Cap32: Helios
Han pasado tres días desde que estoy en cama reposando. Durante todo este tiempo Helios se ha mantenido a mi lado cuidando mi descanso junto a Charlotte. Inicialmente me molestaba su constante presencia, pero ahora cae en la cotidianidad, es incluso más invasivo que antes.
Cada vez que quiere alejarse de mí lo evito, trato de que no tome mucha distancia. No tiene sentimientos y sé que no es un ser capaz de sentir, sin embargo, no quiero que madre lo use para sus juegos tal y como me amenazó con hacer. Cuido su integridad.
—No es algo que usted haga, suele sacarme de su habitación siempre que molesto —me dice él y yo continuo anotando detalles en mi agenda.
Acabo de terminar los asuntos financieros de la mansión y ahora atiendo el tema de las marcas de hielo. Se supone que hoy debo ir donde el conde para conocer los resultados de su investigación sobre el tema.
—La duquesa me amenazó con profanar tu cuerpo con un crucifijo, evito que tengas un mal rato —digo y sigo mi labor.
Charlotte no entiende la plática, ella es realmente bastante ignorante sobre todos estos temas. También es algo que he evitado que sepa, no sé por qué, aunque no pude salvarla de las masacres familiares y las mías.
—La duquesa Lyra utilizaba mi cuerpo antes de llegar a vuestras manos, no creo que haya problema en que lo haga de nuevo. Solo debo evitar mi muerte y regresaré intacto a usted —plantea él y por algún motivo me da rabia.
—No me gusta que toquen mis "juguetes" —respondo con la palabra que primero llega a mi cabeza, aunque no creo que sea por eso.
—¿Desea algo personal, quiere volverme suyo? —dice Helios y la sorpresa de sus palabras hace que la punta en mi pluma se doble más de la cuenta, arruinando con una mancha el papel.
—Todos somos del joven amo, lo queremos mucho, al menos yo lo quiero. Y al señor Helios y a Bralen igual, son como mi familia —explica Charlotte llena de inocencia.
—Dejen las bromas, Charlotte, arréglate y preséntate lista ante mí en una hora. Tenemos que atender una donación al orfanato en la tarde —digo respirando profundamente, buscando la forma de cambiar de tema.
—¿No eran asuntos de la señora Lyra? —me cuestiona Helios.
—Sí, pero el tema se volvió delicado y es mejor que ella no se acerque a la iglesia —expongo y me levanto de la silla para guardar los libros en la estantería, también para deshacerme de la hoja manchada.
—Está bien joven amo, lo haré muy bien, verá. Extrañaba ir a la iglesia, hacía mucho no iba —dice ella sonriendo.
Charlotte tiene una sonrisa hermosa, es lo único de su rostro que no está dañado. Aun con las vendas salen las marcas de la gran quemadura que porta en su rostro. Pensar que es algo hecho por Dios antes de bendecirla, impulsado por manos humanas.
—Sé que lo harás, el perro se quedará con Helios —respondo y siento ladrar a la mini bestia debajo de mi escritorio comiendo un zapato que se robó.
—Parece que tiene un apego extraño a usted —indica Helios y lo carga para ponerle la correa. Luego se lo entrega a Charlotte.
—Me voy marchando, estaré a tiempo —dice la joven y sale de la habitación tarareando.
Puedo afirmar que es la persona con más energía positiva de toda esta casa.
—¿Usted irá? ¿No sería un problema que el Bajo Mundo se entere de que es capaz de pisar tierra sagrada siendo un Roosevelt? —comenta Helios ya cuando estamos solos.
—Solo iré al área del orfanato. Que tenga cercanía a objetos religiosos no me preocupa, supuestamente puedo regenerar mis heridas. Mi preocupación es que Lyra haga un desastre. Ella llama demasiado la atención —le respondo y volteo a verle, está a solo dos metros de mí.
—Entiendo, entonces estaré en la mansión con ella hasta que regrese —me dice Helios y tiene razón, en algo simple, pero no me gusta que diga eso.
—¿Tú que estás esperando que responda? —Levanto una ceja cuestionando sus palabras.
—Creo que se encuentra preocupando por mí, eso es un avance —me dice él y mira mi bolsillo. En esa zona está el cuaderno que me dio.
—Helios, ¿tú quieres ser humano nuevamente? —pregunto sabiendo cuál será la respuesta.
—¿Usted me devolverá mi humanidad? —me responde y su mirada se clava como la de un depredador en mis ojos—. Si no sabe romper su propia maldición.
—Eres un maldito bastardo —le insulto y él ni se inmuta.
Lo hace, saca la ira en mí, me hace sentir que puedo salvarme. Yo sé que no le hago sentir nada, ni realmente le importo.
—Si nos apegamos a los conceptos humanos sobre eso, sí. Ya que mi madre no me concibió en el matrimonio y también he hecho cosas horribles bajo vuestro mando —me responde sin inmutarse.
—Hablas demasiado, te voy a coser la boca —digo comenzando a desvestirme para ponerme las ropas con las que ir a la iglesia, él por su parte se acerca a ayudarme.
—Usted me castigaba cuando no accedía a responderle. ¿Por qué se queja? —me responde dejando solo las vendas de mi cuerpo y tomando la nueva camisa.
—De las cosas que me arrepiento. Crié tres perros que ladran demasiado —le digo sin querer sonar molesto.
—Si desea que hable menos, lo haré. Noto que le molesta de verdad —me responde y por un momento me siento en paz con eso.
Él coloca mi ropa como si yo fuese un maniquí. Antes no, pero estos últimos días ha visto mi cuerpo desnudo más seguido y no parece interesarle en lo absoluto. No parece buscar morderme.
Le observo abotonar la camisa y sus manos gélidas me rozan el abdomen. Por reflejo lo retraigo y él me mira a los ojos. Termina de acomodar todo mi traje blanco y se aparta en silencio.
—Eres más lúgubre si no hablas, puedes volverlo a hacer —reconozco ante los largos diez minutos sin escucharle.
—¿Desea que me quede en su habitación para huir de Lyra? —me dice de la nada.
—Sí, así estarás a salvo de ella —respondo tomando los documentos necesarios y guardándolos en mi maletín.
—¿Si aseguro que ella me dejará vivo, le molestaría que juegue? —Sigue indagando sin escrúpulos.
—No pensé que tuvieses esos gustos retorcidos —indico sin responderle realmente a su pregunta.
—Necesito su respuesta. —Me recuerda.
—No quiero que ponga las manos sobre mis cosas —respondo tajante.
—Entiendo, puede que entienda mejor las cosas. Es interesante esto —me comenta llevando los dedos a su barbilla.
—No pensé qué fueras capaz de padecer demencia —digo antes de salir por la puerta para dejarlo dentro y caigo en lo que piensa, que lo deseo solo para mí, más allá de un juego, así que la abro de vuelta—. Espero que no seas tan insolente de creer eso.
—Yo no he dicho nada, joven amo —me dice Helios sin cambiar la postura luego de haberlo perdido de vista unos segundos.
—Eres un libro abierto, Helios —apunto contando en mi interior para no perder la calma.
—No pienso utilizarlo, pero si le llego a interesar, no tengo molestias en ser su juguete mientras me use sin romperme —me responde sin dudarlo.
Termino de entrar a la habitación soltando el maletín sobre la cama y caminando hasta mi sirviente para tomarlo del cuello de la camisa.
—Jamás me vas a ver utilizando a alguien de esa manera, no soy esa clase de monstruo que hace sufrir a otros por mera diversión como Lyra —expongo lleno de rabia.
¿De verdad cree eso de mí?
—Conozco vuestra personalidad, no sería capaz de usar los métodos de su madre. Creo más que sería por cariño, porque su naturaleza humana demanda afecto —responde mirando mis ojos.
—Helios, ¿eso es lo que quieres para usarme? —le pregunto molesto.
—¿Quiere que le mienta, o que le diga la verdad? —dice sin inmutarse.
—La verdad —le exijo.
—Es humano, se puede enamorar, tener a un Roosevelt en nuestro mundo es considerado lo más alto —expone su sinceridad y a la vez me salva de creer que todo lo vivido estos días fue algo más allá de puro interés por sobrevivir.
Soy tonto, él es un muñeco, pero siento que creí que podría realmente tener a alguien cercano.
—Helios, no hagas nada por ambición. Ya tienes un lugar que hará que un Roosevelt te proteja. Irónicamente, eres mi amigo, al menos el único que me recuerda quién soy —digo soltando su camisa.
—Noto decepción en su mirada, joven amo —me dice Helios.
—Tranquilo, estoy feliz. Pude volver a sentir algo, aunque fuese un choque de realidad —le respondo.
—Yo no le fallaría, no le traicionaría, lo pondría en lo alto siempre que estemos juntos. ¿Cuál es el problema? —responde calmado y sin comprender.
—Qué harías lo mismo por cualquier Roosevelt que te haga mover la cola.
—No, los otros tres son un problema, sus personalidades activan mi instinto de supervivencia —me contesta sin dudarlo.
—Querías ser el juguete de mi madre —le replico.
—No, quería ver si la situación causaba celos en usted. Ya que de volver con vida realmente no le causaría nada malo. Parece que así es, siente celos —me dice sin dudarlo y recuerdo aquella vez que lo besé y me sentí vacío, no había despertado en mí nada.
—Ya lo intenté una vez contigo y no funcionó, no tientes a la suerte—respondo.
Me doy cuenta de que Helios es la única persona con la que puedo entablar una conversión sin levantar todo el tiempo una barrera. Con los años se ha vuelto lo más cercano que tengo a un confidente.
—Puedo seguirlo probando, quizás a largo plazo lo logre —dice pensativo llevando la mano a su mentón.
—No funciona así, eres un dilema, Helios —señalo y se me escapa una risa ante lo serio que se ve con esto.
—Lo estudiaré, tal vez encuentre como funciona —me responde.
—No salgas de mi cuarto. No hasta que vuelva. Haz lo que quieras referente a mi madre, lo dejaré a tu decisión. No te forzaré si eso quieres, pero si mueres será solo tu culpa, no voy a ser tu niñero —respondo.
—No iré con la señora Lyra, no me interesa, mi objetivo es usted.
Busco borrar esa absurda idea de su cabeza por lo que me acerco a él para besar sus labios. Son fríos y le siento intentando corresponder de forma torpe, algo que demuestra que su experiencia es poca. No sabe nada de esto, solo quizás lo que haya leído.
¿Quiere ganarse mi favor de esa manera?
Sus manos me rodean por la cintura apresando mi cuerpo. Las mías, en cambio, tienen su rostro atrapado por las majillas con rudeza. Para mi propia sorpresa, siento mi corazón acelerarse ante esto, realmente no esperé que lo hiciera. Lo que quería negarle me traiciona y reafirma más sus palabras.
Quería hacer esto y demostrarle que no tiene oportunidad; sin embargo, debe ser deseo sexual, sí, es lo mejor, yo no soy estúpido de querer a alguien así. Quiero seguir, pero me separo al sentir el roce de sus colmillos por la tentación de tenerme tan cerca.
—Suficiente —digo sin que él me libere.
—Pude sentir su pulso, joven amo —me dice él apoyando la cabeza en mi hombro para tener mejor cercanía a mi cuello besando la zona. No clava sus dientes, solo disfruta o sufre el latido de mi corazón con los labios mientras es tentado. Parece respetar mi anemia.
—Es normal, siento atracción por tu cuerpo, solo eso —respondo sin soltarme de sus brazos.
—Puede ser, por ahora es suficiente —levanta la cabeza para tener mi rostro de nuevo frente al suyo y vuelve a besarme.
Cierro los ojos y sigo el juego, caigo en su danza sin pensar en nada más. Quiero seguir por este camino que me recuerda lo carnal, lo humano. ¿Por qué detrás de todo se oculta alguien incapaz de siquiera desear realmente mi cuerpo ni mi alma? Solo quiere mi posición. Aparto mi rostro y me separo de su cuerpo quitando sus manos de mi cintura para mantenerme firme.
—Helios, yo no quiero esto. No cambies conmigo, pero no me arrastres a ese estúpido abismo donde me quieres hacer caer —respondo antes de besar sus labios de nuevo y él volver a abrazarme haciéndome saber que es reconfortante.
—¿Me va a condenar por algo que yo no pedí que hicieran conmigo? —me contesta luego de liberar mi boca y dejar besos en mi cuello.
Es cierto, Helios de entre todos los vampiros, no quiere serlo. Actúa solo con base en un viejo recuerdo que se grabó en la mente, pero desea recuperar su naturaleza humana fingiendo emociones. La mayor prueba de ello es su preciado cuaderno.
—Debo irme, Charlotte me está esperando —respondo y termino por apartarme de él para salir de la habitación lo más rápido que puedo.
—Joven amo, sus labios son cálidos —confiesa él haciendo que voltee a verle, sus manos rozan la zona.
Le veo sonreír, una sonrisa hermosa, pero falsa. ¡Sé que es falsa!
No, no, no, no, no puede tener esa influencia en mí. No puedo dejar que me manipule, lo está haciendo, soy consciente y no puedo caer en eso.
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