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Cap20: Descontrol

Salimos del pasadizo para recostar el cuerpo de Diuna contra la fuente sin ningún tipo de delicadeza. Las nubes no dejan ver la luna, dejándonos sumidos en penumbras y el viento que pareciera conocedor del crimen cometido.

Procedo a amarrarla con los hilos invisibles de unicornio que me salvaron en mi infancia, antes de despertarla suavemente. Ya el ritual se ha cerrado sin completarse, por lo que los deseos del demonio inferior se quedaron inconclusos y también los de la loba, tal como un sueño o quizás una pesadilla.

—Estás viva, Diuna. ¿Qué sucede con tu clan? —digo aun pensando cómo fue que Lewis logró ponerla a su favor.

He imitado lo que hizo el Lewis original desde que llegó a este punto de la obra, pero no ha resultado como en la primera versión. Esta reina es muy diferente a la original en muchos sentidos. Puede que sea por culpa de haber salvado a su primo cuando aún era un niño, contrario a lo que debía pasar originalmente.

—Manada, y no es algo que te importe —expresa molesta—: ¡Arruinaste todo! Si pudiera ahora te mataría, asqueroso Roosevelt.

Bralen se mantiene sin intervenir mientras carga a Charlotte indiferentes a la escena, ella es portadora de toda su atención y cuidados. Por ahora no son necesarios, no debería extenderse este pequeño diálogo.

—Desgraciadamente, si no hablas esto quedará como una ruptura de las reglas por vuestra parte y todo el resto proseguirá tal como temes, hacia peor y con un castigo con una consecuente decapitación —digo calmadamente mirando sus ojos buscando la verdad en ellos.

Sus motivos no es que puedan cambiar mi sentencia, pero podría ayudarme a entender mi error a lo largo del camino. Error que debo corregir para evitar nuevas alteraciones en la trama, aunque puede ya ser solo una utopía su restauración.

—No creas que voy a doblegar el orgullo de mi raza por hablar con un simple chupa sangre, y ni eso, eres inferior incluso a ellos —sentencia terminando por escupir directamente a mi rostro desde el suelo.

Retiro la saliva con un pañuelo que saco de mi bolsillo para darla por incorregible, por ahora. Desde mi interior siento la necesidad de introducir mi zapato en su boca, pero decido abstenerme.

—Bien, si así lo deseas, tendrás que dar explicaciones al llegar a la mansión. Allá vas a confesar, lo aseguro. —Dejo salir las palabras como algo natural.

La mesa de torturas de padre ha sido muy útil a lo largo de los años y sin exepciones, logra quebrantar el alma de cualquiera por muy feroz y obstinada que esta sea. Realmente traté de darle un final acorde al de la obra, pero se me hace difícil, Lewis. Solo no la trato peor por respeto a usar tu cuerpo y cargar tu destino.

—¡Maldito! —grita tratando de adoptar su forma canina, aunque los hilos impiden que crezca su masa corporal, al lacerarle la piel en las zonas donde esta hace presión contra las crines de unicornio dejando correr caminos de sangre por ellas.

—Ni lo intentes, a no ser que quieras salir herida de gravedad —le digo para revisar la hora en mi reloj de bolsillo—. Ya Helios debería estar llegando de la visita a Víctor. Valiente de tu parte intentar usarme como sacrificio en su lugar, parece que sí significa algo ese humano para ti.

—¿Qué le hiciste? —dice sacando los colmillos y forcejeando.

—No le importa, no creo que le vuelvas a ver —respondo guardando el objeto dorado.

—¡Tócalo y te mato! —expresa ella de forma ruidosa y su cuerpo empieza a sufrir la transformación de forma descontrolada.

La luna queda descubierta, las nubes se esfuman de su alrededor y el cuerpo de la chica va mutando de forma peligrosa y grotesca. Puedo ver las heridas causadas por el hilo en su torso y brazos, pero termina por liberarse a pesar del dolor, deshaciendo su nudo, haciéndolo ceder. Sus colmillos y nariz van volviéndose la de un lobo, tal como el del bosque hace años, solo que más grande, mucho más grande, aproximadamente unos cuatro metros toma su cuerpo.

—¡Bralen, llévate a Charlotte! —Le ordeno a mi sirviente, cosa que él obedece y acelera el paso para salir del lugar.

Diuna, en su forma de lobo gigante de colores oscuros como su cabello y ojos amarillos profundos como un abismo de rabia, en lugar de correr hacia mí, persigue a mi equipo al verlos correr. ¿Está pensando? No, no lo está haciendo, parece descontrolada.

Ella es mucho más rápida que Bralen, él no es tan fuerte o desarrollado como los demás, por culpa de joven cuerpo. Lo que hace es lanzar a Charlotte hacia el jardín de flores, aunque eso no evita que ella se haga daño en la caída y golpee la cabeza dejando ver sangre corriendo de esta en el césped.

Bralen intenta esquivar a Diuna, pero una mordida de esta le alcanza en el hombro, logrando separar el brazo de su cuerpo para masticarlo como si fuese solo un aperitivo.

Él, con el otro brazo, por la posición, termina por atacar el ojo correspondiente de Diuna para arrancarlo con sus dedos como si atrapara una pelota atascada. Ella comienza a agitar la cabeza para terminar por lanzarlo al aire y separando los ligamentos y tendones que aún unían el brazo del niño al cuerpo.

—¡Maldita hija de puta! ¡Por tu culpa tuve que lanzar a Charlotte! —grita Bralen.

Él, frenando la distancia con la punta de sus zapatos y la mano que le queda, deja una estela de pasto despejado del suelo por la fuerza que debe ejercer. De la herida se puede notar como la piel se empieza a tornar negra por el veneno de los licántropos sobre los vampiros, una corrosión que los destruye.

Así que esta es la primera aliada de Lewis, del Lewis original. Debo lograr que me ataque o Bralen va a salir más dañado.

—¡Bralen, céntrate en proteger a Charlotte! —le grito al ver su insistencia en pelear.

—Lewis, es que así es la mejor forma, su atención está en mí. Toma a la niña y huye —me dice mi sirviente con cierta verdad en sus palabras y sin hacer reparo en su propia seguridad.

—Tú no puedes con ella. No desobedezcas una orden directa y llévate a Charlotte.

Apenas termino de decir esto y Diuna ataca a Bralen de nuevo y en vez de chocar directamente, él la esquiva en un movimiento lateral haciendo que la loba se choque contra un árbol.

—¡Diuna! ¡¿Querías saber dónde está Víctor?! ¡Pues lo asesiné antes de que empezara todo! Como una respuesta a tu osadía —grito con todas mis fuerzas ante la reciente caída de la loba gigante sobre el cuerpo de Bralen facturando sus costillas tras el tercer ataque. Por supuesto, es una mentira.

Bralen pierde la movilidad de su cuerpo, posiblemente se deba a una ruptura de sus huesos y demás vertebras de la columna. Ella lo va a pagar, va a pagar lo que le hizo a mi sirviente y su desobediencia. Charlotte inconsciente, Bralen en estado crítico y Helios aún no vuelve.

¿Cómo demonios me libraré de ella sin Helios?

Sus ojos se posan en mí con rabia ante mis palabras, lo que hace que un rugido ensordecedor salga de su boca. Usando sus cuatro patas se precipita a correr hacia mí con toda la ira que su cuerpo admite.

¿El plan?

Está complicado, no pensaba alterarla tanto, pero si no hacía algo se iba a comer a Bralen. Estúpido trío, no debo preocuparme por ellos ahora o mi mente se nublará. Avanzo en carrera hacia el bosque, usando su cuerpo descontrolado como medida de retraso, dado la cantidad de árboles que se interponen en el camino ella choca con la gran mayoría lesionándose más.

—¡Helios! —grito en la carrera mientras la siento cada vez más cerca de mí.

Le veo saltar para tratar de caer encima mío, me lanzo por el suelo para esquivar el golpe y cuando va a atacar de nuevo pongo el bastón de Charlotte como soporte para que se clave en su pata, lo que le hace gruñir de dolor ante la cuchilla de la punta. Este objeto se lo di para su defensa personal, por lo que tiene varias armas dentro.

Me levanto y sigo corriendo, pensé que el dolor la iba a detener, pero no. Incluso hay partes de su cuerpo que gotean sangre de las heridas que le dejó el cabello de unicornio y los ataques previo de Bralen, probablemente estas cosas sean las que le retrasan un poco y vuelven algo torpe.

Nos separan tres metros, luego solo uno y está a punto de alcanzarme con su mandíbula cuando escucho que se revuelca detrás de mí. Esto me hace seguir corriendo e intentar regresar la mirada. Helios se había deslizado desde el lateral, tomando la oreja de ella y hecho de palanca para revolcarse ambos por el suelo.

Esto no la detendrá mucho tiempo, pero aleja nuestras distancias. Mi compañero me alcanza como su nueva prioridad.

—¡Helios, no preguntes, cárgame y corre! —le grito, a lo que él responde sin dudar.

—Sí, joven amo —contesta.

Mi cuerpo ya no es pequeño, de hecho, ahora se ve más adulto, así que es curioso que me cargue, es incómodo. Diuna se recupera y aumenta la velocidad con la que corre hacía nosotros, algo que parece ser una interminable carrera, donde ya tengo de nuevo el control.

—Escucha, más adelante a unos quince metros debe haber dos árboles paralelos. Fue la trampa que coloqué por si esto pasaba. Necesito que pases justamente por el medio, por la zona de la cruz y me lances a un lado, juntos no podemos pasar —comento agitado por la carrera, aunque ya más sereno.

—Entiendo joven amo, no me preocuparé entonces por el hilo —dice sin parecer extrañado de la situación.

—¡Estúpido, demoraste demasiado! —grito al recordar la imagen de Bralen herido de gravedad y la de Charlotte inconsciente. Si él hubiese llegado antes, Bralen no moriría.

Originalmente, Helios debía correr esto solo, pero actué como estúpido por proteger a aquellos dos e intentar darle una oportunidad a esa loba. ¿Qué demonios me pasó? No debí darle una oportunidad, debí eliminarla sin vacilación.

Nos acercamos a los árboles antes mencionados, unos más grandes y fuertes en tronco que el resto, lo que hace que Helios me lance a un costado tal como le pedí. Justo casi al llegar, él logra ver la trampa de la que le hablé y pasa esquivándola con una destreza admirable

Mi cuerpo cae al suelo y protejo mi cabeza de todo contra lo que pueda chocar, sin embargo, lo siento, siento como el hueso de mi brazo se rompe. Me levanto con cuidado para ver la escena y me encuentro a Diuna atrapada en una red de acero al frente, sin entender bien qué pasa, tal como una mariposa en la red de una araña.

—¡Helios! Detrás de ti hay un puño americano...bueno, algo como un objeto de metal con agujeros. ¡Jálalo! —le grito y él reacciona de forma rápida buscándolo con la vista para tirar de este fuertemente.

Con ello, otros hilos que están sobre los árboles caen haciendo de contraparte a la red para que ella no pueda retroceder. Desde el frente los amarrados en los árboles previamente y desde atrás los que jaló Helios, haciendo que no pueda moverse entre alambres metálicos.

Camino hasta donde se encuentra Helios con cuidado de no tropezar más. Sostengo mi brazo, el cual, no me duele aún por la adrenalina.

—Helios, jala este hilo. Por la posición debería estar en su cuello —digo tocando al que me refiero con la punta de mis dedos sintiendo el roce.

—¿Está seguro, joven amo?, pensamos que quería reclutarla —dice él.

—Helios, nunca discutas una orden mía, mátala —sentencio lleno de ira—: no la necesito con nosotros.

—Como usted ordene, amo —responde para llevar a cabo su cometido.

Cortar la cabeza de Diuna es más difícil de lo que parece, le veo hacer una buena presión para poder comenzar el corte, pero lo logra, y con ello también otras partes de su cuerpo son laceradas dejando correr la sangre a chorros. El organismo de la loba se vuelve el de una humana y cae con varios cortes y dos extremidades amputadas al suelo, la mano derecha y la pierna izquierda junto a la cabeza. Solo bastan segundos para que el suelo se tiña de un escarlata asqueroso bajo ella.

—Misión cumplida, Helios —digo sin dejar de mirar la escena, la grabo en mi retina como principal culpable y verdugo.

—Fue más difícil de lo que pensé, no por nada ella era una candidata a Alfa —expresa él.

Helios deja caer el arma de metal que tiene enganchados los hilos de acero teñidos de rojo, estos no se relacionan para nada con los de unicornio, solo son nuevas armas que cree.

—Da igual. —Me volteo hacia él dejando de ver la escena y sosteniendo mi brazo roto—: ¿Hace cuánto lo sabes?

—No sé de qué habla, joven amo —comenta Helios sin entender bien a qué me refiero, ciertamente no fui claro y no estoy de humor.

—¡Qué soy humano!, ¡¿Hace cuánto lo sabes?! —grito perdiendo la compostura.

Hoy lo volví a sentir, esa maldita impotencia que me nace ante lo sobrenatural, ante eso que es más fuerte que yo y me arrebata todo lo que tengo. Si Helios no hubiese aparecido, no me creo capaz de cortar el cuello de ella con el acero por mis débiles brazos humanos.

—No tenía la confirmación, pero ya lo sospechaba. Desde hace cinco años —dice con toda la tranquilidad del mundo.

Agarro una daga de mi cinturón y la acerco a su cuello molesto. Esto no es suficiente para herirlo, es simbólico. Posiblemente llegase tarde adrede para provocar este momento, esta plática. Te conozco, Helios.

—Entonces, ¿me vas a asesinar o chantajear como esta loba y Víctor? —cuestiono.

—Nunca ha sido mi intención, joven amo. —No se inmuta ante el filo, solo mira mis ojos con su vacío en los iris.

—¿Cuál es tu intención? —le digo mirando sin apartar mi atención.

—Solo quiero sobrevivir —dice él como algo simple, y yo lo entiendo.

Para cualquier sirviente es difícil vivir más de un año en la mansión sin sufrir abusos, maltratos, torturas o la misma muerte. Sobre todo a manos de mi madre o hermana. No es extraño que desee algo tan sencillo como eso, porque yo, Lewis Roosevelt, también lo deseo.

—¿Solo eso? —le apunto sin bajar la hoja.

—Su madre me usó como juguete antes de ser entregado a usted, sus torturas eran diarias e incluso pensé que mi existencia terminaría pronto —comenta él sin expresiones—. Sin embargo, un día me nombraron su niñero y pensé que sería igual, para contradicción de mi suposición, sobreviví hasta hoy. Cosa contraria a los niñeros de la señorita Victoria.

—¿Básicamente soy tu boleto para seguir con vida? —digo dejando salir una carcajada que se mezcla con el revoloteo de las aves que abandonan los árboles de nuestro alrededor por el ruido.

—Llámelo como quiera, pero así es. —Quita mi mano y se arrodilla ante mí agachando la cabeza—. Lewis Roosevelt, aunque usted sea un humano, le seguiré sirviendo, le ayudaré a sobrevivir, si usted me ayuda a mí.

—Te has vuelto un maldito osado, Helios —digo guardando el arma, sin necesidad de decir que lo acepto—. Ocúpate de cortar la piel de Bralen, extirpa todo lo que esté infectado, evita cortar el corazón. Luego entierra a Diuna, yo llevaré a Charlotte.

Será un milagro si Bralen sobrevive, una mordedura de un hombre lobo en Luna llena es mortal para cualquier vampiro, incluso uno noble.

—Sí, joven amo —contesta él.

—Por cierto, ¿cumpliste la misión previa? —Me detengo en seco.

—Sí, los preparativos fueron hechos, el joven Víctor será el culpable de la muerte de Diuna Darkwood, solo resta poner una parte de sus restos en la habitación con sus pertenencias. Pasará un tiempo en prisión con esto. —Helios levanta la mirada hacia mí, con esos ojos rojos que no poseo—. Pensé que podría usted encontrar un amigo de su edad en él, joven amo.

Obviamente, lo del asesinato de Víctor fue solo una medida desesperada para que Diuna abandonase el cuerpo de Bralen y toda su atención, guiada por la ira, se centrase en mí. Una medida desesperada para que mis sirvientes sobrevivieran.

—No, su sonrisa me da asco, como la de Victoria. —Me volteo para avanzar—. Al final, no importa que tan brillante fuese o cuánto le importase a Diuna, él asesinó a diez estudiantes por su propia ambición, se atrevió a quemarse en su deseo, ahora que acepte las consecuencias.

Nadie puede salir victorioso de sus pecados, incluso si se marchitan diciendo que los hicieron en nombre del amor. De hecho, por algo tan estúpido, no pueden justificar arrebatar la vida de alguien más. De hacerlo, no pueden pintarse como ángeles, que acepten lo que son, basura y luchen por sobrevivir cuando deba cazarlos.

—Sí, joven Roosevelt —sentencia Helios con sus inexpresivos labios.

Helios, tú y yo, también somos basura, pero al menos lo sabemos, y al menos lo aceptamos.

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