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Cap26.1: El Rey solitario

Observo al hombre acercarse a Rudolf, enorme y lleno de confianza sobre su victoria aparentemente asegurada por sus notable fuerza corporal. He de suponer que no ha habido un enfrentamiento directo donde él pueda demostrar su verdadero poder, por lo que este atrevimiento podría ser por ello, una forma de reclamar el poder por primera vez tras la pérdida de Diuna. Aquí mantienen el mando por la fuerza y sí, él es un alfa, pero no deja de ser en extremo joven para el cargo, así que cosas como esta pasarían inevitablemente.

—Te reto a un combate, si yo gano seré el nuevo líder —expone el grandullón antes de dejar una sonrisa cínica en su rostro y agrega con desdén—. No pretendo ofrecerte nada por tu victoria porque sé que no ganarás.

—No esperé que hicieras esto, Glaucous —dice Rudolf con cierta decepción mezclada con dolor en sus palabras.

Sin embargo, no pierde el tiempo, vuelve sus extremidades las de una bestia peluda, sus orejas se levantan y sus ojos se afilan. Por desgracia es menos imponente que Diuna, ella era un alma creada para intimidar con su simple presencia y osadía, y en estos lares son características que se aprecian pues con ellas disuades cualquier intento de rebeldía.

—Si él gana, tú tendrás que arrodillarte ante Rudolf y reconocer públicamente su fuerza para dirigir esta manada —intervengo aun estando al lado del que considero un niño aún.

—Esta humana parece tener más huevos que tú Rudolf, pero está bien, acepto, de cualquier manera este debilucho no va a ganar y tu morirás a penas te quedes sin su débil protección —comenta el hombre para adoptar su forma de bestia, similar a la de Rudolf, aunque con las características licántropas mucho más acentuadas, como su cabeza que adopta una forma totalmente lupina y sus músculos que aumentan en fuerza y tamaño—. Rudolf es incapaz de transformar su cuerpo de esa manera y eso ya es un motivo de vergüenza para los suyos.

Supuse que habría enemigos que vinieran a por mí o provocaciones directas al llegar, pero no esperaba encontrarme en medio de un enfrentamiento por el poder. Si no se habían revelado hasta que se fue Diuna, manejo dos opciones. Una muy dulce y la otra cruel.

La dulce es que Diuna lo protegía de todos estos altercados evitando que él fuese capaz de verse envuelto realmente en el problema. La cruel sería que Diuna le protegía para que él no tuviese la oportunidad de mostrar su potencial y ella sí, así tendría a todos de su lado al haber demostrado su poderío antes que el líder elegido.

El problema real son las marcas de copos de nieve, llegó un punto en que otro ser metió sus manos en esto y la loba pudo notarlo, quizás ese ser quiera apoderarse de la manada, pero, ¿por qué matar a Rudolf para salvarla? Me faltan demasiadas piezas en este rompecabezas tan desordenado y ninguna respuesta.

Los dos hombres se apartan al centro del terreno mientras la multitud se coloca en un círculo a su alrededor dando vítores de emoción y algunos insultos al retador. Realmente necesito que Rudolf gane o mi cuerpo será destruido. No lo conozco lo suficiente como para saber si ganará, así que comienzo a deslizar la vista por mi entorno de forma disimulada, buscando lo que sea que pueda serme útil para ayudarle.

—Confía en mí. —Dibuja Rudolf con los labios volteando a verme, intuyo que realmente no es solo para mí, sino para Diuna—. Te demostraré que he crecido.

¿Cómo decirle que dejar mi futuro en manos de extraños no es parte de mi plan? Suena bastante confiado, aun así, debo tener un plan B por si esto acabase mal y deba intervenir para salvar a Rudolf. Aunque si me delato y toda la manada se me echa encima no tendré la menor oportunidad.

—¡Confiaré en ti! —digo en voz alta y con una autoridad que suelo tener en mi tono, si lo necesitas, evocaré el recuerdo de ella para que no te dejes pisar.

Fuese verdad o mentira, es estúpido que crea que alguien que le acaba de conocer confiará en él. Lo interesante es que debe haber vivido sin muchos en los que realmente pueda apoyarse sin que acaben siendo traidores.

Glaucous comienza la pelea lanzándose sin piedad sobre Rudolf con las garras totalmente al descubierto y listo para morderle con su hocico convertido en el de un lobo.

Rudolf soporta el impacto inicial sosteniendo a su vez las garras de su oponente con las suyas, quedando uno ejerciendo fuerza sobre el otro, puedo ver cómo los pies de él ceden un poco ante la presión haciendo que se doblen las rodillas unos grados, insignificante. Los colmillos en su boca son apretados con presión por la fuerza que está haciendo, mientras que su contrincante no parece estar haciendo el mínimo esfuerzo, aun y tiene tiempo de reír.

Tengo que pensar en algo, o va a acabar muerto

Rudolf por su parte disminuye la fuerza y se escapa por el costado, haciendo que Glaucous muerda el piso por la fuerza que hacía.

Al menos sabe hacer algo.

—Confía en mí, Daniela... —dice sin quitar la vista de su oponente.

—Sobrevive o moriremos juntos —alimentar su idea no está mal, ya que piensa que moriré como su prima si no gana ahora. No tengo gustos retorcidos, pero Lyra disfrutaría esto—. ¡Demuéstrale por qué eres el líder de la manada!

Ese tipo de frases me hacen vomitar, pero para alguien que pelea con el vigor de un licántropo deben ser motivadoras. También que heredó la manada por su padre. ¿Cómo llegó a manos de Diuna entonces en el pasado? La respuesta más probable debe ser: por su línea sucesoria, pero algo no encaja. Necesito aclarar varias cosas y necesito que este estúpido sobreviva.

Me aparto de la multitud para levantar suavemente mi falda y sacar un objeto tubular pequeño, a modo de pitillo. Con esto observo la pelea transcurrir. Si algo sale mal, solo debo apuntar disimuladamente a un punto del mastodonte para que caiga rendido por el sedante. Cierto es que el sedante podría llegar a matarlo, pues cargué suficiente como para dormir a un elefante.

Glaucous camina confiado hacia Rudolf marcando pasos estruendosos en el suelo sin sentirse siquiera intimidado. Continúa por lanzar un zarpazo de forma diagonal hacia el joven.

—No huyas, cobarde—dice el viejo.

Rudolf corresponde yéndose por el lateral, esquivando el zarpazo. Más que asustado se le ve concentrado.

Glaucous regresa el golpe con la otra mano de la misma forma. Carga su golpe durante un par de segundos, se expone demasiado, son cosas que pasan cuando luchas con excesiva confianza. Hasta con mi cuerpo real podría ganarle si comete tales descuidos.

¿Rudolf sabrá aprovechar eso?

Cuando el segundo zarpazo viene al joven lobo, este se escabulle por el lateral, dejando un arañazo de sus garras en el costado de Glaucous. Bastante bien, pero mal hecho, tu golpe debía ser decisivo pero no lo fue, dejaste ver que podías responder y ahora tu rival estará más atento, me decepcionas.

Observo la pelea cruzando las manos, soy la única en silencio al lado de todos estos gritones que solo aúllan para avivar la pelea por la emoción. Los bandos están divididos de forma clara por las palabras que lanzan, algo que me ayuda a identificar bien a algunos. Esto podría hasta ser beneficioso para encontrar a los traidores.

—Maldito, pero eso no es nada, solo me hizo cosquillas —responde Glaucous y se voltea para tener a su oponente de frente, algo que no sucede porque Rudolf no aparece en su campo de visión. Incluso regresa la vista al otro lado, pero no hay nada.

Yo solo observo curioso todo el acto. No es mi estilo, pero no dejo de apreciarlo como interesante.

—¿Dónde estás? ¡Cobarde! —grita Glaucous.

Rudolf cae sobre los hombros del viejo para hacer una llave con las dos piernas haciendo que el oxígeno no llegue al cerebro de su rival por la presión de sus pantorrillas y muslos contra el cuello.

Con el torso se impulsa hacia detrás para caer, lo que lleva a que ambos lleguen de espaldas al suelo. Las manos de Glaucous buscan zafar a su agresor tratando de desgarrarle los músculos de las pantorrillas, pero las manos de Rudolf le detienen y entorpecen al tomarlo por las muñecas, solo logra clavarlas sin ser lo suficiente para representar un peligro antes de ser retiradas.

Desde el público veo cómo otro se dispone a intervenir, así que gasto mi proyectil en él. Cosa que le hace caer al suelo, posiblemente muerto pues las venas alrededor de la zona de impacto rápidamente se tornan de un color morado oscuro. Una mezcla de un potente sedante con acónito, así evito que tenga una mínima oportunidad.

Los ojos de Glaucous se van poniendo blancos. Así, termina perdiendo la consciencia, justo en ese punto, Rudolf lo suelta. De dejarlo un poco más pudo haber matado al traidor, una lástima, lo correcto era acabar con las ratas

—Glaucous, espero que con esto puedas cambiar de idea —dice Rudolf y algunos piden que lo maten, otros están callados ante su piedad.

Mis ojos lo buscan y él me mira, evito decir nada, realmente mi consejo sería que lo matará. De esta forma sería un problema menos, aunque necesito a Glaucous para investigar.

"No es necesario matarlo, aunque es el castigo más común por traición, pero no el único, también se suele expulsar de la manada a los traidores luego claro de romper todos sus colmillos y dejarles desprovistos de sus garras. Siendo como son animales que viven en manadas la expulsión es casi similar a la misma muerte. También podría sacarle los ojos o verter cloro en su nariz acompañado de algún ácido más fuerte para hacerle perder el olfato para siempre. Aunque a decir verdad eso último parece un castigo más propio de otras criaturas", esto pienso, en cambio, respondo con compasión.

—Ya mostró su capacidad al vencerlo de forma limpia y clara, una derrota aplastante. En cambio, vuestro pueblo pide un castigo y de no darlo ellos le tendrán por débil, su autoridad se verá comprometida y casos como este podrían repetirse con más frecuencia en el futuro —digo cerca del oído de Rudolf, una vez llego a él, junto al caído.

—¿Qué debería hacer? —me pregunta él, dudoso, en un susurro.

—Expúlsalo de la manada —indico solo para él—. Es más misericordioso que ejecutarle

Rudolf me mira, con sus pupilas y cuerpo vueltos a su estado natural. Los demás cuchichean sobre nuestra cercanía.

—Lo pensaré, mañana daré una respuesta. Por hoy amárrenle, tengo cosas que hacer —sentencia para tomarme de la muñeca con fuerza haciéndome salir de ahí.

Necesito capturar a ese hombre derrotado, podría ser una buena fuente de información. Rudolf me lleva consigo hasta una carpa techada con los cueros de distintos animales, hecha además con palos y algunas rocas. Todo en extremo tribal y sin nada de lujos.

—Con esto estaremos a salvo. No te hicieron nada mientras peleaba, ¿verdad? —me comenta él con preocupación, revisando mi cuerpo.

—No, no pasó nada. Nadie me tocó, solo sentí que me miraban. Debo decir que esperaba menos de ti —respondo con sorna y sinceridad tras notar que no tiene heridas.

—Diuna me enseñó a pelear de niños, lo que aún no soy capaz de controlar mi transformación, pero sí soy suficientemente veloz —me comenta dejándose caer en una manta en el suelo.

—A menudo hablas de ella. Debió ser importante para ti —le digo.

Me siento al frente, ¿creo que debería empatizar? No creo tener alguien a quien pueda decirle así, que siempre haya estado para mí. Me preocupa más el hecho de que esa loba realmente le ayudase, porque no me deja entender entonces por qué quería asesinarlo.


Mi mente se va a Helios cuando imagino a alguien que realmente sea mi mano derecha, la cual cumpla al pie de la letra lo que pido y necesito. No es un secreto que no siempre fue así, pues estuvo un tiempo siendo controlado por el conde y aunque lo desee, es un vampiro creado por Lyra, si ella le pide que se decapite a sí mismo o a mí, no tiene como negarse al ser ella su creadora.

—Lo es, tú eres lista. Dijiste que podías ayudar. ¿Qué hago? Necesito lograr que todos se unan de nuevo y no parece que ejerza influencia sobre ellos, no la necesaria. No lo dije, pero Diuna merecía mandar acá, no yo —me responde apretando las garras en el suelo.

¿Qué le preocupa? Se debe sentir inferior respecto a ella y llegó a verla como su real líder.

—Discutir quién lo merece o no, es estúpido, trata de hacer las cosas bien si son tu responsabilidad, aceptan tu papel. ¿Por qué crees que ella lo haría mejor? —digo parándome frente a él.

—Olvida eso, ya a estas alturas da igual. Están muertos —me responde mirándome y jalando mi muñeca para hacerme sentar sobre sus piernas—. La Diosa Luna te mandó a mí, lo importante es que no te pase nada malo.

—Deja de tocar mi cuerpo cuando te apetece, no es de mi agrado —respondo tratando de zafarme, pero sus manos me envuelven por la cintura y apoya la cabeza en mi hombro.

Él no responde nada, se queda así en silencio mientras entierra la cabeza en el sitio. No parece querer nada más allá de un abrazo. No parece querer nada más que alguien a quien proteger para ocupar su mente.

—Sí, vine a ello, a ayudarte —comento.

Ayudarlo es igual a ayudarme, necesito saber quiénes son los que quieren sacarte del medio y el porqué.

—No quiero que me ayudes poniéndote al frente. Esta vez yo cuidaré, yo te cuidaré —responde sin levantar la cabeza, su voz sale algo apagada.

—¿Quién era el ese al que enfrentaste? Parece que te...decepcionó su desafío —le respondo.

—Era el mejor amigo de mi tío, el padre de Diuna. Él ha estado así desde que Diuna murió. ¿Sabes? Muchos la apoyaban, debo dar lo mejor de mí para poder llenar el vacío que ella dejó. Debo ser un buen líder —responde dejándome libre, por lo que me volteo hacia él para verle a los ojos, le obligo a levantar la mirada, tomando su mentón, y verme.

—Lo primero es que un buen rey no puede ser ingenuo —sentencio.

—¿Rey? —responde dudoso.

—Rudolf, los lobos siempre han controlado el bosque de Narciso. Si eres el rey de los lobos del territorio, entonces por consecuencia —explico mientras puedo ver mi sonrisa cínica reflejarse en sus pupilas—: eres el rey de los salvajes del área.

—No creo poder... —responde el rey solitario.

—Lo harás, yo haré que esa corona se llene de brillo —comento llevando mis labios a su oído como un demonio que quiere llevarse la inocencia de su contratista para arrastrarlo a la perdición—. Seré tu mano derecha. Yo Lew...digo, Daniela, haré que todos se arrodillen ante ti.

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