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Cap36.2: El color azul no es barato

Me despierto con el Sol en la cara junto a la sensación de que alguien me abraza por la cintura. Mi mente va a Victoria con el vago recuerdo de nuestra costumbre, pero en la realidad, me topo con Helios observándome con los ojos abiertos. Esto hace que me levante de golpe por esa mala impresión.

—¿Cómo se te ocurre no cerrarlos? —expongo levantando una ceja y tomando una distancia prudente sin salir de la cama.

—No lo necesito —responde él reincorporándose.

—Mi error, quedarme dormido —le digo.

—Se encontraba cansado, joven amo, es normal y debe dejar reposar a su cuerpo. Iré a prepararle el almuerzo —indica él para pararse de la cama.

Su espalda sin nada que lo cubra, sus piernas y cada detalle de su piel es mostrada sin recelo, como algo natural que no le preocupa. Mis ojos recorren su cuerpo recordando las acciones de la noche anterior, donde me dejé sentir algo carnal como no he hecho en años. ¿Qué debería hacer referente a esta situación?

Le observo vestirse hasta quedar con su traje habitual. Impoluto, en perfecto estado, el de un sirviente. Acomoda su cabello y sale por la puerta como si nada hubiese pasado.

Me dejo caer en la cama observando el techo. Trato de recordar todo sin perder detalle. Acepté algunos de los términos de Helios, pero no puedo creer que esté dejándome caer en esta locura, en una trampa.

En algún punto me voy a arrepentir.

Me dispongo a vestirme antes de que él llegue y me siento a mi escritorio para comenzar a hacer las labores del día, tengo cierto retraso en estas por la hora en que desperté. ¿Helios, cómo logras calcular todo tan bien cómo para que caiga en tu red, conociendo que es una trampa?

Logro trabajar unos veinte minutos hasta que él toca la puerta de la habitación y le permito pasar, sacándome de mi mundo mental.

—Joven amo, debería hacer una pausa para almorzar —me comenta mientras coloca los platos sobre la mesa en una bandeja a la esquina.

Organiza cada detalle y me detengo, me dispongo a ingerir los alimentos. No puedo escatimar en comidas, debo reponer mi cuerpo, no puedo permitirme no estar al cien por ciento.

—¿Cuáles son las labores para hoy? —le cuestiono mientras como.

—Solo las económicas. Hay varios negocios que debe atender, sobre todo referente a la nueva fábrica de algodón —expone Helios.

—Si logro mover bien mis cartas, podría quedarme con las propiedades Blackburn —respondo pensativo cambiando de tema, algo que pensé la noche del incendio—. Quizás un testamento perdido, pero para ello necesitaría sobornar a su abogado. Debo apresurarme antes de que la iglesia reclame esas tierras.

—Formas hay de descubrirlo, pero si queda con carácter legal no habría problema. Tendría solo que conseguir el sello de la familia, aunque seguro... —plantea Helios cuando es interrumpido por mí.

—Ya lo tengo en mi poder —le digo para sonreír abiertamente mientras le enseño un formato de testamento—: fue buena idea tomar el sello familiar de los Blackburn antes del incendio.

Es capaz de saber lo que planeo, me conoce demasiado bien y sus ideas no distan de las mías. No lo considero alguien de luces cortas, todo lo contrario, Helios sin cadenas podría lograr mucho para él. Aun así, le falta ambición por el dinero y poder, se conforma con lo que pueden ver sus ojos ahora, sobrevivir y una humanidad fingida.

—Entonces no debería ser un problema, depositamos los restos de la señora Nivia Blackburn en la habitación de vuestra madre como ordenó —expone Helios.

Una caja adornada de blanco con sangre por fuera y hermosos lazos dorados con una nota de agradecimiento por tan gentil gesto al intentar asesinarme. También le dejé una copia de la carta que le envíe a padre notificando su osadía. Quiero verla como sonríe ante tal presente.

—Bien, ya que todo está listo, solo queda la cena de negocios de la noche para ese testamento. Sería necesario posponer el tema del algodón, esto posee urgencia —respondo para seguir comiendo en silencio.

Helios se lleva los platos y decido dar una vuelta por la mansión para despejar la mente. Llevo incluso a "Perro" al jardín a corretear con una correa y el escudo de nuestra familia en el dije. Decido tomar ese pequeño instante para que la luz bañe un poco mi piel y recuperar esas vitaminas que se me dificulta obtener.

Puedo ver desde afuera la ventana de mi madre, también sentir el ruido que proviene de esta. La última oportunidad, ella abiertamente me atacará y yo abiertamente la atacaré. En el libro original la asesiné. Si mal no recuerdo, fue mediante uno de sus amantes, pero primero debo deshacerme de la sombra que la protege, no recuerdo su nombre, solo que es un trabajador de padre.

Lyra me sonríe tras el cristal y acomoda su cabello detrás de la oreja. Ha dejado de tomar, ha dejado de colar amantes de su habitación, solo centra su atención en mí.
Sobrevivir con el enemigo, no, ver quién elimina al otro primero.

Le hago una reverencia a modo de fingido respeto y sigo mi camino junto a Perro.

Cae la noche y llega la hora de reunirme con el abogado de la familia Blackburn. El testamento ya fue firmado y devuelto el sello a las cenizas de la mansión por manos de Bralen. El pago a dos nobles fue hecho, desgraciadamente debí ceder el cinco por ciento de las propiedades, pero es un pequeño costo por su función servicio como falsos testigos.

—¿Realmente desea esas propiedades, joven Roosevelt? —expone el abogado que atiende a los Blackburn.

—Sí, Sr. Jekyll —respondo tomando el vaso de whisky que Helios nos sirve.

—Es un caso legal peligroso, de ser descubierto se encontraría en indeterminado número de problemas —responde él, secándose el sudor de la frente.

—No habrán, me encargaré que de no hayan. Sin embargo, debe aceptar este documento y registrarlo como es debido, con una fecha que pruebe que es un testamento hecho hace ya mucho tiempo. Verá, Nivia, Ferry y yo, éramos muy cercanos —expongo tomando un ligero sorbo de la bebida.

—Es una locura, los testigos no aceptarán —comenta él.

—Ya lo hicieron, el dinero mueve al mundo y por tanto a ellos —respondo calmado.

—Yo me niego, no quiero participar en esto... —dice el abogado tajante y sudando por el fuego en la chimenea, no puede soltar su pañuelo.

—Verá, Sr. Jekyll, no tiene opciones. Debe aceptar este contrato. Prefiero que sea porque acepta ser sobornado —le digo sin perder la calma y Helios abre un cofre con varias monedas de oro en sus manos—, a por una amenaza.

—¿A qué se refiere usted con "como amenaza"? —Curiosea él y las luces de la habitación se apagan de golpe dejando un ambiente frío.

El abogado mira el contenido del cofre y luego a mí, su curiosidad le gana, error. Los humanos no tienen siete vidas. Me quedo observando sus ojos en la oscuridad para tomar otro poco. Él también me imita nervioso, me guío por los dientes de Helios que salen cada vez que el corazón de mi visitante se acelera bajo una interesante tentación.

—¿De verdad quiere saberlo? —expongo con una sonrisa amable en mis labios.

Él mira el dinero y luego a mí, la oscuridad hace que las monedas sea de lo poco que resalta en la sala.

—Acepto el dinero —concluye por decir sin estar lo suficientemente convencido.

—Bien, entonces no deberían haber inconvenientes de ahora en adelante. Si hace perfectamente su trabajo, le daré una mejor recompensa —le respondo bajando de golpe lo que queda del vaso—. Llegó a mis oídos que va a ser abuelo, felicidades Sr. Jekyll.

Mis palabras salen mirando fijamente a sus ojos, lo sé y él lo sabe. A algunos hombres nada les mueve tanto como el deseo de proteger a su familia".

Mientras cae la noche, ya sobre las ocho aproximadamente, yo y mis sirvientes más cercanos nos reunimos en el salón tras la partida del abogado. Los mandé a llamar para comunicarles la noticia de que deseo recompensarlos por su arduo trabajo estos últimos meses. No lo había hecho antes, lo que tampoco significa que no lo pueda hacer ahora.

No pudimos asistir al festival por mi condición de salud por el altercado con Lyra y ya había prometido a Charlotte ir a algún sitio bonito. Cambiaré los fuegos artificiales por regalos escogidos por ellos mismos, una pequeña gratificación.

A pesar de que se negaron inicialmente por mi anemia latente, terminan aceptando al ser incapaces de negarse a una orden que salga de mi boca. La pequeña devota tampoco puede ocultar la emoción en su voz cundo escucha que su regalo serán juguetes, no deja de ser una niña por mucho que la lleve conmigo.

Ya en la habitación el comienza a vestir mi cuerpo con las ropas menos llamativas que tengo. Es un traje oscuro, como el café, colores que no suelo usar. Incluso la calidad de la tela es menor y más opaca. Oculto el blanco de mi cabello con una peluca de colores rubios que imita lo masculino del corte de Helios.

Esta noche no seré un Roosevelt. Un Roosevelt no favorece a sus sirvientes ni se codea con ellos. Tengo una imagen que mantener para la sociedad, así que el disfraz es necesario.

Por supuesto, Helios es quien se encarga de arreglar mis atuendos y por la cercanía no dejo de pensar en los hechos de la pasada noche. Él va a separarse de mí siguiendo nuestra rutina una vez terminado su trabajo y le tomo por la nuca, besando sus labios para denotar que acepto temporalmente este juego. Helios agarra mi cintura y profundiza el acto en respuesta, su tacto es frío, pero a la vez lo siento cálido, es demasiado contradictorio.

Separo nuestros rostros, sintiendo internamente el deseo de continuar, y dejo parte de mi respiración en el ambiente. Deslizo mis dedos por su mejilla y solo veo sus ojos. Me pierdo en ellos unos segundos hasta que recupero la noción y termino de apartarme sin hacer más reparo en él.

El carruaje nos lleva hasta la ciudad, este va sin el escudo de la familia y estará a nuestra disposición toda la noche. Las calles de Ciudad Narciso estás iluminadas por los faroles y todos las deambulan llenos de vida, nada cambia en las zonas de humanos.

Decidí hacer mis recorridos en los barrios medios, allí las cosas no son tan desordenadas como en los pobres y mucho más asequibles que el noble. Sé que Charlotte, más que una muñeca cara, será feliz con muchas, aunque sean de calidad media.

—Podríamos empezar por Bralen. ¿Qué deseas? —le pregunto a mi sirviente.

—¡Yo, yo lo puedo decir! —responde Charlotte llena de emoción así que nadie se niega—. ¡A Bralen le gustan los libros y las mujeres con mucho busto!

Lo último hace que me sobresalte y Bralen por su parte tapa la boca de Charlotte rápidamente. Sorprendente para otros ver un niño, que no pasa del metro y medio, desear esas cosas.

—Mocosa, no digas eso. Sabes que no es verdad —comenta Bralen a regañadientes—. Quédate con la idea de los libros, pero si me pagas unas horas en un burdel no estaría mal.

Lo último lo dice tapando los oídos de Charlotte y con una mirada depravada en su rostro. De no ser en esta situación, le golpearía con ganas.

—¡No puedo creer que te atrevas a usar ese lenguaje vulgar! —le respondo.

Al final no creo que él sea capaz de hacer más que morderlas, ¿puede desear sus cuerpos? Aunque tampoco puedo tomar a Bralen como referencia, ya que él es defectuoso y un experimento de otros nobles.

—Vamos por los libros, quiero ver si consigo tomar algunas referencias para mis futuras novelas —comenta Bralen.

—¿Eres escritor? —le cuestiono sintiendo un fuerte dolor en mi pecho que sube por mi garganta.

—Sí, Bralen tiene algunos escritos, me los ha dado para revisarlos, pero jamás han salido a la luz —me responde Helios en su lugar.

Gabriel, Gabriel, Gabriel...

—¿Por qué no los ha publicado? —Pregunto algo de lo que ya sé la respuesta.

—Porque soy un sirviente de los Roosevelt, no se me permite —responde Bralen.

—Házlo, te dejaré usar un seudónimo. Puedes intentar publicarlo en tus ratos libres —respondo para darme la vuelta y caminar.

Siento los ojos de Helios clavarse en mí. Siento mi pecho doler, me hizo recordar a esa persona. Cuando regrese voy a romper su cuello con mis propias manos, quiero ver su alma quebrarse. No, lo torturaré, primero que todo le haré sufrir por traerme aquí.

Mientras avanzamos llegamos a la librería, ese lugar que pidió Bralen. El sitio es hermoso, tiene incluso dos plantas llenas de libros y con pocas personas deambulando. Hay incluso más curiosos en un salón de modas que aquí, cuando el conocimiento, demostró, es poder.

—Bralen, puedes pedir los libros que quieras. No te límites —le comento y todo va bien hasta que lo veo ingresar en la sección de novelas para adultos.

—Se nos pasó comentarle ello, joven amo —expone Helios—. Bralen escribe novelas eróticas.

El nervio en mi ojo se activa de nuevo, solo puedo ver a mi sirviente que se atreve a usar un cuerpo de niño ahora, a tomar libros de la sección para adultos sin ningún pudor. Él toma unos veinte, todos rondando el mismo tema y me hace pagarlos. Es la primera vez que piso esta librería y ya me planteo nunca más volver. El señor que atiende la caja registradora lo mira con preocupación sobre si es adecuado para un niño de su edad leer esas cosas.

—Son de él —dice Bralen señalando a Helios—. Yo solo los llevo para ayudar a mi papá, me dijo que no le dijese a mamá.

Helios observa al enano y no le queda más que asentir mientras a mí me vuelve el tic del ojo ante tan descabellada situación. Principalmente por la mirada de repulsión que pone el dependiente.

Señor, este pequeño depravado posiblemente sea mayor que usted.

—Creo que debo limitar el tiempo que Bralen pasa con Charlotte —concluyo al poner un pie fuera del centro.

A continuación llegamos a una tienda de juguetes. El sitio es hermoso, para niños, y decorado en tonos rosa por todos lados. Los juguetes tienen precios asequibles y están perfectamente colocados en los estantes. Tenemos suerte, quedan sólo pocos minutos para que cierren al ser destinado a un público que no suele estar en las calles de noche.

—Charlotte, sé que no puedes verlos, pero dime lo que deseas. ¿Muñecas, dulces? Lo que quieras —le respondo colocándome a su lado y guiándola por la tienda.

—Joven amo, no necesito nada, sería mucho pedir —responde ella sin saber qué hacer.

—Te esfuerzas mucho, también nos has ayudado en cada asunto que puedes —respondo yo y me acerco a una estantería.

En esta hay una muñeca con los cabellos castaños sintéticos y un vestido idéntico al que le di a Charlotte la noche de los Blackburn hace diez años.

Me acerco al mostrador donde el tendero con dicho juguete en mano para hacerme con él.

—¿Desea algún juguete en especial? —pregunta él.

—No, envíe todos a la mansión Roosevelt en la mañana. A nombre de Lewis Roosevelt. Excepto esta, me la llevo ahora —indico y noto como el señor se queda atónito sin saber qué hacer. Me acerco a Charlotte agachándome delante de ella para entregarle la muñeca que elegí.

—Sé que no la puedes apreciar, pero es idéntica a ti, y también es hermosa —le respondo para regresar a completar los negocios de la compra.

Al terminar todo, Charlotte va abrazando a "Fanny", así le nombró.

—Fanny, vamos a ser muy buenas amigas —dice a cada paso que da, sin borrar la sonrisa—. ¡Juguetes, muchos juguetes dados por el joven amo!

Intenta dar una pirueta casi cayendo al suelo, pero Bralen y Helios la ayudan a sostenerse. Lo siguiente es comprarle unos dulces de limón, quiero que tenga el mejor de sus días. Aun así es difícil superar el día que me acompañó al orfanato.


¿Qué regalarle a Helios?

Pudo ser la respuesta más difícil, sin embargo, decidí llevarlo a una tienda de pinturas y utensilios del oficio. Esta está bastante desordenada y un anciano con mucho cabello a los laterales y calvo en el centro nos atiende rápidamente.

—Se acordó —comenta Helios en un susurro.

—Un kit de pintura estaría bien. Con los colores correspondientes y un caballete —le comento al dependiente.

El hombre no tarde en buscar los objetos que le ordené sin mucha demora.

—¿Fue a raíz de esto que nació su deseo de comprarnos cosas? —cuestiona Helios.

—No, no es sólo por ti. Quería darle algo a Bralen y a Charlotte. En verdad podríamos morir todos en algún punto, solo deseo que no tengan una vida tan amarga —le respondo con formalidad—. No sé de pinturas, ve con el señor e indícale lo que necesitas, Helios.

Mi sirviente me mira sin entender mis últimos cambios. Inmolé a una mujer, quemé su mansión, robé sus propiedades, amenazo con el asesinato de mi madre, pero al final de esas tormentas paro en tiendas para comprar objetos a gusto de unos sirvientes.

Helios, quizás no lo creas posible o yo sea un idiota, pero Charlotte, Bralen y tú, son las personas que más me importan en este mundo y con las que cuento. Podría recordar a Victoria o a Rudolf, pero ambos son capaces de asesinar a Lewis, a lo que soy... y ustedes tres en cambio me aceptan o eso quiero creer, es difícil estar solo todo el tiempo.

—Joven amo, Fanny dice que gracias —responde la pequeña con alegría y levantando en el aire a su juguete a mi lado.

Bralen, en cambio, está en la entrada leyendo con gran seriedad algo que porta el título de "La fuga de la marquesa Juliana".

—Cuídala mucho, Charlotte —comento y me decido por acariciar su cabello.

Veo a Helios regresar con las pinturas y demás objetos con un rostro que expresa confusión. Los sostiene en su pecho observándonos como si estos le susurrasen recuerdos de su vida mortal.

—Ya podemos marcharnos —responde él ya habiendo pagado.

Reviso las tonalidades de colores y noto algo, un importante detalle.

—No compraste nada de azul, dijiste que te gustaba —le comento.

—Es muy costoso, no podría permitirlo —responde él sin dudarlo llevando su atención a las manos que llevan los objetos perdiéndose en estas.

Me molesto por su conformidad, me encargaré yo de ello. Miro al tendero colocando la mano sobre el mostrador para llamar su atención, se encuentra abstraído en su alegría por la venta hecha.

—¿Desea algo más? —expone el anciano al notarme.

—Sí, ¿tiene a la venta pintura de color azul? —digo calmado y él se levanta de la silla.

—Perdone jovencito, pero esa solo se vende a los nobles. Temo que unos plebeyos como vosotros ya no podrían permitirse algo como eso —responde el hombre con una voz apenada.

—No juzgue y solo muéstreme el inventario de ese producto —respondo de forma educada.

—¿No pensará robarlo? —alega él, escéptico.

—No sea insolente, puede perder la lengua por hacer tal afirmación sobre mi persona —expongo molesto.

—Si no se marcha llamaré a los guardias —indica el anciano.

Helios va a interrumpir cuando nota que coloco una moneda de oro en la mesa.

—Solo muestre sus tonos azules —digo recuperando la calma.

El anciano se vislumbra ante el dorado y corre como si su vida dependiese de ello a por la pintura nombrada.

—Si lo desea, podría acabar con su vida, joven amo —indica Helios en voz baja.

—No hace falta, es normal su reacción. Al final, el color azul no es barato y solo se lo pueden permitir nobles. ¿Te gusta el regalo? —le argumento.

—Le regalaré un cuadro vuestro, bajo el cielo azul —responde Helios con una mirada confundida y luego observa hacia la ventana como si estuviese imaginando algo que solo él sabe.

—Haz uno de los cuatro, lo colgaré en mi habitación —le respondo para recibir la mercancía.

Luego de enseñar el dinero no fue difícil adquirirla.

Logré esas tintas y sonrisas deseadas en ellos.

El resto de la noche transcurre sin contratiempos. Mañana llegarán los juguetes de Charlotte y los recibiré a mi nombre, pero ahora solo queda descansar. Helios quita mis atuendos como cada noche. Sin hacer un real reparo en mi cuerpo.

—¿Por qué Bralen puede excitarse y tú no? —le comento ante mi curiosidad.

—Sí lo hago, pero por su sangre, joven amo —responde Helios levantando la vista a mis ojos un segundo y quitándola.

—Podría probar hacer lo del otro día mientras te doy de ella, pero será en otra ocasión —comento caminando a la cama.

Incluso así, sin circulación en su cuerpo no podría ser un hombre...completamente funcional.

—Cuando vuestra salud mejore —responde él dispuesto a marcharse de la habitación.

—Duerme conmigo, no tienes que hacer nada —le respondo al sentir como la puerta se abre con él dispuesto a salir.

—No tengo inconveniente en ello —indica y se desviste quedando en su camisa de mangas largas y pantalón sin el saco.

Se acuesta a mi lado, de frente a mí mientras me observa como si buscase algo en mis ojos.

—Esta noche cierralos, aunque no duermas —le indico.

—Lo tendré en cuenta —responde para abrazarme por la cintura y acurrucarme sobre su brazo.

—No podré llevarlos a la fiesta de compromiso de Victoria. —Le suelto la información.

—Lo supuse, Bralen ni yo podemos resistir el Sol. Por otro lado, Charlotte sería difícil de llevar a situaciones de extrema etiqueta —argumenta él mis motivos.

—Me es más fácil si lo entiendes —le respondo levantando la vista.

—¿Impedirá la boda de Victoria? Usted sabe que ella la cancelaría si se lo pidiese —comenta Helios, parece interesado en mi respuesta.

—¿Quieres la verdad o una mentira? —susurro.

Él no responde, no me da una idea de su deseo o pedido.

—Debería impedirla si no quiero más eventos como esa noche dicotómica. Que Victoria se vuelva reina, es un riesgo muy grande. Para todos nosotros e incluso Axtrinia —expongo y llevo la mano a mi cuello, recordando como seré decapitado en un futuro.

—Usted podría dominarla —responde Helios.

—No puedo, si no acepto sus condiciones va a someterme, lo sé, lo presiento. Y si sabe de ti, créeme que te asesinará de la peor manera posible —le respondo y cierro los ojos—. Si mueres, yo mismo te traeré del infierno para torturarte, Helios. Tienes prohibido eso.

Pasamos poco más de una hora conversando sobre el día y cada tema de la mansión que debemos tratar al volver, hasta que en algún punto empezamos a tocar temas personales. No me siento incomodo en ningún momento, me resulta difícil con él. Eventualmente me quedo dormido y Helios finge hacer lo mismo a mi lado.

Los días transcurren sin dificultades. Incluso puedo lograr las propiedades Blackburn o al menos en ese proceso me encuentro, pero todo va bien. Solo que esta mañana, tres días después, debo viajar con mi madre hacia la capital, para el evento de compromiso de mi querida gemela, Victoria Roosevelt.

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