Cap36.1: El color azul no es barato
Finalizado todo el problema con Nivia y ya en nuestro vehículo de vuelta a la mansión, me centro en apreciar el pequeño momento de paz. Los cuatro vamos como antes en nuestros respectivos asientos que no suelen variar cuando estamos juntos.
—Debo decir, que me aburría en la residencia Walker, pero acabo de recordar que no había días tranquilos cuando sirvo a Lewis —comenta Bralen.
Él mantiene la cabeza de Charlotte en su regazo mientras la acaricia y sostiene con la ante las imperfecciones del terreno para no disminuir la calidad de su sueño.
El cuerpo de Bralen ahora está fusionado en un setenta por ciento con los barros del conde Walker. Este estado se mantendrá en constante disminución mientras su cuerpo se regenera. Todo esto lo hace más ágil y puede modificar su apariencia, ya sea aumentar su tamaño y quizás mostrar una forma más adulta en sus rasgos..
En cuatro días debo partir hacia el castillo junto a la señora Lyra. Bralen y Charlotte se quedarán acá, solo llevaré a Helios. Al menos este es mi plan inicial. Pueden descansar y hacer lo que deseen en ese tiempo, solo deben tener cuidado con la intervención de la iglesia para no sobrexponerse, no quiero que pisen ese lugar.
El resto del viaje transcurre tranquilamente, el amanecer nos atrapa a medio camino y deben entrar a la mansión por el área trasera donde el techo cubre todo y mis sirvientes no se deshacen en cenizas. Yo en cambio deseo entrar por la puerta principal, esperando toparme con la duquesa.
Como si algún demonio hubiese escuchado mi deseo, ahí se encuentra ella frente a la chimenea, como si su cuerpo pudiese sentir el frio que hubo en donde me encontraba. Sus ojos repasan el contenido de una carta que arroja a las llamas sin mostrar precisamente felicidad por la información recibida.
—Tenga un agradable día, duquesa —le comento formalmente.
—Espero que estés listo para partir a la capital por motivo del compromiso de Victoria —responde ella.
No tiene señales de haber ingerido alcohol, algo curioso ya que lo hace cada día que no planea recibir visitas.
—Lo estaré —respondo para verla abandonar la sala y yo me dispongo a ir a mi despacho.
Paso el día sin pegar ojo mientras pongo al corriente los asuntos financieros de la mansión. Ya no lo pienso tanto como antes, simplemente eliminaré a quien represente un estorbo y cuidaré a los que son mi familia. Helios, Charlotte y Bralen, ellos son mis pilares y a los que debo proteger. Ellos son esos errores y fallas que causé en la obra y me mantienen cuerdo, no puedo perderles.
Lyra, Lewelyn y Victoria, son mis enemigos. No importa la sonrisa que presenten, ni las excusas que ponga mi mente, ninguno posee una buena intención hacia mí, mas, no puedo enfrentarme a ellos. Llegará el día del final de la obra y moriré, moriré a manos de Victoria, moriré sin reparos ni vueltas en el tiempo.
—Joven amo —me dice Helios a mi lado—. Ya está cayendo el sol, debe ingerir su comida y tomar un baño. Su cuerpo sigue muy débil, entienda a razones.
No puedo detenerme... si lo hago, moriré.
—Helios, debo esforzarme cinco veces más si quiero lograrlo —le reclamo mientras escribo.
—Debe también descansar y no llevarse al límite. Sé que padece en el alma todo lo de los cuerpos de barro, usted vivió hoy una muerte por hipotermia. ¿No desea un baño cálido? —Indica él, cerrando el archivo delante de mí, sin retirar su mano de sobre el documento.
—Eres un dilema, no cambias. ¿Helios, podrías volver real esas preocupaciones hacia mí? —le digo levantándome de mi reposo.
—Mis preocupaciones hacia usted son genuinas, si le sucede algo yo muero en correspondencia. No encontrará nada más auténtico que eso en ningún humano —responde él para seguir mis pasos en el recorrido a mi habitación.
—Diría que el amor de una madre, pero solamente recuerdo a Lyra —comento y me viene a la mente un recuerdo, mi auténtica madre, la madre de la Daniela que fui.
Nosotras éramos pobres y ella se quitaba parte de su comida para que yo no padeciese de hambre. ¿Por qué se ven tan lejanos esos recuerdos?
Hace más de quince años que dejé de ser ella.
—Mi madre era una persona dulce, al menos así la recuerdo —comenta Helios mientras caminamos.
—Quiero saber más de ti, Helios —le respondo, dejando que él abra la entrada a mi habitación para empezar a preparar el agua caliente.
—¿Qué desea saber? —responde él mientras trabaja.
—¿Cómo eras antes de ser vampiro? ¿Qué te gustaba? —expreso tomando asiento frente a él para verle llevar a cabo sus labores.
—¿Antes de los Roosevelt? —murmura en voz baja como si tratase de recordar—, deseaba ser pintor. Me gustaba pintar de pequeño, pero solo podía crear colores con plantas que hubiese cerca de casa. El azul era un color impensable y muy caro.
—No sabía que te gustaba la pintura.
Le observo poner el recipiente de metal al fuego para preparar el agua del baño.
—Me gustaba, y mucho , era solo un niño aprendiendo, pero tampoco puedo decir que fuese un desastre —indica y se detiene un segundo como recordando algo que opaca su semblante.
—¿Tenías amigos? —digo con curiosidad.
—Sí, en ese entonces sí. Los Roosevelt suelen cazar sus presas fuera de Ciudad Narciso, pero mi familia fue una pequeña excepción —responde él, vertiendo el agua hirviendo en la bañadera
Yo empiezo a quitar mis prendas hasta que él llega a brindarme su ayuda. Sus dedos zafan los botones de mi camisa y retiran las esclavas para dejarlas sobre la ropa que va doblando. Solo me quedo en ropa interior y las vendas de mi pecho, parte de nuestra pequeña rutina desde que sabe uno de mis secretos.
—Retíralas tú —le indico y llevo su mano a mi pecho para que encuentre el inicio de la tela y empiece a deshacerse de esta.
Mi cuerpo se queda expuesto y veo sus ojos, esos sin interés manteniendo la mirada solo en los míos.
—Me retiraré para que pueda tomar su baño, joven amo —dice él y agarro su muñeca deteniendo su partida.
—La bañera posee suficiente espacio para ambos, no debes marcharte —expongo acercándome.
—Mi cuerpo no se ensucia, no necesita baños —responde sin entender mis palabras, pero empiezo a quitar su ropa y me ayuda, es incapaz de negarse a una orden mia aun si no le encuentra sentido.
—Solo quiero que permanezcas conmigo. No me hagas hablar de más, Helios —respondo sintiendo la reacciones de mi cuerpo, los ojos de él comienzan a recorrer las heridas dejadas por las torturas de cuando infante. No le interesan mis atributos, más bien las historias tras las marchas.
Termino de retirar su camisa y veo en su piel también las cicatrices abruptas de las conductas de Lyra. Debieron ser hechas cuando él era humano, en esa adolescencia que pasó como esclavo en mi mansión.
Su cuerpo es delgado, pero definido, no es fuerte como el de padre y corresponde a la edad en la que se detuvo su crecimiento, a sus diecinueve años. También parece un espejo mío, su dañada piel por los Roosevelt, siendo no más que un juguete en la cruda realidad, uno que ya ni siquiera puede sentir.
Llevo las manos a una de las cicatrices de su cuello cerca de la zona de la clavícula, una con forma de cruz como si fuese una quemadura. La palpo con suavidad, tratando de imaginar el cruel sufrimiento que debió causarle cuando aún era un adolescente humano. Subo en un recorrido hasta su mejilla con mis dedos, imaginando en su boca algún grito de suplica por detener ese momento, pero solo me topo con esa mirada perdida en mis ojos sin transmitir algo.
—Tienes muchas cicatrices en el exterior. Si fueses capaz de sentir, hubiese muchas en tu alma —expongo.
Le abrazo por la cintura sintiendo su frio cuerpo, mientas coloco las manos en la espalda de Helios sin aun tocarnos más de la cuenta, siempre pendiente a su mirada.
—Fue una tortura y a la vez un alivio el momento en el que abandoné las emociones. El dolor también se hizo más llevadero —expone él.
contacto, pero él no y realmente no quiero forzarle. Es lo que pienso cuando siento que desciende su rostro hasta el mío para juntar nuestros labios en un beso suave, solo una superposición sin buscar más. Es extraño pero puedo afirmar que lo necesito, decido seguirle el juego lentamente cerrando los ojos y disfrutando de esta ilusión vacía, de algo unilateral.
—Si desea dar un paso, puede hacerlo, no tengo inconvenientes. Solo debe guiarme y aprenderé lo que necesite, joven amo —me rodea con sus brazos y vuelve a besarme suavemente sin mover sus labios.
—¿Eres capaz de sentirlo? —expongo entre susurros.
—¿Vuestro corazón acelerado? Sí, estoy resistiendo para no clavar mis colmillos en vuestro cuello. Es el deseo que me despierta ahora mismo. No deseo empeorar su anemia, no me agradó que debiese darle parte de su sangre a Bralen cuando afronta este estado de salud —dice rozando con su nariz la zona mencionada sufriendo la tentación.
—Prueba a decirme solo Lewis —respondo resistiendo otro tipo de instintos, unos más carnales que no me había dejado disfrutar.
—Lewis... —susurra como esperando un castigo—. No debería tenerme tan cerca, no tengo todo el control de un noble cuando se trata de su sangre, podría dañarle.
—Helios, vamos a bañarnos —indico colocando las manos en su pecho para tomar distancia y siento sus dientes en mi cuello cuando le roza. No hace presión, solo están ahí controlándose de ser clavados, retenidos solamente por su templanza.
Coloco la mano en su mejilla para tratar de llevar su rostro frente al mío y comenzar un beso largo de autocontrol para él y descontrol para mí.
Deseo a Helios, lo deseo, me hace sentir viva una parte de mí que se había perdido.
Mis manos suben hacia su cuello para abrazarle desde el frente y dejar nuestros pechos juntos. Una de sus manos baja a mi espalda baja y hace presión en esta con los dedos usándolo para contenerse. Luego la desliza por mi cadera hasta llegar al muslo y deslizo mi pierna hacia arriba para llegar a su cintura. Él, por mi movimiento, la garra para mantenerla elevada siguiendo mis deseos.
—Joven amo... digo, Lewis, basta. Mi plan era llegar a este punto con usted, pero no logro controlarme y no es precisamente de la forma que desea —expresa él con los ojos en tonos escarlatas observando mis labios.
Sé que sus colmillos me dejaron una herida en la zona por la rozadura, una que le dificulta esta odisea.
—Yo también estoy siendo tentado por ti, me haces desear y es injusto —respondo liberándome de nuestra cercanía y dispuesto a entrar a la bañera.
El agua tibia calma el frío guardado en mi piel. Me deslizo dentro hundiendo mi cabeza, para salir con el cabello mojado y reclinarla hacia detrás. Helios me observa apoyando las manos en el borde de la tina de la cual el agua se desborda por el movimiento mío en la bañera.
—¿Me permite quedarme con usted hoy, aprenderé a controlar mis impulsos? —responde él a duras penas buscando no perder todo el avance que había logrado. Aun así, es solo tras mi orden que accede a entrar a la bañera junto conmigo.
—Buscas mi atención y no eres capaz de mantenerte firme ante la posición —explico y me reclino al costado para agarrar el jabón.
—Lo lograré, no tuve en cuenta lo difícil que resulta resistir vuestra sangre para mi persona —explica tomando el jabón de mis manos para enjuagarlo y hacer algo de espuma entre estas.
—Eres un dilema, Helios. Quizás no tengas olor y no ensucies, pero este puede dejar un buen aroma en ti —digo tomándolo de vuelta y acercándome a él para enjabonar sus hombros inclinando mi cuerpo sobre el suyo.
—Debería en todo caso ser yo quien le sirva a usted —responde él al ver mis manos jabonosas restregándose por su pecho sin reserva.
—Es normal, las personas que mantienen lazos cercanos hacen estas cosas. Son pequeños detalles —digo enjabonando su rostro completo menos los ojos, estos no han perdido el tono rojo. Deslizo su cabello negro azabache hacia detrás de las orejas para que no estorben los mechones.
—¿Entonces, acepta tener lazos cercanos conmigo? —dice él, dejando que mis manos vayan a su brazo para el trabajo.
—Algo así, puedo decir que sí, aunque tú no los tienes hacia mí —digo dejando de ver sus ojos.
—Lo repite mucho, joven amo —comenta él y toma el jabón para empezar a lavar mi cuello. Se ve curioso, no, gracioso, lleno de esa ligera espuma liza en la cara.
—Es que a veces lo olvido, no puedo permitirme olvidarlo —respondo dejando que él avance hasta mi pecho, uno que olvido, no es como el de los hombres, aunque sea pequeño.
—Olvídelo, hay asuntos que es mejor no prestarles atención —dice él, masajeando mi diminuto busto, pero sus ojos bajan a la zona al ver mis pezones responder al estímulo.
—No puedo, si me lo permitiese, hace mucho estuviese muerto —digo antes de que él agarre uno con sus dedos y mi respiración cambie un segundo, no pensé que le prestara atención.
—Solo dígame lo le que desea —expone para frotar las puntas con sus pulgares y acercar su rostro al mío llegando a tocar nuestros labios en un roce.
—En este instante... —Suelto mis palabras completando un beso simple, cerrando mis ojos.
Las manos de Helios me cargan por la cintura para colocarme sentada de rodillas sobre él mientras regresan sus manos a los lugares que propiciaron la situación y aumenta nuestro beso, saboreando con su lengua las heridas que dejan sus colmillos en mi boca.
Su lengua desciende por mi cuello realizando pequeñas mordidas donde algunas dejan marcas de sus colmillos sin dañar en demasía. Diminutas líneas de sangre salen de estas heridas. Su recorrido llega hasta mi pecho y atrapa con sus labios la zona más sensible sin hacer daño.
Hacía mucho no experimentaba el contacto humano.
La última vez fue...
No, no quiero recordar a ese traicionero de nuevo, no ahora.
Veo de a poco cómo se van quedando marcas en mi cuerpo por la presión que ejercen sus manos sin mucho cuidado y de alguna forma solo me llevan a desear que lo siga haciendo. Mis caderas, mi cintura, mis glúteos, cada zona que recorre en búsqueda de mi disfrute sin saber si realmente funcionará. Recupero su boca para empezar a besarle, pero él se detiene y me observa un segundo.
—Vuestro rostro, joven amo, es todo un poema, no lo había observado así antes —plantea con su voz apagada para deslizar la mano por mi mejilla.
Los mechones cortos de los laterales rozan su mano y la cinta en mi espalda cae al agua, liberando la coleta que siempre llevo atada para diferenciar las dos capas de mi cabello y parecer más masculino.
—Soy humano, tengo derecho a mostrarme así. Siéntete privilegiado, desde que nací, nadie ha visto esto —le comento antes de dejar las conversaciones con otro beso.
La mano de él, que estaba en mi muslo, se desliza hasta el centro de mis piernas para tocar de forma inexperta la zona. Termino por separar nuestros labios y hundir la cabeza en su cuello, no pensé que la sensación fuera tan intensa, es diferente a mi viejo cuerpo en cuanto a la facilidad para desearlo.
Su boca vuelve a mis pechos tratando de recuperar lo que provocó que le dejase seguir, sin detener su juego en mi zona baja con sus movimientos inexpertos, en esa área precisa que se va entregando al placer humano.
Muerdo la carne por sobre su clavícula de forma fuerte, no libera sangre ni la marca dura en desaparecer, pero siento la necesidad de dejar algo mío en su cuerpo. Mis gestos son detenidos ante el desprevenido desliz de un dedo suyo en mi interior.
—Avisa... no hagas eso —replico sintiendo como explora curioso las sensaciones dentro mío y no puedo evitar mover un poco mis caderas para ayudarle.
Con su mano libre sostiene mi cuello desde atrás, dejando al descubierto la zona e iniciando un camino de besos por este. Siento como otro de sus dedos se adentra para ayudar al primero y tampoco muestro resistencia. No puede ser posible que sea tan fácil para él adentrarse en mí de esa forma.
Recupero la cercanía de nuestras bocas dejando salir ligeros suspiros ante la explosión de sensaciones y me dispongo a ayudarle. Mi propia mano la coloco sobre la zona exterior en mi espacio íntimo.
—Si haces ambos juntos... sería mucho mejor, Helios —digo su nombre a duras penas.
Lo hace en el punto justo y las zonas justas, no puedo evitar mover mi cuerpo buscando sentir más y más. No puedo evitar besarle, no puedo evitar abrazarle, ni tampoco contener más ese momento de éxtasis al que me lleva en poco tiempo.
Siento mi cuerpo temblar dejando salir un fuerte sonido de placer en ese justo instante. Él retira sus dedos y me abraza por la cintura, juntando su cuerpo al mío y despejando el cabello de mi rostro.
—¿Fue vuestro primer orgasmo, joven amo? Así lo llamaban los libros que busqué para poder complacerle —expone él, apreciando mis ojos, los suyos no han perdido el rojo vino.
No es el primero que tengo, pero en este mundo sí. Nunca tuve tiempo de pensar en estos asuntos. Sus palabras son tan tontas, pero a la vez tan propias suyas que solo consigo reírme.
—Tan insolente como siempre —indico antes de besarle y tratar de apartarme, pero no me deja—. ¿Qué haces?
—Mantengo el contacto, quiero que vea que no solo busco sexo —expone él.
—¿Lo decían los libros? Sé que buscas mi sangre, no te interesa mi cuerpo —espeto.
—Sí, decían que si abandonaba a mi pareja justo al terminar el acto pensará que solo busco eso —dice Helios—: por eso mantengo el contacto más tiempo, para que vea que no es así. De igual forma, no debe centrar su atención en ello, quiero que sepa que no puedo alejarme de usted, no lo planeo.
—Eres realmente un dilema —expongo y me quedo recostada a su pecho apoyando la cabeza en su hombro.
—¿Está mal? —me dice con curiosidad.
—No, no está mal —comento llenando mi corazón de una indeterminada angustia.
Algo duele dentro de mi pecho, algo me afecta.
Su mano acaricia mi cabello dejándome sentir la humedad sobre la zona de contacto. Muevo mis manos para abrazarle y termino por quedarme dormido sobre él.
¿Hace cuánto he estado refiriéndome a mí como un hombre internamente?
Yo era una mujer.
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