Cap18: Alma estudiantil
Es sábado en la mañana y entro a escondidas en la habitación de los sirvientes, donde Helios, Charlotte y Bralen. Su espacio está completamente lleno de cortinas gruesas y dos ataúdes están escondidos bajo trastes de forma bastante evidente. Aun así, es necesario para preservarlos sin olor a quemado. La decoración es simple y la luz del exterior brilla por su ausencia, solo anchas velas en candelabros en las cuatro esquinas iluminan la habitación.
—Iré con usted a su día de trabajo en el huerto, joven amo —comenta Helios.
Su figura parece un chiste por la presencia en su vestir de un sombrero ancho y gafas oscuras, unas que creó mi familia con mi ayuda, ropa negra y un parasol.
—Olvídalo, iré solo hoy. Que me acompañes dentro de las instalaciones para mantener tu apariencia es una cosa, pero exponerte a la luz solar de esa forma prolongada, inevitablemente va a acabar en un descuido que te hará cenizas —sentencio.
—A mí no me miren, no soy suicida —explica Bralen.
Él se encuentra en la cama de Charlotte leyendo, ama los libros, algo que parece un gusto general en mis sirvientes ya que Helios me pidió por su cumpleaños una estantería llena de estos. Como si fuese su pequeño descuido, la cubierta del libro se desliza un poco dejando ver que tiene doble forro. Debe estar ocultando lo que lee, al menos su título.
—Yo quiero...ir con el amo... —dice Charlotte apretando fuerte su bastón entre las manos sacando toda la fuerza de su interior para hacer esta petición.
—No, eres ciega, vas a ser más un estorbo que una ayuda. Solo será un poco de trabajo. Nada que no pueda llevar a cabo—le expongo colocando mi mano sobre la suya—. Voy a estar bien, no necesito niñeros.
—No amo, no debería ser algo que haga un Roosevelt. Podría hablar con la dirección y seguro lo librarían —dice Helios fríamente.
No es de mi agrado trabajar en un huerto escolar, pero tampoco me denigra o algo por el estilo. Así que no me preocupa, solo será necesario para involucrarme.
—Debo pasar tiempo con Diuna y esta será la última oportunidad que tendremos antes de los eventos de la noche —digo dejando que me ayude a vestir el atuendo más acorde a la faena que encuentro en mi armario, sin dejar de ser algo elegante.
—¿Por qué es tan necesaria esa licántropa? —me expresa Helios con precaución y tratando de entender todo lo que sucede sin saber que solo me intento ajustar a un libro ya escrito.
—Nunca está de más tener a alguien de nuestro lado —Le contesto.
Realmente, solo la quiero atraer a mi bando porque era alguien preciada para el Lewis original, fue su primera amiga y súbdita. Quiero creer que hizo eso bien y le debo algo de alegría.
—La señorita Victoria le va a sacar los ojos si se entera —comenta Bralen pasando página a su libro oculto.
—No creo que ya le importe ese tema. —sentencio logrando que todos en la habitación hagan silencio dejándome marchar en solitario.
El Sol es abrasador y, ciertamente, molesto, me he acostumbrado a vivir más de noche que de día al igual que mis ojos y piel. En esta situación debo estar solo; únicamente Charlotte podría estar aquí y en cualquier caso está incapacitada para realizar este tipo de trabajos.
—¿Nunca habías trabajado? —Me dice Víctor animado, colocando su mano sobre mi hombro.
Se ha acercado más a mí que la propia Diuna, algo que para nada debía suceder y de igual manera aprovecharé.
—Esto es pan comido —comento mirándole algo incómodo por su cercanía.
El espacio es justo para fomentar el esfuerzo personal y para forzarnos a salir de nuestras acomodadas costumbres. No lleva un trabajo extenuante y aún así la mayoría ya se está quejando a excepción de Victor, el cual parece disfrutarlo.
—Seguro en tu mansión no existen estos trabajos pesados y solo te la pasas en libros —dice entre risas—. ¿Has amigos?, he leído que los nobles de muy altas clases puede que vean estas cosas interesantes.
—Es un milagro que no me haya saltado la actividad de jardinería con el director, no me tientes —expongo para avanzar hasta el saco de semillas que debo cargar.
A pesar de ser un cuerpo entrenado, no deja de tener una diferencia notable entre las capacidades de una mujer y un hombre. Mi rostro comienza a tomar colores rosas por la fuerza que debo hacer para echar el saco a mi espalda de un tirón.
—Ay, Roosevelt, no eres tan serio como pareces —dice él al ver mi rostro.
—Cállate y trabaja también —le ordeno al verlo solo holgazanear frente a mí
—Voy, voy, te ayudo —coge el saco por la parte trasera y me ayuda a llevarlo hasta el lado del área de sembrado donde los demás trabajan.
Vagos, se nota que lo hacen con el mínimo esfuerzo. Incluso si lo que tienes que hacer no te gusta, debes completarlo de la mejor forma posible demostrando tus capacidades.
—No entiendo por qué una escuela para ricos tiene esto. —argumento agitado tras caminar una buena distancia con un saco a cuestas, ya es el quinto.
—Yo lo hago por diversión, pero creo que en general es para acercarnos más al trabajo y que no perdamos la cabeza en vanidades. Es algo que propuso el Conde Walker. —Sus ojos brillan al hablar de él.
—Parece que te agrada ese hombre —digo al verle en ese estado.
—Le admiro, un noble que se ganó sus títulos en la guerra, aunque vuestra familia igual por sus hazañas. Aun así, el promueve todo lo que admiro, el trabajo duro y dejar de hacernos valer según nuestra posición en la sociedad. Yo estoy aquí por mi cabeza, pero realmente no tengo mucho dinero ni alto estatus social. Su programa me dio la oportunidad —expone él contándome fragmentos de su situación.
—¿Es así? Bueno, es un conocido mío, quizás un día te lo pueda presentar —le ofrezco esa pequeña amabilidad, ni sé por qué.
A pesar de que promueva la igualdad, es algo que nunca existirá. Para eso, debes poder controlar a todos y quien esté arriba en posición podría escupir la cabeza del de abajo sin dudar y el látigo no golpeará su espalda. ¿Cómo logras una igualdad férrea en esta realidad? De hecho, no creo que en ninguna se logre, ni en mi viejo mundo, al menos real.
Por eso Walker es un anciano idealista que no pierde la fe.
—Ves, eres amable. —Sonríe antes de quedarse bobo por la llegada de Diuna, ella está organizando a una brigada de ocho personas, más nosotros, da las órdenes de forma certera hasta que se detiene a mirarnos.
—Valenzuela, te veo perdiendo el tiempo —le regaña a él, no se atrevería a llamarme la atención a mí. En respuesta a eso solo aprieta los colmillos, claramente le desagrado.
—¡Ya voy! —Dice Víctor retomando el trabajo fuerte y de forma más eficiente. Es una lástima que se haya enamorado de esa mujer ambicionada.
Varios alumnos vienen hasta nosotros a trabajar, incluso comparto conversaciones triviales con ellos, de esas que no me llaman la atención, pero a la sociedad sí. Aún así, da igual, todo esto terminará en unos días.
Levanto mi cabeza para ver el cielo brillar mientras los despreocupados estudiantes se ríen de fondo. Se siente tan libre este espacio y a la vez, siento que ya no pertenezco a él.
Me siento bajo la sombra de un árbol a descansar tras una hora de trabajo sin descanso. Dejo que el viento ondule mi cabello y cierro los ojos descansando la cabeza contra la madera. Adoro eso, el silencio. Desgraciadamente, cuando todo se apaga, mi cabeza susurra las posibilidades que tiene el mundo de destruirme y comienza el ruido otra vez.
—Ya Valenzuela me dijo que te permitió la entrada esta noche. —Escucho la voz de Diuna y su presencia se hace notar frente a mí cubriéndome del sol.
—Parece que así fue, ¿cuántas veces lo han probado?
—Unas doce, pero esta vez estas tú, debe funcionar —expone ella sentándose frente a mí sin usar ningún calificativo de mi nivel, siendo simplemente informal.
—¿Cuál es la diferencia entre mi presencia o ausencia? —digo sin abrir los ojos.
—Lo debes de saber, cómo se hacen los pactos con los demonios. Ese es el poder que creó a los Roosevelt al final de cuentas, ¿no?
—Diuna, hay informaciones que pueden hacer que tu cabeza ruede por el suelo —comento abriendo los ojos para toparme con su mirada triste, algo que no tenía pensado observar.
—También lo necesitas —sentencia ella—. Esto es un pacto de ayuda mutua.
—Solo aclárame algo.
—¿El qué? —me dice ella.
—¿Para qué quieres hacer un pacto con un demonio que te llevaría a sacrificar todo esto, incluso al joven Víctor que podría lamer el suelo si se lo ordenas? —Dejo caer mi duda.
En la obra original lo hizo para revivir a su primo, ese hombre lobo que ella amaba y que había muerto. Lo que me lleva a no entender su accionar, dado que en esta realidad sigue vivo y sus motivos deben ser otros.
—Mi tribu está en peligro, necesito su ayuda.
—¿Qué les ocurre? —No había escuchado nada de esto antes.
—Es algo que no te puedo decir, Roosevelt —me responde.
Ella levanta la manga de su chaqueta para dejar al descubierto una marca algo grotesca hecha con cicatrices, pero que parece un símbolo extraño con forma de copo de nieve.
—Una marca de silencio, qué curioso. —Me río ante la imagen, ciertamente me desconcierta, esto no tenía cabida en el mundo original. Debió ser algo causado por mí, pero no sé el qué. Parece que he intervenido demasiado, interesante.
—¿Cómo te atreves a reírte de eso? —dice ella poniendo la mano en mi cuello y clavando las uñas en el árbol haciendo presión, evitando que la sangre pueda seguir su curso con normalidad.
—Porque...so-so-lo vas a tu des-trucción haciendo un pac-to con un demonio...te va a tra-icio-nar y terminarás peor —dejo salir a duras penas las palabras y llevo mi mano a la mejilla de ella—. Solamente te doy ese consejo porque eras importante para alguien que aprecio.
Ella me suelta algo desconcertada y sin dejar de mirarme con esa rabia que me guarda.
—No fallaré, lo pediré de la forma correcta esta vez —sentencia antes de levantarse y marcharse.
¿Esta vez? ¿A cuántos has sacrificado? ¿Ya sobrepasaste el número de los que pensabas salvar con estas muertes? Tan egoísta como un humano siendo un perro.
¿Pactos con demonios? Tema complicado, solo sé que nunca vas a ganar y ellos jamás van a perder.
Siento la mirada de Víctor sobre mí y hago contacto visual, parece que malinterpretó un poco mi acercamiento con Diuna. Realmente lo que les pase no me importa, me da igual si son presos de su propia ignorancia.
—Roosevelt, ¿qué pasó con Diuna? —dice él acercándose a mí.
—Algo que realmente no me importa. —Me levanto del suelo y comento de forma serena—: Eres una persona muy estúpida, Víctor.
—¿A qué viene eso y por qué se veía tan enojada?
—No tengo por qué explicártelo —sentencio.
Hago oídos sordos de sus palabras para regresar a mi habitación, realmente algo en todo esto me frustra y aun no encuentro el qué.
Ah, ya sé qué es. La traición, cómo Diuna está dispuesta a regalar a Víctor a un demonio para una causa que no le compete o incluso a mí. Esa mujer me recuerda tanto a Gabriel.
—¡Espera! —Le escucho llamarme para luego tomar mi hombro con su mano.
—Te estás tomando demasiadas libertades —le miro molesto lo que hace que me suelte y siga mi camino sin más distracciones. Nunca le di el permiso de tocarme, ese nadie lo posee.
En la habitación se me escapa el tiempo de las manos en preparativos, ya es casi la hora de la reunión en el jardín y todos sabemos al pie de la letra nuestros papeles para este escenario. Mientras, Charlotte y Bralen se visten para acompañarme a este encuentro. Ambos portan ropas negras y con una capa pequeña en sus cabellos que les hace ocultar sus peculiaridades.
—Joven amo, mis deseos son ir con usted —dice Helios.
Pero no puedes, también tienes tus responsabilidades y un reloj que corre desde ya tras tus pies.
—No, haz lo que te encargué. Iré con Charlotte y Bralen esta vez.
—Por mí no hay problema, yo me quedo en mi caja y que vaya Helios —comenta el niño buscando huir del trabajo pesado—. Si quieren me encargo de su parte.
—¡Todos con ánimo! —expresa Charlotte—. Vamos a hacerlo bien y luego volver a casa.
—Si todo sale bien, sí —le comento.
—Todo hubiese sido más fácil si los matábamos a todos —dice Bralen guardando unos cuchillos en su ropa.
—Por ahora no hagan nada fuera de lo que les diga, no importa que pase en ese sitio, solo obedezcan mis pedidos —les advierto.
—Le haremos caso, joven amo —dice Charlotte agarrando fuerte su bastón.
—Creía que los demonios eran solamente leyendas —apunta Bralen con un mal temperamento visible.
Ahora que lo pienso, si un demonio me trajo aquí, eso quiere decir que, ¿en mi mundo también existen?
A la hora acordada salgo al jardín de la escuela, esta vez está en silencio y la luna debería iluminar el cielo, pero las nubes la cubren en su totalidad. En el lugar se reúnen Diuna y otras tres personas más que no conozco.
—Joven Roosevelt —me llama Diuna.
—¿Por qué no vino Valenzuela? —Pregunto a Diuna.
—No lo sé, debería llegar pronto. Él sabe el camino, podemos ir avanzando hasta allí antes de perder la hora necesaria.
—No tengo problemas —le comento mientras veo en sus manos a un alumno desmayado, amarrado y amordazado. Pobre sacrificio.
Avanzamos hasta una fuente bastante cuidada con la forma de un ángel en la parte superior y otras estatuas de niños jugando en la base. Su color es oscuro y está dentro de un estanque más grande. Parece reconstruida sin dejar de mantener ese tono antiguo y las enredaderas subiendo en silencio furtivamente por sus grietas bajas.
Por esto todos terminamos con los atuendos mojados y adentrándonos en el agua para que uno se adelante y suba donde la mujer ángel a besar sus labios. Esto hace que se deslice hacia un lado la estatua, dejando una abertura de treinta centímetros de diámetro en su base. Algo que me llama la atención es que el rostro de la mujer tiene marcas de lágrimas que destiñeron el color del material por la zona de las mejillas.
Cargo a Charlotte, la ayudo a descender para luego bajar yo y por último Bralen.
Dentro del lugar hay un hedor fuerte, incluso puedes sentir que tu energía es robada por el ambiente del sitio. Las paredes están llenas de escritos raros que no soy capaz de leer.
Primero pasamos por un pasadizo bastante estrecho en el que a duras penas cabría una persona pero luego llegamos a un amplio salón oscuro en el cual se encendieron las antorchas automáticamente cuando la primera persona, Diuna, puso un pie en el sitio.
La iluminación deja ver más de cincuenta cadáveres en el suelo tirados en las esquinas, de ahí el hedor, pero puedo afirmar que ninguno tiene más de tres meses en ese estado.
—Chris, coloca al sacrificio sobre la mesa —dice Diuna a uno de los que nos siguen, el cual, no tarda en obedecer—. Si Víctor no llega, tendremos que empezar sin él.
"Falta uno, necesito seis" Estoy seguro de que está pensando eso.
También Bralen no tiene alma y Charlotte, debe pensar que es bruja, ellos toman sus poderes de un pacto previo con demonios, así que no los tocará. Aunque he descubierto algo curioso de mi pequeña adoptada.
—No veo problema en empezar ya —comento
¿Se decidirá a usarme a mí en su lugar? Divertido.
—Tienes razón, no hay problema en ello —dice ella llegando a un pacto de paz con su propia alma, no sacrificará a su amigo y se librará de un enemigo, yo.
Me dan lástima, mucha, pero no es mi problema.
¿En serio tu primer amigo fue esta mujer? Eres interesante mi querido Lewis y lo siento, pero esta vez yo no necesito a alguien así. Como yo fallé con Gabriel, tú fallaste con Diuna y debo hacerla bajar su cabeza a golpes.
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