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Cap27: Volver a ser la presa

Veo a Rudolf marcharse y me quedo rodeada de extraños en este campamento. Mis ojos buscan la luz del sol que apenas se asoma entre los árboles, debe ser cerca de las siete de la mañana por los ángulos de los haces de luz.

Avanzo revisando con la mirada a las personas, prestando especial atención a las marcas que puedan tener en el cuello que disimulen algún signo del copo de nieve. Parece que medio campamento está maldito, de forma involuntaria o no, siguiendo las órdenes del culpable. Diuna pudo tener un motivo especial para lo que hizo, pero aun no encuentro la influencia de las marcas en ello.

Debo concentrarme para poder terminar todo antes de volver a mi cuerpo. Busco al tal Glaucous hasta encontrarlo amarrado con cuerdas a un árbol, aún está inconsciente. No me sirve hasta que despierte. Haré esto de noche, tal vez si le amenazo, no, mejor no, debo esperar a que todos estén ocupados para ello.

Me acerco al grupo de cinco mujeres que vi hace un rato cargando los animales, ahora los están deshuesando con cuchillos de piedra, demostrando más lo primitivos que pueden llegar a ser con sus armas.

—¿Puedo ayudar? —expongo.

—Tienes los brazos muy enclenques para hacer algo. Mejor no te metas en esto. Eres el remplazo de Diuna, ¿no? Sería malo que te lastimes —dice una joven de no más de quince años con cierto cinismo en su tono antes de reír.

—Tengo las capacidades suficientes para ocuparme de cortar carne, no es algo difícil —digo sin perder la calma para sentarme al lado de otra que se le ve más callada.

Todas me miran con recelo menos esa apartada, quizás la misma manada no la toma muy en cuenta. De ser así, será más fácil que se abra conmigo o cuente cosas que haya querido expresar y otros no le dejasen.

—Mira, esto es un truco, se hace así —le hablo a la apartada.

Tomo con cuidado la liebre que carga y hago los cortes necesarios con facilidad, conociendo las líneas que siguen cada musculo para que sea mucho más sencillo. Si lo haces separándolos por las juntas de los tendones las dagas se deslizan sin resistencia, lo que compromete la movilidad del miembro en otras situaciones. A los cadáveres no les importa, así que a mí tampoco.

—Oh, gracias. —dice ella sonriendo levemente para proceder a replicar lo aprendido en otro de los cuerpos de los animales. Va a abrir la boca, pero se detiene.

—Puedes hablar, la extraña soy yo —respondo fuera de mí, pero perfectamente dentro de la personalidad de esta Daniela.

—Es solo que...sus cabellos blancos. Me recuerdan a los Roosevelt, los verdugos —explica ella y una señora mayor del grupo la observa con severidad, cosa que hace que cierre la boca.

—Se parece, pero el mío se ha tornado blanco por el estrés. Verás, tuve tanto que terminó por volverse blanco por las canas —digo aprovechándome de su ignorancia.

—Son malvados. Esos monstruos mataron a mi padre —responde la chica que se burló de mí al llegar.

—Sí, ellos son monstruos —expongo conteniendo la risa internamente—. Me gusta bastante Rudolf, pero me preocupa que solo tenga cabeza para la señorita Diuna.

Realmente nos odian y eso que tratamos de mantenerlos a salvo. No estoy completamente de acuerdo con los medios que usamos a pesar de su efectividad demostrada. También, ya me acostumbré y crecí en ello. No puedo dejar que circulen los que se atreven a perturbar la paz ilusoria que existe, bajo ninguna justificación.

—Diuna era una mujer respetada en esta manada —contesta la anciana de antes para levantarse insultada y marcharse—. Es irremplazable, conoce tu lugar, humana.

—No te preocupes, no creo que él te vea como ella, tú estás por debajo en muchos sentidos —responde otra de las féminas del círculo, una con el pelo marrón, prácticamente sin cabello y con el rostro marcado por garras.

—¿Es así? Bueno, solo tendré que poner mucho esfuerzo. —Les cortaría la lengua ahora, pero sería arruinar la misión, qué manada de brutos—. ¿Podrían hablarme de ella? Solo he escuchado cosas buenas y grandes.

—Siempre estaba a la cabeza de todo, las cacerías, las decisiones. Incluso cuando había alguna riña, ella la detenía. Era el alma de la manada —dice la joven triste y apartada a la que ayudé—. A pesar de todo lo que hizo su padre

—Kara, cállate —ordena la de poco pelo.

—No se busque un problema por mi culpa, señorita Kara —le respondo a la apartada y sigo desollando al conejo.

¿Algo del padre de Diuna?

Interesante

—Los temas de la manada deben ser tratados por la manada, una extraña no tiene derecho a meterse —gruñe la agresiva que regañó a Kara.

—El padre de Diuna atacó a Rudolf y lo intentó matar cuando niño —digo sin dudarlo. Todas me miran con cierta molestia, no niegan, solo muestran sus colmillos, no dicen nada más. Yo, en cambio, me levanto de mi asiento—. Mi error, debo estar diciendo incoherencias.

No me atacan por el simple hecho de parecer la protegida de Rudolf, pero no me soportan. Sin ser un real vampiro, mi naturaleza por crianza hace que no pueda sentirme cómoda entre estas personas, tengo deseos de enseñarles su lugar. Mientras me volteo para irme, la chica, Kara, toma mi muñeca y me detiene.

—Espera, no siempre son así, dales tiempo —me comenta un poco más calmada, lejos de las adultas.

—No me molesta, es normal. Siempre han sido territoriales —expongo tornándome hacia ella.

—Soy Kara, aunque ya debes de saberlo, ¿y tú? —Me invade la chica, esta no tiene signos de copos en su cuerpo, al menos no a simple vista.

—Soy Daniela, no te preocupes por pensar que hablarán de más. Ya Rudolf me dijo todo sobre Diuna y su familia, solo tenía algo de celos —respondo de la mejor forma que sé, llenando mi discurso de mentiras.

—Perdón, no hables mucho de ello. Rudolf impuso como ley no hablar del tema. Al final ni Diuna ni él tienen la culpa. Era cosa de su padre y desacuerdos con el viejo líder —responde ahora dando pasos a mi alrededor—. Entonces, ¿ahora eres parte de la familia?

—Supongo que sí. —Al menos dos días como mucho.

—Te puedo presentar a algunos del campamento, al menos los que apoyan al jefe, con ellos no debes de tener problemas —sus mejillas se invaden de un rosa puro al mencionar su nombre.

—Vamos entonces, aunque preferiría ir al bosque a buscarle. Puede estar en peligro. Salió a cazar a los ghouls él solo —digo mirando a la salida por la que se fue.

—¿Sí? Eso sería un problema, él no puede morir —explica la pequeña Kara mientras cubre su rostro, cosa que no deja ver sus ojos grandes llenos de curiosidad y labios gruesos. Tiene una cicatriz en la mejilla, todos acá parecen tener cicatrices.

—Vamos, podemos ir las dos o buscar a más personas —comento tomando sus manos, dejándome ver preocupada por su jefe.

—Buscaré a los demás, espera aquí, así podremos hacer las cosas bien —dice ella tratando de calmarme antes de irse a buscar al resto.

Yo la observo marchar, levanto ligeramente las comisuras de los labios pensando en mi plan previamente calculado. Adoro los espectáculos. Rudolf, voy a poner una gran corona en tu cabeza, al menos en este bosque. Entonces, ¿fue tu padre el que asesinó al de Diuna o al revés? Qué curioso.

Me adentro en el bosque junto con otras seis personas, entre ellas Kara. El grupo busca a su líder por el olor, son perfectos rastreadores. Avanzamos con prisa por el lugar hasta que llega un punto en que se echan a correr y yo me quedo rezagada, perdiéndoles de vista. Malditos, solo Kara se queda y me ayuda a llegar hasta el área.

Esta chica merece una recompensa, es un buen perro.

—Diosa, está loco. Estos últimos días ha habido muchos ghouls en el bosque, eso tiene que ser cosa de los malditos Roosevelt. Pueden querer matarlo —dice la loba entre preocupaciones.

Los Roosevelt no recurren a métodos llamativos para un asesinato. El mejor crimen es el que no se investiga o tiene ya un claro culpable. Tampoco acabaríamos con la vida de Rudolf solo por ser fuerte en sus dominios si no se nos va de las manos.

—Espero que esté bien, él es muy fuerte. Me salvó en la noche de ellos, así que debería estar bien —digo agitada logrando llegar donde los demás lobos.

Están todos parados entre la maleza mirando una escena bastante llamativa. El suelo se encuentra lleno de sangre y carne mezclada con viseras por todos lados. Son partes de esos seres creados por vampiros impuros. Hay más de ocho cadáveres de ghouls en el césped. En el centro está Rudolf sosteniendo el aliento. Su boca se muestra llena de sangre y sus manos también, el sudor corre por su piel y mantiene su posición.

El público observa a su Rey, ese capaz de deshacerse de tantas criaturas sin una sola herida.

—Vaya, esto es incluso más sorprendente que traer un animal enorme en la mayoría de edad —digo rompiendo el silencio, una sonrisa amable se posa en mis labios, una venenosa que consigue mi pequeño objetivo, darle la mejor bestia posible para esta prueba.

—Deben quedar más, huyeron —dice Rudolf, caminando hacia nosotros, está agitado, pero ileso.

Kara se ruboriza en su totalidad y se arrodilla ante él reconociéndolo como el líder de su grupo.

—Jefe, es usted magnífico —expresa ella y el resto, los otros cinco miembros también se arrodillan ante su Alfa.

—Jefe, no necesita superarla prueba de mayoría de edad. Ya usted lo pasó, no debería participar —comenta Bruno sin dudar y esta vez con más energía.

También está arrodillado. Sabe lo peligroso de dejar a una persona solitaria en el bosque, con esto también se puede retrasar el examen de los demás críos sin ponerlos en peligro.

—Rudolf, eres muy fuerte —expongo.

Observo los cadáveres en el suelo, uno de ellos me mira para estirar su mano hasta mí en su último aliento, pero la deja caer. Este tiene un signo de un copo de nieve en el lateral del cuello.

Extraño, no es mío.

¿Es tan obvio? Los que no lo tienen las marcas son los que obedecen a Helios. Le pedí que me dejara unos cuantos para mezclarlos en el bosque entre los reales. Necesitaba establecer y asegurar el poder de Rudolf. Con esto algunos le verán como un verdadero Alfa, y no uno por herencia. Aunque ahora sé que le robo el poder al padre de Diuna, al menos el padre de este lo hizo, podría ser el motivo por el que la reconocen mayormente a ella como la líder.

Los ojos de Rudolf me recorren el rostro hasta que se posan en el vacío a mi espalda, cosa que hace que avance al frente pasando por mi lateral. Siento como algo salpica mi espalda en el proceso.

Rudolf está sobre un ghoul en el suelo, lo eliminó como si nada con un ágil movimiento atacando su corazón. Tal como le indiqué, junto a una mordida en su cuello para arrancar su cabeza. Estoy tranquila, sin embargo, Helios les ordenó que no debían atacar, solo simular hacerlo.

Lo observo bien, observo bien el cadáver antes de que se desvanezca. Este tiene también un copo de nieve como marca, no es de los de mi sirviente. ¿No se supone que los ghouls reales no habían atacado el campamento?

—¿Daniela, por qué te están buscando los ghouls? —me dice Rudolf en un tono molesto y fuerte.

—¿A mí? —expongo sin entender esta vez.

—Chicos, lleven los cadáveres al campamento —ordena Rudolf y todos se van sin rechistar, al menos pronto correrá la voz.

—No sé de qué estás hablando—digo sin borrar la imagen en mi mente de ese ghoul con ese símbolo.

—Los otros no parecían atacar realmente. Este se acercó con sigilo por tu espalda, parecía querer matarte a ti. Si ninguno atacó a los del campamento, entonces... —comenta Rudolf.

Trato de buscar sentido a las palabras que está soltando el lobo.

—Quieren acabar con los Roosevelt —respondo apretando mis dientes, ignorando a Rudolf.

Trajeron a la iglesia para eliminarnos.

—¿De qué hablas? —Rudolf se me acerca.

Termino por correr hacia el interior del bosque, lo hago a toda velocidad y justo en ese momento cae de un árbol un ghoul frente a mí, está evitando los lugares por los que se escurre el sol entre las hojas con sus pasos acechantes.

—Así que es eso. Están cazándome. —Me retiro hacia atrás para esquivar un zarpazo que lanza hacia mí con sus deformadas manos.

Hace un gruñido bastante fuerte antes de caer sobre mi cuerpo. Hago toda la fuerza que puedo para sacarlo, pero se me hace difícil. Recojo mis piernas y las uso como muelle para quitármelo de arriba con toda la fuerza que puedo ejercer. Lo logro y noto una ligera grieta en mi muslo, maldito cuerpo de arcilla.

—¿Así que es esto? —comento apartando de mi frente el cabello blanco y largo que poseo—. Solo puede ser esta su orden, el blanco de mi pelo el que los hace elegirme de objetivo.

Viene otro desde el lateral con el signo del copo en la frente, pero en lugar de impactar conmigo, lo hace con Rudolf. Este logra matarle, ataca certeramente al pecho para reventar su pútrido corazón. Luego se deshace del otro con extrema facilidad.

—¡Daniela!, ¿estás bien? —me pregunta Rudolf ayudándome a levantar.

—Puedes dejar que hagan el examen, no los van a atacar —respondo ya de pie rechazando su mano.

Estoy molesto y excitado

¿Quién eres? Es verdad, podría ser cualquiera, pero tienes mucho valor para ponerte en contra de los Roosevelt.

—Volvamos al campamento, este sitio no es seguro para ti —responde Rudolf cargándome cual saco de papas de nuevo y retomando el camino a la base.

—Lo lograste. Ahora te van a respetar y te seguirán, te verán como un gran alfa —digo mirando los alrededores, puedo ver como alguien nos observaba. Estaba vestido de negro, se metió tras de un árbol de la forma más rápida que pudo.

—De a poco lograré ganarme a mi gente, va a ser así, daré lo mejor, Daniela. Pero por ahora tú no tienes permitido salir del campamento —responde Rudolf.

Justo en ese momento Rudolf se lanza al costado, cayendo ambos por el suelo rodando hasta chocar con un tronco.

—¿Eres idiota? —respondo recobrando el sentido, pero solo veo un árbol totalmente arrancado de raíz, y con la madera tallada, sin hojas, clavado justo donde estábamos.

—¡Volvamos, ya! —grita él.

Se levanta para seguir en carrera conmigo. No sé dispone a pelear, supongo que no quiere arriesgar mi vida.

—No, ni se te ocurra volver al campamento si no quieres poner en peligro a los demás. Corre —ordeno y siento la risa de una mujer en la distancia.

—¡Dios los expulsará de estas tierras! —grita desde la distancia una voz femenina y desconocida sin dejarse ver—. Malditos seres demoniacos...

¡¿Qué bestia es capaz de arrancar un árbol de raíz?! No, eso definitivamente no fue un ghoul, además, ellos no hablan.

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