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Cap37: El castigo blanco

Los carruajes de la familia deben estar al llegar al palacio de Axtrinia. Llevamos dos días de viaje, suficiente para colmar mi paciencia en este espacio tan reducido. Me niego a ir dormida todo el camino. Solo puedo observar por la ventana los paisajes verdosos y el cielo, un rato está bien, pero prolongado es estresante.

Lewis viaja en el carruaje después del mío, no ha hecho ruido ni acto de presencia en este, tampoco nos hemos visto desde que partimos.

Desgraciadamente, Nivia falló, pero no hay forma de relacionarlo conmigo; no debe haber una represalia por parte de Lewelyn. Podré intentarlo de nuevo cuando regresemos a casa a pesar de la carta de la rata que tengo fingiendo ser mi hijo.

Detesto pensar que mi pequeña Victoria será entregada a un humano, por muchos títulos de príncipe que porte. Ella como Roosevelt sin su alma gemela, ya no tiene una pareja que le llegue siquiera a los talones.

Siento el carruaje detenerse y la puerta es abierta por Lewis. Ese maldito rostro que porta mi deshonra.

—¿Madre? —dice él extendiendo su mano sin dejar paso a que me niegue.

Llegamos. Frente a nuestros ojos está el gran castillo de Axtrinia.

Luego de todo el teatro, el reino entero será nuestro.

Nuestro recibimiento es perfecto, el estandarte de nuestra casa se alza en alto y la música junto a los festines no se hacen esperar. Nos encontramos en el salón principal para fiestas del castillo en honor a nuestra llegada.

La reina regente está en el centro de la mesa y sus tres hijos la acompañan a los lados. Victoria y Lewelyn también están presentes. Si no me falla la memoria, algo que es imposible, el rey actual está gravemente enfermo en cama, falta poco para su defunción.


Anuncian mi nombre y título antes de entrar, mi bello nombre, Lyra Roosevelt. Desgraciadamente también dijeron el de Lewis, perfecto nombre, lo elegí yo. Debo deshacerme de él pronto.

Sonrío ampliamente y Lewis me sigue la corriente, sus modales son perfectos también.

—Su alteza —pronuncio haciendo una reverencia ante ella tras ser anunciada.

—Duquesa Roosevelt, es un placer contar con vuestra presencia en nuestro castillo —responde la anciana humana que ocupa el cargo que le arrebataré.

Sonrío amable e implacable.

—El placer es todo nuestro, sé que será sumamente agradable —expreso.

Me siento entre Lewelyn y Victoria. Ella está al lado de su prometido, no es de rasgos comunes, pero es humano.

La mano de Lewelyn toma la mía bajo la mesa y me dedica una sonrisa. La pareja más enamorada de Axtrinia, así nos han catalogado, así nos piensan. Yo lo amo y sé que él a mí, pero mantener la pasión por quinientos años es difícil, ya solo queda fingir. Aun así, ya lo extraño...y deseo.

—Lyra, es bueno que hayan podido llegar sin contratiempos —plantea él entrelazando los dedos.

Junto a presumir su perfección y la mía, estos eventos son los únicos que me propician lo que deseo de él, atención.

—Fue difícil, pero luego le contaré los detalles, mi señor —planteo con una sonrisa para seguir con la cena.

No habla más conmigo, no hablamos entre ninguno de los cuatro más allá de temas formales. Hoy es solo un día rutinario para los Roosevelt, mañana en la noche será el verdadero acontecimiento. El anuncio del compromiso de Victoria.

Ahora que pienso en ella, no puedo creer que Lewelyn le haya hecho comer comida humana, no la he hecho pasar por eso antes. Yo la puedo soportar sin dificultad, pero mi pequeña no.

Salgo de la sala junto a Victoria, la acompaño a su habitación para ver las condiciones en que la han hecho vivir, pero fuera de la comida no parece nada del otro mundo. Está bien.

—Madre —murmura ella—, necesito su ayuda.

Avanza por la habitación hasta la cama tomando asiento en ella y buscando mi mirada. Sus gestos y pedido me llevan a colocarme a su lado. A fin de cuentas, es mi hermosa y perfecta pequeña.

—Solo di lo que te preocupa —respondo en un tono más cálido.

Dentro de estas paredes debo ser la perfecta Lyra, la perfección hacia la sociedad. No estoy en terreno seguro. Este momento amerita este trato, ya que ella es la hija que amo. No, incluso sin posibilidad de ser observadas, la trataría así.

—Descubrí que mi futuro esposo tiene preferencia por...los hombres ¿Cómo lo puedo cautivar? —responde la pequeña inexperta.

—Hazte su mejor amiga, es la opción que tienes. Se su confidente al punto que con solo abrir la boca puedas destruir su vida. ¿Pero por qué simplemente no usas tus poderes? —le respondo tomando su mano con una sonrisa.

—Tengo mis motivos para quererlo así. No puedo permitirme fallar —sentencia mi hija.

—No lo harás, eres mi pequeña Victoria—respondo.

Me levanto de la cama sin soltar su mano, volviendo el tacto un agarre delicado que la guía hacia el balcón lleno de la luz del Sol. Ella me mira para luego imaginarse dañada por la luz, pero no es así. Es dulce, es excitante sentir como esto quema tan diminutamente nuestra piel que en realidad ni importa. Eres un gigante, esto es solo una hormiga.

Al ella verme llegar a la luz, sigue mis pasos colocándose a mi lado saliendo de la oscuridad y dirigiendo la vista al exterior como si se estuviese quitando un peso de arriba. Levanta la mirada al cielo y tras sentir la molestia vuelva a verme.

—¿Usted aún no acepta a Lewis como mi prometido? —responde la joven.

—Es la decisión de vuestro padre, si él lo quiere así, así será. No cuestionaré a Lewelyn, aun así, debes saber que no es merecedor de ti. Juega con quien quieras, pero no le entregues tu semilla a nadie, eres la esperanza de los Roosevelt, la última. Tu hermano no es un verdadero Roosevelt.

—¿Hay alguien merecedor de mí? —contesta Victoria.

—No, no lo hay. Tendrías que viajar y encontrar alguna otra familia noble como nosotros, que aún no haya dado su semilla. Desgraciadamente incluso así, al final, no sería un Roosevelt, no nacería tu padre. Lo sabes ya, ¿no Victoria? —le explico abrazando su cintura y hablando en susurros.

—¿Qué debo saber? —Indaga ella.

—La línea que se rompió es la de vuestro padre, no la mía. Tú naciste, nació una nueva Lyra. Tú eres parte mía y yo tuya, el ciclo es sobre nuestros cuerpos y almas. Lyra es Victoria y también lo fue tu abuela, la difunta Rosanna —le confieso en secreto.

—No lo entiendo, madre —responde ella llena de confusión.

—Lewis debía ser Lewelyn, Lewelyn es Augusto. Se adaptan a la nueva era. Los vampiros se quedan atrás en el tiempo, por ende Victoria, un alma fragmentada no puede vivir feliz hasta estar completa. Yo lo entiendo, las mujeres de los Roosevelt lo entendemos, pero los hombres no —respondo para separarme de ella, ya le conté de más.

Me llama suavemente manteniendo la compostura y no respondo, solo salgo de la habitación tras saber que ese pedazo de mi está a salvo, tras saber que Victoria está a salvo.

Una moneda se roba mi atención cerca del marco de la puerta, una muy brillante y pretenciosa.

—No recojas ninguna moneda, debe ser el Leprechaun de Lewelyn —respondo para salir.

Ya debe estar comprando almas el diminuto sirviente de él.

Llego al salón donde mi esposo descansa, mientras se encuentra aquí, solo se debe estar dedicando su tiempo a hacer contactos. De todas maneras, no me sorprendería que tramase muchas más cosas en la sombra.

Llego al escritorio donde está sentado y coloco mis manos sobre sus hombros, los masajeo con cuidado y beso su mejilla con sumo cariño.

—Lewelyn, por fin nos vemos de nuevo —respondo calmadamente y me recuesto a la mesa a su lado de espaldas a la madera.

—Lyra, ¿cómo fueron los asuntos por la mansión? Tengo las cartas de Lewis, pero necesito saber vuestro reporte —expresa él sin pararse de la silla, solo cerrando un cuaderno de apuntes.

—La situación fue solucionada y la paz volvió, al menos la problemática de los copos de nieve, al final todo fue culpa de Nivia Blackburn —respondo sin mentir, en el fondo todo fue su culpa, yo solo la empujé—. La familia que Lewis atacó de niño.

—Lyra, me ocultas algo más—sus palabras no salen sin motivo.

La estúpida carta de Lewis, solo espero que no crea en eso. Sería igual a aceptar las palabras de alguien que haría cualquier cosa por destruirme.

—Sea más claro, ¿qué quiere saber? —respondo sin perder la calma.

—Lyra, habla antes de que te tenga que forzarle —dice él levantándose de su asiento y arreglando los detalles de mí vestido blanco sobre la zona del cuello.

—No sé de qué habla. —respondo sin dejar lugar a dudas, pero su mano viaja a mi mejilla.

¿Será una trampa?

—Gen, sal de la habitación —ordena él y noto cómo su sirviente sale de mi sombra—. Quería protegerle, pero por lo que veo me desobedeció.

¡Demonios, se supone que no lo deje conmigo en sus viajes largos!

—Lewelyn, puedo explicarlo. Entiéndalo, Lewis no puede existir, es un error. Es solo un jodido humano ensuciando nuestra extirpe —digo apretando los colmillos y dejando salir la rabia.

—Lewis debe vivir, Lyra, si Lewis muere terminará todo para mí. ¿Tanto deseas que yo muera, que me extinga? —responde él suavemente y llevando sus dedos a mi cuello.

El tacto sobre la piel me está quemando, veo las quemaduras empezar a aflorar en ella.

Duele, duele, duele...

Extrañaba esto.

—Le aseguro que Lewis no carga un fragmento de vuestra alma, lo veo en sus ojos, él está vacío, no mira igual que usted —susurro apretando con mis manos el borde del escritorio para mantenerme firme al dolor.

—Lewis debe vivir, debe hacerlo hasta que sea capaz de embarazar a Victoria y pueda continuar nuestro ciclo. Si eso no sucede Lyra, prometo que te vas a ir al infierno conmigo —dice él en mi oído y siento cómo mis ojos empiezan a perder visión.

Me están doliendo como el demonio, siento algo líquido correr por mis mejillas, siento como se derriten en mis cavidades oculares.

Duele, duele, duele...

Hacía tiempo no me sentía así.

—¡Lewelyn, también amo este lado nuestro, pero no soporto a Lewis, no soporté a Augusto! Nadie puede compararse contigo ni conmigo —le contesto tomando su camisa, no lo veo, pero siento como arden mis manos al tacto, también están derritiéndose.

Lewelyn.

Peligroso, letal, su poder es imparable.

Siento como el escritorio tras de mí se deshace en un líquido espeso del cual al hacer contacto con mi piel se empieza a derretir junto a este mezclando todo. Debo aplicar mi magia para no dañarme y elevarme del suelo.

—Lyra, que esta sea la última vez que te pones en mi contra —me hace saber él y trato de usar mis poderes.

Logro alejarlo de mí goleando su cuerpo contra la pared, pero ya mi vestido se está derritiendo como la mesa y me duele el cuerpo, voy a morir, a este paso voy a morir.

No puedo ver ni siquiera como está mi piel...

Me gusta...

Lo odio...

Lo disfruto...

Pero no quiero morir, no aún...

—No iré más en vuestra contra —respondo entre balbuceos dejando salir las palabras con dificultad.

Solo tras esto, todo se vuelve sólido de nuevo regresando a su temperatura, mas no a su forma.

—Lyra, te amo, pero no aceptaré que me traiciones —dice mi esposo dejando caer algo en mis labios.

Reconozco el sabor, es el de la sangre...es su sangre.

Abro mi boca deslizando mi lengua hacia afuera, dejando que el líquido de la vida baje por mi garganta con necesidad. Tras unos minutos, termino de regenerar mi cuerpo y observo su muñeca cortada dejando caer el río en mi rostro, estoy toda manchada del escarlata que me llena de excitación.

¿Lewis, qué harías si supieses que le pedí a Walker que me ayudase a asesinar a Augustos?

Desgraciadamente ese pelirrojo usó su poder en mi contra también. Sin mi ayuda él ni siquiera hubiese logrado la mitad. Algún día me vengaré, encontraré la forma de deshacerme de William Walker.

—Lewelyn —susurro levantando mi cuerpo desnudo y terminando de regenerarse, ayudada por su mano. No lo hago esperar, llevo mi mano a su rostro abofeteándolo sin contenerme y dejando la marca de mi anillo derretido en mis dedos en forma de arañazo en su mejilla—. Lo llevaste al extremo

La ira se apodera de mi cuerpo por lo sucedido y a la vez el corazón se me acelera en euforia.

—Nunca cambias —expresa sujetando mi otra mano, con la que estaba dispuesta a golpearle de nuevo.

—Te odio, Lewelyn, te odio demasiado y también me es difícil mirar a otro lado donde no estés —contesto sin ningún tipo de formalidad, usando mis poderes para acercarlo por completo a mí y besarle posesivamente, mientras sujeto su cuello para que no huya.

Las manos de él me toman por el mío, haciendo que no pueda respirar, no hace reparo en la fuerte presión y solo sé reírme. Debe estar dejando unas marcas hermosas que me reclaman como suya.

Extrañaba esto, lo extrañaba, el no poder huir de verdad, el no tener que fingir ser sometida.

Hago fuerza para ponerle contra la pared con mis poderes haciendo que pierda el aire en el proceso tras un fuerte golpe, esto sin alejar nuestros cuerpos. Eso no le detiene, también entra en el juego y corresponde mis besos entre mordidas en mis hombros, donde bebe de mi sangre con descontrol, y yo respondo haciendo lo mismo en cada sitio que beso, abdomen, brazos, cuello, todo... ¡todo!

Los golpes continúan en el juego, las marcas son graves, pero se regeneran sin problema. La habitación sufre de forma divertida y sublime todo acto de diversión hasta que el suelo se cubre de gotas de sangre y objetos rotos.

Las ondas de sonido no saldrán de la habitación, podremos hacer todo el ruido que queramos. Mi poder no las dejará, aunque será un problema justificar el desastre.

Luego de quince años por fin podemos pasar otra noche juntos, una donde de verdad disfrutamos y sin ser por cumplir con nuestros deberes. Dormimos desnudos en la cama rota en el suelo y le abrazo como mi mayor tesoro, porque lo es. Extrañaba a Lewelyn, extrañaba a mi otra mitad y por fin pude recuperarle, solo tuvimos que encontrar un nuevo juego, uno más violento al borde de la muerte.

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