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Cap16: Soy un Roosevelt

Me resulta algo preocupante que Bralen y Helios deban estar expuestos al aire libre a las seis de la mañana, por suerte falta poco para la salida de Sol. No dejan de portar ropas oscuras que cubren todo su cuerpo y un parasol, algo extraño ya que precisamente no hay luz de la que cubrirse para las personas normales.

El carruaje se detiene justo frente al instituto y un grupo de cuatro personas, encabezado por Diuna, se disponen a darme la bienvenida. Su andar es pausado y los atuendos en rojo y dorado del uniforme los hace ver demasiado cargados. Sin embargo, en algunos de ellos solo se nota el desprecio y el interés en sus miradas por la nueva persona que se unirá a su escuela.

No parece ser algo rutinario, pero es normal que noten mi alta clase, al fin de cuentas solo estaría la familia real por sobre nosotros. Los Roosevelt son poseedores del mayor poder militar, algo que se encargó de lograr mi abuelo y de alimentar mi padre.

—Bienvenido, joven Roosevelt —dice ella con cordialidad en una suave reverencia que opaca su natural condición salvaje.

Sus cabellos castaños, sus ojos amarillos, su trabajado cuerpo que se expone a través de sus extremidades me dejan ver que se ha criado en los bosques bajo un perfil educado. Dichos rasgos también son característicos del clan de ese pequeño licántropo.

Solo está aquí por ser de la realeza de su clan, sin embargo, que sea la presidenta de los alumnos es cuestión de mérito propio. Normalmente, la institución no acepta mujeres; supongo que Walker metió las manos para permitirle un lugar dentro de esta jauría. Sería curioso que intentasen tocarla, puede que Diuna corte sus manos, o las muerda.

—Qué agradable recibimiento por parte del alumnado —respondo mientras bajo del carruaje con la cabeza en alto y tomo su mano para dejar un beso en el dorso—. Un placer conocerla, señorita Diuna Darkwood.

Ella no esperaba tal acercamiento, algo normal pues la imagen que circula de mí por la sociedad es la de alguien bastante distante, centrado en los negocios y que oculta algo oscuro. Especialmente para las criaturas sobrenaturales como ella que conocen que soy un asesino, hay más recelo y cuidado ante cualquier miembro de mi familia.

—El placer es todo mío —me corresponde con formalidad y retirando su mano—. Hemos decidido darle un recorrido por la escuela luego de llevarle a su habitación.

—No tengo inconvenientes, ¿si es tan amable? —Con un gesto de mi brazo la insto a que me guíe al lugar destinado sin alargar más las presentaciones.

Ella se comporta en todo momento muy formal, pero le conozco, leí sobre ella en la historia y sé su vida. Fue una fiel seguidora mía que murió defendiendo a Lewis hasta el final. ¿Será igual aquí? Todo depende de que tan cercanos sean nuestros ideales esta vez. Decir que no necesito su ayuda sería mentir, aun así, cada persona que se una a mí debe ser elegida con sumo cuidado.

—Actualmente, soy la presidenta del consejo estudiantil y ellos son los demás en la cadena.

De estos hombres solamente reconozco a uno. Posee cabellos rubios perfectamente cortados junto a unos ojos azules y es humano. Como todos en esta escuela fuera de Diuna o yo, al menos eso cree ella. Eso es lo peligroso de las desapariciones, que estoy completamente rodeado de humanos y son los causantes de esto en su mayoría. ¿Solo es cosa de poder? No lo sé, pero muchas veces lo único que hace falta es darle un cuchillo a alguien y prometerle cosas grandes para que caiga en un abismo.

—Él es Víctor Valenzuela, es un estudiante de intercambio de Dorara —me lo presenta ella y solo les dedico unos pequeños saludos.

Víctor es humano, según la obra está enamorado de Diuna y ella lo ha rechazado burlonamente cada día que se confiesa. Una bella historia de amor, donde él debe vencerla en conocimiento y fuerza para ganar su corazón. No puedo decir que no sea algo común en las historias donde la mujer suele sobresalir y termina estableciendo un punto al que se debe llegar para siquiera llamar su atención, pero lo tiene prácticamente imposible ante una licántropa, más aún una candidata a alfa.

Me causa demasiada gracia su situación, me da lástima también, pues jamás un humano normal podría vencer en fuerza a un hombre lobo, y menos al prodigio de Diuna y mi futura mano derecha. ¿Vacaciones? No, esto estará lejos de serlo.

Llegamos a las inmediaciones de los dormitorios entre pláticas banales, detalles sobre el horario y las reglas. La más llamativa es que está prohibido salir de las habitaciones a partir de las diez de la noche, algo totalmente lógico y a la vez conveniente.

El ambiente es de total normalidad, no hay asesinatos ni esclavos en los pasillos. Los colores son claros y no evitan la entrada del Sol, también se respira la humanidad del sitio. Debería ser lo común y a causa de los últimos años se siente como algo antinatural. Lugares así protejo, sitios como este los mantenemos aislados de lo sobrenatural para que puedan vivir en la ignorancia de lo que camina en la oscuridad. Me da cierta rabia que se empeñen exactamente humanos en mezclarlo, no debieron cruzar la línea.

—Entiendo, ¿eso sería todo? —le comento a ella.

—Sí, con esto tendría completa la información que debía propinarle —dice Diuna colocándose frente a mí, es de mi tamaño y eso que crecí hasta alcanzar el metro ochenta.

—Empezaré mañana mis clases, por hoy tomaré el día para acomodarme y establecerme —digo apartando la vista hacia mis sirvientes que cargan las maletas aún portando esos anacrónicos atuendos. No importa, la excentricidad no es completamente un defecto y en mi caso, sería visto como algo propio de un noble joven.

—¿Puedo ser entrometida? —expone ella con mucha formalidad. Yo por mi parte hago reparo en la boina que trae en su cabello, usada para esconder sus orejas de licántropo, una boina que es imposible que se quite.

—Depende de qué tan delicado sea el tema, no soy de tolerar ofensas —le respondo calmadamente.

—¿Por qué vino a esta escuela? Usted es un Roosevelt, siempre han tenido una educación privada en la comodidad de su mansión —dice con una mirada que me deja saber que mi presencia aquí no es bienvenida por ella.

—Porque es interesante ver crecer a los humanos hacia caminos intrincados por la magia del conocimiento —respondo de forma vaga, pero los ojos de Víctor se clavan en mí—. Realmente es porque no está mal hacer contactos, este mundo está lleno de negocios y estos se hacen a través de personas. Gano más aquí que allá, tan sencillo como eso, señorita Darkwood.

Parece complacida con la respuesta y por su parte, el hombre de mi interés se baña en duda. ¿Mi estrategia principal? Dejar que me descubran, dejar que sepan que quiero participar. ¿Qué tan despiadado y sin sentimientos debo demostrarles que soy para que me inviten a su patio de masacres y demonios?

Venga, aquí hay otro humano que desea tener magia. Se me hace difícil no empezar a carcajearme, pero logro evitarlo.

Por fin me quedo a solas con mis sirvientes en la habitación que me prepararon. Es por mucho más pequeña que la de casa y está decorada con colores verdes, nada que ver con los emblemas de nuestra familia, el rojo y blanco. Al ser un lugar para nobles, no debo compartirla con nadie, lo que lo hace más fácil para establecerme estos días.

—Helios, eres el responsable de cuidar a Charlotte y Bralen —le sentencio desde la ventana observando el campus desde lo alto pues mi habitación se encuentra en el segundo piso del edificio.

—Así será, joven amo —responde Helios sin cuestionar mientras deja las maletas y comienza a organizar mis cosas en la habitación.

Bralen se sienta en mi cama sin ningún permiso antes de ser parado de ahí por la mirada de Helios, quien de no haber visto su respuesta de forma rápida lo habría sacado de ahí.

—Oye, Lewis —dice Bralen recibiendo la desaprobación de Helios ante sus palabras—. ¿No fue muy arriesgado hablarles así?

—No, al contrario, estoy deseoso de que me inviten a su salón de juegos —le respondo sin dudarlo.

Desde la ventana veo abandonar el edificio a la loba junto a su grupo. Por un momento ladea su cabeza hacia la ventana y la saludo con mi mano, como si no tuviese nada que ocultar, pero dejándole saber que la vigilo.

—Yo confío en el amo. Sí él quiere, pues así debe ser —expone Charlotte con sus dedos jugando en la maleta que sostiene.

—Creo que tienen un club de defensa personal. Estaría bien hacerle una visita para inscribirme —comento abandonando la ventana.

—Lewis, digo...joven amo, eso le va a hacer perder el tiempo, no haga cosas banales. Tú ya dominas una gran variedad de artes marciales —comenta como siempre descuidadamente el más viejo de mis sirvientes, Bralen.

—Cuidado con sus palabras, Bralen. Si el amo dice que es así, así será —le responde Helios.

Decido ir solo al área de entrenamiento, parece bastante grande en comparación al de casa y posee un estilo que en mi mundo catalogaríamos de asiático. También está lleno de personas, parece ser una moda en el sitio.

Entro a los vestidores para colocarme un kimono blanco nuevo y sin pensarlo mucho tomo un cinturón blanco solamente, ya que son de los que abundan.

—Futuro duque Roosevelt —me saluda Víctor mientras se para a mi lado, con un cinturón negro en la cintura—. Será un honor tenerlo en nuestro club.

Él parece más educado y menos hostil que su compañera, de hecho, en el libro, cuando tomaban confianza era bastante animado y bromista. Algo que me llega a sugerir su sonrisa, una bastante natural.

—Espero que sea divertido. Hace tiempo no entreno —le respondo.

Hace mucho todo resulta ser prácticas en trabajos, ya nada se considera entrenar. En mi día a día, perder significa morir.

—Soy el segundo a cargo, nuestra presidenta Diuna también pertenece a este club, aunque ya rara vez viene —me dice Víctor, confirmándome algo que ya sé, que aquí puedo tener más contacto con la señorita Darkwood.

—Sí, Diuna, una mujer muy interesante —le respondo dejando ver cierto interés en ella—. Me he enterado de que para usted es una persona especial.

—Nunca lo he mantenido en secreto, la considero alguien que resalta entre todo lo vano.

—El problema es que usted también es de eso vano que la rodea —le dedico esas palabras desde mi superioridad. Desgraciadamente, para ella, usted no significa nada, eres solo un humano.

Él demuestra calma, sabe que no puede responderle a un Roosevelt.

—Lo que vale es el esfuerzo, algún día ella me notará.

¿Tiene sentido esforzarse tanto solo para ser notado por sentimientos así? Hay muchas cosas más importantes en las que gastar el tiempo.

—Puedo ayudarle, si así lo desea, a resaltar. Solamente dentro de las criaturas mágicas que habitan este mundo —le digo revelando un claro secreto.

—No sé de qué habla, pero tendré en cuenta que me tendió la mano —responde él sabiamente, sin confiar en los extraños.

—Mantendré la propuesta. ¿Vamos a entrenar? —le propongo.

—Será un placer, joven Roosevelt —dice para dirigirnos al área de entrenamiento.

Cuando estamos en el centro, todos los que se encuentran presentes dirigen la vista hacia nosotros con curiosidad. No por mí, sino por Víctor, que es el segundo más fuerte físicamente de la escuela y en estos deportes. La mayoría de los presentes no saben quién soy yo a no ser que mis cabellos blancos me delaten.

—Evite hacerse daño —dice él mirando la cinta en mi cintura, pero sus ojos se desvían a la entrada notando a Diuna, que hace aparición con su traje.

Un buen día para entrenar, será un combate tranquilo y sin peligros de muerte. Se siente extraño, aun así, perder no es una opción.

—No tengo problema con el dolor, de lo mejor de sí —le respondo atando mi largo cabello en una coleta alta para ponerme en posición.

—Entonces está bien, empecemos —dice antes de tomar nuestras posiciones y ponerse en guardia.

Me acostumbró mi padre a nunca atacar primero, así que espero su golpe, ya que siempre fui el más débil. Mi mejor virtud es saber usar la fuerza de mi oponente en su contra. Si golpeas muy fuerte, serás destruido.

Él, confiado de nuestra posible diferencia de nivel, lanza una finta bastante rápida con su mano derecha hacia mi rostro. La evaluó y actuó en consecuencia acercándome de golpe desde debajo de forma lateral por el lado izquierdo, solo deslizando el pie y acertando lo más rápido posible un golpe en su mentón con mi brazo izquierdo.

Tenía varios puntos abiertos, pero posiblemente era porque contaba con mi inexperiencia, digamos que se confió al ver la cinta blanca en mi cintura. Desgraciadamente, perdí el entrenamiento, dado que rompí una regla, la de golpearlo demasiado fuerte.

—Creo que fui un poco duro. —comento al ver cómo mi contrincante está en el suelo, desmayado. Un golpe en el punto exacto del mentón causa ese tipo de efectos, duerme al cerebro un poco y falla todo.

Las personas empiezan a cuchichear sobre mí, sobre quién soy. Sin embargo, mis ojos buscan a Diuna que se recuesta a una pared observándome. Lo hice, llamé su atención. Espero poder recuperarte, se lo debo al original dueño de este cuerpo, el que amaste, pequeña licántropa.

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