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Cap14: Despedidas y reencuentros

Intento trabajar en la contabilidad de la mansión y la nueva galería que padre quiere abrir a nombre de Lyra, sin embargo, se me dificulta concentrarme por el tema tocado. Termino por dejar todo a un lado y darme un descanso de tres minutos, uno donde me acerco a la ventana a respirar aire fresco, teniendo la suerte de cruzar miradas por un segundo con ella.

Sabía que Victoria se comprometería con otro, de hecho, fue parte de las cosas que llevaron al viejo Lewis a actuar precipitadamente y tratar de buscar una cura a su maldición, ignorando toda su causa. La única diferencia entre nosotros ahora mismo, es que yo no amo a mi hermana, ni tampoco mantuve hasta día de hoy su juego unilateral.

Deslizo mis dedos sobre el marco de madera mientras la observo detenidamente como baja junto al hombre conejo del carruaje. Es el primer sirviente que ha sobrevivido durante tantos años, incluso dejó de asesinar a los demás a su antojo. Algo que supongo, motivó Oliver.

Ha crecido bastante y su cuerpo ya es el de una dama, nada que ver con el mío, a pesar de ser en extremo parecidas cuando nacimos. A diferencia de todos en nuestra familia, ella ha mantenido sus cabellos cortos desde el día que maté al señor Blackburn. Lo tomo como rebeldía, también como la única forma que encontró de poder diferenciarse de Lyra, optando incluso por el negro para su ropa en lugar del blanco.

Siento cómo su mirada se clava en mí, para luego sonreírme dulcemente, solo por estar delante del brujo. Aún no sabe que me marcharé un tiempo, pero seguro estará absorta en su nuevo matrimonio y en cómo ello le impedirá estar con Oliver. A estas alturas debería estar fascinada por las artes del joven y sus maneras tan diferente a las que hay en casa. Quizás si debí deshacerme de él...

Camino hacia mi cama y me dejo caer en esta, cerrando los ojos para despejar toda molestia. Se siente sumamente cómoda, ya me acostumbré a la mansión, a cada rincón de la casa. Me tratan más como un adulto que como a un niño en cuanto a educación, por lo que los castigos han cesado y soy más independiente.

—Joven amo, necesito que se pare, para poder desvestirlo —comenta Helios a mi lado, manteniendo en sus manos el atuendo que debo usar esta noche. Su presencia se había borrado de mi cabeza ante su petición de silencio para concentrarme.

—Déjame, dormiré así —le respondo desde mi posición volviendo a cerrar los ojos tras echarle un vistazo.

—Si usted lo desea, así será —responde él, acostumbrado a no cuestionarme.

—Por cierto, Helios, haz tu maleta también —digo aguantando el bostezo.

—¿Le acompañaré? Joven amo, es hora de que busque un sirviente creado por usted. No debería confiar tanto en mí —me dice al escuchar mi petición.

Siempre con palabras extrañas, algo que no diría un traidor. Desgraciadamente, si yo quisiera que alguien confiara en mí le expondría justamente eso, porque se supone que nadie se delataría así. Sin embargo, entiendo su punto, a estas alturas es raro que mantenga a un sirviente creado por otro noble, debería tener uno hecho por mi propia mano, o mejor dicho, colmillo.

—Aunque suene estúpido, eres la persona en la que tal vez podría confiar más. No existe nadie que pueda sostenerme la conversación como tú entre la servidumbre sin vida de esta casa, ni tampoco humano que me llame lo suficiente la atención —le digo antes de darle más información, pero realmente, no fue totalmente una mentira—. También que se preparen Charlotte y Bralen. Van a vivir en el área de la servidumbre. Protege a Charlotte de los depravados, recuerda que es como tu hija.

—Mi misión principal es protegerle a usted, mi joven señor —expone Helios en un tono sumamente neutro y que no me deja saber qué piensa de mi respuesta—. Pero en un segundo plano, protegeré igual a Charlotte.

—Te creó capaz de hacer ambas cosas. Ahora márchate, voy a dormir —le apunto bostezando otra vez, deseoso de que este día acabe ya.

La mirada de Helios, en cambio, se mantiene sobre mí, recorriendo mi rostro y bajando a mi cuello sin ningún tipo de respeto, incluso veo sus colmillos hacerse más notorios bajo su labio superior. Justo cuando voy a regañar su acto, este dirige su atención de nuevo a mis ojos y se atreve a hablar.

—¿Está molesto? —me comenta sin obedecerme.

—¿Por qué lo estaría? Fuera de tu falta de respeto de ahora. —Levanto una ceja.

—Porque su hermana hace meses no le habla. Usted pasaba casi todo el tiempo con ella —me comenta.

Me empiezo a reír ampliamente por su idea tan equivocada. Victoria me preocupa, pero tampoco a ese nivel ahora mismo, lo que ocupa mi pensamiento otro tema, mi personaje no puede permitirse fallar.

—No es eso —contesto luego de apagar mi risa de burla.

—¿Qué es lo que le preocupa? —me pregunta el sin emociones, alguien que se ha dado cuenta del estrés de mi día.

—Llevo semanas pensando demasiado. Se acercan cosas importantes, Helios. Si fallamos todo se volverá muy difícil para nosotros, incluso para la familia —le respondo de forma vaga, no es algo que pueda contarle tampoco.

—Entiendo, amo. Si me lo permite, yo no dudo de su facilidad para sorprender a otros, aun así, es inevitable, pues debe pensar. Ahora descanse —me dice él antes de marcharse, dejándome pensativo sobre sus palabras.

Fallar.

A lo que más le tengo miedo en este mundo es justamente a eso, mientras otros pueden permitírselo, yo no. Y lo peor de todo, es que es demasiado fácil perder todo en un solo paso equivocado. Las palabras de Helios hacen que no pueda dormir, simplemente saco uno de los cuadernos que guardo en el librero y comienzo a trazar disimiles escenarios posibles para la situación que me encuentre, tratando de buscar caminos y escapes para todo, o casi todos.

Cerca de una hora después, me percato de que estoy exagerando. Trato de dormir y, como cada noche, las pesadillas me atacan. Completo mi rutina nocturna, termino buscando la medicación para evadir el insomnio, aunque ya no funcionan tan bien como antes.

A lo largo de la noche, siento unas manos apoyarse en mi cama, justo al lado de mi rostro tras escuchar el chirrido de la puerta. A su vez reconozco su aroma, lo que me hace bajar la guardia. Su cabello roza mis mejillas y la respiración de ella es interrumpida por un rechistar.

—Debes dejar de colarte en mi habitación —comento sin tratar de verla, tratando en cambio de seguir con mi intento de dormir.

—¿Cómo es eso de que vas a una escuela a estudiar? No necesitas eso —me dice Victoria acercando su rostro al mío con molestia y abriendo mis parpados con sus dedos ante mi indiferencia.

—Trabajo, no creo que tome tanto tiempo —me decido a mirarla, logrando que retire sus manos.

Sus cabellos cortos y flequillo están aún decorados con ornamentos dorados, sin embargo, su ropa ya es la de dormir. Intuyo que se escapó mientras se cambiaba, pero nadie se atrevería a entrar a mi habitación sin permiso, en este caso los sirvientes de ella que posiblemente esperan del otro lado.

—Procura regresar pronto, me aburro sin mi mascota dando vueltas —indica tomando mi mano entre las suyas para encontrarse con una herida previa en mi muñeca—. ¿Quién te ha mordido?

—Fue en un encargo de padre, no tienes que preocuparte —le respondo con mentiras, decirle que fue Helios no es una opción.

—¿Le mataste, cierto? —me dice rozando la zona con sus colmillos y posando en mí sus rojos y serios ojos.

—Lo hice. —No le miro directamente a los ojos, sino a su escarlata brillante, esos que no poseo y ella me echa en cara.

Sus dientes se clavan dejando que el dolor recorra mis venas, mientras succiona lo necesario, últimamente se controla más, sin sobrepasarse a provocar un desgaste físico severo en mí. Lo curioso es que los clava justamente sobre los de Helios, borrando la marca de él y dejando la suya.

Llevo mi mano libre a su cabello para acomodarlo y toparme con su mirada, lo que la lleva a esquivarme. Te he tomado cariño, no lo niego, pero no dejas de ser un problema, hermanita.

Limpio con mi pulgar la sangre de sus labios y ella se deja caer sobre mí de forma suave apoyando la cabeza en mi cuello, dejándome sentir su respiración.

—Muérete por allá —le escucho decir en susurros—. Así no tendré que casarme contigo.

—Sé que me odias. No te preocupes, algún día tendrás a alguien como tú. —Le abrazo por la cintura, colocando mi rostro frente al de ella.

Ya empieza a pesar, no es como la niña que se colaba en mi habitación con malos hábitos. Ahora sus pequeños juegos se ven menos inocentes y más problemáticos, incluso algunos son más sutiles.

—Te mataré algún día con mis propias manos —me dice sonriendo, en su usual tono amenazante, algo cotidiano, aunque me afecta, porque en teoría, debe ser así.

—Yo lo sé, serás algún día capaz. —Cierro los ojos de nuevo mientras hablo.

—Voy a dormir aquí hoy, no te tendré en un tiempo a mi lado —comenta introduciendo las manos por debajo de mi camisón, pero se detiene al sentir las vendas que aprisionan mi pecho, es algo que le choca bastante, le hace recordar mi maldición. Algo que me molesta, porque me recuerda que no soy realmente lo que presento al mundo.

—Deberías casarte con un hombre, no romperé esta maldición. —Tomo su mano y la llevo a tocar por sobre las vendas, justo como lo hago yo todos los días—. ¿Eres consciente de que soy una mujer?

Ella sonríe calmadamente para hacer presión sobre estos, su mirada no disminuye en fuerza. Luego retira la mano y muerde mi cuello para beber de este. Yo solo puedo hacer presión en su cintura esperando que pare, pero no lo hace, regresa a tratar de dejar mi cuerpo sin fuerzas.

—Si no la rompes tú, lo haré yo, pero no aceptaré que te quedes como un sucio humano, Lewis —dice mirando a la ventana, con un nerviosismo que le recuerda lo que le han enseñado, lo sé, fuiste criada solo para reproducirte y mantener la tradición—. Es nuestro deber casarnos, es nuestro deber tener a la futura descendencia. ¿Por qué huyes de eso? ¿Por qué no buscar tu cura a esta debilidad?

—Una vez pensé hacerlo, pero salió mal, muy mal. Al punto que caí en la más oscura desesperación por anhelar algo que me era esquivo —le respondo débil por el sueño y la anemia.

—¿Por la maldición? Estás delirando —me dice acurrucada sobre mí.

—No, fue un mundo donde odie a todos, asesiné a todos y luego me arrepentí, porque me enamoré de una persona de la que no debía... —dejo escapar la risa de mis labios somnoliento—. Pero fue solo un sueño, no será así de nuevo.

No amaré a Victoria.

—¿Se durmió? —Leescucho decir desde mi mundo de sueños antes de sentir que algo se posa en mislabios, dejando un sabor a hierro, pero dulce. Luego se acurruca a mi lado consuavidad, cubriendo nuestros cuerpos con la sábana—. Si regresas herido, temataré yo misma, Lewis.

A pesar de mi orden de que deben asistir obligatoriamente, Bralen y Charlotte se muestran alegres y curiosos por salir de los límites de la mansión para mantener una estancia en esa institución escolar. Sobre todo Charlotte, la cual, según Bralen, no durmió anoche luego de que Helios les diera la noticia.

Por ese motivo estamos los cuatro en el carruaje tras un silencio notorio por un regaño de mi mayordomo personal. Uno donde el primero que se atreve a hablar es el anciano.

—Yo solo pido que le digan las cosas a la niña por la mañana, que el que comparte cuarto con ella soy yo y no me deja dormir. Se pone a reír por lo bajo, la bruja esta da miedo —dice Bralen entre quejas.

—Lo siento, pero no me digas bruja. —susurra la niña bajando la cabeza, algo que hace que el niño se retracte de sus palabras y le ofrezca un dulce; ni idea de dónde lo sacó.

—Bralen, no duermes, eres vampiro. Podrías haber cerrado la tapa del ataúd —dice Helios.

—Cállate, ya sé, ya sé. Solo la molesto pero se deprime muy fácil, así no es divertido —expone altanero el niño.

—Lo útil de estar todos es que no tendrán inconvenientes al volver con represalias sobre Bralen, ya que seguro sería debidamente castigado por la señora Lyra —responde Helios.

—Lyra no tiene permiso de tocarlos a ustedes, son míos —les comento mientras rozo las mordidas de mi muñeca con los dedos, cosa que mi mayordomo nota.

—Joven amo —dice Charlotte jugando con su falda—: por fin podré hacer amigos.

—No vamos a jugar, Charlotte, vamos a trabajar —expone Helios, como si tratase de romper el accionar desordenado de los niños, algo que no me desagrada precisamente.

—Pero, perdón, es solo que me emocioné. Estaremos en un sitio lleno de jóvenes —junta sus dedos, nerviosa.

—Te faltan todavía tres años para que puedas estar pensando en esas guarradas, eres una niña. —Bralen le da un cocotazo tras regañarla.

Se me escapa una risa ante esa imagen, pero regreso rápido a mi seriedad. Dentro de todo, quizás no me irriten tanto. Aun así, no puedo dejarlos ser tan descuidados.

—Están demasiado animados hoy —les comento.

—Joven amo, tómese también un descanso, merece pasar el rato con jóvenes de su edad —me dice Helios, alguien que no esperaba que me diese ese consejo.

—Me parecen idiotas, me los imagino pensando en sexo como mi madre —digo apoyando la cabeza en la palma de mi mano y el codo en la ventana.

—¿La señora Lyra? Sí que da miedo a veces, menos mal que no fui de su personal —Los ojos de Charlotte se aguan al hablar—. Aún recuerdo que mató a mi amiga Dina.

Un evento que tratamos de evitar, uno donde la solución fue aislar a Charlotte de otros niños, ya que la mayoría que entra a la mansión no corre precisamente con la suerte de ella. Aun así, se atrevió a hacerse cercana a una sirvienta de Lyra, una niña que resultó ser un juguete divertido que echó a los perros al darse cuenta del apego que tenía con Charlotte solo para hacer sufrir a esta última. Los gritos de ella fueron desgarradores, no la vio, pero sentía sus suplicas, las mordidas y gruñidos, mientras mi madre la obligaba a gritar que todo era culpa de la ciega. Todo simplemente por un juego, una búsqueda de esa psicópata duquesa de buscar volver a sentir algo, aunque sea a costa del sufrimiento ajeno.

—Te lo advertí, que no te hicieras su amiga, pero no haces caso. Tu solita te buscas los traumas. —Bralen le vuelve a dar un golpe en la cabeza, esta vez usa el periódico.

—Perdón, evitaré a la servidumbre de los amos —comenta ella agachando la cabeza con las manos entre temblores al igual que su voz. De a poco lo ha superado, pero no creo que completamente. Justo por ello, Helios saca a Bralen de su asiento y la abraza, la cuida delicadamente como un padre, algo que le ordené hace años.

—No hiciste mal, Charlotte. Mi madre fue quien no debió matar a tu amiga. —le respondo sin apartar la vista del paisaje y a su vez siento que Helios no aparta la mirada de mí a pesar de la persona que debe cuidar.

—Somos privilegiados de estar con usted, joven amo —me dice Helios—. Ordene cazar a los culpables de esas desapariciones y lo haremos.

—No tengo las pruebas aún, y hacerlo imprudentemente nos meterá en problemas. Nosotros no tenemos la facilidad para borrar a los que desaparezcan a nuestras manos.

—¿Entonces qué haremos? —dice Charlotte tragando en seco y levantando la cabeza. Para ella, esto significa salvar a Dina, salvar a las personas que se vuelven juguetes de lo que no conocen y ella sí. Quizás es su camino, quizás por eso "Él" la puso en este oscuro sendero con ese poder.

—Ya lo veremos, son cinco estudiantes. Diuna, debemos tratar de sacarla de ello y es la más importante —comento en base a los deseos que hubiese tenido el Lewis original.

—Lewis, ¿por qué tanto lío con ella? Ni siquiera la conoces —dice Bralen ganándose la mirada acusatoria de Helios llamarme por mi nombre, pero lo corrige por el sinnúmero de regaños en lo corto que va de mañana—. Amo.

—Puede sernos útil, es de una manada de licántropos bastante poderosa y ahora es la futura heredera de esta. Luego de la muerte de su primo y real heredero, todo pasó a ella —les digo basándome en la información del libro original.

—Joven amo, investigué a esa manada como me pidió —me dice Helios.

—¿Y bien? —le respondo sin esperar algo en especial, solo se lo pedí para justificar la información que tuviese que enseñar luego.

—Su primo sigue vivo, actualmente es el alfa a sus trece años —responde el vampiro.

—Qué extraño. Debió morir en algún punto. ¿Averiguaste su nombre? —le pregunto.

—Sí, se llama Rudolf, Rudolf Darkwood —me dice mi sirviente.

—Qué curioso, siento que he escuchado ese nombre antes —comento llevando mi mano al mentón tratando de recordar.

—¿Ha tenido algún roce con lobos? Siendo un vampiro le conviene evitarlo, son una muerte segura —dice Bralen.

—No, no he tenido. —Miento ante sus preguntas, nadie debe saber de cuando me escapé al bosque hace años.

Espera...

¿No será que es el lobezno de aquella vez? Ese niño que me ayudó con el unicornio

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