Cap22: Atrapada
El ambiente está calmado y lleno del verde de los arbustos que nos rodean, se puede decir que se siente de alguna forma refrescante para los humanos. Veo una mariposa aletear sobre la cabeza de Oliver, para posarse en una flor. Es todo tan brillante y perfecto que llega a repugnarme. Desgraciadamente, es mejor que mi personalidad se torne de esta manera.
—Victoria, ¿cuándo te irías? —comenta Oliver.
Admito que se ha vuelto apuesto estos años, es una figura masculina y que deja notar su poder. Sin embargo, le falta algo, es muy humano y amable, a veces se me hace idiota. Es peor de entender que Lewis cuando niño. Lo traduzco como debilidad.
—Mañana debo irme, estaré un tiempo fuera de casa. No sé exactamente cuándo regrese, quien planea eso es mi padre—respondo.
Poso la taza de té sobre mis labios y sorbo un poco. La coloco sobre la mesa de cristal con adornos de hierro en sus patas simulando mariposas, y le dejo ver una ligera sonrisa, una algo tierna e inocente como todo lo que no soy.
—La capital, ¿eh?, Espero que todo salga bien. Victoria, si se completa el compromiso, déjame ir contigo —dice él de la nada, pero con total seriedad.
Impulsivo, fácil de manipular y demasiado noble. No encaja para nada con nuestra familia llena de sanguijuelas que desangran lentamente a sus presas con total paciencia, así al menos son los hombres de nuestra estirpe. Mi madre y yo posiblemente seamos más parecidas a las mariposas, seres hermosos y frágiles hasta que descubres que comen tu carne cuando se posan en tu rostro.
—Oliver, no puede hacer eso. Mínimo tendría que ser usted un caballero del palacio o jurar lealtad a nuestra familia —comento educadamente.
—Encontraré la forma, si debe ser así, lo haré —expresa de forma firme, está determinado a ir a donde vaya. Hermoso, estúpido y conveniente.
—Si lo logra, aceptaré qué me acompañe —digo de forma serena y acomodando el cabello detrás de mi oreja con delicadeza haciéndome ver más femenina y adorable para él.
—Entonces lo lograré, si parte mañana lo lograré a tiempo igual —indica para mirar a los ojos de Bunny, está parado al lado mío.
Aún no sé cuál es el poder de Oliver, parece un secreto bien guardado por su familia, pero sé que supera al conde por mucho, siendo un prodigio dentro de su propio aquelarre de brujos.
Voy a responderle cuando veo a Lewis caminar junto a la ciega del demonio y Helios a su lado. Su mirada es seria y se dirige hacia dentro de la mansión. Ya regresó entonces, por fin, imbécil de pacotilla. No es normal que se demore tanto en una misión. Siento mis mejillas arder un poco, por lo que respiro profundo para calmarme. Odio que ese sentimiento se de forma tan involuntaria, quiero morderlo hasta saciarme y que me ruegue ser el centro de mi atención.
En ese momento su mirada se cruza con la mía haciendo que sus pasos se detengan. Mira a Oliver sentado frente a mí y parece ser lo que roba su atención. ¿Celos? Oh, ¿debo explicarle que no me interesa? No creo.
Sus pasos vienen ahora hacia mí, no puedo dejar de escuchar los latidos acelerados en mi pecho. Cómo odio esto, lo odio, asqueroso humano.
—Victoria. —Llega la voz de Lewis a mis oídos.
—Lewis, pensé que no regresarías hasta graduarte. —Me gustaría molestarlo, pero debo mantener una imagen amable delante de Oliver—. Me alegra que estés bien, hermanito.
Su mirada se torna extrañada y busca a Oliver. Ahora que lo pienso, ellos nunca han hablado personalmente. Aun así, soy consciente de que no parecen tener la mejor de las relaciones.
—Joven Roosevelt, un gusto conocerle. —Le saluda con una reverencia el brujo.
—Igualmente, joven Walker —comenta Lewis con cierto recelo hacia él, mantiene esa mirada que le lanza a sus enemigos.
Siento el ambiente tenso, como si pudiese cortarlo con una tijera, por lo que me levanto de mi asiento dejando ver mi hermoso vestido negro con encajes y mariposas en rojo adornándolo.
—Lewis, ¿a qué se debe su visita a la mansión Walker? —le pregunto, quedando a un metro de él.
—Tengo asuntos que atender con el conde Walker, luego los hablaré contigo, hermana. Cuando salga irás a la mansión conmigo. Es importante —sentencia para no hacer más reparo en mí y marcharse dejándome a solas con Bunny y Oliver.
Me quedo observando a mi hermano marchar y aprieto fuertemente mi mandíbula antes de sonreír. Imbécil, tanto tiempo sin vernos y solo me dedica esas palabras.
Te mataré.
—Victoria —me llama Oliver— Vuestra boca está sangrando.
—¿Eh? —Me llevo los dedos para ver una línea de sangre que dejó mi colmillo—. Parece que me hice un poco de daño, no es nada de qué preocuparse.
Observa a Bunny un momento, pero se adelanta hasta mí para limpiar con un pañuelo de seda mi herida, recoge la sangre y me lo entrega. Sabe que jamás dejaría a un brujo conservar mi sangre,
"No me gusta que me toquen, asco. Solo Lewis puede; invasivo, no tienen derecho a acercarse a mí." Eso me digo en mi cabeza y estoy segura de que se lo dejan ver mis ojos, aun así lo hace.
—Mereces más atención que esa, Victoria —me dice Oliver mirando mis ojos con una sonrisa amable, digna de su bondad.
—Oliver, nunca vuelvas a decir eso —comento imitando su expresión desde mi más extrema ira disimulada. No, esta no soy yo.
Quiero degollarlo.
¿Por qué me mira con tanta preocupación y hace todo eso que desearía que hiciera Lewis?
—Señorita, se le enfriará el té —son las primeras palabras que pronuncia Bunny, lo que me hace encontrar la excusa perfecta para poner de nuevo una mesa entre nosotros.
Oliver se pasa el día conmigo, hay pocas veces en las que realmente me río de las cosas que dice, pero solo eso. Mantengo nuestra distancia de forma prudente, no quiero crear malos entendidos.
Puedo afirmarlo, le gusta, le gusta la Victoria que cree para la sociedad y nuestros enemigos.
Oliver es extraño y desde que le conozco me ha regañado abiertamente sobre los asesinatos y torturas, al principio pensé que no tenían nada de malo, pero ya comprendo que para los demás es inaudito. Solo tuve que aprender a esconder que lo hacía sin dejar por ello de realizarlos. Tampoco es tan necesario sin un motivo, pero este brujo me altera con su amabilidad excesiva.
—Victoria —comenta Lewis trayéndome a la realidad junto a un accidente en el terreno que causa que el carruaje se estremezca.
—¿Qué sucede? —respondo dejando de observar el paisaje y ahora mirando los ojos de mi hermano. Al hacerlo de forma más detallada puedo ver que las ojeras son visibles bajo sus ojos.
—Evita salir de casa un tiempo —comenta como si nada, se le ve más calmado que cuando llegó.
—¿Por qué? De cualquier manera mañana me voy —le digo conteniendo la ira en mi interior.
—¿Irte? Está bien. —Le escucho decir.
—No te hagas el estúpido, padre me comentó que ya sabías. Aceptaste fácilmente romper nuestro compromiso y alejarme de ti como una basura. —Escupo las palabras dejando ver los colmillos.
En este momento me alegra que ni Helios ni la ciega vengan con nosotros, se fueron en mi carruaje con Bunny. No quiero tener que mostrar mis pensamientos delante de esas basuras inútiles.
—No di el permiso, Victoria. Le dije al duque Roosevelt que hiciera lo que tú quisieras. Entonces aceptaste —dice Lewis.
Su gélida mirada, esos ojos que parecen los de un juez que busca el menor de los motivos o justificaciones para cortar tu cabeza con solo una palabra incorrecta, se posan en los míos llenos de inconformidades con su resolución ante lo que realmente deseaba. Quería que objetases y negases a dejarme ir, maldito.
Dejo ver una sonrisa cínica en mi rostro, esa que me sale cada vez que alguien se acerca a mí y deseo pisotearle.
—Confía en mí, Lewis, nos daré este reino. No solo será Narciso. Nos daré Axtrinia a los Roosevelt —le comento con calma dejando ver el rojo en mi mirada recordándole el poder que no posee.
Lewis me observa en silencio, creo que no se esperaba eso, creo que no lo...
—Haz lo que quieras —sentencia interrumpiendo mi pensamiento, tirando mi esfuerzo al suelo.
—Lewis, tú eres imbécil —digo molesta tomándolo por el cuello de la camisa para levantarlo en peso ya perdiendo la poca paciencia que poseo.
Siento el frío de su mirada recorrer mi cuerpo a la par que mi ira y molestia. No, me niego a admitir que esperaba que me detuviera.
¿Solo yo lucho por unirnos en matrimonio y respetar la tradición familiar?
—¿Victoria? —Le escucho decir en voz baja.
—¿¡Qué!? —grito molesta.
—Estás llorando —dice él.
Suelto su cuello y llevo las manos a mis mejillas para sentir las lágrimas correr. No...no lloraba desde bebé. Qué odio ¡Qué odio! Lewis, no quiero que tengas tanto control sobre mis emociones.
—Tú no has visto esto, y si le cuentas a alguien, te mato —digo para sentarme de vuelta a mi lugar.
—Pronto lo entenderás, pero es mejor que te vayas, Victoria —dice Lewis sin dejarme entender a qué se refiere.
—Cállate, escoria —sentencio.
Devuelvo mi atención al paisaje, secando mi rostro, así es hasta que él se cambia de asiento, hacia el lado mío, y toma mi mano el resto del viaje entrelazando los dedos.
Nada más llegar a la mansión, ambos somos citados por padre a su despacho principal. Algo sumamente raro y que jamás ha pasado. El sitio es bastante amplio y posee una gran oscuridad dado la poca luz del Sol que entra a la habitación. Los muebles son de un verde esmeralda y los barnices en café. Todo tiene un ambiente frío, lo cual es acogedor para nuestros habituales estándares.
—Imagino que Lyra y Lewis deben de ser conocedores del motivo por el cual los reclamo hoy —sentencia nuestro padre desde su puesto en uno de los butacones sirviendo una copa de whisky de la mejor calidad.
Mi madre está en otro asiento, deslizando los dedos por el mueble y con toda su atención sobre los gestos de padre. Lewis y yo tomamos asiento en el sofá, juntos.
—¿Qué sucede? —contesto al ser aparentemente la única que no conoce qué sucede.
—Están exponiendo a las criaturas sobrenaturales, la iglesia llegó a la ciudad. ¿No era su tarea mantenerlas al margen, duquesa? —expone mi hermano con tono acusatorio, uno que para nada denota hostilidad.
—Ese inútil cura no se convirtió cuando lo mordí. Algo tenía el muy maldito —dice ella.
Por algún motivo, madre no tiene señales de haber bebido hoy. Ahora que lo pienso, lleva días sin tomar una sola gota de alcohol.
—Según recuerdo, madre se encargó de corromper la iglesia de la ciudad. Sé que el viejo cura murió, pero, ¿pasa algo con el nuevo? —Me sumo a la plática.
—Sabe que existimos, las criaturas, quiero decir. Se llama Julio Cárdenas. Es un exorcista reconocido en países vecinos, y sobre todo en la ciudad de Valencia, fuera del continente. Ya ordené a todos mantener el perfil bajo mientras no tengamos un control claro de la situación; aún con todas las precauciones lograron capturar a uno de nuestros informantes —comenta mi padre de forma concisa.
—¿Quién asesinó al cura anterior? —agrega Lewis.
—No poseo esa información, pero los cadáveres que logré extraer de la iglesia tenían todos signos copos de nieve —explica mi madre—. Específicamente en la zona de la nuca.
—Es un claro signo de brujería, debe ser alguna criatura sobrenatural, no veo a humanos con las intenciones y agallas de inmiscuirse en ello y haciendo uso de tal poder —les comento sin un ánimo en particular.
—¿Marcas de copos de nieve? Padre, la líder de las desapariciones en el instituto Lemelyane, Diuna, poseía una. Es un voto de silencio. Esas personas estaban siendo controladas por otra —expresa Lewis.
—Lewis, dejo esta tarea en tus manos. Mañana debo ir a la capital para los asuntos del matrimonio de Victoria. Lewis y Lyra serán los encargados de solucionar este asunto. Mantengan un perfil bajo hasta que puedan ver las capacidades de ese hombre.
—Pero un humano no debe ser tan peligroso, es solo eso, un humano —argumento.
—Más de cincuenta muertes confirmadas —dice mi madre interrumpiéndome—, a ese hombre le conocen por su eficiencia a la hora de matar a seres sobrenaturales, en todo el Bajo Mundo.
—Seguro fueron de clase baja —agrego despectiva.
—Desgraciadamente, no —completa mi padre—. Lewis, por ahora, investiga el tema de los símbolos, también los medios con los que cuenta el nuevo cura. Regresaré en dos semanas, es lo único que tienen que hacer. Lyra, evita situaciones que la expongan. Ah, muy importante, no se asesinen entre ustedes o el otro sufrirá una tortura, que le aseguro, rogará por ser ejecutado.
—Tenías que aclararlo. —Deja salir mi madre para agregar con extrema confianza—. De cualquier manera, antes de que vuelva estarán exterminadas las ratas que se atrevieron a pisar mi ciudad con esa osadía.
—Todo estará bien para vuestro regreso, la duquesa y yo nos encargaremos de todo —expone mi hermano.
—Qué así sea —Cierra la reunión mi padre.
Llega la noche y termino de vestir mi ropa de dormir con ayuda de las sirvientas, incluso me dieron un gran baño con aceites aromáticos de narcisos dada mi partida mañana al palacio. Será la primera vez que pasaré una noche fuera de casa, a diferencia de Lewis, nunca fui llevada a patrullar o he tenido demasiado contacto con el exterior.
Me dejo caer sobre mi cama para mirar el techo, me quedo ahí dejando que los pensamientos me invadan. Recuerdo las palabras de padre.
"Debes usar tu control mental y lograr mantener tu cuerpo virgen, debes cargar los hijos de Lewis, Victoria" Esas palabras resuenan una y otra vez, es mi misión, mi única misión, no puedo fallar. Aun así, debo esperar a que mi hermano rompa su maldición y se convierta en el hombre que debió ser.
Es lo que siempre supe que debía cumplir. No solo eso, mi cuerpo solo puede ser tocado por Lewis, y el suyo por mí. No dejaré bajo ningún concepto que sea diferente.
Me lleno de coraje y levanto para salir de la habitación hasta la de Lewis. Es una vieja tradición, siempre que él se debe marchar lejos, dormimos juntos como despedida. También quiero probar su sangre, no la tendré en dos semanas.
Llego a su puerta y la abro con sumo cuidado con la copia de la llave que tengo, para luego cerrarla suavemente detrás. Le observo descansar en la cama en paz, por lo que me acerco con pasos suaves, descalza, hasta subirme y sentarme sobre su torso mirándole dormir.
—Sé que estás despierto —digo
—Solo acuéstate y descansa —dice sin molestarse en mi presencia.
Llevo mis manos a los listones superiores de mi bata de dormir y comienzo a zafarlos, luego sigo a los botones dejando al descubierto mis pechos. No son tan voluptuosos como los de madre, pero están bien para mi edad.
—Abre los ojos o te decapito —comento sin dejar de mirarle.
—Qué sucede —dice para detenerse ante lo que encuentra, no se lo esperaba.
—Lewis, yo, Victoria Roosevelt, no voy a dejar que nadie que no seas tú lo toque. Es la tradición y la cumpliré —digo con toda la seriedad del mundo.
—Victoria —sus labios pronuncian mi nombre bajando la vista a mis mejillas, ¿no me digas que se volvieron a tornar de colores? Odio eso—: ¿Tú estás enamorada de mí?
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