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Cap21: Mi principal error

Salgo del bosque junto con Helios mientras sostengo mi brazo para no moverlo. La fractura ya empieza a doler, sin embargo, puedo disimularlo en mi rostro y lo hago ya como una costumbre. Tantos entrenamientos para el dolor hacen que este sea más llevadero.

—Apúrate con lo de Bralen —comento.

Me acerco a Charlotte para revisar su herida de la frente, parece un simple golpe, aunque deberé suturar luego o quedará una peor cicatriz. Como si fuese poco la quemadura, su rostro se sigue llevando cicatrices a cada paso que da en su vida.

—Joven amo, esto será complicado, ha avanzado demasiado la infección—dice Helios, rompiendo la ropa superior de Bralen, dejando su pecho al descubierto con las marcas negras ocupando gran parte de este.

—Demonios, dámelo —comento soltando suavemente a Charlotte y tomando el cuchillo entre mis manos.

Cálculo bien antes de proceder, esto será sumamente difícil. Comienzo a abrir con fuerza el pecho de él por la zona de las costillas con cuidado de no dañarlas más, dado lo destruidas que ya están. A continuación, corto las arterias con la sangre coagulada de hace años y retiro su corazón del centro. Hago un corte en la palma de mi mano y dejo caer la sangre sobre este órgano para ver cómo toma un color más vivo y la absorbe.

—Joven amo, ¿qué hace? —me cuestiona Helios.

—Es su corazón lo que lo mantiene como lo que es. Este cuchillo no es de plata ni bendito, así que no debería matarlo.

Envuelvo su corazón en su ropa, algunos tejidos se regeneran, pero es un proceso bastante lento dado la gravedad de la situación, posiblemente insalvable pero no por ello dejaré de intentarlo.

—Igualmente, es difícil regenerarlo en su totalidad si lo extirpa así, puede tomarle años lograrlo, y eso será si lo logra. Bralen es un vampiro de muy bajo nivel —explica Helios.

—Carga a Charlotte hasta la habitación, no puedo con todo a la vez. Cumple con esto y luego coloca a Bralen en su ataúd. Se lo entregaremos mañana al Conde Walker, él debe saber una forma de reanimar un cuerpo, o al menos crear uno falso hasta que se recupere.

—De poder, podría, pero el conde no nos ayudará por placer —me dice mi sirviente disponiéndose a cargar a Charlotte.

El cuerpo de Bralen por su parte, se hace cenizas quedando libre al viento. Yo sostengo su corazón con mi brazo sano junto al pecho. Si este no se ha deshecho, ¿aún hay esperanza?

No debería preocuparme por ello, no puedo caer en esta debilidad.

Llego a mi habitación con Helios luego de dejar todo lo demás en orden. Sin embargo, la preocupación no sale de mi cabeza, demasiados errores en una sola misión y todo por dudar. Pude haber logrado mi cometido, desgraciadamente, demasiadas cosas se escaparon de mis manos dándome un golpe de realidad otra vez.

—Señor, debería tratar su brazo —comenta Helios al verme ignorar eso todo este tiempo.

—Lo haré cuando te vayas —contesto.

No es que lo quisiera ignorar, es que lo oculté de él involuntariamente, como costumbre. Nadie en la mansión podía ni puede enterarse de que no puedo regenerarme como todo vampiro debería, por lo que cualquier daño debía ocultarlo hasta que Feryndell pudiese tratarlo.

—Eso tardará en sanar, será un problema en el futuro —me dice él con suma calma.

—No es algo que te importe —digo para sentarme frente al escritorio y sacar los utensilios para estas situaciones tratando de atenderme por mi propia cuenta.

—Realmente me ha parecido curioso el día, yo no siento emociones de compasión y demás, pero usted ha parecido siempre ir por el mismo camino que yo. Sin embargo, lo estoy observando sufrir por Bralen —me apunta con sus palabras y desliza su mirada por mi brazo herido.

Parece un gato viendo a un ave que no puede volar por tener un ala rota. Diría que odio su compasión, pero no puede siquiera poseer una emoción como esa.

—No importa eso, Helios. Lo sé, sé que ustedes son bestias sin sentimientos hechos solo para intentar vivir, sobrevivir y disfrutar todo lo que pueden. Aun así, soy un Roosevelt, ellos por naturaleza son capaces de sentir. Sumando lo de humano, no me pidas que vea completamente como una herramienta a alguien que vivió cinco años a mi lado sin despegarse ni un día —aclaro quitando mi camisa y dejando mi torso solo con las vendas del pecho ya sin secretos de este mundo hacia él.

—Señor, eso será una debilidad en el futuro —responde.

Sus ojos solo buscan mi herida, ven la sangre en el codo y mis gestos de tranquilidad ante los desinfectantes, junto al ágil trabajo que realizo con una mano.

—No lo hará, no dejaré que vuelva a pasar. He aprendido mi lección —respondo molesto, tengo mis emociones descontroladas desde que volví a probar el polvo del suelo.

—Lo dudo. —Se acerca a mí y se arrodilla tomando mi brazo para mirar mi herida mientras sus ojos se tornan escarlatas y desliza la lengua tomando el rojo que corre con esta—. Usted no podrá cambiar su naturaleza, es despiadado ante los crímenes, pero recuerdo su rostro de ira cuando vio que torturaban a aquel niño en la jaula, su misericordia con Charlotte y el dejar viva a su tormentosa hermana.

—No insinúes estupideces —expongo molesto aún, esta noche no estoy de humor.

—Digo la verdad, usted es un Roosevelt, pero también es algo más. No solamente el nombre de Lewis Roosevelt —dice antes de morder mi brazo para probar la sangre a mayor profundidad. Sus palabras me durmieron como una canción de cuna, me hace recordar.

Yo también...soy Daniela Ruiseco, o eso era hace unos quince años.

—Es irónico que tú me recuerdes eso —comento llevando mi mano sana y libre del interés de Helios a mi cabello, recogiendo los mechones hacia atrás para observar la luna llena que se ve a través de la ventana—. Casi lo olvido.

Helios deja de responder, su atención está centrada en el líquido que baja por su garganta y quita de su cuerpo todo cansancio del día. Al menos es así hasta que llamo su atención.

—Helios, voy a besarte —comento de forma natural, pero él levanta la cabeza soltando mi brazo, sorprendido.

—¿Qué? —Su mirada se nota diferente a lo usual, desconcierto, algo que jamás había visto en él.

Tomo su ropa por las solapas y junto mis labios con los de Helios. Intento besarle como lo hacía antes de llegar aquí. Incluso llego a tratar de jugar con nuestras lenguas sintiendo el sabor de mi sangre y notando su inexperiencia en esto. Luego me separo para ver sus ojos buscando sentir algo más allá que el vacío de mis últimos años

Mi cuerpo lo expresa, podría tratar de acostarme con él si lo deseara, pero mi corazón no siente nada, ¿puedo sentir algo humano aún?

—Joven amo. ¿Por qué hizo eso? —me dice con los ojos rojos y el rostro lleno de dudas, lo desestabilicé por primera vez desde que le conozco, desde niños.

—Terminaré con las vendas, tú ve a cuidar a Bralen, ve a la mansión del conde antes de la salida del Sol y llévalo —comento retomando el cuidado de mi brazo e ignorando los hechos recientes.

—A sus órdenes —responde sin cuestionarme, aunque noto el tono dudoso y de curiosidad en su voz.

Él sale de la habitación dejándome en soledad, tan solo acompañado de la luz de la Luna que se cuela por la ventana, recordándome a Diuna y su última imagen, una que no puedo permitirme borrar. Termino por golpear la mesa lleno de ira, demasiados sentimientos mezclados, debo trabajar más en mi temperamento antes de que arruinen algún plan en el futuro. Si dejo de verlos como piezas de ajedrez a esos tres, podría hacer alguna estupidez imperdonable.

¨¿Cuánto he dejado de sentir?¨ Me invade esa pregunta, una de la que me asusta saber la respuesta, pero tampoco puedo permitirme si deseo sobrevivir, justo como Helios.

¨¿Incluso si vuelvo a mi mundo, podré dejar de ser Lewis para vivir como Daniela nuevamente, tras vivir todo esto?¨

Hoy va a ser una larga noche.

Pasan varios días en los que permanezco con un perfil bajo en la escuela. Incluso crean una tumba a nombre de Diuna y colocan flores en ella, en su honor. También las burlas y críticas sobre Víctor circulan por todos lados resultando él como el culpable del asesinato de su amor no correspondido.

Donde pongo un pie, pasan estas cosas. Sin embargo, es necesario, no lo agradecerán e incluso si llegan a saber que mis órdenes causaron su ruina puede que me aborrezcan. Gracias a esto, sus vidas ahora están a salvo. Luego de quince muertes, solo recuerdan la de Diuna, pero ya no habrá más desapariciones de alumnos, se acabaron los tratos con demonios en este colegio.

Es sorprendente cómo sin Víctor aquí y luego de todos los eventos, este sitio perdió ese brillo estúpido que me recordó mi mundo. No puedo negar que de querer huir, esto sería lo más cercano a mi vieja vida, la de alguien normal. Me pregunto si el conde Walker podría imaginar siquiera que una nimiedad humana evocase esa naturaleza en mí por algunos minutos. Es inútil hacer reparo en eso, no me lo puedo permitir, no debo hacerlo. Un verdugo debe tener los pies en el suelo y la mente clara.

Mi brazo ha sanado lo mejor que ha podido en estas dos semanas que me tomé en el centro, por lo que puedo moverlo mejor, aunque no debo forzarlo aún.

Charlotte se la ha pasado llorando por los pasillos por el estado de Bralen. Debo pasar por la mansión del conde a ver cómo sigue antes de llegar a casa. Esa pequeña ex-esclava es muy apegada a ese pequeño viejo.

Helios ahora me observa de forma curiosa a ratos y no ha abierto la boca para soltar sus comentarios invasivos. Creo que mi intento de buscar emociones le confundió demasiado.

En fin, hoy por fin podré regresar a casa. Sí, a mi hogar, la mansión Roosevelt.

Nos vamos de madrugada, son las cuatro de la mañana, así que deberíamos llegar al amanecer sin apuros a la residencia de mi familia, lo suficiente para que no tenga Helios problemas al bajar.

En el carruaje Charlotte va abrazando el último libro que le leyó Bralen. No le he dedicado tiempo a leer estos, me recuerdan demasiado a Gabriel, su deseo por ser escritor. También tengo alguno borradores que nunca terminé, no tenía el don de él para ser persistente con mis proyectos, en mi caso, secundarios ante mi trabajo principal en empresas para ganar dinero para ambos y nuestros planes de una boda junto a una nueva casa.

—Estará bien, confío en ello. —Su voz sale ronca, la ha maltratado de llorar.

—Deberías descansar, no sirve de nada que estés así —le digo mirando por la ventana dejándome llevar por mis pensamientos sobre los futuros planes.

—Es difícil, fue mi culpa. Si hubiéramos sido amigos, podría haberlo evitado —comenta volviendo a llorar.

—Charlotte, es inútil que llores, eso no va a arreglar nada —le respondo suavemente—. Está donde el conde, él es el mejor creando cuerpos artificiales, confía en él.

—Yo... trataré —dice ella entre sollozos.

Así pasa gran parte del viaje, en un silencio fúnebre. La situación con Bralen cambia seriamente el ambiente de este sitio, no, la muerte de cualquiera de nosotros pondría así a Charlotte. Termino por extender la mano y acariciar la cabeza de ella, sin mirarla. En respuesta, se acuesta para usar mis piernas de almohada y dormirse inevitablemente tras las noches de insomnio.

—Joven amo, parece usted su padre —dice Helios observándonos.

—La crié, pero sería más un perro, uno fiel. Así como tú, aunque eres más propenso a morder mi mano —apunto de forma suave y sin intención de buscar una respuesta, diría que es una costumbre ya tratarnos así.

—¿Por qué hizo eso? ¿Se enamoró de mí? Es común en esa raza —me explica para luego añadir—: ¿Tendrá juguetes como sus padres?

—No pienses en eso, no lo entenderías. Helios, oculta eso de Victoria, o ni yo podré salvarte de su ira —comento tranquilamente sin mirarle aún, dejando que el paisaje se robe mi atención.

—No le encuentro explicación, se sale del perfil que tengo de usted. No es capaz de hacer algo sin un propósito. ¿Qué quería comprobar? —me exige.

—Curioso, no pudo decir que no sea interesante conocer tu opinión sobre mi persona. Aún así, puedo afirmar que posiblemente la conozca —contesto.

—Podríamos intercambiar la información que a ambos nos interesa conocer —responde Helios.

—Creo que ninguno obtendrá la respuesta que espera —concluyo—. Ya no importa, no tiene sentido.

Es normal que no lo entienda, no es algo que hiciera Lewis, fue algo que hice pensando en Daniela. En querer volver a sentir como Daniela. A pesar de la negativa, su mirada no se aparta de mí el resto del viaje, como si ahora fuese un acertijo que espera resolver. Que mal educado, parece que fallé en tu entrenamiento.

Cuando llegamos a la ciudad, el carruaje pasa por la plaza y las personas se reúnen a su alrededor. Sobre esta, puedo ver a un nuevo cura, uno que se roba toda la atención de los devotos humanos.

¿Qué pasó con el viejo?

Este tiene cabellos y ojos negros, una cara bastante seria con rasgos marcados y los hábitos impolutos. Su mirada está fija en la multitud y parece estar dando un discurso.

—Detén el carruaje —ordeno para observar desde la ventana, Helios por su parte no se asoma por los gestos de mi mano que le indican que no debe hacerlo.

—¡Ciudadanos de Narciso, han dejado que criaturas de la noche se infiltren en vuestras casas, han dejado que el mal toque a vuestras puertas! —argumenta él y desliza su mano sobre una tela negra llena de agujeros que cubre una jaula.

Sus pasos se sienten al son de tres, es cojo y se apoya en un bastón para caminar. No parece ser debido a su edad sino a alguna vieja herida en la rodilla.

—Han dejado que ellos os acosen y abusen de vuestros seres queridos, pero ya no será así. No más. Porque ya no estarán ciegos, a partir de ahora va a ser diferente —expresa y la plaza se llena de susurros por su discurso.

Sus dedos se apropian de la tela y la retiran de forma rápida mientras mira al público.

Dentro de la jaula metálica se ve un hombre con el rostro demacrado y en los huesos. Porta atuendos manchados por la suciedad y su cabello largo y rubio cubre su rostro, el cual se llena de desesperación tratando de salir de esa cárcel que posiblemente sea su ataúd hasta que el viento sople y se lleve sus cenizas.

—Queda menos de un minuto para la salida del Sol; esperen y verán cómo Dios castiga y hace arder en su fuego purificador a esta criatura infernal. Esperen y verán cómo cae por sus pecados —comenta con toda seriedad.

El plazo se cumple y la criatura comienza a sufrir sendas quemaduras en toda su piel, las cuales van aumentando en gravedad rápidamente. Coloca sus manos en los barrotes tratando de romperlos mientras los gritos desgarradores salen de su garganta, sabe que morirá y nadie le salvará. Su cuerpo no lo soporta más y se vuelve cenizas para luego ser llevado por el viento, y desaparecer.

La multitud se llena de susurro y gritos de espanto. Esto no puede ser. ¡¿Qué demonios?! ¿Cómo llegó este nuevo sacerdote? Nunca lo vi en la historia. ¿También fue mi culpa?

—He aquí las pruebas; pero no se preocupen. En el nombre de nuestro señor, yo, el padre Julio, limpiaré este lugar para que no dancen más los seres de la noche como si fuese este su patio de juegos —dice para toparse con mi mirada, haciendo que se dibuje una sonrisa amplia en su rostro.

¨Un espectáculo extravagante, pero esto se volverá un jodido infierno para las criaturas si la iglesia pone su atención en Narciso.¨


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