sé, es que cuando sonríe tanto es que está incómoda.

Sus ojos hacen contacto visual con los míos y borra la sonrisa unos milisegundos a la par que sus ojos brillan con una emoción que retiene en su interior. Sería un gran error por su parte prestarme mayor devoción a mí delante de su prometido.

—Roosevelt, un agradable momento para conocer a quien formará parte de mi familia —expone el futuro rey siendo formal y a la par, agradable. No le falta etiqueta en ninguno de sus gestos.

—El placer es todo mío, sé que cuidará de la joya de nuestra familia, Victoria es perfecta —respondo mirando a mi hermana la cual parece cerrarse a mí.

—Tiene razón en ello, es muy agradable pasar el rato con la señorita —responde mirando a lo lejos tras de mí.

Si no recuerdo mal, allí están los trabajadores. Aquellos que son guiados por el marqués en su labor de eliminar el exceso de arreglos florales.

—¿Dando un paseo, hermano? —comenta Victoria.

—Sí, quería ver los alrededores y me encontré con el servicio de decoración. Muy agradable el marqués Lodge, le comenté que eres alérgica a las flores, Victoria, debes cuidar más tu salud. También deberías llevar un tapa sol o dañará vuestra piel —le digo mirando su cuello con una erupción rojiza que sobresale de sus cabellos.

—No sabía esos hechos. Señorita Roosevelt, debes hacerme saber estos detalles, no es mi intención ponerle en situaciones desagradables —le comenta el príncipe, ahora comenzando a caminar hacia la sombra de unos árboles.

Al menos puede que él la cuide.

—Me encuentro en perfecto estado, si no lo he planteado es porque me considero capaz de sobrellevarlo —dice ella manteniendo la sonrisa amable y una voz dulce, fingida.

—Aun así, hágame saber en el futuro cualquier inconveniente, señorita —responde el hombre tratando de mostrar un semblante preocupado por la que será su mujer.

—Les dejaré solos, no preciso interrumpir más vuestro paseo —les respondo haciendo una ligera reverencia, recibo el permiso de retirarme y les dejo atrás.

En mi habitación siento los ruidos de mis padres dentro cuando me acerco a la pared. No puedo creer que terminara de esa manera, me hubiese gustado sentir los gritos de Lyra, pero no de placer. Debo pensar en un plan para deshacerme de ella sin que estorbe el hombre sombra que siempre la acompaña.

Acomodo la agenda de Helios sobre la cómoda y me retiro a tratar de dormir un rato. Ha sido un viaje difícil en el carruaje y no pude descansar bien por las preocupaciones. Ya solo queda esta noche antes del compromiso, espero que Oliver no se entrometa. No lo he visto por el castillo, pero seguro debe estar rondando cual mosca.

Observo el techo que se va tiñendo de oscuro según se va perdiendo los rayos del Sol que se escurren por las ventanas. Me envuelve un sueño ligero, no lograré descansar profundamente en un lugar en el que no puedo sentirme seguro.

En medio de la noche siento la puerta de mi cuarto abrirse, unos pies apresurados caminan dejando que sienta el sonido hasta llegar a mi cama y se detienen antes de realmente alcanzarla. No avanza más, parece dudar. La persona regresa por el mismo sitio por el que vino y va a salir.

—¿Qué quieres? —le digo sin abrir los ojos y siento cómo se detiene.

—Nunca duermes, Lewis —dice la voz femenina de Victoria.

—Lo intento, pero no puedo evitar tener el sueño ligero —respondo reincorporándome en la cama para verla—. Deberías evitar las viejas costumbres. ¿Sabes que nos mataran si te encuentran aquí?

Ella viste sus mismas ropas de dormir, este es un camisón largo que no me deja mucho a la imaginación. Dejando ver sus naturales siluetas en la cintura y cadera, también cayendo de forma natural en sus pechos, de tal forma que volvería loco a cualquier hombre.

Viste de blanco, ella odia ese color.

—No debería estar en tu habitación, tienes razón. Aun así, algo me hizo venir y realmente me molesta —comenta ella dejando un pequeño silencio antes de agregar—. Las flores y los paseos, no hacía falta que dijeras nada.

—¿Victoria, te encuentras bien? —le cuestiono.

—Claramente, pronto todo saldrá como debe y tendré la posición más alta de la familia. Seré la mejor Roosevelt, Lewis. ¿No te molesta? —dice con altanería, mas su voz se va extinguiendo, se siente como si se aferrase a algo que solo es una ilusión.

—¿Victoria, quieres que hable con padre y rompa el compromiso? —digo sin inmutarme por sus emociones reales.

—¡No, no, Lewis! —grita ella cubriendo su boca al recordar que no debe hacer ruido—. No es eso.

Su rostro refleja molestia y su semblante es indescriptible. Es como si quisiese matarme ahora mismo y a la vez correr hacia mí. Me levanto de la cama para ir hasta ella cumpliendo su deseo ahogado. Me acerco hasta que queda contra la puerta sin perder su semblante.

—Odio que te me acerques así, no me gusta estar cerca de personas inferiores —responde mirando mis ojos y mordiendo su labio inferior para callar lo que pudiese decir por impulso.

Dejo estar el silencio unos segundos solo para verle desde allí, dejando que aclare su mente antes de continuar nuestros intercambios. Soy varios centímetros más alto, algo que posiblemente se deba a los diferentes estilos de vida que hemos llevado.

—Si no me pides que te salve entonces camina por el sendero que decidiste —respondo acercando mi rostro al suyo tomando sus caderas—. Sinceramente no pienso romper la maldición, Victoria.

—Tienes que hacerlo, no puedes dejarme sola —expone señalando mi pecho como una réplica con su dedo índice.

—Victoria, tú me has apartado de ti y pisoteado todo lo que has querido. ¡¿Explícame por qué demonios te debo algo?! —contesto dando un fuerte golpe en la puerta tras de ella justo al lado de su cabeza.

—Fuera del apellido que cargas no hay nada diferente en ti de los otros humanos que mato cada vez que tengo hambre. Dime, dime cómo quieres que respete a alguien que debe ser comida. Me molestaba saber que esa comida debía ser mi futuro esposo y posiblemente alguien que esté por sobre mí. Siempre los hombres de los Roosevelt han mandado y yo debía aceptar eso —alega ella tratando de no perder la calma, contiene la respiración y me mira a los ojos—, pero hay algo que no me deja alejarme de ti, no quiero tener que ver con tu lado humano y si lograras ser como yo, podría aceptarlo y tenerte.

—¿Te das cuenta lo descabellado que suena eso? —respondo lleno de rabia, no lo entiende, ella no lo entiende—. Victoria, ¿eres consciente de cuántas veces tus tratos me hicieron desear morir?

—Es normal... —responde esquivando ahora mi mirada.

—No, no es normal hacerle desear la muerte a alguien que crees que quieres o amas. No sé qué clase de sentimientos tengas por mí, pero no son de amor, no es cariño, son...asquerosos —contesto con mi verdad, una que nunca le dejé ver.

Su mano abofetea mi rostro y sus colmillos muerden su propio labio dejando escapar una línea de sangre. La mente de Victoria, debería importarme, debe importarme...

Ella es el motor para mi muerte. Estoy haciendo una locura al decirle esto.

—Lewis, yo no te voy a dejar ir —responde ella para intentar abrir la puerta, pero mi mano baja a la manija sin dejar que escape, así que no puede.

—Habla, di todo lo que tengas que decir —le contesto con rabia.

Los mechones de cabellos blancos bloquean todo acceso a su rostro, sobre todo su cerquillo que cubre sus ojos.

—No, no creo... ni tú, ni contigo puedo —balbucea y hace fuerza a mi mano, una fuerza que no la suficiente, no parece querer irse de mi lado, de mi habitación.

Mi otra mano la deslizo desde su frente hacia arriba para ver su rostro por completo levantando su cabeza y las lágrimas están corriendo por sus mejillas con una mirada triste, una sincera.

—No puede ser, ¿no te he dicho gran cosa y ya estás así? ¿Qué tan débil eres? —le expongo soltando la puerta y tomando sus mejillas para que me vea.

—Es rabia, no te equivoques —dice mordiendo su labio para contener más palabras o cualquier sonido de tristeza.

Victoria, demuéstrame que cambiaste, si algún día cambias te prestaré más atención —digo tratando de asegurar a mi presa ya con la mente más calmada.

Inclino mis labios para besar los de Victoria, trato de confundirla más, no puedo dejar que su corazón esté libre o pensará en Oliver. Ella borra mi humanidad y aun así no puedo pensarlo e forma desagradable.

Los recuerdos de la noche con Helios y nuestro pacto vienen a mi mente. No tenemos nada, él ni siquiera me desea o quiere de verdad, pero... soy imbécil. No puedo arriesgar todo por lo que he trabajado solo porque él me inunde de sensaciones mundanas.

No lo dejo el contacto de nuestros labios en un simple toque, lo profundizo y la tomo por la cintura dejando que dure un poco más de lo pensado. Ella por su parte no me aparta, al contrario, trata de apresarme.

Cuando termina la veo a los ojos, estos ya no lloran, solo muestran una confusión enorme. Llevo mi boca a su mejilla y beso donde había una de sus lágrimas antes de abrazarla hasta fundirnos, dejándome ser su lugar de descanso.

—Debes cuidarte, Victoria. No te acerques a las flores, podrían descubrirte. Evita el Sol, solo di que tienes la piel delicada, a los hombres les gusta ser sobreprotectores. Y en cuanto a la sangre...te daría ahora pero estoy pasando por un proceso de anemia y sería mortal —le comento pasivamente.

—Lewis, si lo que quieres es seguir siendo mujer, lo entenderé. Sólo sé hombre una vez para tener a nuestros hijos y luego puedes volver. Creo poder aceptarte. Me asusta que cuando cumplas treinta, envejezcas como los humanos dejándome verte morir. Déjame romper tu maldición, no quiero perderte. Yo voy a encontrar la forma, a como dé lugar —responde cerrando los ojos y siento que intenta ser lo más sincera que puede. Sus manos rodean mi cintura y hunde la cabeza en su pecho—. Creo que da igual el sexo que tengas, no te lastimaré más. A mí me gusta que me hieras, pero si a ti no, tratare de adaptarme a ello.

Esta vez solo la observo algo descolocado con sus palabras, ella nunca había dicho nada así ni se atrevería a decir lo que la haga parecer viva y con emociones débiles. No puedo siquiera creer el hecho de que esté dispuesta a aceptar mi real naturaleza luego de verme como comida. No quiero responder a ello, no quiero y no sé realmente que decirle, no esperé jamás esas palabras proviniendo de ella.

—¿Seguirás torturando personas y matando sirvientes? —comento deseando salir de la línea anterior.

—Sé que últimamente no me prestas atención, pero he dejado de matarlos. Bunny sigue vivo, mantén esa idea —dice ella sonando lo más monótona posible.

—Espero poder ver ese desarrollo en el futuro, Victoria —respondo acariciando su cabello, no puedo dejar que la única vez que ha tratado de ser sincera pase sin una recompensa.

Besos sus labios de nuevo sintiendo un ligero sentimiento de calidez, algo demasiado extraño que me lleva a partarme.

¿De verdad eres capaz de cambiar? ¿Qué sucedió estos días?

—Debo marcharme, no sería una buena idea que nos viesen juntos luego de que hayamos roto nuestro compromiso. Yo no quería romperlo —dice ella separándose de mí para abrir la puerta, esta vez no la detengo y sus palabras suenan tristes—. Hasta mañana Lewis, espero que vengas a mi fiesta.

Ella abandona mi habitación dejando detrás solo el silencio. Todo es extraño tras sus palabras, debería alegrarme, pero el hecho de que ella tome un camino como ese solo me hace recordar que eventualmente se pondrá en mi contra.

Yo debería asesinar a Oliver antes de que ocupe el lugar que le corresponde.

Me recuesto a la puerta y me siento en el suelo quitando el cabello de mi rostro sumido en confusión.

—Sí le asesino, solo aseguraría mi posición como el villano de esta historia... —susurro en la oscuridad de mi habitación mirando hacia la ventana por la cual se aprecia que está empezando a llover, incluso con el aviso del ruido de un trueno en la distancia.

Ella se libera del mal en su corazón y yo me voy hundiendo.

Helios...

Helios...

Necesito verlo ya, debo hablar con él y sacarme a Victoria de mi cabeza.

Solo sé que esta noche, no hay demonio que me deje dormir.

Apenas inicia el día se pueden ver los carruajes llegando al palacio central. Todos los nobles están invitados a este evento. Llegó el día donde Victoria se compromete con el príncipe. Este acontecimiento jamás se dio en el borrador de Gabriel.

Ella al final debía casarse con Oliver tras dejarme plantado, pero ahora está enamorada de mí y no se casa con él, sino con un total desconocido.

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